Recuerdo que en esa primera lección, en el medio de una enorme y desolada calle, lo primero que me dijo mi papá fue: “Hija, recuerda que cuando manejas no solo estás haciéndote responsable de tu vida, sino también de la de los conductores de tu entorno”. Esas palabras han sido una de las principales lecciones que he recibido de él hasta este momento.
Algunos años después de aquella “clase”, Hellen Sánchez, una de las socias fundadoras de Escuela de Manejo solo para Mujeres, me recordó esa frase, mientras conversábamos en lo que será el primer plantel de práctica de la institución, y que está ubicado en el puro corazón de la comunidad de Cristo Rey, en San José.
“Mi padre, desde el momento que decidió enseñarme a manejar, cuando tenía 12 años, me dijo que siempre tuviera presente la enorme responsabilidad que eso implicaba. Me tomé tan en serio su palabra, que decidí convertirme en instructora de manejo y compartir mis conocimiento con otros, especialmente, ese compromiso cuando se está frente a un volante”, recordó.
Para Sánchez, quien es vecina de Heredia y se graduó como terapeuta física, llegar al momento profesional que vive hoy fue el resultado de la pregunta que se planteó diez años atrás, cuando luego de convertirse en madre, y sentir que los horarios como instructora de manejo no se acoplaban a su nueva rutina, indagó en las necesidades que podían tener quienes estuvieran interesados en aprender a conducir.
Tras algunos meses de análisis, de conversaciones con familiares y amigos, decidió que había llegado el momento de emprender su propio negocio: una escuela de manejo liderada por y para mujeres. ¿El motivo? Ser su propia jefa le permitiría acomodar su horario, además de que sería la oportunidad perfecta para ofrecer un servicio profesional y de calidad, lo que garantizaría la seguridad de su público meta.
“La seguridad no solo sería para mí y las instructoras que se irían sumando al equipo con los años, sino también para las mujeres que decidieran apostar por nuestra oferta. Desde que inicié como instructora de manejo siempre supe que quería que mi servicio fuera lo más profesional posible”, dijo Sánchez, quien desde que tenía 19 años enseñaba a otros a manejar.
Un sueño a plazos
Como ocurre casi con todo comienzo, el arranque no resultó fácil. Entre risas recuerda que conversó la idea con Rebeca Bolaños, su prima, quien se apuntó de inmediato al proyecto prestándole su vehículo, pero solo los fines de semana. Fue así como poco a poco empezó a ofrecer el servicio entre conocidos y tuvo la mejor publicidad: el boca a boca.
A tan solo seis meses de haber iniciado con la escuela, la empresaria tomó una decisión junto a su socia, Marianela García, que transformaría el negocio: comprar su propio vehículo, un Ford Festiva del año 1988. Posteriormente, se uniría Eugenia Varela como administradora del negocio, y pasados tres meses, decidieron sacar un préstamo para comprar cuatro vehículos más (de la misma marca y año), y darse a la tarea de contratar nuevas instructoras.
Eso sí, siempre tuvo claro que su equipo debería estar conformado por mujeres que entendieran la importancia de ofrecer un servicio profesional, además de fueran capaces de generar empatía con la estudiante y de tener la reacción adecuada ante un posible momento de crisis.
“En Costa Rica no contamos con la oferta académica necesaria para capacitarnos como instructoras de manejo, más allá de lo que ofrece el Cosevi, y la experiencia que uno desarrolle en la calle. Sin embargo, nosotras hemos recibido cursos especializados sobre esta materia en institutos de Argentina y México. El siguiente paso, que siento que será el más grande con este proyecto, será el que daré el próximo año, cuando saque un máster sobre este oficio en España”, aseguró.
Y es que si algo tienen muy presente ella y su equipo, cuyo servicio se realiza principalmente en San José y Heredia, pero que también se extiende a otras provincias del país, es que su labor va mucho más allá de simplemente darles las herramientas necesarias a las mujeres –y alguno que otro hombre que ha recibido clases en esta escuela– para obtener su licencia de conducir. El trabajo de la empresa es formar conductores responsables y precavidos, capaces de reaccionar adecuadamente ante hechos inesperados.
Según su experiencia, el asumir este compromiso es lo que ha dado pie a que el equipo cree vínculos y empatía con los clientes. Para Sánchez, durante las lecciones las instructoras no solo comparten sus conocimientos, sino que, en algunos casos, llegan a convertirse hasta en psicólogas y confidentes de sus estudiantes.
“Hemos empoderado a muchas mujeres. Aquí nosotras no solo somos instructoras, sino que también le hacemos de psicólogas, porque son dos horas que pasamos en un auto con las estudiantes, así que nos volvemos amigas. Ellas nos hablan de si se divorciaron, si sus parejas no las dejan tomar decisiones, por ejemplo, y nosotras tratamos de ayudarles en lo que podemos”, comentó.
La instructora recordó que hace algún tiempo le dio clases a una señora de 70 años, cuyo esposo había fallecido, y era él quien siempre la llevaba a hacer todas sus diligencias. Una vez que pasó la etapa del duelo, decidió que quería aprender a manejar para no tener que depender de otros y seguir sintiéndose útil.
