¿En dónde está leyendo este artículo? ¿Tiene un periódico en sus manos o sus dedos se están deslizando sobre la pantalla de su celular?
Trate de recordar.
¿Cuándo fue la última vez que un amigo le contó un chiste? ¿Cuándo fue la última vez que se rió por un meme o un chiste en una conversación de WhatsApp?
La última noticia que leyó o vio pasar frente a sus ojos, ¿cómo llegó a usted?
¿La buscó en un noticiero? ¿La buscó en algún lugar de Facebook? ¿La buscó en Google?
¿La buscó?
Mire a su alrededor. Mire su teléfono.
¿Cuándo fue la última vez que desconfió de algo que, a primera vista, parecía real?
Realidad de(sin)formada
Este es el tercer proceso electoral presidencial en el que Costa Rica tiene acceso a comunicación por medio de redes sociales.
Facebook y Twitter penetraron mercados internacionales hasta hace una década; WhatsApp se creó en el 2009.
Esos son datos reales.
Un audio de WhatsApp en el que Edna Camacho –excandidata a la vicepresidencia del Partido Unidad Social Cristiana– dice que apoyará el candidato de Restauración Nacional Fabricio Alvarado, es falso.
Un comentario de BBC Mundo publicado en Facebook en el que se describe al país como “homofóbico, intolerante, fanático-religioso y atrasado” no es auténtico.
Nueve noticias publicadas en La Nación entre el 17 de enero y el 4 de febrero desmienten encuestas políticas que nunca se hicieron, nunca existieron, y cuyos resultados se compartieron como si fueran de carne y hueso. Todas fueron noticias falsas, fake news.
Al cierre de este artículo, el proyecto informativo #NoComaCuento tiene 33 artículos hospedados en su sitio web (se replicó el ejercicio en La Teja con el nombre de #NoSeVayadePollo).
El proyecto comenzó el 3 de enero.
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Para ese entonces los medios de comunicación internacionales habían vivido fenómenos similares de verificación de información en redes sociales: primero con la jornada electoral que convirtió a Donald Trump en presidente de Estados Unidos y, luego, con el bombardeo que intentó arruinar la carrera política del actual presidente de Francia, Emmanuel Macron.
El mismo periodo de un año en el que las búsquedas del término fake news explotaron en Google (el pico más alto, de hecho, se alcanzó en la semana del 14 al 20 de enero del 2017, previo a la investidura de Trump).
“Lo hicimos pensando que iba a ser un fenómeno en esta campaña electoral. En el 2014 hubo cosas, pero tenía toda la pinta de que iba a ser peor. Era una apuesta para entrar en la conversaciones de redes sociales”, dice el editor digital y coordinador de #NoComaCuento, Gustavo Arias.
“Pensábamos que (la campaña) se iba a prestar para posicionar información falsa y no nos equivocamos”, agrega el periodista.
La Nación no fue el único medio costarricense que se preparó para desmentir información falsa en estas elecciones.
“Ante el surgimiento de noticias falsas e información precisa que se daba por parte de diversos actores políticas, se decidió poner al alcance de nuestros lectores la herramienta Detector de Mentiras para generar información precisa y veraz. Como debe ser el deber de todo medio de comunicación serio”, afirma la directora del sitio de noticias El Mundo CR, Yamileth Angulo.
El Detector de Mentiras fue un proyecto que publicó 14 textos entre el 3 y el 20 de enero. Verificaron información de candidatos políticos, funcionarios de partidos y, también, el informe final de la comisión legislativa que analizó el caso de créditos para el cemento chino.
“Llevamos un curso de Chequeado de Argentina –un proyecto de verificación de información– para prepararnos para esta campaña electoral. Nos dieron una capacitación del método que emplean y lo hemos ido ajustando a nuestra realidad.”, cuenta la periodista del Semanario Universidad, Hulda Miranda.
“El chequeo en tiempo real, que nos gustaría practicarlo en los debates, no siempre es sencillo. El chequeo requiere de obtener datos que no siempre están a la mano. Hay temas en los que no solo hay que buscarlos sino que para procesarlos se requiere (consultar a) especialistas”, dice Miranda.
