Revista Dominical

Monseñor Salazar: el obispo del que todos hablan

En media pandemia, Manuel Eugenio Salazar, obispo de Tilarán - Liberia, ha resaltado por su verbo frontal a la hora de jalarle el mecate al rebaño, al gobierno y a él mismo, pues trata a diario de lograr un equilibrio entre su particular autenticidad y el no pasarse de la raya. Ante todo, trata de regirse por su máxima de vida: decir la verdad con caridad.

El prelado estuvo dos años en Roma (1988-1990). Estudió Teología Fundamental, "como decir Química Básica", los fundamentos de la teología, la existencia de Dios, credibilidad, fe y razón. Tuvo la feliz experiencia de vivir allá la gesta tica en el Mundial Italia 90. Foto: Cortesía de la Diócesis de Tilarán (Cortesía Diócesis de Tilarán )

Para verdades, el tiempo, dice el adagio. Y para verdades también Monseñor Manuel Eugenio Salazar Mora, Obispo de Tilarán - Liberia desde hace poco más de cuatro años y quien en las últimas semanas ha estado en boca de medio país por la forma frontal y sin rodeos con la que que esboza sus apreciaciones en el contexto de la emergencia por la covid-19.

Y es que en estos tiempos en que casi todos miden –medimos – las palabras para evitar interpretaciones equivocadas, con mucha más razón lo hacen las autoridades en diversos campos, ni qué decir de las eclesiásticas, quienes por su investidura habitualmente se conducen con un verbo mesurado teñido de prudencia.

Conste, no es que Monseñor Salazar carezca ni de lo uno ni de lo otro, todo lo contrario. Simplemente, él tiene sus propios códigos de comunicación, como la forma tan vehemente con que le llamó la atención al pueblo en su afán de concientizar a la gente sobre la urgencia de acatar las recomendaciones del Ministerio de Salud en la lucha contra el nuevo coronavirus.

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“Si usted quiere morirse, muérase, está en su libertad. Yo no quiero que usted se muera, pero si usted quiere morirse, muérase, pero usted no tiene derecho a matar a los demás, a irse a la tumba llevándose a un montón de personas más, por eso tenemos que respetar las medidas de higiene, respetar las medidas del Ministerio de Salud”, afirmó monseñor Salazar el pasado 17 de julio, en declaraciones ofrecidas al medio guanacasteco NTG Noticias y que se volvieron virales a lo largo y ancho del país.

Prácticamente todos los medios noticiosos del país volcaron su atención hacia él, incluso con varias entrevistas en las que el obispo pudo extender sus puntos de vista, y ya desde entonces fue evidente que el sacerdote nacido en San José el 9 de octubre de 1958, está provisto de un don para decir lo que piensa sin ambages pero con respeto; sin imposiciones pero con firmeza.

Pero además, su retórica, su pronunciación, su voz (la que tanto le acomplejó hasta hace poco) y su vocabulario mezcla de llanura con erudicción, al menos a mí me remitió a nuestros líderes de antaño, cuando lo vi por primera vez y en detalle durante la entrevista a profundidad que le realizó Ignacio Santos, director de Telenoticias, en su edición estelar del 21 de julio, y en la que Monseñor Salazar terminó de darse a conocer en todo el país.

Monseñor Salazar ejerció su sacerdocio durante más de 30 años en la GAM. Hoy disfruta de Tilarán, donde reside y se siente muy a gusto, excepto por el calor. Nada que no resuelva un buen ventilador. Foto: Alejandro Cabezas Vargas para La Nación (Alejandro Vargas)

Seis días después, durante la homilía realizada el 27 de julio como celebración de la novena a la Virgen de Los Ángeles en Cartago, el jerarca eclesiástico acopió de nuevo su contundente retórica para reclamarle al Gobierno la tardanza en la apertura de los templos, mientras que otras áreas del quehacer cotidiano sí gozaban de mayor flexibilidad. “Muy respetuosamente he dicho a las autoridades que abrieron tarde los templos. No había necesidad de tenerlos cerrados tanto tiempo”. Entonces, alzó la voz: “En todos los templos hemos dado ejemplo de cumplimiento de las medidas sanitarias. ¿¡Por qué nos controlan y nos vigilan tanto!? ¡Controlen los moteles, los buses, las paradas, las pulperías, los abastecedores, donde hay aglomeraciones!”, señaló.

