Con 24 años, Amanda Fiatt se enfrentó al cáncer de mama sin reproches ni temor. Cuando se descubrió un abultamiento en su seno que sabía no era normal, consultó. Le dijeron que por su edad era poco probable que tuviera la enfermedad, pero prefirió cerciorarse. En su familia el cáncer no se toma a la ligera, pues les ha acompañado por varias generaciones.
Desde su adolescencia, su abuela, Lisbeth Fiatt, le habló abiertamente del cáncer y de la prevención. Por eso las citas ginecológicas eran importantes cada enero, mes de cumpleaños de la joven.
Doña Lisbeth, su abuela paterna, venció el cáncer de mama hace 34 años y vio padecer la misma enfermedad a su mamá y a dos de sus hermanas. Tras estas duras experiencias, la señora desarrolló un estado de alerta que le transmitió a su nieta.
El historial familiar no termina con ellas. Amanda, quien alza la voz en sus redes sociales en pro de la prevención y el autocuidado, cuenta que ella siempre creyó que había más posibilidad de que la incidencia en padecer cáncer fuera materna; sin embargo, en su caso, “la herencia” viene más del lado paterno, pues cuenta que la abuela de su papá y las hijas de ella también padecieron cáncer de seno.
Amanda conoce los testimonios de su ascendencia por relatos que le han contado familiares. Sin embargo, hace cuatro años, la joven empresaria vivió de cerca el cáncer, pues su padre, Rodrigo Fiatt, luchó contra uno de próstata. Más de una década atrás, también lo vio de cerca cuando su primita menor tuvo leucemia. Tanto el señor como la hoy muchacha, de 19 años, lo superaron.
Este 2022 fue Amanda quien recibió un diagnóstico. Se vio a tiempo, pues de alguna manera siempre estuvo preparada. Su abuelita, a quien ve como una figura materna, le ayudó a tener las alarmas encendidas.
Esta familia ha vivido acechada por el cáncer desde siempre. No obstante, sus integrantes han priorizado luchar por encima de temer. Doña Lisbeth, de 76 años, la matriarca, nunca ha reprochado que la enfermedad parece ensañarse con su familia.
“Nunca se me ha ocurrido”, asegura.
Aunque siempre ha tenido la posición de lucha contra ese mal, es franca al decir que por más frente que se le haga “no deja de doler” cuando la enfermedad se acerca. Cuenta que fue muy difícil asimilar que Amanda padecía lo mismo que ella sufrió tres décadas atrás.
“No le puedo explicar”, musita entre sollozos.
LEA MÁS: Niñez migrante sobreviviente al Darién: un guerrero de 2 años y la risueña de 3 meses
Doña Lisbeth, una mujer que transmite una fortaleza encomiable, continúa: “Ha sido muy duro. Son muchos los casos de cáncer en la familia. Pero siempre se tiene que enfrentar la situación. No queda de otra. Todo el mundo tiene que tener cuidado pero mi familia tiene que tener el doble de cuidado. Son muchos casos. Dos hermanas y mi mamá murieron de cáncer. Ha sido mucha gente afectada”, confía.
Recuerda su caso personal y agradece que le fue bien. A ella no le mastectomizaron todo el seno, solamente le extirparon una parte y desde entonces goza de mucha salud. Agradece que a su otra nietita también le fue bien con el cáncer en la sangre (que no tendría relación genética con el de mama y próstata de los otros miembros de la familia), y lo pudo vencer.
“Hoy mi nieta que tuvo leucemia es una muchacha exitosa, gracias a Dios. Tiene 19 años y está en la universidad. Pero sí, ha sido una gran trayectoria de cáncer en la familia”, dice la señora.
Luego de tantas angustias vividas, doña Lisbeth tiene una visión muy clara sobre el cáncer y cómo ha sido asumir tanto ataque a sus seres más queridos.
“Se asume con valentía, le diría. No queda de otra. ¿Qué podés hacer?: enfrentarlo y a tiempo. Eso es lo más importante de todo. Cuando Rodrigo detectó su cáncer era porque el papá (su esposo ya fallecido) le insistía: ‘andá a hacerte examenes de prostata’”, dice doña Lisbeth, quien resalta la importancia de la detección temprana que finalmente fue lo que permitió que Amanda saliera adelante.
