La teacher Marcelle. La niña Marcelle. Mamá Marcelle. La gran Marcelle Taylor. A sus 90 años y siete meses, la educadora y lideresa no solo se ha ganado que la conozcan así, sino también el respeto y el cariño de un país, en especial del corazón palpitante de su amado Limón natal, gracias a la labor de una vida por educar e inculcarle valores a su querido pueblo, una vida de trabajo de hormiga por su comunidad, una vida de rescatar el aporte y la riqueza de la cultura afrocostarricense.
Taylor Brown aparece en las actividades menudita, alta y siempre elegante. Cuando habla, con aquella voz ronqueta y firme, pone las cosas en su lugar y los puntos sobre las íes.
Una vez más, en especial ahora que es Ciudadana de Honor de Costa Rica, clama por la provincia de sus amores, ya que advierte que “Limón atraviesa una situación dificilísima en todos los campos”, que se encuentra “en recesión”, en SOS.
“Eso se debe a la gran cantidad de población que tenemos y a las necesidades laborales que tiene esa población. Se han cerrado instituciones, empresas, y la gente se ha quedado en la calle. Hay gente que después de los 40 y 50 años no los contratan para trabajar. Es más, aquí en Limón, ni siquiera existe la posibilidad para que los contraten”, explica.
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“Limón atraviesa una situación dificilísima en todos los campos. Limón está en estado de recesión, en un SOS”.
— Marcelle Taylor, educadora, exdiputada y líder comunal
Nada de lo que pide es para ella; su ruego es en plural. Su solicitud es respetuosa y vehemente: “Hago un llamado al Gobierno y a los diputados y a las diputadas, tanto los presentes como los venideros, que, por favor, misericordia para Limón, que vuelvan los ojos para Limón. Ojalá terminaran su gestión en la Asamblea Legislativa con un proyecto, nada más uno, que favorezca y sirva para llevar mejor calidad de vida a los limonenses: a los jóvenes, a los niños, a los adultos mayores, a mi comunidad. Uno nada más. Ojalá fueran más, pero yo le daría gracias a Dios por uno, porque no hay ninguno ahorita”.
¿Quién como ella conoce Limón? Ella que fue docente en aulas escolares, colegiales y universitarias de la provincia durante 33 años, que llegó a la Asamblea Legislativa como diputada entre 1986 y 1990, presidió la Junta de Administración Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica de Costa Rica. Ella que aún trabaja en el Comité Cívico Cultural Étnico Negro de Limón, el cual fundó junto con dos decenas de personas, hace 25 años, para realizar una intensa labor en el rescate cultural limonense y celebrar su riqueza en actividades como el Grand Gala Parade.
La niña que jugaba a la escuelita
Desde que era muy pequeña, la educación se le puso en su camino. Su formación espiritual la comenzó en la Escuela Católica de Inglés.
Eran épocas en que ella jugaba a la escuelita con sus compañeritos y amigos; desde entonces, comenzó a notar que eso era lo suyo.
“Mi abuelita y mi mamá lógicamente siempre me indujeron a cuestiones de la iglesia (católica) y trabajar con los niños de las iglesias y los de los vecinos. Ellas creían que esa era una forma para que los niños fueran acostumbrándose a ser solidarios y a dar de sí, porque ese trabajo tiene que comenzar desde que el niño está pequeño que ya cuando la persona está muy grande o muy vieja es muy difícil”, rememora esta sobreviviente a dos cáncer (de tiroides en el 2003 y de mama en el 2015).
El profesor de español Fernando López Cruz le dijo a la colegiala: “Usted tiene que ser maestra; usted tiene vocación y mística”.
Luego de cursar la primaria en la Escuela Rafael Yglesias Castro, hizo la secundaria en el Colegio Diurno de Limón. En ese centro educativo encontró a un profesor de español que fue esencial en su camino y le ayudó en múltiples ocasiones, incluso cuando ya era educadora: Fernando López Cruz. Él le dijo a la colegiala: “Usted tiene que ser maestra; usted tiene vocación y mística”. Taylor decidió seguir todas las señales de Dios y del destino.
Abrió su corazón y sus brazos a generaciones y generaciones de limonenses. Con disciplina y algunos regaños –admite–, les enseñó lo académico y también valores. Sus consejos eran memorables y acertados, rememoran sus exalumnos.
