“Por mi mente nunca había pasado morirme, hasta días después de haber empezado el tratamiento contra el Virus del Papiloma Humano. Quería desaparecer del mundo, ya no le encontraba razón a vivir”.
Así relata una joven tica, de 22 años, lo que pasó por su mente hace aproximadamente tres meses, al enterarse que la habían contagiado del Virus del Papiloma Humano (VPH) y verse obligada a someterse a un tratamiento con químicos.
La mujer -a quien para efectos de este artículo llamaremos Mariana para proteger su identidad-, se consideraba una joven como cualquier otra, que dividía su tiempo trabajando y estudiando en la Universidad de Costa Rica la carrera de Historia. Por ende, jamás imaginó que a su edad iba a recibir este diagnóstico, pues afirma que siempre había sido “una persona muy sana sexualmente”.
Además, Mariana pensaba que por ser tan joven no se iba a contagiar; sin embargo, el virus llegó para dar un giro a su vida.
Todo comenzó un día en el que regresaba de su trabajo, en San José, luego de sentir unas molestias e incomodidades en el área genital. Al llegar a su casa se percató de que tenía unas lesiones, un tipo de verrugas y no entendía qué estaba pasando, pues nunca le había ocurrido algo similar.
Entonces llamó al ginecólogo para que la atendiera de emergencia. Se tomó unas fotos de las lesiones para poder mostrárselas al especialista y ya en el consultorio el médico le confirmó su diagnóstico.
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“En ese momento lo primero que pensé era que me iba a morir, tenía ganas de llorar, mucha frustración. Yo decía: ‘¿por qué a mí me pasa esto?, ¿quién me contagió?, ¿qué va a pasar con mi vida?’; y sentía mucha culpa de que tal vez no me cuidé lo suficiente, porque las personas con este virus pueden desarrollar cáncer de cérvix y esa era mi preocupación”, explica.
Mientras lidiaba con lo que define como un balde de agua fría, el especialista le dijo que la tenía que intervenir en ese mismo momento. Ella accedió, pues quería “curarse” de inmediato.
Minutos después de aquella advertencia médica experimentó un dolor físico que nunca había sentido. Le estaban aplicando un químico que se utiliza para quemar las verrugas genitales.
“Imagínese que yo un día antes tenía una vida normal. Llego, me dicen que tengo VPH y que es importante tratar de una vez. Entonces me aplican un químico que me quema no solo las verrugas, sino que también la piel y eso chima mientras la piel no cicatrice y no sane”, detalla.
Fue así como comenzó lo que Mariana llama “su nueva vida”: con frecuencia debía ir a que le aplicaran el químico, pues si bien podía esperar entre sesión y sesión más tiempo, ella quería estar bien lo más pronto posible.
No obstante, esto provocó que se le quemara toda el área genital.
“Hubo una semana en donde prácticamente se me quemó toda la parte genital porque la piel no cicatrizaba rápido, a diferencia de otras sesiones. Prácticamente yo tenía que caminar con las piernas abiertas y era muy incómodo. Yo deseaba llegar a la casa para quitarme la ropa, muchas veces yo dormía sin ropa interior porque es más cómodo, también para que la crema se seque. En mi caso, la piel no se recuperaba y se me quisieron hacer llagas. Nunca había enfrentado algo así”, comentó Mariana.
“Lo peor es que si estaba hablando con alguien tenía que disimular el dolor que estaba sintiendo porque la gente lo ve a uno bien físicamente y no se imaginan por lo que uno está pasando”, agregó.
Desde entonces tuvo que dejar de usar pantalones y acostumbrarse a vestir con enaguas, pues esa prenda la lastimaba menos. Además, tuvo que cambiar su ropa interior por prendas más holgadas.
Un culpable
Todos esos cambios ocurridos, en cuestión de días, la hicieron culparse primero a ella y luego a buscar un culpable. Sin embargo, más adelante comprendió que esto no tenía sentido.
No obstante, por recomendación de su ginecólogo habló con las personas con las que se había vinculado sexualmente, para que se hicieran la prueba de detección del VPH. Principalmente lo hizo por un tema de responsabilidad con ellos y por otras personas que en un futuro se pudieran involucrar con ellos.
“Fue muy difícil porque todavía estamos en una sociedad sumamente machista, donde creen que la mujer es la culpable y eso es tal vez uno de los pasos más duros. Me pasó en un caso de una persona que no lo tomó a bien, pero me entendió y fue precisamente la única persona que estaba contagiada y fue la que me contagió a mí.
“Y yo le aseguro que no cargo resentimientos hacia él, pero yo lo veo ahora y sigue saliendo con muchas mujeres. Entonces me pone a pensar que lo que yo le conté, que mi proceso había sido su momento duro y doloroso, no le importó. Y no me importa que no se preocupe por mí, porque yo ya no tengo una relación de apego con esa persona, pero lo que me duele es lo que pueden sufrir muchas otras mujeres porque él todavía no tiene conciencia de lo grave y peligroso que puede ser esto”, relata.
