No es extraño oír palabras como “banano”, “mota” o “hierba” en referencia a un puro de marihuana. En Costa Rica, sin duda, existen decenas de acepciones diferentes ligadas a las drogas –la cocaína es “perico” o, siguiendo con las aves, “pollo”; el crack es “piedra”, un “bazuko” trae mota y coca–. Mejor ni hablemos del “chino”...
Lo que no tenemos es un diccionario a mano para revisarlo en caso de duda. Los mexicanos –que claramente lo necesitan prioritariamente– recibirán la segunda edición de un completo diccionario con la jerga de drogas en 2017, el cual tendrá 32.000 definiciones (unas 7.000 más que la primera edición).
Elaborado por el Colegio de México, el grupo de palabras destacará en una sección especial del próximo Diccionario del Español de México. Las definiciones reflejarán palabras que, aunque no sean aceptadas por la Real Academia Española para esos propósitos, son usadas a lo largo de la sociedad mexicana por propios y extraños, consecuencia del auge del narcotráfico en México durante años recientes.
No solo los consumidores y los narcotraficantes usan estas definiciones; aparecen constantemente en la prensa y las autoridades las manejan al dedo. “¿Qué va a pasar con los lectores de nuestro diccionario dentro de 100 años, que van a encontrarse con un periódico mexicano en donde sale este vocabulario?”, dijo a la agencia AFP Luis Fernando Lara, autor del diccionario. “Si no lo registramos nosotros, ¿quién lo va a entender?”, agregó.
Eufemístico, metafórico y lúdico: así resume Lara este tipo de vocabulario callejero, en el que las cosas nunca son lo que parecen. Tiene razón: no todos saben que cuando alguien en Costa Rica les pide una “boleta” no se está refiriendo a cualquier papel para escribir algo, sino a papel para enrolar cigarrillos de marihuana (y otras drogas). “Mae, ¿anda papel?” es una pregunta que puede alienar de la realidad a muchos, pero que es entendida al 100% por otros. Lo mismo en México.
“La mayor parte de este vocabulario echa mano de las tradiciones verbales populares para hacer usos metafóricos de voces conocidas por todos, como es el caso de café, mostaza, queso, cucaracha, juanita, clorofila, nieve, ajo, comida saladita, pasto chistoso o zepelín”, comentó Lara al diario Vanguardia.
En México, el que fuma marihuana es un “moto” o un “pacheco” o un “motorolo”. Cuando fuma mucho, le dicen que “anda grifo”. La droga que fuma no se llama marihuana; se llama “café”, “mota”, “queso”, “mostaza”, “cucaracha”, “cannabis” o “juanita”, entre decenas de sinónimos existentes.
La cocaína tiene su combo de apodos, también. En México se refieren al polvo blanco como “cremita”, “talco”, “blanca”, “blanquiñosa”, “clorofila”, “azuquítar” y “fifí”, entre otros. Un gramo de coca es una “grapa”, una dosis es una “puntita” y el cocainómano es un “perico” que viene de inhalarse un “pericazo” en el orinal.
Los que venden las drogas son “dealers” o “pushers”. Los “buchones” son los vendedores que recién comienzan su carrera en las calles. Los “levantones” o “levantados” son aquellos que desaparecen por culpa del narcotráfico. Cuando quedan tendidos, muertos en la calle, les dicen “encobijados”.
“Es muy divertido investigar cada palabra y además es apasionante, porque hay que meterse a explorarla, tratar de identificar de dónde viene, tratar de identificar los proceso metafóricos”, explicó Lara. “Palabras de esta clase, como las que introduce el narcotráfico, son palabras que cuesta trabajo identificar. Es más sencillo identificar una palabra del español culto que una palabra de estas porque a veces ni siquiera sabemos de dónde salió”.