La adulta mayor resalta la actitud admirable con la que su nieta abrazó su proceso y en cómo se ha convertido en una voz que ayuda y previene a cientos de mujeres. La historia de esta muchacha puede leerse más adelante.
Convivir con el cáncer
En el caso de Rodrigo, él ha tenido cáncer, ha visto a sus tías y madre padecerlo y también a su hija. En todas las circunstancias los sentimientos han sido distintos.
“Se viven diferente. Fue difícil con los casos de mis tías y mi mamá, uno se siente impotente. En mi caso, inicialmente lo primero que vino fue susto, miedo, preocupación, inseguridades, luego la etapa de aceptación, de enfrentar y asumir. Todo siempre con muchísima fe”.
Pero cuando fue su hija la que recibió el diagnóstico todo se tornó distinto.
“Una cosa es cuando le pasa a uno: ahí se asume y uno lo enfrenta. Pero cuando se trata de la hija de uno, es otra sensación. No hay como explicar el miedo y desolación de pensar que eso le pasa. Ya no es aceptar y seguir adelante como hice conmigo, en el caso de ella fue otra cosa. La desesperación y angustia de que algo le puede pasar a un hijo es indescriptible”.
Rodrigo, de 57 años, transmite fuerza con la mirada, pero detrás de su entereza hubo incertidumbre. Como padre, hijo y persona reconoce que nadie quiere vivir el cáncer y menos que quien lo enfrente sea una hija, pues entiende que alrededor de la enfermedad hay muchas muertes relacionadas y siempre existía la preocupación de si el caso de ella sería de esos que resultan fatales.
Al igual que su madre, Rodrigo enfatiza en que aún cuando el cáncer ha estado en sus casas tantas veces, él no ha tomado la postura de recriminar. Entiende que todas las personas deben vivir sus batallas. Aún cuando él enfrentó un proceso de radioterapia, siguió luchando, comprendiendo que a su alrededor había personas con situaciones más críticas.
“Uno se llena de vergüenza al pensar que su batalla es dura y luego se da cuenta que hay gente luchando batallas más duras y dolorosas. Cada quien enfrenta lo que le toca y hace lo que haya que hacer de la mano de Dios”, dice el hombre.
Su mamá agrega: “También lo creo así. Hay enfermedades más graves, aunque claro, uno también sufre”.
Lisbeth, Rodrigo y Amanda representan tres generaciones de una familia fuerte que reconoce que el cáncer es una enfermedad que nadie quiere vivir: les ha tocado y cada vez le hicieron frente con fe y valentía. No permiten que el miedo de que el mal regrese detenga sus vidas, aunque se mantienen vigilantes.
“La posibilidad está viva, es una inseguridad con la que se vive porque a como puede volver, puede no volver. Por eso es que no se puede vivir limitado. El miedo es normal pero lo es con relación a que algo le pueda pasar a un hijo dentro de lo normal, como un accidente en la calle o así, nadie sabe nunca qué pasará al salir de la casa”, detalla Rodrigo.
LEA MÁS: Mi vida con Lupus: testimonios de lucha entre la incertidumbre y la fe
Reitera, eso sí, que en su familia, los controles y revisiones sí son un poco más usuales.
“En nuestro caso se aprende a prestar atención y a tener cuidado. Amanda va a controles desde pequeña. En el caso de mis hermanas ellas desde jóvenes se han hecho, desde muy temprano, revisiones más frecuentes pues hay una herencia fuerte de presencia de cáncer”, afirma Rodrigo.
Es un gen
El cáncer en la vida de los Fiatt es un asunto de genética. Por eso es que ya Amanda y su abuela se han hecho exámenes para descartar si tenían una mutación del gen BRCA1 y el BRCA2. Estas pruebas advierten de la posibilidad de padecer cáncer de mama, ovario y próstata. Al detectarlo, se extirpan los órganos y se reduce el riesgo de la enfermedad.
