“(...)… transformándolo a maquinazos e inyecciones en un ser vegetal, un ser humano muerto en vida cuya paz de día y de noche rayaba en los límites de la muerte: lo privaron del derecho de existir; de ver; oler; oír; sentir…lo redujeron, con la excusa de curarlo, en la caricatura grotesca de un ser humano perdido y derrotado, olvidado y encerrado con cerradura especial en una de las celdas-pocilga del Servicio de Aislamiento…”
Le sucedió a Cachaza , personaje principal de la novela, del mismo nombre, del escritor y psiquiatra Virgilio Mora Rodríguez.
Esa obra, publicada en 1977, denuncia de forma violenta las injusticias que sufrían los enfermos mentales en el antiguo Hospital Nacional Psiquiátrico.
Maquinazos ( terapias electroconvulsivas ) sin anestesia, períodos de aislamiento en calabozos y baños de agua fría eran parte de los “tratamientos” con los que se atendía habitualmente a los pacientes con males mentales en la primera mitad del siglo pasado.
Lo que se hacía en Costa Rica era una muestra de cómo se abordaban los padecimientos psiquiátricos en el mundo. Al no haber en ese entonces métodos certeros para el diagnóstico, ni respuestas desde la farmacología, las técnicas empleadas eran empíricas.
Una de ellas era la lobotomía, una operación que consistía en extirpar parte de los lóbulos frontales del cerebro. Si bien este procedimiento disminuía las conductas agresivas de los pacientes mentales, también mermaba sus capacidades cognoscitivas y les impedía expresar cualquier emoción.
Otra “solución” utilizada era internar a los enfermos mentales –sobre todo a aquellos con rasgos psicóticos (ideas delirantes, estados alterados de conciencia, alucinaciones)–, en instituciones psiquiátricas, que no eran más que manicomios donde, para contener su agresividad o impedirles conductas poco normales, les ponían camisas de fuerza o los amarraban a sus camas.
“La psiquiatría surge a finales de 1700 con un criterio no médico, sino social. Las personas eran recluidas por efectos estéticos sociales, de modo que en los asilos convivían delincuentes y enfermos mentales, sin diferenciación”, explica el doctor Álvaro Hernández Villalobos, jefe de servicios médicos del Hospital Nacional Psiquiátrico.
Si retrocedemos más en el tiempo, la situación pinta peor. Durante la Edad Media una epilepsia o una esquizofrenia era vista como una posesión demoníaca que implicaba una condena de muerte por parte de la Inquisición.
La Segunda Guerra Mundial fue otro momento crítico pues aquellos opuestos al régimen dominante eran tratados como “locos” y condenados al manicomio. Al mismo tiempo, las violaciones a los derechos de quienes verdaderamente padecían de males psiquiátricos se intensificaron. En algunos casos, incluso fueron exterminados por considerárseles “escoria”, una práctica ejecutada sobre todo por los nazis.
El cambio
Todo empezó a transformarse en la década de 1950, explica el médico psiquiatra Mauricio Campos, cuando se desarrolla una revolución farmacológica y se descubren los primeros medicamentos para abordar los padecimientos mentales.
El haloperidol (antipsicótico), las benzodiazepinas (sedantes que actúan en el sistema nervioso central) y, más tarde, la fluoxetina (antidepresivo), empiezan a sustituir a los métodos anteriores.
“A esto hay que agregar otros avances tecnológicos como los TAC (tomografía axial computadorizada) o los espectros de resonancia magnética, los cuales facilitan el diagnóstico. Antes no se tenía nada de eso y había que hacerle frente a la condición del paciente con lo que había. Era como cuando se utilizaban sanguijuelas para bajar la fiebre; la medicina responde a un contexto determinado”, dijo el experto.
El segundo gran cambio en la atención a los pacientes mentales surgió en Europa y fue impulsado por el respeto de los derechos humanos.
En América, se concretó en 1990 con la Declaración de Caracas , documento en que diversas autoridades del área de Salud se comprometieron a brindar una atención comunitaria, descentralizada, participativa, integral, continua y preventiva a quienes sufrieran males psiquiátricos.
En Costa Rica, el primer programa guiado por esta perspectiva se implementó un año después, según recuerda el doctor Hernández Villalobos.
“La idea es la desinstitucionalización: nuestra misión es reintegrar a los pacientes a la sociedad, mejorar su calidad de vida y evitar esa relación de poder abusivo entre el médico y el paciente”, resaltó el médico.
Lo anterior se logra –añadió– por medio del programa de Hospital de día, donde se brindan talleres y capacitaciones a los enfermos mentales para que, con la ayuda de medicamentos, puedan llevar una vida normal.
“Con la suma de los fármacos, la tecnología y este nuevo enfoque de reinserción social, no debería existir ningún sitio en el mundo donde se trate de forma inhumana a un paciente psiquiátrico”, sentenció.
Nueva lucha
Si bien ha habido innegables conquistas en la atención de los enfermos mentales, aún se está en pie de guerra para eliminar estigmas y evitar que la sociedad les dé la espalda.
La directora del Hospital Nacional Psiquiátrico, doctora Lilia Uribe López, denunció que uno de los mayores problemas hoy son los prejuicios sobre estos pacientes: “Los ven como una amenaza, piensan que deberían estar encarcelados”.
De ahí que la lucha, sostiene Uribe, debe ser para derribar estigmas y facilitar que estas personas se reinserten en la sociedad.