La despedida de doña Lupa, como era conocida doña Felicia Hidalgo Agüero en el barrio, no se pudo hacer como sus hijos querían. Lamentablemente la covid-19 no permitió que su familia la acompañara en sus últimos momentos pero igual ahora la recuerdan como la abuelita y mamá sonriente y divertida, la que cocinaba delicioso y a la que le encantaban las corridas de toros a la tica.
Doña Felicia tenía 82 años cuando falleció el 24 de agosto. Dejó tras su muerte una estela de buenos recuerdos en San Felipe de Alajuelita como una mamá cariñosa y entregada a sus hijos; fue una mujer muy trabajadora que siempre veló junto a su esposo porque sus retoños tuvieran un techo para cubrirlos y comida en la mesa.
Hoy, la familia le rinden tributo cada vez que puede al recordarla siempre sonriente y bromista, como lo fue hasta el último momento, según cuenta su hija Daysi Rojas.
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“Era muy alegre, hasta cuando estuvo internada en el hospital Blanco Cervantes pasaba contándole chistes a las enfermeras. La querían mucho en el hospital porque vacilaba a los doctores, ella se mantuvo siempre con buen humor hasta en los momentos más duros”, comentó Daysi.
Otra de las facetas que guardan con mucho cariño sus hijos, nietos y bisnietos era la de cocinera. No había domingo en el cual la familia entera no se reuniera en casa de la abuela Lupa para saborear una deliciosa olla de carne hecha a la leña, con ese sabor tan típico y delicioso que le dan las abuelitas a este plato tradicional.
Las navidades también eran un fiestón en su casa. Todos los 24 de diciembre no faltaba la famosa tamaleada de doña Lupa: eran tantos los tamales navideños que hacía que bien alcanzaba para repartir piñas a todo el mundo. Pero también las tortillas palmeadas eran parte de su especialidad, y en su casa las tardes de café eran acompañadas con natilla y una buena conversada.
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“Le encantaban las corridas de toros. Decía que cuando un toro no levantaba a un muchacho era un toro malo”, narró su hija Daisy con un rastro de tristeza en su voz, pero con la convicción de que ellos como hijos se encargaron de que su mamá tuviera una vejez digna.
Doña Lupa por su edad padecía de varias complicaciones que se agravaron cuando contrajo la enfermedad. Ella se contagió en el hospital cuando estuvo internada por una de sus dolencias. “Nosotros cuidábamos mucho a mi mamá, pero no pudimos controlar que se contagiara porque no fue en la casa”, explicó la hija.
Para dolor de la familia, la salud de doña Lupa se complicó; tuvo que ser internada en el hospital México donde agonizó durante 14 días y lo peor para ellos es que no pudieron acompañarla, pues la familia estaba en cuarentena por sospecha de contagio.
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“Cuando murió mamá la que tuvo que ir al reconocimiento fue una hija mía porque ella no vive con nosotros y no tenía restricción. Entre todos los hijos tomamos la decisión de cremarla y llevarla a la bóveda donde están mi papá y mi hermana. Nos dolió mucho no poder despedirla como hubiéramos querido", dijo Daysi.
“Fue una excelente madre, muy trabajadora y luchadora. Se sacrificó siempre con mi papá por nosotros, trabajó mucho para sacarlos adelante y siempre se lo agradecimos”, finalizó la hija.
El dolor de la familia se compensa un poco con los buenos recuerdos, con la sonrisa que siempre tenía doña Lupa en su rostro y con la certeza de que como hijos y nietos siempre estuvieron para ella.