Ya para entonces el sacerdote tenía suficientes reflectores sobre sí y, entre los miles de fieles que aplaudieron su solicitud, hubo otros cuantos que bromearon a lo largo y ancho de las redes con chistes sobre las supuestas aglomeraciones en los moteles a las que se refirió Monseñor.

Si bien es en las últimas semanas en las que la figura del religioso ha tomado un particular peso nacional, poco a poco se había venido haciendo notar desde la Diócises de Tilarán - Liberia. Como ocurrió el 2 de agosto del año pasado, cuando durante su homilía en honor a la Patrona de Costa Rica, la Virgen de los Ángeles, sostuvo enérgicamente varios puntos que le valieron un nutrido aplauso por parte de los fieles. “Erróneamente algunos dicen que la Iglesia no debe meterse en política y los que dicen eso sí se meten en todo, lo que es bueno para el pato es bueno para la pata. La política es el esfuerzo por construir el bien común, así que los católicos tienen el derecho inviolable de meterse en política”, indicó en aquel momento.

Conversar con él, en privado, largo y tendido, es todo un safari que incluye reflexiones, filosofadas, anécdotas, confesiones, una rapidez de mente impresionante, un humor finísimo y para mí todo un reto personal y periodístico para lograr un retrato lo más completo posible de un personaje que se vuelve compleja justamente por su sencillez, porque no calcula ni por un segundo sus respuestas pero en medio de las mismas de pronto se pregunta “¿estaré hablando más de la cuenta?”.

Eso sí, no lo hace con el tenor de quien tiende a autocensurarse, más bien con el de quien solo trata de ser consecuente con lo que piensa y con lo que siente, siempre cuidándose de no maltratar a nadie. Se considera un igual a todos los demás, un “pecador en camino de conversión”, que trata de vivir asido a su filosofía de “verdad con caridad” y que carga con una pesada cruz en su mente y en su corazón: el gran sufrimiento por los pobres que afirma, algunos consideran “un estorbo para la sociedad”.

El lunes pasado, Monseñor Salazar celebró en la Basílica de los Ángeles el quinto día de la novena a "la Reina de Costa Rica", como publicó en su FB. "Llevé a los pies de la Negrita todas las peticiones que recibí por los diferentes medios de comunicación social. Recen por mí que yo rezo por ustedes. Foto FB

Y así por el estilo son algunas de sus aseveraciones, y por eso es una sabrosura conversar con él durante casi tres horas, en la cercanía y el distanciamiento que se funden ahora en lo que fue una franca, cálida y pintoresca reunión de Zoom, al mejor estilo de la hoy llamada nueva normalidad: él desde su oficina en Tilarán con una gran imagen de la Virgen de Guadalupe como fondo y yo desde mi cocina en Tibás, con amenaza de truenos, rayería y un aguacero que se anticipaba demencial.

Sin embargo, no bien empezamos nuestra plática virtual, los nubarrones se esfumaron y la verdad, nos hizo un clima estupendo. Fue un buen augurio.

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Ciertamente, insisto, los nuevos códigos para entrevistas virtuales, sobre todo si se trata de un prelado que además se mira muy serio y hasta bravo en sus discursos están provistos, cuando menos, de incomodidad, sobre todo al principio y más si uno empieza llamándolo “Padre”. De inmediato me disculpo y balbuceo torpemente “Obispo”, poco faltó para que le dijera don Obispo a manera de corrección y en ese momento descubrí una particularidad muy marcada en él a nivel facial: cuando está serio se percibe adusto, pero al momento en que algo le hace gracia, su rostro se ilumina con una sonrisota y entonces se asoma el Padre Salazar, quien ante mi disculpa por decirle Padre y no Monseñor, se apiadó de mi congoja, sonrió generosamente y me dijo “No se preocupe, ‘Padre’ está bien, suena un poco más en confianza”.

