Aunque las comparaciones son odiosas, ni Verónica Castro, ni Angélica María, ni siquiera la queridísima Victoria Ruffo tuvieron la garra para darle vida a papeles de mujeres poseídas por el demonio ni brujas con deseos de venganza en telenovelas que revolucionaron la pantalla chica en toda Latinoamérica.
Sí, este año el mundo del espectáculo lloró –y sigue recordando– el legado de dos grandes intérpretes que partieron sorpresivamente: primero fue Christian Bach, el 26 de febrero, por una enfermedad degenerativa a los 59 años, y luego Edith González, casi cuatro meses después, el 13 de junio, por cáncer de ovario, a los 54 años.
Ambas bellas, rubias, de mirada profunda y expresiva y siempre con alguna polémica a cuestas, se apartaron del típico papel de la tonta, bonita y sufrida que lloraba por su príncipe azul, para darle vida a mujeres fuertes, decididas y, en algunas ocasiones, hasta despiadadas.
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Bach y González no solo coincidieron en el tipo de personajes que les gustaba interpretar, pues también se juntaron en varias de las telenovelas mexicanas más exitosas de principios de la década de los años 80, situación que las llevó a cultivar una gran amistad.
El drama que compartieron en esas producciones lo llevaron hasta sus propias vidas, cuando Edith confesó que estuvo enemistada con Bach durante muchos años porque se le había olvidado invitarla a su boda con Humberto Zurita, en 1986.
Sin embargo, ese resentimiento que guardó González durante años, se esfumó cuando Bach le tendió la mano en uno de los momentos más difíciles de su vida: cuando la prensa reveló que tenía una relación extramarital con el político mexicano Santiago Creel Miranda, relación de la que nació su hija Constanza.
Después de ese incidente su amistad perduró hasta el día de sus muertes.
Platónico
Como muchos de mi generación, a estas dos actrices las conocí cuando era un niño de unos cinco años y me “conectaban” a una televisión blanco y negro con un gran chupón de café con leche. Era la única manera que me quedara tranquilo por unos minutos mientras preparaban el almuerzo. ¡Cómo lo disfrutaba!
A ambas las vi por primera vez en la misma novela: Los ricos también lloran. Aunque tuvieron papeles secundarios en ese famoso culebrón mexicano que fue, sin duda, un gran impulso en sus carreras.
De esa producción, a quien nunca olvidaré es a Christian Bach, pues Edith González era apenas una adolescente. Algunas veces pienso que fue ahí donde conocí a uno de mis primeros amores platónicos: era imposible que Bach pasara desapercibida con su característica cabellera rubia alborotada y su mirada penetrante; tenía una belleza leonina que la hacía única.
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Bach, de origen argentino, radicada en México, interpretó a otros personajes secundarios en grandes clásicos de la televisión como Colorina y Soledad, hasta que le llegó la gran oportunidad de protagonizar Bodas de odio, una producción de época que aún hoy muchos recuerdan.
Aunque sus más grandes éxitos fueron De pura sangre y Encadenados, que estelarizó con Humberto Zurita –su gran amor y con quien estuvo casada hasta el día que murió–, fue en otras dos producciones, un tanto más polémicas, donde demostró su capacidad para participar en telenovelas diferentes con personajes únicos y atrevidos.
Primero fue en Atrapada, en 1991, una historia policíaca donde daba vida a la hija de un multimillonario asesinado en una fiesta. Era el personaje de Bach quien debía encontrar al homicida de su padre. Una novela muy adelantada para su época que dejaba de lado la temática central del amor de pareja, para desarrollar una historia llena de misterio y acertijos.
Unos años después, en 1997, y ya fuera de las filas de Televisa, Christian Bach le da un giro a su carrera cuando protagonizó La Chacala en TV Azteca. Esta telenovela, que además produjo junto a su esposo Zurita, fue todo un fenómeno mediático porque trataba sobre brujería y posesiones demoníacas.
Sin embargo, fue en el 2013, cuando asumió el papel de la despiadada Antonia Guerra en La Patrona, que una nueva generación conoció a la actriz, su capacidad interpretativa y claro, su gran melena rubia y singulares ojos. La telenovela, que protagonizó junto a Aracely Arámbula, se transmitió por toda Latinoamérica y fue uno de sus trabajos más importantes.
Las más diva
Edith González siempre fue la gran consentida de Televisa y del público mexicano. Su talento la convirtió en una niña estrella en los años 70, para luego transformarse en una gran intérprete en las décadas siguientes.
Aunque participó en decenas de culebrones, siempre hubo muchos rumores de lo difícil que era trabajar con ella por sus portes de diva.
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Fueron varias las controversias que se llegaron a conocer. Una muy mediática fue su sorpresiva salida de la telenovela Mujer de Madera y su enfrentamiento con su productor, Emilio Larrosa. Años después, Gaby Espino, con quien protagonizó Mundo de fieras, reveló su enemistad con la actriz por la manera en que la trataba en el set.
También fueron muy sonados los fuertes enfrentamientos con Niurka Marcos en el set de Salomé. Sin embargo, la mayoría de personas que trabajaron junto a González coinciden en que era muy profesional cuando se encendían las cámaras, al punto de obsesionarse con el vestuario, el maquillaje y su actuación.
Durante su carrera participó en novelas exitosísimas, aunque hay dos que fueron fenómenos mundiales. En 1993 protagonizó junto a Eduardo Palomo –quien murió en el 2003 a los 41 años– la historia de época Corazón Salvaje bajo el mando de Televisa, y en el 2008 le dio vida a una nueva versión del personaje principal de Doña Bárbara con Telemundo que ha sido, hasta el momento, la adaptación más popular de la obra literaria del autor venezolano Rómulo Gallegos.
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A diferencia de Bach, quien nunca reveló la enfermedad que padecía, Edith hizo pública su dura batalla contra el cáncer, que duró por tres años.
El autor es periodista y abogado.