Mi primer encuentro con Toni Morrison fue crudo. En las páginas de su novela Beloved encontré el mayor horror que podía imaginar: una madre que mata a su hija en esta especie de Medea esclavizada, que ya no se venga de un marido infiel sino que libra a su descendiente de la esclavitud. Mata por amor, por el amor más grande que pueda profesarse y de la manera más terrible posible.
Supongo que aquí, sin darme cuenta, empecé a adquirir consciencia de la necesidad de hablar del pasado nefasto, cuya sombra es alargada; pero ya no para regocigarse en él, sino para la reparación, para la justicia conmemorativa. Y empecé a admirar a Morrison, primera afroamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura (1993), ganadora además del Pulitzer (1988) y de otros numerosos reconocimientos como el National Humanities Medal (2000).
Precisamente Morrison, autora de once novelas, además de libros para niños y niñas y obras de teatro, declaró en una entrevista para el New Yorker que su principal motivación como escritora era el silencio que la rodeaba. Viniendo de la casa de donde vengo, esta frase adquirió un sentido enorme en mi trayectoria como creadora y desde entonces intento hablar ¡ojalá algún día con la maestría de Toni Morrison! de lo que los libros oficiales han silenciado durante años y años. Toni Morrison nos legó ese impulso de contar otra historia, la cara b, con sus luces y sus sombras.
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Pero Morrison, autora de novelas como La canción de Salomón, Ojos Azules o La noche de los niños, además de poseer una maestría y estilo propio envidiables como escritora, es una de las responsables de abrir el canon literario de Estados Unidos y del mundo. Precusora de la ruptura de lo que más tarde Chimamanda Ngozi Adichie llamaría “la historia única”, la autora afroamericana no sólo buscó historias impactantes del pasado, sino que miraba el presente desde una óptica étnica innegable. Para ella, la creación significaba una responsabilidad de aportar una mirada distinta, lejana a la tradicional del hombre blanco, cis, heterosexual. Así, con ella y sus libros vemos el mundo desde la perspectiva de una mujer negra. Pocas cosas fueron y siguen siendo tan revolucionaras en este mundo tan ajeno a cualquier disidencia.
La autora, activista por los derechos humanos, marcó a una generación con su idea de que escribir siempre es un asunto urgente y de vital importancia. Crear referentes, reparar, encontrar belleza desde los fondos más abyectos del terror, construir metáforas desde el dolor… esto marcó la creación de la gran creadora que perdimos en agosto del 2019.
Gracias Toni por ayudarnos a entender –como bien dice uno de tus personajes en Beloved– que “nada se cura sin dolor”. Ese dolor que transformaste en literatura y que nos dejas en herencia, aunque nos quedemos huérfanas también de una maestra y un referente, ese dolor terrible que sabías convertir en belleza… ese dolor que ahora canta aunque no estés. Pero como marca la tradición del continente africano, me niego a aceptar que las ancestras se vayan… Toni Morrison sigue aquí con nosotras, para recordarnos que el pasado debe ser conmemorado y contado: así podremos vivir un presente digno y construir un futuro más luminoso.
La autora es dramaturga y directora de teatro.
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