Cuando habla del tema, a doña Marcelle se le ilumina la mirada y vuelve a parecer una veinteañera emocionada.
Se complace al saberse maestra de personas, humildes y sensibles, que están aportando algún grano de arena a su provincia y el país.
“Cuando yo le hablaba a mis alumnos sobre los valores, yo veía que ellos reaccionaban: muchos de ellos ni siquiera entendían y sabían lo que eran valores. Muchos estudiantes necesitaban ese brazo que los abrazara y los aconsejara, por un lado. Y por otro lado que fuera estricto con ellos y que también los regañara. Hoy por hoy son verdaderos ciudadanos, humildes, pero de respeto, en mi país y mi Limón. Eso es una gran satisfacción y eso me hace ver que no me equivoqué mucho (ríe)”, asegura.
Además, recuerda, cuánto corrieron los padres de familia para ayudarles a los docentes. “Era una época de oro”, dice con un poco de nostalgia.
A ella, siempre tan fuerte, la entristecía cuando había alumnos que no lograban el objetivo por el que luchaban todos sus maestros y no superaban las dificultades a su paso. Sin embargo, está consciente de que nada en esta vida es perfecto y convencida de que, a pesar de todo, “Dios está con ellos”.
Después de la Biblia, el Quijote
Capítulo a capítulo, doña Marcelle le enseñó a Limón su amor por Don Quijote de la Mancha, el gran clásico español escrito por Miguel de Cervantes Saavedra.
Guiada por Fernando Cruz, el ya mencionado profesor de español, ella se leyó por primera vez el Quijote y quedó prendada de la novela, una de las grandes obras de la literatura de todos los tiempos. Luego, repitió la lectura, incluso buscó una edición en inglés, que se la consiguió una amiga porque estaba en la biblioteca de la Iglesia Metodista.
“Don Quijote nos va enseñando, paso a paso, las bondades, los sinsabores, las resistencias y el qué hacer y qué no hacer en la vida como seres humanos”
— Marcelle Taylor Brown, docente, líder comunal y exdiputada
“Increíble, pero después de la Biblia es la obra literaria preferida de esta servidora porque Don Quijote nos va enseñando, paso a paso, precisamente las bondades, los sinsabores, las resistencias y el qué hacer y qué no hacer en la vida como seres humanos. Logré que mis alumnos leyeran el Quijote. Difícilmente, y lo digo con humildad pero dándole gracias a Dios, hay un alumno que se ha leído el Quijote como mis alumnos. Les encantó”, expresa esta maestra y profesora de español pensionada, que también estudió Administración y Filología y Lingüística –en la Universidad de Michigan, Estados Unidos–.
Rememora cuando sus alumnos se apropiaban de los personajes en el aula: Fulano era el Quijote, Zutana era la enamorada Dulcinea y Perencejo escogía al fiel escudero, Sancho Panza. Ella les enseñaba que cada capítulo transportaba un mensaje de solidaridad y de aceptación a pesar de las dificultades porque el Quijote, un hombre bueno, vivió tanto maltrato y burla.
El Quijote la sigue cautivando y le sigue pareciendo que cada persona se puede sentir retratada en diferentes momentos de la historia. “Habla sobre que el ser humano no vive solamente, por ejemplo, de la remuneración que usted puede recibir de su trabajo, si no de la aprecio, del cariño, de la bondad, de la solidaridad de los demás seres humanos. ¡Ve que mensaje más lindo!”, expresa contenta.
Después, sigue la pregunta inevitable: “¿Usted ya se lo leyó?”. Y, por supuesto, el consejo sincero: “La invito para que revise de nuevo el Quijote”. Genio y figura...
Trabajo comunal y política por insistencia
Quien conoce a Taylor sabe que es una líder nata. Esta mujer considera que así como todos hacemos comunidad, todos nos debemos involucrar. “Comunidad somos todos. No se puede estar indiferente al barrio donde vivimos o a lo que le pasa al vecino de la par. Eso no es convivencia y no es lo que Dios quiere”, insiste.
Desde los centros educativos, ella se fue involucrando en diferentes actividades y preocupándose por diferentes problemáticas. ¿Por qué? Está convencida de que el docente puede convocar a la gente para que juntos trabajen por la comunidad.
Su preocupación por la comunidad la llevó a fundar con otros limonenses en 1999 el Comité Cívico Cultural Étnico de Limón que busca volver a nuestras raíces (’Back to Our Roots’, como reza su lema).
