“¿Cómo le dijiste que me llamaba? Ok. Guardabarranco habla”, dice una voz del otro lado de la línea. Más adelante, menciona que tiene 28 años. Forma parte del Movimiento 19 de abril de Masaya.
La ciudad nicaragüense, según afirmó , está irreconocible: en las calles se levantan tranques que, antes del 20 de junio, eran sostenidos por más de 200 personas.
El corazón de la oposición está ubicado en el barrio indígena de Monimbó, también conocido como uno de los sitios en los que se gestó la Revolución Sandinista con más ahínco en los años setenta. Sin embargo, quienes ahora sostienen morteros no se consideran guerrilleros, paramilitares ni revolucionarios.
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“Esta es una situación de la población en general, de autoconvocados. Es la palabra que más nos ha gustado utilizar porque a algunos de nosotros nadie nos llamó. Sencillamente vimos la necesidad de participar cívicamente en las protestas y nos hemos unido”, dice Guardabarranco.
Los tranques de autoconvocados eran el orden “normal” de la ciudad hasta que la Policía Nacional organizó una ofensiva contra las barreras de los disidentes.
Durante un par de semanas, Masaya logró amurallar sus calles para que el único ingreso posible a los barrios fuese caminando.
La ciudad nicaragüense se deshizo del gobierno local. El 23 de mayo, los barrios organizados expulsaron al alcalde orteguista Orlando Noguera. En la estación de policía, encerraron al comisionado mayor Ramón Avellán, el sub director de la Policía Nacional en Masaya.
Entre otros crímenes, Masaya le recrimina a Avellán la muerte de Junior Gaitán, un muchacho de 15 años que suplicó a un policía que no lo matara y, después, recibió un tiro a la cabeza.
“Eso fue hace unos 14 días, más o menos. Se hizo muy viral y es una de las muertes que más conmoción han causado: pidió clemencia y fue asesinado”, dijo Guardabarranco.
Cinco días antes del ataque bélico que liberó a Avellán de su encierro, Masaya le gritaba mensajes a la estación por las noches.
“Es una presión psicológica. Están dirigidos al comisionado porque es la persona más nefasta y quien ha dirigido la masacre contra el pueblo. Le decimos que si no le da tristeza saber que la historia de Nicaragua lo va a recordar como uno de los asesinos más grandes en tiempos de paz. Le decimos que si no piensa en sus hijos, su familia y su esposa. Le decimos que si no cuida a su esposa, alguien más la va a cuidar ”, explicó el combatiente de Masaya.
Por varios días, camionetas con grupos antimotines y “paramilitares” presionaron los tranques al exterior de la ciudad con pocas posibilidades de ingreso.
Entre el martes 19 y el miércoles 20 de junio, las “turbas” cambiaron sus posibilidades a punta de cañonazos y de golpes.
“Por parte de la policía, están arremetiendo con mucha fuerza. El objetivo fundamental de eso es desarticular todo Masaya, hacer una masacre”, describió el fotógrafo de La Prensa, Manuel Ángel Esquivel.
Esquivel forma parte de un equipo periodístico que vive en Masaya y, por lo tanto, está apostado en la ciudad. Con los tranques, no tienen una oportunidad real de salir hacia Managua.
Esquivel estuvo allí durante las horas en las que la Policía Nacional desmanteló el tranque de la rotonda de Ticuantepe (una vía principal que conecta a Managua con Masaya).
La oposición de Ortega se defendió con morteros que resultaron insuficientes.
Una de las organizaciones que llevan un conteo de los muertos –la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos– afirmó al periódico El Nuevo Diario que seis murieron y 34 salieron heridos.
El jueves 21 de junio, un mensaje de texto de la presidenta de la organización Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) confirmó la matanza: “Están masacrando a Masaya. Masaya no tiene armas. Está peleando con: morteros, piedras, tiradoras. Mientras que la dictadura tiene: (rifles) Dragunov, AK-47, ametralladoras, escopetas y gases paralizantes que dejan caer por las avionetas”.