Para los medios de comunicación, independientemente de cómo se financien, buscar la aproximación más cercana a la verdad es un trabajo de tiempo completo.
“Aquí es totalmente carpintería, esto se trata de aplicar técnicas básicas de investigación periodística”, describe Arias sobre #NoComaCuento.
“Hay mucha información que posiblemente no hemos podido detectar y, aún así, vamos casi que a una nota por día sobre información falsa”, afirma.
“Hay que recordarle a la gente que no todo lo que está en Internet es cierto”, dice.
Falsas y viejas
Los fake news, como se le llaman en inglés, son un engañoso neologismo –un término nuevo en una lengua–.
El término reúne: información incompleta, imprecisa, engañosa y mentiras. También chistes que se convierten en engaños.
Es decir: la desinformación de los fake news es noticia vieja.
“La producción de noticias falsas, semifalsas y verdaderas pero comprometedoras, alcanzó su pico en el siglo XVIII, en Londres, cuando los periódicos comenzaron a circular entre el público general”, describe el historiador estadounidense Robert Darnton en The New York Review of Books.
“Mucho de este sensacionalismo se trataba de los pecadillos sexuales de las personas importantes, pero también tenía implicaciones políticas”, dice Darnton.
“Uno podría decir que el fake news existe desde que existen las noticias. Esa es la otra cara de la moneda”, comenta Ignacio Siles, investigador de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Siles coordina el proyecto Democracia en Digital, iniciativa que tiene tres años de monitorear algunas de las “huellas” que los ticos dejan en Facebook.
“Esta es una cosa que cambia y que las encuestas no facturan bien. Preguntan: ¿cómo te informás? En redes sociales no funciona así. Yo no me informo, las redes me informan. Yo no voy a buscar nada, a mí me llega todo”, describe sobre el consumo de información digital.
A diferencia de lo que ocurría en el Londres de 1788, cuando existían diez diarios con noticias de un párrafo, la información no está monopolizada por las personas que tienen acceso a una imprenta (un lujo para la época e, incluso, carísimas en la actualidad).
Un celular inteligente con aplicaciones básicas puede crear imágenes y manipularlas. Puede grabar videos y audios. Puede ingresar a redes sociales y, aún más importante, puede reenviar toda la información que recibe. Todo al alcance de un gesto de los dedos.
“El término falso ni siquiera comienza a describir la complejidad de los diferentes tipos de misinformation (compartir inadvertidamente información falsa) y disinformation (la creación deliberada de información que se sabe falsa)”, escribe la directora del proyecto First Draft de la Universidad de Harvard, Claire Wardle, en un artículo titulado Noticias falsas. Es complicado.
Efectivamente, describir una “noticia falsa” en el siglo XXI es complicado, es incipiente. Los académicos se enfocan en pequeñas tendencias comprobables.
En otro artículo, Wardle asegura que, por ejemplo, “la gente es mala identificando imágenes manipuladas” y que los esfuerzos de desmentir información falsa en empresas de tecnología –incluida Facebook– se han enfocado en analizar texto.
Así que han quedado fuera de la batalla contra la información errada las malas interpretaciones que se le puedan dar a los chistes que se envían por WhatsApp.
“Los memes se usan como una poderosa herramienta para compartir información y están evolucionando a un fenómeno que no tiene una definición fija”, escribe la investigadora del Visual Social Media Lab de la Universidad de Sheffield, Hannah Bay.
Mientras que en Costa Rica –aún– no hay investigaciones sobre cómo se crean y distribuyen los memes, avanzan investigaciones que se preocupan por cómo operan los “flujos de información” del país (como ocurre con el trabajo de Siles).
“El consumo de las noticias es muy estructurado, sus prioridades están en entretenimiento, deportes y sucesos”, detalla Siles.
Ahora, la información alcanza a sus consumidores de forma muy diferente a cómo lo proponían los periódicos, la radio y la televisión.
Antes, esos medios luchaban contra el alcance geográfico de sus productos. Una antena de transmisión rompía la barrera de la presunta desinformación.