Lo cierto es que el VPH llegó para cambiar muchos aspectos en su vida. Considera que es una mujer más madura, que valora más lo que tiene y que ahora hace más conciencia. Mariana considera que nunca fue “una persona con libertinaje”, pero acepta que muchas veces tomó “malas decisiones”.
“Muchas veces, quizá, creemos que una persona con una cara bonita no va a tener una infección o una enfermedad de transmisión sexual, o le restamos importancia a los métodos anticonceptivos. Además, cuando los usamos, también llegamos a creer que son 100% seguros y no es así. Debemos ser más conscientes”, afirma.
Por otro lado, en el ámbito psicológico, este virus la marcó y aunque espera superarlo algún día, todavía lidia con sus pensamientos y la rabia que a veces siente.
Además, ni al corto o al largo plazo se visualiza con una pareja, pues detalla que su trauma es tal que ni siquiera puede dejar que un hombre se le acerque.
“El dolor le genera a uno un trauma muy grande. Ese tipo de noticias son tan feas que también le cambian a uno la forma en la que uno ve a los hombres y, por ejemplo, ya no quiero tener novio o conocer personas. Sé que todos somos diferentes pero, en mi caso, cuando un hombre se me acerca para decirme cosas bonitas, ya yo no lo siento igual que antes, siento mucha desconfianza”, dice.
En datos
Mariana creía que, por su edad (22 años), no era tan propensa a contagiarse del virus, pero la realidad es muy diferente.
De acuerdo con el doctor Alejandro Calderón, médico del proyecto de Fortalecimiento en la Atención Integral del Cáncer, esta es la enfermedad de transmisión sexual más común que existe. Se estima que ocho de cada 10 personas sexualmente activas van a tener una infección por VPH en algún momento de su vida.
La mayoría de veces son infecciones transitorias e, incluso, muchas personas se contagian, eliminan el virus y nunca se enteran que lo tuvieron. El problema es que existen más de 200 tipos de VPH, los cuales son nombrados por número, siendo el 16 y el 18 los más peligrosos, pues tienen más probabilidades de desarrollar un cáncer.
“Hay estudios que indican que en los países donde se inició vacunación en niñas, esas niñas atrasaron el inicio de su vida sexual, entonces no las estamos sexualizando, simplemente las estamos previniendo y estamos haciendo una educación sexual responsable”
— Médico Alejando Calderón.
“La prevalencia de infección varía dependiendo del grupo mujeres. Por ejemplo, cerca del 12% y el 14% de las mujeres entre 30 y 65 años tienen el virus en un momento dado, pero pueden ser infecciones transitorias. En el 90% de las veces, en cuestión de año y medio o dos años, se logra eliminar el virus y la mayoría de veces no afecta al organismo”, explica el especialista.
Entre todos los tipos de VPH hay unos que son cutáneos y que provocan los mezquinos y algunas lesiones en la piel que no tienen relación con la parte sexual. Además están los mucosos, que son los que afectan las mucosas del organismo y que generan una afectación a nivel genital provocando las verrugas (si este tipo de lesiones no se tratan a tiempo, sí pueden provocar más adelante un cáncer).
“Una mujer que tiene una lesión de alto grado, tiene un 60% de posibilidades de que eso se desarrolle en unos cinco o 10 años en un cáncer, por ello es importante quitarlo”, advirtió Calderón.
Según comentó Calderón, la Organización Mundial de la Salud se ha planteado una meta mundial para el 2030, que consiste en eliminar el cáncer de cérvix llevando la enfermedad a una incidencia de menos de 4 por 100.000 mujeres. En Costa Rica, según el especialista, el cáncer de cérvix afecta a 12 de cada 100.000 mujeres, esto significa que para cumplir la meta hay que disminuir la incidencia de cáncer de cérvix casi en un 70% en los próximos ocho años.
Además, el médico es enfático en que hasta en los casos más graves se puede prevenir el cáncer de cervix. La primera forma de hacerlo es partir de la vacuna, que se consigue en farmacias y centros de salud privados por un precio que va desde los ¢55.000 y hasta los ¢60.000, dependiendo del establecimiento. Esta es tanto para hombres como para mujeres.
La segunda forma de prevención, según Calderón, es el tamizaje, que consiste en detectar el virus propiamente a través del Papanicolau, que lo que hace es detectar lesiones pre cancerosas que son provocadas por el virus. Finalmente, existe la prueba de detección del VPH.
“Es muy importante que todas las mujeres tengan la costumbre o el hábito de hacerse estos exámenes: el Papanicolau al menos cada dos años y el examen de detección VPH al menos cada cinco años”, dice el especialista.
Además, hay que tener en cuenta que el VPH también puede ocasionar cáncer de ano, cáncer de faringe y cáncer de pene.
Actualmente la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) vacuna solamente niñas entre los 9 y 14 años. Las mujeres mayores de esa edad deberán pagar sus dosis por fuera, al igual que los hombres, quienes también pueden vacunarse sin problema.