La emergencia convocó a Masaya a un grupo de delegados de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
La calma la anunció el obispo Silvio José Báez en su cuenta de Twitter: “El comisionado Avellán se ha comprometido a detener los ataques a Masaya. Se le pidió también la liberación de todos los detenidos en Masatepe, Masaya y Nindiri y se ha comprometido a liberarlos mañana”.
En el diálogo con los obispos hoy en Masaya el comisionado Avellán se ha comprometido a detener los ataques a Masaya. Se le pidió también la liberación de todos los detenidos en Masatepe, Masaya y Nindiri y se ha comprometido a liberarlos mañana.
— Silvio José Báez (@silviojbaez) June 21, 2018
La libertad
Según las organizaciones de derechos humanos, es difícil buscar a los desaparecidos de Nicaragua.
No hay respuesta del gobierno: las familias los dan por muertos pero eso no significa que puedan sepultarlos ni olvidarlos. Sus vidas son cifras pendientes.
En medio del caos del combate, las ciudades sueñan con la libertad. “A diferencia de Venezuela, acá no hay un enemigo: no hay un Leopoldo López ni un Enrique Capriles. Aquí es el pueblo que está autoconvocado y se indignó… Creo que el denominador común es la indignación del 18, 19, 20 y 21 de abril. Esa escalada de represión no se pudo olvidar más y el pueblo se organizó”, explicó el periodista de La Prensa, Fabrice Le Lous.
En Jinotepe de Carazo han nacido tres bebés en el puesto médico que el Movimiento 19 de abril montó junto a las monjas del colegio San José. Noticias así provocan cierta esperanza.
“La solución ideal, la soñada es que, en 30 días, se organicen las elecciones de un nuevo presidente, con condiciones electorales transparentes y honestas. No como ha sido en los últimos 12 años: lleno de mentiras y de cosas turbias”, afirmó Guardabarranco.
También toman en consideración los peores escenarios posibles.
“El segundo escenario que visualizamos es que Daniel Ortega no se quiere rendir, no quiere renunciar. Como puede ver las estadísticas, llevamos tantos muertos... Y no va a parar hasta cumplir con sus objetivos: asesinar a cientos o miles de personas”, dijo Guardabarranco.
La resistencia de Masaya ha sido ejemplo para otras ciudades como León y Jinotepe, las cuales también se han blindado con tranques contra los embates de los oficiales y grupos antimotines.
Los bloqueos callejeros los protegen de las balas pero, también, los vulnerabiliza ante la escasez de recursos.
Masaya tiene la suerte de mantener negocios agrícolas pero, conforme pasan los días, merman las medicinas y los productos de higiene de los supermercados.
“El pueblo lo está sintiendo. En Carazo lo están sintiendo. Al inicio teníamos ayuda de toda la población. Gracias a Dios, a veces, comíamos hasta tres veces en el desayuno. Teníamos muchísimo apoyo en medicina, ropa... Pero, por la misma situación del tranque no hay tanta salida y entrada de alimentos”, lamenta Katherine Román desde Jinotepe.
El secretario ejecutivo de la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos, Álvaro Leiva Sánchez, considera que “Masaya es uno de los departamentos que se ha mantenido bajo una protesta cívica, pacífica, permanente y firme como un derecho humano y un derecho constitucional”.
La violencia arremetida contra los tranques es “desproporcional”, dice Leiva. Las grandes pausas que ha tomado el diálogo nacional también son fuente de preocupación para las organizaciones de derechos humanos. Las negociaciones no avanzan porque la violencia no cesa.
“Estamos frente a un retroceso significativo de restituir la paz social”, sostiene Leiva.
Sin embargo, para muchos nicaragüenses, la “paz” del gobierno de Ortega nunca fue tal: la calma también era parte de la guerra.
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