El 28 de julio en el reporte diario del avance del coronavirus en Costa Rica se informó que entre los fallecimientos de las últimas 24 horas se encontraba una mujer de 29 años, quien recientemente había dado a luz. Los titulares de ese día se enfocaron en esta noticia.
Pero más allá de ser una joven víctima de coronavirus, ella era Pamela María Salas Montero, quien falleció el 27 de julio, 22 días de cumplir años.
Pamela era una mamá dedicada y amorosa, según cuentan su pareja sentimental Anthony Acuña Fonseca y su hermana Dayana Salas. Pamela dejó este mundo solo tres días después de dar a luz a la pequeña Antonella Acuña Salas, una criatura muy esperada y a quien su mamá le tenía el nombre listo apenas se hizo el ultrasonido que reveló que sería niña.
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Antonella nació por cesárea y los primeros días tenía el color de piel y cabello iguales que su mamá Pamela, quien la pudo conocer antes de ser ingresada a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital México.
Pamela, madre de Nitzy (9) y de Dominick (1 año y ocho meses), era pura bondad, dicen sus seres cercanos y queridos. Después de traer al mundo a su tercera hija, ella logró comunicarse con su familia y por videollamada alcanzó a decirle a su hermana Dayana que por favor cuidara mucho a su sobrina, una niña de nueve años que hace un tiempo sufrió por problemas de oxigenación.
Cuando a Pamela, quien padecía hipertensión, se le empezaron a manifestar los síntomas del coronavirus, uno de los más alarmantes fue la falta de aire, por eso su insistencia en que cuidaran a la niña que es asmática.
Ella era una mujer alegre y simpática, amante de la pizza y de la cocina. Últimamente hacía tres leches para vender y ayudar con la economía de la casa, pues tras los embates de la pandemia la jornada de Anthony, su pareja desde hace cuatro años, se vio afectada.
Pamela creció en Hatillo, sacó el bachillerato de secundaria y tenía afinidad por la pastelería. No se perdía el programa Cake Boss.
“Siempre fue una mujer que perdonaba a todo mundo. Muy noble. Le gustaba ser perfeccionista. Era una super mamá que daba todo por sus hijos. Estaba muy ilusionada con Antonella, se había hecho exámenes para saber el sexo. Pamela era una compañera de vida. Con ella se iba hasta lo último”, cuenta Anthony, quien dice que se enamoró de ella por ser una mujer tan incondicional.
En su familia todos contrajeron el virus, también en la casa de los padres de Pamela. No saben quien los contagió. Incluso los niños se enfermaron, pero Anthony cuenta que en cuestión de horas se repusieron.
“Ella empezó a tener calentura y falta de aire. Yo la llevaba (a la clínica) y decían que tenía ansiedad. La llevé como cinco días y a lo último la internaron, le hicieron la prueba de nuevo porque no salía el resultado. Estuvo internada unas dos semanas. Ella estaba ahí y le faltaba mucho el aire, estaba muy cansada. Después, el 24 que nació la bebé le hicieron cesárea para después intubarla. Ella sabía que la iban a intubar. Ese día me dijo que nos amaba a todos. Nada más eso. Sabía que iba a morir pero no le di pelota, busqué tranquilizarla. Lo más duro de este proceso fue no poder estar con ella porque siempre la acompañé cuando se enfermaba”.
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Un injusto adiós
La familia de Pamela no la pudo acompañar en su último adiós. Su hermana Dayanna no sabe ni siquiera quienes fueron las personas que la acompañaron en el cementerio en el que descansan sus restos. Como toda la familia estaba contagiada debían guardar la cuarentena y Pamela, la muchacha amigable que no soportaba estar sola, no tuvo la cercanía de los suyos en sus últimos instantes.
Un primo suyo, quien trabaja en el centro médico en el que la internaron fue quien estuvo más cerca. Un hermano de él fue quien reconoció el cuerpo. Ellos organizaron sus honras fúnebres.
"Ella estaba muy asustada por la pandemia. Ella estaba en la casa. Ella tenía mucho miedo.
"Fue todo muy rápido. La sensación que tenemos según la psicóloga es que no hemos cerrado ese ciclo porque no la velamos ni enterramos. Tenemos la sensación de que está internada o que nos abandonó. Ni siquiera podemos ir al cementerio a hablarle y llevarle flores o hacerle un funeral, no pudimos hacerlo. La psicóloga dice que es bueno que hagamos algo simbólico.
“Algo que quiero destacar es el agradecimiento por todo el apoyo que nos han dado vecinos y cientos de personas que nos han ayudado en este proceso”, cuenta Dayana, quien dice que su hermana era una excelente hija y una maravillosa tía. Una chica que le temía a los perros y a la sangre y que siempre hacía reír a los demás con sus chistes.
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El vacío de perder a Pamela se intensificó cuando la familia no pudo ir por la recién nacida. Al ser ingresada a la UCI, la muchacha no pudo registrar a la criatura y como ella y su pareja no estaban casados, la niña no fue entregada a su padre, pues su estatus era de una bebé huérfana, cuenta Dayana. Un tío paterno pudo ir por ella, pero el Patronato Nacional de la Infancia veló por la pequeña e incluso se habló de enviarla a un albergue. Anthony encontró la ayuda de un abogado y tras exámenes de ADN la pequeña está en su casa desde hace más de una semana.
Él recalca que en su trabajo le dieron una licencia para que acompañe a la bebé sus primeros meses; además, a su casa llegó su hermana, de 21 años, quien le ayudará con el cuido de los niños pequeños. Doña Olga Montero, mamá de Pamela, también ayuda a cuidar a la bebé. Ella y su esposo, don Juan Luis Salas se encargan de cuidar en su casa a Nitzy, la niña mayor. Todos se aseguran de tener a los pequeños de la mejor forma, tal y como siempre lo hizo la joven mamá.
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