Cabe destacar que esta decisión se debe a que los recursos son finitos y se debe priorizar la población de riesgo, como una medida de salud pública.
De mitos y tabúes
Mariana decidió contar su historia pues quiere hacer un llamado a mujeres y hombres sobre lo que este virus representa y el difícil proceso que deben atravesar las personas contagiadas, aún cuando es un tipo de “bajo riesgo”.
Como advertimos al principio de este artículo, Mariana no es el nombre real de la protagonista de este relato, pues ella accedió a hablar de su padecimiento con la única condición de mantener su identidad bajo el anonimato. Teme que la critiquen o la juzguen si revela su nombre y, según ella, aún no está preparada para lidiar con eso.
“Yo siento que este virus es muy difícil de aceptar. Además, es difícil decírselo abiertamente a la sociedad, porque te van a juzgar y te van a ver diferente porque hay mucha desinformación con respecto a este virus.
“Y, en cierta parte, como es tan reciente, me da vergüenza contarle a las personas que tengo este virus, principalmente porque uno desearía en un futuro tener una pareja y no quisiera que me juzgue o que eso marque quién soy”, explica.
Quizá por eso fue que Mariana decidió enfrentar este proceso sola, sin compartirlo con nadie. Recuerda que hasta hace unas semanas no paraba de llorar cada vez que se encontraba sin nadie a su alrededor.
Ahora, por su experiencia, la joven considera que es necesario que más personas con testimonios como el de ella se atrevan a hablar de lo que han atravesado. Para Mariana es crucial hacer conciencia en la sociedad, que tenga presente que este es un virus del que cualquier persona con una vida sexual activa puede contagiarse.
Asimismo, reitera el desconocimiento que hay respecto al tema, pues el virus continúa siendo un tabú, principalmente por ser de transmisión sexual.
“Creo que es importante que las personas conozcan historias como la mía, principalmente las jóvenes, y que les sirvan como lección, porque creo que a veces la sociedad no está suficientemente informada. No hay suficiente educación sexual en el país y no hay conciencia de que cualquier persona puede verse contagiada de una enfermedad de transmisión sexual.
“Y no importa si es una persona de clase alta, de clase baja, si estudia o no, si trabaja o no. O sea, cualquier persona puede contagiarse de Papiloma Humano”, agrega.
El doctor Calderón coincide con Mariana: “En este país, cuando hablamos de temas sexuales, pues la gente se cohíbe. Tenemos muy poca educación sexual”.
“Hay mucha desinformación al respecto sobre lo que es el VPH y hay que empezar a trabajarlo de la escuela o del colegio”, afirma.
Otro de los mitos esta relacionado al hecho de que mucha gente asocia el virus con la infidelidad. Sin embargo, para el médico esto es muy relativo, pues hay mujeres que pueden cargar con el virus muchos años y enterarse de que lo tienen hasta mucho tiempo después.
Por otro lado, existen personas que no ven con buenos ojos que a las niñas de nueve años se les vacune contra el VPH, pues en muchos casos consideran que están incentivando el inicio de su vida sexual.
Sin embargo, las investigaciones revelan otro panorama completamente opuesto.
“Hubo una semana en donde prácticamente se me quemó toda la parte genital porque la piel no cicatrizaba rápido, a diferencia de otras sesiones. Prácticamente yo tenía que caminar con las piernas abiertas y era muy incómodo”
— Paciente con VPH
“Hay estudios que indican que en los países donde se inició vacunación en niñas, esas niñas atrasaron el inicio de su vida sexual, entonces no las estamos sexualizando, simplemente las estamos previniendo y estamos haciendo una educación sexual responsable. Hay gente que se asusta y piensa que estamos sexualizando, pero más bien les estamos dando herramientas para que tengan información científica y veraz para que ellas puedan tomar decisiones”, explica Calderón.
En el caso de Mariana, cuando se contagió del VPH, no tenía la vacuna contra el virus. Sin embargo, ya se aplicó la primera dosis y en los próximos días le colocarán la segunda.
También tiene pendiente hacerse la prueba para saber qué cepa del virus es el que ella padece, pues su médico le dijo que era mejor esperar un poco. Por ahora la aspirante a historiadora continúa su tratamiento y aunque no sabe cuándo va a poder superar esta etapa, se siente aliviada de contar su testimonio.
Mientras tanto, Mariana se replantea muchos aspectos de su vida y trata de cambiar la percepción que ha llegado a tener sobre sí misma.
“No ha sido un camino fácil. He sufrido mucho, pero ha valido la pena cada segundo y cada dolor que he tenido para poder estar mejor, porque ahora estoy mejor. Cuando veo para atrás todo lo que he pasado, me llena mucho de fortaleza y de motivación, ver cómo he sido capaz de salir adelante.
“Ahora entiendo que tengo que seguir viva por mis metas y no me puedo dejar caer, porque la vida no termina con un diagnóstico del VPH, aunque muchas veces lo creamos”, concluyó.