En el 2013, Angelina Jolie se sometió a una mastectomía bilateral al descubrir que era portadora del gen. “La verdad es que porto el ‘defectuoso’ gen, BRCA1, que incrementa de manera significativa mi riesgo de desarrollar cáncer de mama y cáncer de ovario”, escribió la actriz y directora en un artículo del The New York Times.
En el caso de los Fiatt los exámenes han dado negativo, aunque los especialistas aseguran que con ellos sí hay presencia de un gen. De ahí que próximamente Amanda acudirá a consulta con un genetista.
Amanda, la resiliente
Los Fiatt sonríen y se abrazan. Posan para la sesión de fotos que acompaña este reportaje y que plasma el día a día de una familia que ha encontrado la fuerza en la unión. Hoy, la abuela y el padre resaltan a Amanda, quien atravesó por un proceso de cáncer con una actitud de no creer. Puso su vida en manos de Dios y aceptó su voluntad.
Hoy, luego de que le mastectomizaran su pecho izquierdo, Amanda tiene sueños, planes y sobre todo, salud. Habla abiertamente de su experiencia porque entiende que su voz puede ayudar a muchas mujeres o a hombres a quienes el cáncer de mama también puede alcanzar.
Es transparente, pues entiende que el cáncer de seno puede atacar a cualquier persona, no hace excepción. Incluso le tocó a ella, aun cuando los doctores lo veía casi que imposible por su juventud.
Este tipo de cáncer es el más mortal en el país y uno de los más comunes. Solo en el 2021 “416 mujeres, el 55% de las cuales tenían entre 40 y 69 años, murieron por causa de este mal, según datos de Vigilancia de la Salud del Ministerio de Salud”, informó La Nación el 19 de octubre, fecha en la que se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mama.
Esta es la historia de Amanda.
***
Hay muchas palabras con las que es posible referirse a Amanda Fiatt: educada, bonita, trabajadora y amable. Pero si hay una que la define, esa es resiliente. Es una amante de la plataforma Youtube y por eso ahí quiso hablar de cómo se asume el cáncer de mama a tan temprana edad. Buscó otros testimonios pero la persona más joven en dar su testimonio tenía 34 años, 10 más que ella; por eso subió el suyo.
Todo empezó hace seis meses, cuando en abril sintió como le apareció una “pelotita” en su seno. La presencia era evidente. Ella en enero había ido a su cita de control con la ginecóloga y todo parecía estar bien. Tras su hallazgo, regresó e insistió hasta tener una respuesta. Necesitaba saber si tenía algo para tratarlo lo más pronto que pudiera y eso es lo que le sugiere a todas las personas.
Recuerda con pesar que una tía abuela falleció a los 35 años, se fue a atender muy tarde porque tenía miedo de escuchar la palabra cáncer, de que tuvieran que extirparle un seno (mastectomía) y que por eso “su esposo la dejara”. Amanda cuenta que algunas de las mujeres que han conocido su historia con la enfermedad, le han escrito para contarle sus miedos y en varios casos son parecidos a los que hace años tuvo su pariente.
“A veces no van a verse no por la vanidad sino por el temor de escuchar la palabra cáncer. En mi caso yo necesitaba saber qué tenía”.
Fue así como Amanda regresó donde su ginecóloga en abril.
“Yo me conozco. Mis pechos siempre fueron chiquititos y para mí era más fácil sentir algo diferente. Mi abuelita me enseñó a hacerme el autoexamen. Luego de mi cita en enero, regresé tres meses después donde la ginecóloga porque sentía la pelota y me dolía, se supone que el cáncer de mama no duele. La doctora me dijo que seguro no era nada, pero yo insistía en mi dolor y le pregunté qué podía hacer para estar tranquila. Me sugirió un ultrasonido, pero me decía que no era necesario”.