Y bueno, así rompimos el hielo.

*****

– Padre, aunque usted ya era una figura conocida por sus más de 30 años como sacerdote en la GAM y ya luego como Obispo de Tilarán, es últimamente que, en el contexto de la lucha contra la pandemia, algunas de sus prédicas y la forma en que se ha dirigido al país ha llamado mucho la atención. ¿Esa forma de conducir su pensar y su retórica ha sido parte de su personalidad siempre?

– Primero que todo le quiero agradecer este espacio que me brinda usted, porque la iniciativa fue suya, no mía. También aclarar que no hablo como vocero de la Conferencia Episcopal, hablo a título personal, reflejo mi pensar que puede ser que coincida o no con el resto de los obispos pero sí es muy importante que quede claro que hablo a título personal.

Sobre mi forma de ser, tengo más de 60 años, nací en el 58, tengo 37 años de ser sacerdote, los que me conocen de toda la vida saben que siempre he sido así, no estoy actuando, así hablo siempre, esa es mi naturaleza... creo que lo que pasa también es que en mí hay una vocación de maestro educador y me interesa que la otra persona entienda, no que yo me luzca como a veces pasa con algún padrecito que se lució pero el pueblo sencillo no entendió la lección de teología avanzada. Por casi 25 años fui profesor de teología en el Seminario Mayor en Paso Ancho, entonces había que barajar las ideas y hacerlas más sencillas para los estudiantes, ese ejercicio pedagógico posiblemente ha generado en mí habilidades de comunicación... lo otro es que vengo de un hogar pobre, clase media, no fue que yo me rocé con la alta sociedad de Costa Rica, entonces el lenguaje popular de pequeño posiblemente haya favorecido el habla simple y llana.

El Obispo de Tilarán, acá durante un espacio de introspección y espiritualidad. Cuenta que él, como todos, pasa momentos de angustia y que a veces se siente 'ostinado' por toda esta crisis. Pero de inmediato, recurre a su formación para aquietar el espíritu. Foto: Alejandro Cabezas Vargas para La Nación. (Alejandro Vargas)

– Eso explica por qué se le ve tan seguro en los medios, y en temas tan delicados como los que están en la palestra en estos momentos...

– Le confieso y eso casi a nadie se lo he dicho, que me preocupa mi dicción, mi voz, siento que hablo atropellando las palabras... me recuerda un poco a don Pepe Figueres, esa es la voz que yo tengo, me quise como acomplejar en un momento, me daba vergüenza salir a hablar a los medios y que a veces no se me entendiera, pero algunos periodistas me dijeron que estuviera tranquilo, que era un gran comunicador, incluso que mi voz es cálida y hasta me han dicho que se parece a la de (Jorge) Jiménez Deredia, que le agrada la gente. Vea usted las cosas de Dios, yo estaba un poco acomplejado por mi voz y parece que eso ha sido como un pegue, pero igual me cuido de no arrastrar las palabras. Lo que sí es que estoy aquí para la gloria de Dios, no para lucirme.

– Hubo un antes y un después de su mensaje a la población, el famoso “Si quiere morirse, muérase solo” ¿Cómo percibió la reacción de la gente ante un mensaje tan potente?

– Yo quisiera hablar todavía más claro, más directo y fuerte, yo quisiera pero me cuido porque sé que podría ser malinterpretado por muchos. Por ejemplo cuando grabé (para NTG Noticias) esa frase “Si usted quiere morirse muérase”, yo esa frase la pensé mucho, tenía meses pensándola, mucha gente me apoyó pero hubo gente que me criticó, que cómo es que un obispo va a salir con una frase de esas, diciéndole a alguien muérase.

(Tras toda la batahola que se armó en el país por la ahora famosa frase de Monseñor Salazar, pocos días después el prelado pudo explicarse extensamente sobre este y otros temas en la ya citada entrevista con Ignacio Santos, que para el presbítero significó una gran experiencia a nivel mediático).

