Víctor Segundo Araya recuerda que el martes en el que cayó el meteorito, él caminaba hacia su casa, ubicada en el barrio Santa Rosa de La Palmera. Esa noche fue como todas las demás en el noveno distrito de San Carlos, el cual se caracteriza por la calma que reina entre los extensos potreros que separan las parcelas de esta localidad ganadera.
El campesino agrícola no precisa el porqué pero esa vez tomó el camino más largo de todos los que tiene para regresar, después de ver las noticias vespertinas en la casa de un pariente.
Era una noche cálida, como todas las anteriores y Víctor caminaba con la mirada puesta en el suelo para evitar un desliz en medio de la oscuridad. El paisaje era negro y no se escuchaba nada más que el murmullo de los insectos que habitan entre los árboles y los movimientos de algunas vacas que se alimentaban en los pastizales. “Porque aquí nunca ha pasado nada”.
El último trillo es una cuesta de piedra que carece de postes de iluminación y lo único que Víctor podía ver con claridad eran las luces rojas de la torre de Coopelesca– Cooperativa de Electrificación Rural de San Carlos– la cual está ubicada a apenas unos 100 metros de su vivienda.
Araya todavía tiene muy presente como el camino de piedra se le iluminó de golpe como si alguien desde arriba le hubiera tomado una fotografía con flash de luz verde. Eran las 9:08 p. m. cuando el campesino miró hacia el cielo y lo único que pudo ver fue una explosión similar a la que hacen los fuegos artificiales de fin de año. Fue un destello que apenas duró segundos antes de volver a dejar todo oscuro.
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Lo que vino después fue un sonido al que Víctor describiría como “el paso de un camión pesado sobre un camino sin asfaltar”. Posteriormente se escucharían golpes leves en los tejados como si sobre Santa Rosa de La Palmera hubiera caído granizo por primera vez en la historia.
El campesino llegó a casa y no le dijo a nadie sobre la explosión verde. Sin darle muchas vueltas al asunto se bañó y se fue a dormir. Esa noche los perros no pararon de ladrar.
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–¿Vio ese destello en el cielo?
El martes 23 de abril a las 21:08 cayeron pequeños fragmentos de meteorito entre los distritos sancarleños de La Palmera y Aguas Zarcas. Específicamente, según datos de la Universidad de Costa Rica, la lluvia de meteoritos se esparció entre seis kilómetros de largo y tres kilómetros de ancho. Sin embargo, lo que levantaría la alerta fue que una de estas piezas del espacio atravesó el tejado de una vecina del distrito aguazarqueño.
Allan Jara, un periodista de la comunidad, explicó que esa noche estaba a punto de terminar su jornada tras reportar un suceso y una nota sobre el exiliado obispo Silvio José Báez, de Nicaragua. No obstante, su reposo se vio interrumpido tras ver como su bandeja de Whatsapp se le abarrotó con mensajes, fotos, audios: “Todos querían saber sobre esa luz verde que se vio en el cielo".
“Yo no la vi en vivo pero fue algo que llamó la atención de todos los sancarleños, porque esa noche fue muy despejada, entonces los que estaban en la calle a esa hora pudieron ver algo inusual. No fue un día como cualquier otro”, explicó el comunicador.
Jara recuerda que recibió una llamada de un amigo del Cuerpo de Bomberos, quien le afirmó que lo que todos vieron en el cielo provenía, efectivamente, del espacio y había aterrizado en una casa ubicada en Calle La Paz, situada a unos tres kilómetros del centro de Aguas Zarcas.
Sin pensarlo mucho, Jara tomó su vehículo y se dirigió hasta allá: sabía que allí estaba la noticia.
El periodista recuerda que cuando arribó al sitio del impacto, todo el barrio se había conglomerado alrededor de la patrulla de la Fuerza Pública que llegó para investigar lo ocurrido. En ese momento, los vecinos de Calle La Paz no se imaginaban la cantidad de científicos, periodistas y curiosos que llegarían a tocarles las puertas durante las cuatro semanas posteriores.