La joven se lo hizo y aparecieron unas calcificaciones. Tanto la radióloga como la ginecóloga coincidieron en que esperara seis meses porque no parecía nada preocupante. Pero Amanda no aguardó ese tiempo: la masa en su seno crecía y el dolor era tan fuerte que le molestaba hasta caminar. Como su padre superó el cáncer de próstata y va a revisiones de control, él le dijo a su hija que sacara una cita con el oncólogo, que si ella continuaba “con la espinita” que mejor conversara con él.
Ella llamó al especialista, quien le decía que estuviera tranquila, que a su edad el cáncer de mama era muy raro. Igualmente sacó la cita y para ir preparada llevó un nuevo ultrasonido. Esa vez, la radióloga que la atendió le sugirió que se hiciera una biopsia BI-RADS 4, que recomiendan cuando se hace un hallazgo que parece sospechoso.
“El oncólogo me dijo que qué era esa biopsia tan exagerada. Me dijo que me la hiciera para no pasarle por encima a otra doctora, pero que por él no la mandaba. Hizo énfasis en que sería demasiado extraño que tuviera cáncer porque soy demasiado joven. Me hice la biopsia una semana después”, rememora.
Amanda Fiatt llegó a realizarse el procedimiento, que cuenta no es doloroso porque colocan anestesia, y la especialista que la atendió también se sorprendió de que a ella le enviaran semejante examen. Entonces, le hizo un ultrasonido, después llamó a su oncólogo y le dijo que mejor le hacían una mamografía, procedimiento que generalmente se recomienda en mujeres mayores de 40 años.
Hicieron la mamografía y luego la biopsia, que le entregaron ocho días después.
El resultado llegó y, en medio de su incertidumbre, la joven leyó los resultados en los que salía la frase “no invasor”. Ella asumió que no era cáncer y así se lo comunicó a su familia.
Para tener más detalles le envió el resultado a la esposa de su primo, que es doctora. Ella le dijo que sí tenía cáncer y que estaba in situ, o sea que parecía estar encapsulado en el seno y que no se había expandido.
Amanda no culpa a los médicos que desde un inicio no creyeron que lo suyo podía ser cáncer.
“El oncólogo me llama y dice que está impactado (el resultado les llegó por correo a ambos). Me dijo que me hiciera una resonancia magnética, exámenes de sangre y un BRCA (un examen genético), porque probablemente tenían que quitarme los dos pechos”.
En todo momento, Amanda estuvo tranquila, pero pensar en que le quitaran ambos senos la aterró, pues uno de sus mayores sueños es ser mamá y sabía que si se los extirpaban no podría amamantar. Mientras trataba de digerir todo, los resultados de la resonancia magnética arrojaron que las calcificaciones en su seno eran enormes y que debía ser atendida de emergencia.
“Por eso es tan importante el autoexamen para saber lo que tenemos y detectar lo que hay. Mi pelota era de 7x6x4 centímetros. Me atendió el doctor Blanco del hospital México, especialista en cáncer de mama”.
“Una cosa es cuando le pasa a uno: ahí se asume y uno lo enfrenta. Pero cuando se trata de la hija, es otra sensación. No hay como explicar el miedo y desolación. Ya no es aceptar y seguir adelante como hice con mi caso, con ella fue otra cosa. La desesperación y angustia de que algo le puede pasar a un hijo es indescriptible”.
— Rodrigo Fiatt
En los estudios apareció una nueva preocupación: un ganglio cercano al seno se veía inflamado. Hicieron una biopsia para saber si el cáncer había llegado hasta allí, porque de ser así, posiblemente podía moverse a otras partes del cuerpo. Además, por el tamaño del tumor de Amanda, había preocupación de que el mal estuviera en su sangre.
“Yo estaba tranquila. Mi primita Isabella tuvo leucemia a los cuatro años. Yo fui su compañera en ese proceso; viví muy de cerca eso desde mis 9 a mis 12 años. En medio de todo pensaba que si ella pudo llevar quimioterapia, yo podía. Sabía que mi papá y mi abuelita habían sobrevivido: pensé que no me iba a morir porque lo agarré a tiempo, que aunque fuera espantoso, yo iba a poder”.
Luego de varios exámenes se determinó que había que extirpar todo el pecho izquierdo, mientras esperaban el TAC que revelaría si el ganglio en la axila tenía cáncer. Salió negativo. No había metástasis.