– Fue muy interesante lo que pasó con Ignacio Santos, yo lo conocía solo por la tele, pero no sabía nada de él, ni de su fe, nada de nada, y me encuentro con un caballero muy culto, educado, serio, que ejerce un periodismo de profundidad, no solo da noticias... me sorprendió porque empezó citándome a Monseñor Romero, lo cierto es que algunas personas me aconsejaron –como yo no soy periodista ni tengo trayectoria en medios de comunicación– “Tenga mucho cuidado con don Ignacio, no deja hablar, interrumpe mucho, le va a hacer preguntas dificilísimas, lo va a poner en problemas”. Yo me persigné en el nombre de Dios con paz y tranquilidad, no tengo nada que ocultar, ni ganar ni perder, no soy candidato político... y bueno ese día me sorprendió su calidez hacia mi persona, un respeto casi reverencial hacia mi investidura de obispo, y así lo percibieron en decenas de mensajes de televidentes católicos en mensajes que me pusieron...

– ¿Qué realimentación recibió tras tener la oportunidad de explicarse más y mejor?

– Ah, fue una lluvia de mensajes en el WhatsApp y en el Facebook, la gran mayoría, un 90 o 95 % apoyándome, un 5 o 10% atacándome, que eso era de esperar. Lo que sí le duele a uno son algunos epítetos con palabras muy groseras ¿verdad? Alguno me dijo “imbécil”, “tonto”, “idiota”, “car’ebarro”... pero diay, son chispas del oficio. Algo que me han dicho sobre mis intervenciones es que yo digo la verdad con caridad, verdades sin ofender, yo creo que eso es muy crisitano, diay, tantos años formándome para ser pastor y siéndolo, yo creo que uno habla sin pretender herir o ofender, hay que tratar de ser justo ¿verdad? No faltarles el respeto a las autoridades.

– Más recientemente su nombre volvió a sonar por su llamado a las autoridades para que fueran más flexibles con la apertura de los templos y permitir un aforo un poco más nutrido...

–El tema del aforo ... ¿qué es lo que he dicho yo? Porque me pueden acusar de rebelde, de promover la violencia, la rebelión ciudadana y no, simplemente les he dicho a los autoridades con mucho respeto que les hablo de parte de la Iglesia Católica de los templos de Guanacaste y Upala, que no somos parte del problema, somos parte de la solución, llevamos varias semanas con templos abiertos en algunos lugares, todos con las medidas de higiene... ¿por qué no nos permiten un poquito más de fieles, una apertura gradual, cumpliendo todas las medidas sanitarias? Ya algunos me han atacado, que qué barbaridad, que el país en plena pandemia y todo tan grave... incluso ya alguien me cuestionó que los templos protestantes... bueno yo con los templos protestantes no me meto, yo no puedo hablar por ellos, hablo por los templos católicos (...) Creo que hemos demostrado ejemplarmente cumplir con las medidas higiénicas y no hemos tenido un solo problema.

– Fue muy vehemente usted al comparar otras actividades que sí han tenido mayor autorización por parte de las autoridades...

–Es que ese es otro aspecto del que hablé, el pueblo necesita higiene mental, no solo son parques, ni playas, ni bares, ni hoteles, ni bicicletas, ni fiestecitas, en la casa la gente necesita espiritualidad, un lugar de culto, ir donde el Santísimo, estar con las imágenes, que el Santísimo esté expuesto con las medidas de dos metros, porque hay mucha depresión.

Antes de decir lo siguiente aclaro que yo respeto mucho a las autoridades, al Presidente, al señor ministro de Salud no lo conozco personalmente, hasta dónde sé el señor Presidente se ubica en la corriente del cristianismo, hasta donde sé, el cristianismo católico, entiendo que los papás son católicos... me cuestiono mucho eso ... del señor ministro de Salud desconozco totalmente si es cristiano, católico, protestante, agnóstico, yo los respeto mucho a ellos pero me pregunto, ¿qué será, que ellos no valoran en su experiencia personal?, sin culpa de ellos... ¿será que no tienen una mística, una espiritualidad? Los he sentido no tan sensibles al tema que estamos hablando, los templos son lugares de espiritualidad, que no se nos castigue porque no somos parte del problema, no entiendo por qué han sido tan rígidos, pero bueno, yo respeto y obedezco.