La piedra había aterrizado en la parte trasera de la vivienda y fue encontrada entre dos mesas plegables en las cuales dejó un orificio.
“Escuché algo inusual, entonces tuve que bajarle el volumen al televisor. Luego escuché una explosión terrible, pensé que se iba a caer toda la casa. Entonces cuando salí por la puerta de atrás vi un hueco en la lámina de zinc y una madera rota. Cuando hallé la piedra estaba todavía muy caliente, me asusté mucho, así que llamé a mis familiares y luego a la policía”, explicóa Jara la dueña del meteorito, quien prefirió mantener su identidad en secreto.
El periodista trasmitiría el suceso por medio de un Facebook Live, donde tomaría la piedra y la mostraría con la cámara de su celular. Ese video fue reproducido más de 100.000 veces y, sin saberlo, Jara habría llamado la atención de los cazameteoritos, un grupo de entusiastas del espacio que pasan viajando por todos los rincones del mundo en los que cae una de estas rocas del espacio.
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¿Quién pagaría tanto por una de estas piedras?
Roger Jay Piatek es un médico de Estados Unidos que se ha hecho carrera promoviendo una vida saludable e incentivando a los 150 pacientes que atiende por semana a perder peso. Sin embargo, la verdadera pasión de este particular personaje no es de esta tierra; Piatek tiene sus propias compulsiones.
En su clínica en Indianapolis hay una bóveda con clima controlado, donde atesora su colección de meteoritos, los cuales puede recitar con una precisión fotográfica y con lujo de detalles sobre la procedencia de sus especímenes más exóticos: Itzawisis, un meteorito encontrado en Namibia, y Gujba, una roca encontrada en Nigeria. Sin embargo, lo que más destaca en su colección es un meteorito oriundo de Marte, el cual aterrizó en el desierto del Sahara en el 2011 y que en ese mundillo es conocido como la Black Beauty. “Son como pequeñas estrellas de cine”, comenta con una sonrisa en las afueras de un hotel de San Carlos.
Esta pasión para Piatek inició en el 2003, cuando su hijo estaba trabajando en un proyecto escolar de cuarto grado sobre meteoritos. “¿Qué es un meteorito?”, le preguntó a Piatek, y así nació una obsesión. “Me encanta el hecho que puedas obtener una porción del espacio exterior que tenga miles de millones de años, y puedas sostenerlo en tu mano. Algunas personas coleccionan diamantes, zafiros o rubís pero lo que yo tengo no es de este mundo", prosiguió el coleccionista.
“Cuando cayó, una universidad en Estados Unidos me llamó y me informó sobre el meteorito de Costa Rica, porque apenas hace un mes uno había caído en Cuba. Cuando vi las noticias que pasaron en redes sociales decidí comprar un boleto de avión para viajar a Costa Rica al día siguiente. No había tiempo que perder”, explicó Piatek, quien afirma que obtuvo por lo menos kilo y medio del meteorito sancarleño.
El médico afirma que por cada gramo pagó entre $50 y $100, dependiendo de la calidad del espécimen, la cual varía según su estado. Por ejemplo, si pasa mucho tiempo bajo la lluvia la piedra va perdiendo sus propiedades.
“Lástima que aterrizó en medio del bosque tropical húmedo, por lo que tenemos muy poco tiempo para hallarlo. Me temo que en seis meses o en un año las piezas que no pudimos recuperar simplemente desaparecerán” afirmó el entusiasta.
Piatek llegó a Costa Rica dos días después del impacto, con el único objetivo de ampliar su colección y junto a él llegaron otros coleccionistas oriundos de Bélgica, Rusia, Francia e incluso de China. De repente, el barrio en “donde no pasa nada” se llenó de idiomas que nunca antes se habían escuchado allí, de hombres que intercambiaban dólares por las piedras negras que cayeron en el patio durante la noche del martes.
El mundo de los meteoritos tiene sus incentivos. Los cazadores quieren ganar dinero. Los coleccionistas quieren hacer un conjunto completo. Y los científicos quieren hacer su nombre.