“En ese momento volví a nacer. Después de eso sabía que no me iba a morir, pues si retiraban el pecho, el cáncer se iba con él”, dice Amanda.
La cirugía fue el 15 de setiembre; en unos meses, le harán una reconstrucción de seno. Lo más probable es que no requiera de quimioterapia ni radioterapia. Luego de la mastectomía le pusieron un expansor de piel para ir preparando su cuerpo a cuando le coloquen el implante.
Hacerle frente al cáncer
Ver y escuchar a Amanda hablar de su historia con el cáncer no deja de ser asombroso. Sus palabras son de agradecimiento. Su actitud ante la enfermedad es admirable. La psicóloga que le asignaron en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), y la ha acompañado en el proceso, usa la palabra “resiliente” para describirla.
“Mucha gente me ha preguntado eso, que cómo se enfrenta el cáncer y creo que el ser agradecida y tener gratitud es fundamental. Hay que saber agradecer lo bueno aún teniendo cosas malas. Lo que digo a todo el mundo es que siento que mi vida es bendecida. Nunca me ha faltado nada, gracias a Dios. Entonces, si acepto todo lo bueno, por qué no aceptar lo malo”.
Confía, eso sí, que una vez sí cuestionó por qué algo como esto le pasaba a ella que era “buena persona”. Encontró la respuesta sola: “por algo Dios lo permitió, algo tengo que sacar de esto”.
“Le dije a mi papá que a mí no me da miedo morirme y que si me toca yo entiendo que es lo que Dios quiere. Es la fe, supongo. Este pensamiento me ayudó a entender que está bien. Así es la vida”.
Justo cuando la internaron, su familia pasó por otra emergencia que la puso en perspectiva: uno de sus primos se puso mal y, días después, cuando ella saldría del hospital, él falleció.
“Eso me hizo pensar en que lo mío no era tan grave. No quería que mi familia estuviera sufriendo. Le dije a Dios que aceptaba su voluntad, pero quería que él viviera”.
Otro aspecto que blindó de fuerzas a Amanda durante todo el proceso fue su trabajo, pues tres semanas después de abrir sus negocios llegaron las noticias del cáncer.
En el mercadito gastronómico The Box, ella tiene tres locales: Cahuita Bites (caribeño). Astro Wings (alitas y pechuguitas) y Baguettoni (sándwich).
“Pensé que había esperado y me había esforzado por mis restaurantes; no iba a dejar que el cáncer arruinara mi sueño”.
Mastectomizada a los 24 años
Cuando parece que Amanda no puede sorprender más, vuelve a hacerlo gracias a su resistencia. Hace algunas semanas le extirparon completamente su seno y ella se siente bien al respecto: sabe que implicó que el cáncer se fuera de su vida y ni siquiera deberá tomar tratamiento ni pasar por quimioterapias ni radiación.
Ella explica cómo se asume una mastectomía a su edad, pues este procedimiento era el que más temor le generaba.
“Me daba miedo saber cómo me iba a sentir cuando saliera de la cirugía. Recé para estar en paz”.
Otro ejercicio que la ayudó fue escribirle una carta a su seno en la que se despidió de él y le pidió perdón por las veces que pensaba que era muy “chiquitito”.
“Tuvo una misión y me salvó la vida”.
Cuando finalmente decidió verse después de la operación no le disgustó cómo se miraba y entendió porqué las enfermeras que la ayudaban le decían que su piel se veía linda.
“Aprecié mi cuerpo más allá de lo físico. Pensé en lo fuerte que soy. Me aprecié mucho, más allá de la apariencia física. Tengo puesto un expansor y pronto me harán la reconstrucción. Siento que mi cuerpo luchó mucho. Estoy agradecida”, dice Amanda, quien durante su proceso estuvo abrazada, en todo tiempo, por una familia fuerte e incondicional.
Hoy ella es quien abraza a las personas a través de su cuenta de YouTube Mandy Fiatt, donde con su testimonio, llena de fuerza a los demás.