Todos recuerdan el nombre de Yuri Gagarin, son pocos quienes ubican a John Glenn.
Los rusos ya había orbitado la Tierra en un par de ocasiones para cuando el primer estadounidense hizo maletas para aquel viaje redondo. Los estadounidenses se estrenaron en aquel periplo extraterrestre en 1962, y su primer astronauta en recorrerlo, Glenn, percibió un misterioso fenómeno dorado en aquel viaje desde su módulo Friendship Seven.
“Trataré de describir en medio de lo que estoy aquí”, transmitió a la Tierra. “Estoy en medio de una gran aglomeración de partículas pequeñas, están brillantemente iluminadas, como si fueran luminiscentes. Nunca he visto nada igual. Ellas me rodean un poco, se aproximan a la cápsula y parecen pequeñas estrellas. Toda una lluvia de ellas se me viene encima”.
Tras el reporte, se especuló que aquello era un efecto lumínico, se temió que pudiera deberse a un desperfecto del módulo o incluso que pudiera ser producto de la imaginación de Glenn. También hubo quienes trataron de encontrar un significado espiritual a aquellas “luciérnagas”. ¿Acaso era la prueba de la existencia de ángeles?
Respuesta
La incógnita jugó con la imaginación hasta que viajes posteriores fueron develando el misterio.
Las luciérnagas eran orines y sudor de astronauta. Eran pequeñas piezas blancas de hielo que se condensaban a un lado de la nave, se calentaban cuando el sol las irradiaba y después se volvían a congelar en flotación.
“Su fuente era el agua liberada en el proceso de intercambio de calor que enfriaba nuestros trajes espaciales. Otra fuente era la orina. Soy aficionado a decir que meamos a todo el mundo, a pesar de los lamentos que vengan de la audiencia”, dijo el astronauta Walter Wally Schirra en entrevista con el podcast del sitio Space Collect.
Uno podría decir que, bajo la luz adecuada, incluso unas humildes aguas menores lucen como una constelación hermosa. También se puede decir que pecamos de pedigüeños cuando no nos basta el asombro de un tipo que regresa a la Tierra después de ser lanzado al vacío, sino que pedimos mayores maravillas celestiales.
Por lo pronto, las lluvias doradas ya no existen para los astronautas: sus emisiones se reciclan para su consumo. Otro prodigio.
Aclaración: Esta nota fue editada de su versión original para hacer notar que John Glenn no fue el primer astronauta estadounidense en abandonar la atmósfera de la Tierra, sino el primero en orbitar el planeta.