“Toda Costa Rica debe volver a sus raíces porque si Costa Rica vuelve a sus raíces todas esas cosas feas que están pasando no pasarían; volver a sus raíces de los antepasados, ya sean negros, indígenas, chinos, todos, a los que les debemos nosotros este país: gente noble, gente sencilla, gente bien definida en cuanto a sus valores, sus principios, su cultura...”, reflexiona esta lideresa nacida el 3 de enero de 1933.
Para Margaret Simpson, directora de la Biblioteca Pública de Limón, doña Marcelle es la mamá, la profesora y la abuela para esa ciudad, es la mujer ejemplar que marca el camino, “es un símbolo limonense y nacional”.
Taylor creyó que nunca se metería en política. No era su plan, se resistió; sin embargo, la vida le tenía otra propuesta. Fue diputada por el Partido Unidad Social Cristiana entre 1986 y 1990.
¿Cómo terminó como legisladora? La historia es así: a doña Marcelle no le atraía la política, siempre estaba ocupada en muchas cosas y cumplía como ciudadana. A mediados de los años 80, un grupo de limonenses la invitó a participar en política y le dijo que ella debía ser la candidata por Limón. Les respondió que no, gracias, porque a ella le gustaba ayudar pero no era política. No obstante, en Limón se corrió la voz de que Taylor estaría en la papeleta; incluso la paraban en la calle diferentes limonenses para felicitarla, decirle que la apoyarían y terminaban bien regañados por andar esparciendo rumores. Luego, volvieron a insistirle del partido político, con todo un arsenal de razones, y terminó accediendo.
“Así comenzó mi carrera política. Gracias a Dios que lo hice con humildad, con respeto. Entré a la Asamblea con 56 diputados y salí con 56 amigos, con la frente en alto. Nadie puede decir que hice algo incorrecto, que ofendía a alguien, ni pegué gritos ni nada porque Dios siempre estuvo conmigo y aquí estoy. Ayudé en algunos proyectos para Limón como siempre y ahí salimos adelante”, asevera.
Claro, como esta lideresa es incansable, sigue trabajando por Limón con su cabeza lúcida y su ánimo intacto. Rodolfo Martín, periodista limonense, resalta que ella está con muchos deseos de proseguir con su campaña por el rescate de los valores y la reivindicación de la cultura afrocostarricense. “Sin duda que la necesitamos todavía mucho tiempo más”, agrega.
“Gracias a Dios que lo hice con humildad, con respeto. Entré a la Asamblea con 56 diputados y salí con 56 amigos, con la frente en alto. Nadie puede decir que hice algo incorrecto, que ofendía a alguien, ni pegué gritos ni nada porque Dios siempre estuvo conmigo y aquí estoy”.
— Marcelle Taylor Brown, educadora, exdiputada y líder comunal
La fuerza, una virtud
Mamá Marcelle, como la llaman en su familia y algunas personas cercanas, es una mujer menudita, pero fuerte como un roble bien plantado. Tiene la virtud de cansarse poco. “Es uno de los dones que Dios me ha dado”, acota.
De hecho, Rose Mary, una de sus cinco hijas, la considera el pilar y la fortaleza de la familia. ¡Está tan orgullosa de ella y de lo que ha logrado! Desde muy jóvenes, sus hijas se quedaron solo con ella, quien luchó incansablemente para sacarlas adelante.
“Llegó un momento en que doña Marcelle trabajó en la Escuela Tomás Guardia; en la tarde, iba al Centro Cultural (Costarricense Norteamericano). Luego, corría en la noche al Colegio Nocturno de Limón. Los miércoles y viernes iba a la Escuela de Marina de Japdeva. Vea qué fuerte que era. Todo para sacarnos adelante. Nunca descuidó nuestra educación y nuestros valores. Siempre estaba pendiente de nosotras para que llegáramos a ser mujeres de bien”, relata esta mujer de 68 años.
Entre el trabajo de la tarde y el de la noche, a veces no comía, pero de fijo llegaba antes de la hora de inicio de las lecciones para esperar a sus alumnos y darles la bienvenida al aula.
Solo con disciplina es que Taylor lograba cumplir con tantos trabajos y con su hogar.