Ahora, los usuarios contagian a sus conocidos de lo que ven en sus pantallas celulares con tan solo interactuar: dar like, dejar una carita chistosa, comentar.
Pero la transmisión más efectiva es el share, compartir.
En río revuelto
Las búsquedas en Google de fake news explotaron después de noviembre del 2016.
La agitada campaña entre la candidata demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump provocó titulares como Hillary Clinton está organizando una red de prostitución infantil en una pizzería y Seguidores de Trump cantaron ‘Odiamos a los musulmanes, odiamos a los negros, queremos nuestro gran país de vuelta’.
Todos ellos se publicaron en sitios web de dudosa procedencia muy similares a sitios web de noticias reales.
Este es el escenario más crítico de los fake news: cuando su contagio se vuelve deliberado.
El proyecto de Harvard First Draft News describe un panorama en el que la gente común y corriente corre rumores que no sabe que son falsos. Los envía por mensajes, los retuitea en Twitter o los sube a sus perfiles de Facebook, sin verificar su autenticidad.
En los medios de comunicación lo dudoso se puede amplificar. La prisa con la que trabajan los periodistas los presiona a producir noticias de último minuto, con el riesgo de salir al Internet con información incompleta o imprecisa.
Con suficiente malicia, se crean fábricas de noticias falsas o cuentas de redes sociales que se encargan de diseminar mentiras.
Con expresa intención de manipular a los otros, se organizan grupos abocados a influenciar la opinión pública a su favor o en contra de otros.
“Este es uno de los asuntos medulares de este tema de la desinformación. La gente no ve fake news cuando es alguien conocido quien las recomienda. ”, asegura el investigador Ignacio Siles.
“Ya sea que estés a favor o en contra de una posición, cuando algo refuerza lo que estás pensando, es más fácil que compartan. Hay mucho share de información solo porque coincide con tu posición de lo que sea”, afirma el editor digital de La Nación, Gustavo Arias.
Para Arias, la información falsa necesita un detonador tan potente como la efervescencia de la discusión en redes sociales.
“La forma más fácil de posicionar un fake news es dentro de la conversación. O sea, si todo el mundo ha estado hablando del debate de Repretel es más fácil que vos tirés una encuesta sobre quién lo ganó y que la gente crea que es cierta”, asegura el periodista de La Nación.
Es así como los periodos electorales y las decisiones políticas controversiales son un momento fértil para que surjan noticias falsas: son temas populares con muchísima interacción.
En diciembre, la investigación realizada por Siles para Democracia en Digital identifica como un tema actual y popular el caso del cemento chino. De hecho, según dice, opacó el consumo de otra información política del momento –incluso temas de la campaña política–.
En las últimas semanas, Arias encuentra como conversaciones importantes a las guías de educación sexual aplicadas por el Ministerio de Educación Pública (MEP) y el criterio emitido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.
A la fecha, #NoComaCuento ha desmentido tres informaciones falsas relacionadas con el MEP y cuatro relacionadas con el criterio de la Corte.
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La guerra
Es imposible lidiar una batalla justa contra la desinformación en las condiciones actuales.
Los medios de comunicación luchan con unidades de verificación de datos –como The Fact Checker de The Washington Post o el proyecto #NoComaCuento en Costa Rica–.
Varias organizaciones sin fines de lucro se dedican exclusivamente a desmentir falsedades en Internet –Full Fact en Reino Unido o Chequeado en Argentina–.
Sin embargo, ninguno de esos esfuerzos es posible si los propios lectores no comienzan a cuestionar la información que reciben y cómo la comparten.
Mire a su alrededor. Mire su teléfono.
¿Cuándo fue la última vez que desconfió de algo que, a primera vista, parecía real?
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La Nación lanzó el proyecto “No coma cuento” con el objetivo de desmentir las informaciones falsas que surjan en el escenario electoral costarricense y brindar una mayor claridad al votante. Recuerde que usted puede ser parte del proyecto enviando la información que le genere dudas al WhatsApp 6197-1494 o al correo lucia.astorga@nacion.com.