A tono unánime con la Conferencia Episcopal, Monseñor insta con vehemencia a la población para que nadie haga la Romería de la Virgen de Los Ángeles este fin de semana. "Es hasta pecado", dijo. Foto: Alejandro Cabezas Vargas para La Nación. (Alejandro Vargas)

– En el tema de no asistir a la Romería en Cartago sí existe consenso total entre la Iglesia y el Gobierno. ¿Cuál es su mensaje para quienes aún insisten en hacer el ritual?

–Como Conferencia Episcopal lo hemos dicho muy claro y lo repito: defintivamente no. Aprovecho para hacer un llamado e insistir en que sí nos duele mucho, pero es en aras de un bien mayor que es la salud pública, la vida humana es sagrada y hay que cuidarla desde su concepción –por lo tanto no al aborto– hasta su fin natural –por lo tanto, no a la eutanasia–. Nadie tiene derecho de hacer algo contra la vida de los demás; un periodista me preguntaba si es pecado ¡claro que es pecado! Entonces no hay que ir a romerías, aunque sean dos o tres burbujas o poquitos. Además, a Dios y a la Virgen lo que les agrada no es cuánto caminemos, cuánto nos cansemos, cuántos kilómetros nos cansemos, agrada la fe, que seamos personas de misericordia. ¿Qué hago yo con ir caminando si luego no comparto mis bienes con los más necesitados? Me duele mucho por ejempo el caso de Nicaragua, oí decir que en Nicaragua va a haber esas aglomeraciones, es un pueblo muy sufrido pero también muy mariano, e igual en Venezuela con la Virgen Coromoto, la gente va en aglomeración a pedirle a Dios que nos cure, eso es ignorancia y sencillez; a Dios rogando y con el mazo dando.

Muy fácil hablar

– Usted ha dicho que algo que lo hace sufrir mucho es la situación de los pobres, y pone ejemplos muy fuertes. ¿Respecto a eso qué reacciones recibe del gremio sacerdotal, de los feligreses?

– Es que como dice el refrán, a los pobres solo Dios los quiere, casi nadie quiere a los pobres, ¿verdad? ¡Estorban! Por ejemplo tengo dos amistades, buenas personas y que me mandaron unos mensajes ahí por mi homilía del 27, me dijeron “Todo muy bueno, pero no insista tanto ante el ministro de Salud por la apertura de los templos, vea, la pandemia está muy grave”, o sea, como diciéndome quédese calmadito, tranquilito, no alborote mucho. Yo con mucha caridad les respondía pero me ponía a pensar, son dos personas con familias de altos recursos económicos, casa con buen jardín y espacio, tienen su casa de campo y sus medios económicos, sé que los consejos me los dan de buena fe, pero casi me están diciendo que soquen más las restricciones, porque no están pensando que en este país hay pobres y desde hace rato ¿verdad? Entonces yo digo diay sí, pónganse cubrebocas ¿y gente que no tiene ni para comer? Usen guantes y lo mismo, o los guantes o la comida; se les pide que vayan en taxi con los ancianitos a las citas médicas cuando ni siquiera tienen para los pases del bus...

¡Digámoslo! ¿Y la gente que vive en tugurios, en casitas que son cajitas de fosforos, que viven como sardinas en cuarterías hacinados, quizá la niña ahí apiñada y el papa abusador, casos de violencia intrafamiliar, casi ni agua ni luz ni sanitario... Decir ‘quédese en su casa’ es muy fácil decirlo y todos lo decimos, y ya muchos al final del mes recibís tu sueldito. El peligro de quedarse en casa es que te podés morir de hambre, pero el otro problema es del que salga a trabajar y hace plata pero se contamina, entonces es el balance que hay que encontrar ahí equilibrio.