Sus hijas sabían que tenía que dar muchas luchas por su Limón y, a la vez, ser ejemplo para ellas, por eso pronto su prole también se involucró en diferentes organizaciones. “No podía sentarme en mi casa a pensar solo en ellas porque afuera había mucha gente con necesidades. Si fuera al revés, que ellas necesitaran algo, a mí me hubiera gustado que hubiese personas que me las ayudaran”, detalla.
Sus hijas son muy cariñosas con ella y la tratan de cuidar mucho. A veces, ellas parecen las mamás cuidando a una hija.
Hace poco más de dos años, perdió a una de sus cinco descendientes pues falleció Odette, a los 63 años; desde entonces, doña Marcelle ha estado de luto.
“Las religiones no deben dividir; deben ser el timón que nos mueva a todos para unirnos para ir en un solo camino hacia el Señor. Eso es lo que queremos todos. Aquí en Limón no tenemos ese problema con esa separación. ¡Alabado sea el Señor!”
— Marcelle Taylor Brown, educadora, exdiputada y líder comunal
Católica, apostólica y limonense
El pastor limonense Gibison Evans no dudó en calificar a Taylor Brown como “una bendición”, una mujer que se ha sabido ganar el respeto de todos. Al acto de develación de su fotografía como Ciudadana de Honor en la Asamblea Legislativa acudieron pastores y reverendos, una inusual y curiosa mezcolanza religiosa que le aplaudía a la dirigente, quien profesa el catolicismo.
Sin embargo, para doña Marcelle no hay nada de extraño: en Limón hay una sola familia, en que cada uno tiene la misma misión: “encontrarnos con el Señor”, manifiesta. Se enorgullece sin petulancia alguna de tener una relación muy bonita con diáconos, pastores, reverendos y religiosos de su provincia.
“Esto nos enseña que las religiones no deben dividir; deben ser el timón que nos mueva a todos para unirnos para ir en un solo camino hacia el Señor. Eso es lo que queremos todos. Aquí en Limón no tenemos ese problema con esa separación. ¡Alabado sea el Señor! Esa es una forma en la que Dios nos está hablando y hay que poner atención”, explica.
Por supuesto, nunca reniega de su religión. Sin titubeo alguno, asegura ser “católica, apostólica y no romana, sino limonense”.
Esta polifacética mujer ha hecho aportes en múltiples flancos, entre ellos el deporte, lo cual no es casual debido a que ella fue basquetbolista en su adolescencia. De hecho, llegó a estar en la selección de Costa Rica a los 14 años. No obstante, eran otros tiempos y tenía que viajar mucho a San José y pensar en quedarse en casas ajenas, lo cual no hacía feliz a su madre y a su abuela. Terminó por dejarlo, aunque siguió practicando el básquet con equipos limonenses.
Posteriormente, siendo ya educadora, ella llevaba a sus estudiantes “a patear bola al estadio de Limón” en las clases de Educación Física y así ayudó a encaminar muchas pasiones y vocaciones.
“Desde muy niña puede ver en doña Marcelle a una mujer con una gran entrega a la comunidad. Ella siempre preocupada en el área del deporte, en el área de la educación, en el área de la política, como un medio para aportarle a la comunidad, y, sobre todo, su gran amor y preocupación por mantener las raíces afrocostarricenses. Es un ejemplo de mujer a seguir”, destaca la diputada María Marta Carballo, quien presentó el proyecto para declarar a Taylor como Ciudadana de Honor.
De esta forma, doña Marcelle hace historia: es la primera mujer negra en recibir la Ciudadanía Honorífica. Para ella, esto es un poderoso mensaje que lanza Costa Rica contra el racismo y espera que esto ayude, junto con otros esfuerzos, a ir acabando con ese flagelo.
Taylor repite que si cada persona se preguntara cómo puede ayudar a cambiar un poco su realidad, aunque fuera un poquito, el resultado sería muy diferente y Costa Rica estaría mucho mejor. Esa pregunta se la ha hecho ella tantas veces y sus granitos de arena, aquí y allá, han cimentado esa vida de servicio.
Algunos la han llamado heroína; ella escucha en silencio. A los calificativos de ese calibre, solo responde con una breve sonrisa. Lo cierto es que todos le desean muchos y buenos años porque la quieren, lúcida y ejemplar, en el camino de la provincia. A ella, a la niña, la teacher y Mamá Marcelle.