Lo primero que hizo el coleccionista fue contactar a Allan Jara, quien le sirvió como guía y traductor. El visitante estadounidense recuerda la impresión que causó entre los habitantes de la de La Palmera.
“Se podría decir que lo que pasó aquí en San Carlos fue como una fiebre del oro. A la zona llegaron belgas, y estadounidenses. Hay personas que cobraron hasta 20 millones de colones por una pieza", explicó el periodista.
El médico Piatek asegura que fue uno de los primeros en realizar una transacción relacionada al meteorito . Al principio le costó mucho comunicarse con los locales, porque no confiaban en él. Pasaron horas y el cuerpo del estadounidense ya se empezaba a cocinar lentamente bajo los 33° que son soberanos en el distrito sancarleño.
“Esta es la primera vez que me desplazo a buscar meteoritos porque generalmente le relego esa responsabilidad a conocidos para que vayan a buscarlos por mí y luego yo se los compro. Pero me han hablado tan bien de Costa Rica que esta vez quise viajar para encontrar estas piedras maravillosas”, explicó el coleccionista.
La suerte del médico cambió radicalmente cuando Jara le presentó a una familia de la zona que estaba dispuesta a intercambiar algunas de las piedras que cayeron en el patio de la casa.
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“A esta piedra le puse La Abuela Stone y pagué más de lo que generalmente pago porque fue una experiencia genial conocer a esta familia. O sea, la abuela solo la encontró en su patio, así que podríamos decir que la plata les cayó del cielo. Esto es un ganar ganar, porque así yo amplío mi colección de meteoritos y ellos tendrán un buen dinero extra”, destacó el doctor, mientras nos muestra su tesoro que guarda en una especie de hielera.
Cuando el resto de los vecinos supieron de la transacción ya no hubo cautela que valga: todos salieron de las casas a ofrecerles a los extranjeros los meteoritos que habían encontrado.
“La gente hacía fila para ofrecerme sus meteoritos, incluso hubo niños pequeños que llegaron con piedritas comunes y corrientes que encontraron en el camino, pero a ellos les di unos $5 para que no se fueran con las manos vacías. Para mí ellos son unos costarricenses afortunados, es como si hubieran ganado la lotería o algo así. Espero que este dinero les cambie las vidas”, vaciló el médico estadounidense que llegó para cambiar la rutina del pueblo.
¿Por qué este meteorito es tan cotizado?
Sentado en un café en Aguas Zarcas se encuentra Dustin Dickens, científico y entusiasta de los meteoritos. Al igual que Piatek, Dickens ha recorrido todo el globo en busca de estas piedras extraterrestres.
El estadounidense explica que la valía del meteorito de Aguas Zarcas se basa, en resumen, en dos razones: porque aterrizó sobre una estructura hecha por el hombre y porque sus componentes son “raros” dentro de la familia de meteoritos.
“Los meteoritos vienen en muchos tipos diferentes. Pero algunas de las más preciosas se llaman condritas carbonosas, valoradas porque contienen grandes cantidades de agua y compuestos orgánicos –incluso tienen la característica de que huelen–”, explica con emoción el científico.
El investigador destaca que cualquier meteorito que caiga sobre algo hecho por el hombre tiene más valor porque de alguna manera representa la historia del hallazgo.
“Uno de estos fragmentos cayó sobre la casa de un perro en Santa Rosa de La Palmera, eso lo hace ser fascinante porque nos permite estudiar la trayectoria del bólido”, destacó Dickens.
Según él, esta es la primera gran caída de condritas carbonáceas en medio siglo y estas rocas podrían proporcionar amplios datos sobre la historia del agua en el sistema solar.
Los investigadores de la Universidad de Costa Rica manejan un concepto similar al de Dickens e incluso la institución también declaró que el meteorito puede llegar a tener una edad de 4.560 millones de años, es decir existió antes que el mismo planeta Tierra.
