Estar en redes sociales es adictivo. Tanto niños como adultos buscan aprobación en las pantallas, ya sea con un like, un comentario o un mensaje, debido a que toda interacción digital libera dopamina; un neurotransmisor que contribuye a que las personas se sientan felices. En los adolescentes es más severo, ya que la presencia en el mundo digital se convierte en una manera de aceptación entre pares.
Sin embargo, según explicó Julia Fernández Monge, presidenta de la Asociación Costarricense de Pediatría (Acope) a La Nación, una dependencia excesiva a las pantallas puede provocar una pérdida en la capacidad de concentración, problemas de visión y auditivos, trastornos de sueño, lesiones en el cuello o tendinitis en las manos.
Para evitar que se genere una adicción a la tecnología, Fernández señaló que se deben establecer “las reglas del juego” desde que los niños estén pequeños. Esto quiere decir que se les debe reducir el tiempo frente a las pantallas según su edad y, aún más importante, acompañarlos mientras las utilizan.
Puesto a que vivimos en un mundo donde cada vez hay más plataformas digitales, los padres de familia pueden sentirse abrumados sobre cómo controlar a sus hijos sin generarles presión. TikTok, por ejemplo, es una red social donde las personas pueden pasar horas viendo videos cortos, por lo que sería casi imposible repasar todo el contenido una vez que los niños dejen de usar el teléfono.
Ante este escenario, la recomendación de la pediatra es brindar un acompañamiento a los niños durante su tiempo con la pantalla. Solo con estar a su lado y prestar atención a lo que están viendo es suficiente. De tal manera, sienten la libertad de usar el teléfono mientras se les monitorea.
De aquí viene otro punto importante: las diferencias en la crianza de las familias. Existen padres que dan completa libertad a los niños al internet, mientras que otros le aplican una restricción absoluta. La sugerencia médica es llegar a un punto medio para poder establecer un control.
Según establece la organización Puntalitos Pediátricos, un bebé de 0 a 2 años no debería estar expuesto a las pantallas en ningún momento; los pequeños entre dos a cinco años pueden tener media hora de pantalla al día, y los niños de cinco años en adelante pueden alcanzar hasta dos horas diarias.
“Entre más pequeño el niño, se ocupa más control. Ver los tiempos de pantalla, medir y poner límites al tiempo de uso. Decirles: yo como papá me voy a sentar con usted a ver la red social, o lo que se pone en las aulas, y vamos a comentarlos. ¿Por qué? Porque a veces uno puede ver unas caricaturas y pensar que solo son muñequitos, pero pueden tener un trasfondo muy duro. Eso hay que explicárselo a los niños”.
— Julia Fernández Monge, presidenta de la Asociación Costarricense de Pediatría
Otra herramienta a la mano de los padres de familia es instalar aplicaciones que restringen el tiempo de pantalla de sus hijos, como Family Link. Para la doctora, es válido que los padres revisen los teléfonos celulares de los menores hasta los 12 años, para regular cuál es el contenido que modela su comportamiento o conducta.
A partir de eso, surge la importancia de realizar el monitoreo de manera efectiva. Recurrir a chantajear a los niños o restringirles el acceso a los aparatos electrónicos como un método de castigo puede generarles resentimiento, por lo que se deben de establecer las normas de manera clara.
Debido a que cada familia es distinta, algunas pueden optar por permitir que los niños lleven el celular a la escuela y que lo mantengan apagado, con la posibilidad de encenderlo en caso de que haya una emergencia. O bien, pueden establecer rutinas supervisadas cuando estén en casa.
“El adolescente va a llegar a tener una conducta sana con el teléfono si desde pequeño se le han puesto reglas, medidas y límites”, explicó la pediatra Fernández.
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¿Por qué hay que monitorear el tiempo de los menores con las pantallas?
Según planteó Hazel Castro Araya, docente e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica (UCR), la mayoría de los padres no permitirían que sus hijos vayan a espacios públicos sin supervisión, debido al riesgo que corren de toparse con extraños que les hablen o los manipulen.
Esta misma precaución se debe aplicar a las dinámicas de las redes sociales, ya que existen peligros en el mundo virtual. Según Castro, en las plataformas tecnológicas abunda el contenido inapropiado para los menores de edad, como los pedófilos con redes de pornografía infantil.
Un caso en concreto, de acuerdo con la profesional, sucede con el juego Roblox. La premisa de este entorno virtual es que los jugadores tienen un avatar y pueden comprar robux (la moneda del juego), que utilizan para construir casas o subir de nivel. Sin embargo, el peligro radica cuando se agotan estas fichas.
Debido a que es un videojuego con interfaz de usuarios, cualquier persona puede acercarse al niño y ofrecerle robux, como si fuera un regalo. Además, como no se puede visualizar a quién está detrás del avatar, existe el riesgo de que entablen conversaciones con personas con malas intenciones.
“Nosotros como adultos no debemos olvidar que siempre hay que supervisar a los niños y que el hecho que estén en el teléfono no quiere decir que estén haciendo algo bueno. No es que desconfiamos de ellos, pero es que el contenido está ahí y les puede llegar”, agregó Castro.
A partir de estos puntos, la profesional destacó que no se trata de aislar a los menores de la tecnología. La responsabilidad de los padres radica en que logren establecer una relación sana con los dispositivos y que respeten su tiempo de uso para que no desarrollen repercusiones a futuro.
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