La única manera de sobrellevar la pérdida repentina de un ser querido es recordando y viviendo su legado de amor y entrega. Así es como Jorge Miguel Badilla Barahona, un esposo enamorado, papá cariñoso y contador de chistes “profesional” vive en los corazones de su esposa Vanessa Rivera y sus cuatro hijos: Jorge Luis, de 26 años; Valeria, de 24; Emanuel, de 20 y Camila, de 15.
Y digo “vive” porque, aunque ya dejó físicamente este planeta, su huella sigue y seguirá latente para siempre en la vida de toda su familia. “Él tuvo una misión aquí en la tierra y fue amarnos”, dice quien fue su pareja por más tres décadas.
“Por lo menos yo sé que si nunca más en la vida lo vuelvo a ver, tuve por 30 años a un hombre que nos amó impresionantemente. Tengo que agradecerle a Dios eso”, afirma Vanessa con la voz entrecortada, pero sin perder el optimismo y siempre agradecida por haber compartido junto a él por tantos años.
Su partida, el 13 de agosto con solo 54 años, se dio en un momento muy difícil y complicado para todos: semanas antes dos de sus hijos y Vanessa se habían contagiado con la covid-19. Fue Jorge quien, desde el primer día que comenzaron a experimentar los fuertes síntomas de la enfermedad, se hizo cargo de cuidarlos.
Ahí demostró, una vez más, su amor desinteresado cuando, sin pensar en si se iba a contagiar o no, pasó noches en vela y días de mucha angustia para atender a sus hijos y a su esposa.
“Yo también me contagié, y aunque estuve muy grave nunca me tuvieron que hospitalizar porque no me dio tos. Jorge nos atendió a todos y yo siento que todo ese proceso fue un desgaste para él tanto emocional como físico (...). Cuidar a una persona enferma de covid es muy demandante”, rememora Vanessa de esos difíciles momentos que vivieron semanas atrás.
“Creo que el miedo más grande de él cuando yo me enfermé era que yo me muriera. Lloraba muchísimo por eso. Me decía: ‘Yo no me puedo imaginarme siquiera que te vayas a morir'. Yo pasé casi 22 días en cama. Eso lo fue desgastando demasiado".
Pero como siempre hacía cuando la familia atravesaba por momentos difíciles, Jorge puso a un lado sus miedos y temores para entregarse por completo al bienestar de sus seres queridos. No fue hasta que todos se recuperaron que Jorge cayó enfermo.
“Entonces, también vimos un acto de amor de él; él prácticamente se entregó y al final no salió, no sacó la batalla, no lo pudo lograr”, dice con profunda tristeza su esposa.
Sin embargo, esos momentos tan difíciles que todos vivieron son un fiel reflejo de la entrega y el amor que Jorge demostró en vida a toda su familia, a sus hermanos y a sus papás.
Un hombre sencillo, del Barrio El Carmen de Paso Ancho, fue el que conoció Vanessa cuando ella apenas había cumplido 19 años y Jorge 25. Los jóvenes decidieron formar una familia y, desde entonces, y hasta el día en el que él murió hubo una constante en sus vidas: Jorge se dedicó en cuerpo y alma a darles lo mejor.
Entre lágrimas, Vanessa no deja de recordar su entrega y sacrificio: “Un hombre sumamente amante de su familia, superenamorado. Yo le digo a la gente que no solo perdí a mi compañero, sino al hombre que más me ha amado en la vida. De verdad yo sé que no hay muerto malo, y él tenía montones de defectos como los que tenía yo. Pero que nos amó, que no le quepa la duda a nadie. Porque fue impresionante el amor que nos tuvo a todos: para sus hijos, para su nieto, para mí. Dedicadísimo a nosotros”.
Durante muchos años, Jorge fue un exitoso agente de ventas en Abonos Agro. Eso le permitió darle una muy buena vida a su esposa y a sus cuatro hijos, hasta que quedó desempleado.
Durante unos largos y difíciles 7 años, Jorge estuvo sin empleo. Fueron tiempos muy difíciles, que lograron sobrellevar con el amor y la entrega de todos. Jorge y Vanessa estaban destinados a estar juntos en las buenas y en las malas y así lo demostraron siempre.
Curiosamente, durante esos años aprendieron a sobrellevar la crisis, a vivir el día a día y a disfrutar las pequeñas cosas que, en abundancia, muchas veces pasan desapercibidas. Durante los dos últimos años de su vida, la situación se comenzó a estabilizar, hasta que hace 5 meses Jorge comenzó a trabajar de nuevo en Mayoreo Ferretería y Acabados (MFA).
La crisis les enseñó a cuidarse más, a ir diariamente al gimnasio y a comer más saludablemente. También fue un momento para cultivar junto a su familia momentos que hoy serán recuerdos inolvidables y muy preciados.
Su pasión por la electrónica, el reggae y la música de los 80 lo unió aún más con sus hijos, con quienes compartía playlists, lanzamientos de canciones y descubrían juntos nuevos cantantes. También iba al gimnasio con ellos y reservada todos los viernes para tomar vino y bailar salsa en la casa con Vanessa.
Su facilidad para contar chistes y su habilidad para poner apodos a quien se le cruzara en el camino siempre estuvieron presentes, con lo que lograba hacer reír a todos. Fue una manera de siempre sobrellevar con una risa los momentos más difíciles que vivieron juntos.
“Él tuvo una misión aquí en la tierra y fue amarnos”, vuelve a repetir Vanessa.
Después de una breve pausa, que se hizo eterna al teléfono, Vanessa toma aire y fuerzas para dar las gracias por la hermosa huella de amor que su pareja dejó en cada uno: “Yo estoy agradecida con la vida de haberlo conocido y haber sido su esposa y de que mis hijos hayan tenido un papá así. De verdad que sí, muy agradecida. No estoy resentida con la vida. No creo que tenga que estar molesta, tenemos que aprender que algún día todos nos vamos a morir, pero que... ¡viva el amor!, y que él sea ejemplo para muchas personas de lo que es amor de verdad, sin limitaciones”.