La fiebre por los meteoritos
Víctor Segundo Araya recuerda que los días posteriores a aquel destello en el cielo, las cosas cambiaron en su distrito. De pronto, gente que nunca había trabajado la tierra se pasaba los días y las tardes en los extensos potreros buscando piedras negras.
Niños, señoras y adultos invertían sus días entre los zacatales, equipados con palos para dar con los diminutos cráteres en los que reposaban sus hallazgos, los cuales luego almacenaban en una palangana.
Los más aventurados buscaban hasta en la noche con focos, esperanzados de hallar un fragmento del bólido; sin embargo a medida que pasaban los días y las lluvias empezaban a dominar, la esperanza de hacerse rico de la noche a la mañana se fue evaporando.
El barrio se empezó a llenar de anécdotas y visitantes que venían de todas partes del país. Víctor recuerda que el feriado del 1° de mayo llegaron buscadores de Heredia, Desamparados y hasta de Cartago, algunos invadiendo propiedad privada con tal de hacerse con una de estas piezas.
Los rumores y los mitos empezaron a pasar de boca en boca entre los vecinos:
“¿Viste que la nieta de Rolando hizo más de ¢20 millones con solo vender uno de esos meteoritos?” ,“¿Viste que llegó la Universidad de Costa Rica y después de todo aquello que cayó del cielo sí es muy valioso?" , “¿Supiste del pobre que prácticamente regaló los meteoritos que encontró en su propiedad, ahora se debe estar jalando el pelo?”. Esos eran los cuentos más comunes que se escucharon esas semanas en el barrio.
A pesar de que la euforia por estas piedras era más que evidente, Araya no le dio tanta importancia e incluso cuando los visitantes le preguntaban que si podía buscar meteoritos en su propiedad, él les daba permiso porque de todas formas “el meteorito es de quien lo encuentra”. Esta simple afirmación no deja de ser verdad, pues las rocas del espacio no están reguladas aún en el Código Civil ni en la Ley de Minería–.
Uno de los más interesados en la búsqueda fue Daynnerg Rodríguez, un costarricense quien después de vivir una década en los Estados Unidos encontró la paz en San Carlos, junto a su familia.
Cuando Rodríguez se dio cuenta del valor de los meteoritos prácticamente cerró su taller de carpintería por un par de semanas para dedicarse de lleno a la caza de las piedras extraterrestres junto a sus vecinos, José Abelardo Rojas y Adrioni Sandoval.
Rodríguez aún tiene muy presente esas noches en las que regresó agotado de cocinarse bajo el sol entre los potreros infestados de mosquitos y de garrapatas, pero al menos volvió con meteoritos que se los entregó a su esposa, Joanna, quien negociaba su venta por medio de la Internet.
Esta familia le vendió sus meteoritos a un comprador belga, del cual prefirieron no revelar el nombre, éste les hizo un depósito de $25.000 en el Banco Nacional. Sin embargo, por desgracia para los Rodríguez la transacción fue congelada debido a que los beneficiarios tienen que demostrar el origen de los montos mayores a $10.000, según la ley 8204.
“¿Ahora cómo hago yo para demostrar que lo vendí efectivamente son meteoritos si yo ya no los tengo”, explicó encolerizado Rodríguez, quien aún busca la manera de legitimar sus ingresos.
Otros vecinos del sector tuvieron un poco más de suerte. Así lo explica Víctor Julio Vargas, un exagente de la Fuerza Pública quien disfruta de su jubilación en San Rosa. La familia de Vargas vendió un gran fragmento de la piedra a uno de estos entusiastas y el dinero ya lo invirtió en una propiedad para futuro.
“Aquí la gente ha hecho mucho con la plata de los meteoritos. Algunos pagaron la prima para poder ingresar a un préstamo para construir una casa o comprar un terrenito, algunos lastimosamente con el dinero nada más se montaron en la carreta, pero ya la fiebre se fue bajando. Pero lo aseguró que sí fueron unas tres semanas bien moviditas e inesperadas”, reflexionó Vargas.