– Hace meses estamos supeditados a los informes y reglas del Gobierno y se percata uno de lo monotemático que se ha vuelto todo. Luego viene usted y revitaliza por unas semanas a la gente con un discurso directo y diferente.

– Creo que mi forma de ser está siendo descubierta y me estoy descubriendo y ahí está lo grave, para mí lo más doloroso es que a la gente le gusta porque hay una ausencia, un vacío de liderazgo, dice uno “¿Dónde están esos líderes políticos”.

Yo soy el primer sorprendido de que a la gente le haya gustado mi participación por muchas cosas, el problema es que yo no soy político, entonces me pregunto dónde están los líderes políticos católicos de referencia para mí, para votar como católico ¿dónde están? Hay una ausencia, un vacío de liderazgo, hace falta, aunque fuera un ateo pero de valores profundamente humanos.

En esto muchos sacerdotes y laicos me han apoyado, me han felicitado, me han dicho que más bien a los pastores nos ha faltado hace tiempo pronunciarnos, hablar más claramente, plantarnos, insistir, a veces uno se siente un poco solo y no apoyado suficientemente pero bueno esto es lo que yo creo y si las autoridades no me hacen caso como ciudadano, humildemente obedezco las disposiciones.

– El agobio, la incertidumbre y los problemas de ansiedad y depresión, entre otros, están afectando a buena parte de la población. Por su rol como líder de fe, usted recibe las cargas de los demás ¿tiene usted sus propias cargas?

–Yo lo he dicho, yo estoy en cuarentena porque soy ya mayor de 60 años, diabético desde hace 25 años, yo estoy de candidato al coronavirus y he tratado de cuidarme pero a pesar de los esfuerzos uno es obispo pastor y yo no puedo vivir encerrado del todo. Y claro, yo también me he sentido cansado, agobiado ostinado, yo también he pensado que qué ganas de agarrar el carro e irme por Tilarán, que está rodeado de bellezas naturales, irme a dar una vuelta al lago, a la montaña, a la playa... yo también tengo ganas de ver a los familiares y amistades, abrazarlos, besarlos... todos nos cansamos, nos ostinamos, somos humanos...

– Este parón obligatorio ha puesto en una perspectiva diferente las prioridades y las experiencias de vida de cada quien. ¿Qué rescataría usted como enseñanzas positivas que puedan salir de todo esto?

– Bueno, de las pocas cosas buenas que rescato es que la pandemia está enfrentando a la gente con la muerte. Vivimos en una sociedad del vacilón, del cha cha chá, del guaro, de la fiesta y vivo como si nunca me fuera a morir, la pandemia (choca fuertemente el puño con la palma de la otra mano) nos ha hecho pegar contra un muro y nos ha dicho “se puede morir y en cualquier momento ¡por un beso de la novia! Ahí te puedes morir”. Creo que es lo positivo, teníamos muy dejados de lado a los adultos mayores, ahora muchas familias se están reconectando.

– A nivel espiritual y en medio de todas las limitaciones existentes para salir, ya sea a la iglesia o a recrearse ¿qué le recomendaría usted a la población?

– Bueno, buscar la espiritualidad, no importa si es ateo, agnóstico, protestante o católico, que con los medios que considere busque crecimiento espiritual, busque mística, busque apaciguar el espíritu con oración, meditación, contemplar la naturaleza donde se pueda, hago un llamado a los cristianos y católicos a orar en familia, a leer la Biblia... ahora por medios virtuales hay misa, hora santa, el rosario, viacrucis, trisagio... yo le he aconsejado a la gente que haga el viacrucis en las casas, en familia, por los aposentos... pero diay volvemos a lo mismo, qué doloroso este asunto de los pobres, hay muchas de estas cosas que ellos no pueden hacer.

– ¿Ha recibido algún llamado de atención por su estilo para decir lo que piensa?