A pesar de que a esta estudiante le tomó un poco más de tiempo aprender, logró sacar su licencia al aprobar su tercera prueba. Entre lágrimas y risas, tanto la adulta mayor como Sánchez, celebraron el haber alcanzado esta meta, que en un inicio pareció inalcanzable para la mujer, quien disfruta de una mayor independencia.
“Hace poco me la topé parqueando de retroceso en un centro comercial y no puedo explicarle la emoción que sentí. Sabe, es que esto no se trata solo de hacer que la estudiante obtenga la licencia y ya, se trata de todo lo que conlleva el proceso de ganar el examen y la meta personal que eso implica. Me gusta pensar que soy parte importante del sueño que se plantea alguien con esto”, expresó.
Eso sí, la empresaria también reconoce que el trabajo que realizan conlleva algunos riesgos, como el sufrir accidentes en medio de alguna lección. Sin embargo, aunque han sido poquísimos los registrados en esta academia, Sánchez explicó que las instructoras han recibido capacitaciones por parte de especialistas, entre ellos psicólogas, para manejar la atención de este tipo de sucesos y que la estudiante no sienta pánico o estrés postraumático que le impidan avanzar en el proceso.
“A veces las personas no reparan en que uno pone su vida en las manos de la persona que está aprendiendo a manejar. Yo lo veo como un voto de confianza entre la instructora y la estudiante, es como un pacto, en el que ambas cuidamos de la otra y eso genera una mayor seguridad, no solo a nivel físico, sino también emocional, durante el curso”, explicó la también instructora.
Aprendizaje integral
Para Yesenia Calvo, una joven de 28 años, la decisión final de aprender a manejar y obtener su licencia llegó como resultado de un asalto que sufrió el año pasado, cuando se trasladaba en un autobús. Aunque ese día corrió “con la suerte de que había unos policías cerca”, esto la motivó a meterse de lleno con un curso intensivo, que consta de un total de 20 horas, y cuyo costo es de 235 mil colones.
Ella, quien recientemente adquirió un vehículo junto a su novio, llegó a esta escuela por recomendación de su hermana menor, Karina Calvo, luego de la “excelente experiencia” que tuvo con las instructoras y todo el acompañamiento que recibió, incluso, cuando la llevaron a realizar la prueba y ganar su licencia.
“He sido acompañada por dos instructoras, Karen y Andrea, y ambas han sido fantásticas porque reconocen el esfuerzo, te dan confianza y eso te permite sentirte segura al momento de estar dentro del auto. Además, al finalizar cada clase recibo un informe de lo aprendido y de lo que hay que mejorar o practicar para el próximo encuentro”, comentó Calvo.
La joven aseguró que, por más irónico que parezca, lo más difícil en esta etapa fue el poder sacar la cita para la prueba práctica, que finalmente, será el 20 de junio y que obtuvo después de intentarlo durante cuatro meses.
“Hay quienes piensan que las escuelas de manejo somos las que acaparamos las citas y no es así. No niego que puedan existir algunas que sí, pero el resto del grupo sufre las mismas calamidades que los usuarios. Nosotros nos hemos organizado y tenemos una Asociación de Escuelas de Manejos con la que intentamos tener más apoyo por parte del Estado en dicho sentido, porque al no tener una mayor cantidad de citas, nuestro trabajo merma considerablemente”, explicó la instructora Hellen Sánchez.
En el caso de la estudiante, quien ese día realizó uno de los recorridos cortos que se hacen en las pruebas de manejo en San José, por las cercanías del plantel del COSEVI, el que sea una mujer quien la esté enseñando a manejar contribuye a prestar más atención en los detalles y que exista un mayor grado de paciencia al momento en el que siente que comete errores.
Karen Retana, una de la seis instructoras que forma parte del equipo actual de la escuela, coincidió con Calvo en eso: la paciencia es vital para cualquier persona que enseñe a alguien a aprender a manejar. Ella, quien desde hace cinco años labora para la Escuela de Manejo solo para Mujeres, asegura que este trabajo le ha permitido descubrir características personales que le eran desconocidas.
“Recuerdo que cuando me hicieron la prueba para saber cómo era tratando a las estudiantes, pensé: ‘yo no voy a tener la paciencia para enseñar a otra persona’. Sin embargo, descubrí que sí la tenía y que, además, se trata de tener vocación. Esto es recompensado cuando uno ve que la estudiante sale del plantel con la aprobación del examen y, en la mayoría de los casos, con la calificación perfecta”, comentó la joven de 27 años.
Retana, quien desde pequeña desarrolló una pasión por los vehículos cuando veía que su papá llegaba a casa, asegura que el asumir con seriedad su trabajo, le ha permitido crecer a nivel profesional, por lo que ahora aspira a seguir obteniendo certificaciones internacionales para ir perfeccionando la técnica que aplica, y en la que mezcla “el rigor y el reconocimiento”.
“Yo no veo esto como un trabajo, sino que siento que soy, literalmente, quien cada día intenta llevar a sus alumnas por el buen camino, no solo en carretera, sino que también trato de hacerlo con el vínculo de empatía que desarrollamos durante el curso. Creo que cuando llegas a ese punto, en el que sientes que contribuyes a la superación de otros, te conviertes en una persona exitosa en la vida”, manifestó Retana.