– La gente ha sido la que me ha hecho tomar conciencia de que quizás yo no predico con un estilo muy clásico, me dicen “es que usted se sale del tarro, del canasto”... es un estilo no tradicional y a veces coloquial. Yo soy de barrio de ciudad, soy josefino medio pachuquillo, en el buen sentido de la palabra. Recién llegado de obispo yo me manejaba muy libremente con frases y empecé a recibir quejas de sacerdotes o de laicos, que qué barbaridad, que el obispo nuevo dijo tal frase o tal palabra, que se fueron llorando un tanto resentidos o molestos, entonces yo dije “diay, qué tirada, ¿entonces soy muy pachuco yo?”, entonces dije “diay perdonen, yo vengo de San José y estoy acostumbrado a hablar libremente”, entonces me he cuidado de ciertas palabras o expresiones para evitar ofender.

Yo no soy ningún santo pero gracias a la fe trato de amar a cada persona sin juzgar, trato de amar al rico, trato igual al rico que al pobre, es más, trato mejor al pobre que al rico porque el pobre está bien pisoteado.

Yo a todas las personas trato de amarlas desde la fe, y que entonces como su sacerdote y obispo no se sientan juzgadas, primero porque yo soy un pobre pecador en camino de conversión y Jesucristo no mandó a juzgar, sino a derramar misericordia, que la gente entienda que son amados, queridos, perdonados. Dios entiende nuestros traumas, deficiencias, complejos, metidas de pata, nuestra pobreza, nuestra miseria. La Iglesia por milenios predicó un Dios juez serio, enojado, juzgador, severo, que mandaba a todos al infierno y hoy la Iglesia ha tomado conciencia o al menos algunos hemos tomado conciencia de que lo que hay que predicar es el amor al prójimo, pero no solo desde el púlpito. El problema de cada ser humano en el fondo es la falta de amor, entonces yo trato de no juzgar a nadie, mucho menos en medio de mis pecados y errores, no soy ningún santo, me he equivocado, me tengo que estar confesando con frecuencia, he cometido desaciertos, equivocaciones, nunca me he sentido superior a nadie, menos ahora de obispo, y nunca juzgo a nadie porque estamos llamados a amar y no a juzgar, porque hay que recordar la frase “con la medida que midas, serás medido”.

*****

Entre perros, gallinas, chompipes y el verdor de Tilarán, el sacerdote encuentra momentos de reposo y solaz, en medio de su ajetreada agenda como obispo. Foto: Alejandro Cabezas Vargas para La Nación. (Alejandro Vargas)

Y bueno, así concluye a duras penas la extensa conversación, cuyos extractos están disponibles en la versión digital de esta entrevista, en nacion.com, en la que el señor Obispo de Tilarán envía un mensaje final a la población por este medio.

Después, Monseñor Salazar retomaría su rutina que se inicia a las 5 de la madrugada, cuando realiza sus oraciones sin salir de su cama, luego desayuna a las 7:30 y, en lugar de sus otrora giras diarias por sectores de Guanacaste y Upala, se mantiene ocupadísimo teletrabajando en contacto con las demás instancias eclesiásticas y también muy pendiente de las noticias y revisando redes sociales o recibiendo y contestando mensajes de WhatsApp, pues cuenta con un dejo de orgullo que algunos allegados lo han ayudado a incursionar en la tecnología, hasta hicieron una colecta para comprarle una computadora y a estas alturas, ya maneja su celular “a un 50%”.

Se manifiesta muy feliz de vivir en Tilarán, excepto porque no se le da muy bien el calor pero él mira el medio vaso lleno: “Procuro sacar mis ratos para distraerme, aquí tengo una casita más amplia, jardín, gallinitas, perros, chompipes... el aire de Tilarán que es tan puro, aquí hay un ambiente sano... pero insisto, por eso me duele que tanta otra gente no pueda tener estas mismas ventajas”.

Yuri Lorena Jiménez

Yuri Lorena Jiménez

Periodista de la Revista Dominical desde 1992. En setiembre del 2010 asumió como editora de Teleguía. Premio a la Mejor Crónica a nivel latinoamericano otorgado en el 2001 por la Sociedad Interamericana de Prensa.

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