Como posiblemente ocurra con miles de costarricenses, el matrimonio conformado por Roberto Rivera Escobar y Shirley Méndez Madrigal se mantuvo muy al tanto de la llegada de la covid-19 al país y desde marzo ambos se propusieron cuidarse al máximo y cumplir con todos los protocolos que iba dictando el Ministerio de Salud.
Roberto, de 51 años, padecía diabetes e hipertensión, en mucho por herencia genética pero, enamorado de la vida como era, se controlaba como debía ser.
El eje de su existencia desde hace más de 20 años entre noviazgo y matrimonio con Shirley Méndez Madrigal eran ella y su pareja de hijos, una muchacha de 20 y el pequeñito, ahora de ocho años.
Un sentido post publicado en Facebook por Shirley, quien trabaja como jefe de piso en Taco Bell, tras el fallecimiento de su esposo a causa de la pandemia se volvió viral por el amor, paz y admiración que se desprendían de su dedicatoria, y fue en esos centenares de mensajes en los que amigos y conocidos de la pareja ratificaban que Roberto era, efectivamente, un ser humano lleno de alegría, consejos y empujones anímicos para quien lo necesitara. Si podía y tenía con qué, hasta se quitaba el pan de la boca para dárselo a alguien en necesidad.
A Shirley se le desborda el entusiasmo al recordar todo lo vivido con Roberto en tantos años de convivencia y, aunque tiene sus momentos y por supuesto que lo extraña, está anclada en su fe en Dios, tal como lo hacían mancomunadamente ella y él en tiempos no tan buenos.
Con tono sereno, vía telefónica, Shirley accede gustosa a recordar cómo sus vidas se cruzaron en Alajuelita, donde vivían ambos e insiste en que no se imagina haber tenido un esposo más chineador, divertido, amoroso, detallista, protector y buen padre como lo fue Roberto.
Aún así, en su tono no se percibe reclamo ni rebeldía, pues ella y Roberto llevaban un matrimonio blindado por la espiritualidad y, a pesar de su dolor, ella se refugia en su firme creencia de que “todo ocurre en el tiempo de Dios, Él sabrá”.
Su narración sobre cómo de decantaron los hechos que llevaron al fallecimiento de Roberto por causa de la covid-19 empieza con las conversaciones que tuvieron en marzo y cómo estaban siempre pendientes de los reportes del mediodía por parte de las autoridades de Salud. Incluso rememoró cuando el Dr. Daniel Salas insistía en que se cumplieran los protocolos y señalaba que “hoy usted o su familia pueden estar en su casa escuchando este reporte y en semanas o meses podría convertirse en un paciente más”. Y lo comentaban entre ellos, como hace tanta gente.
Exactamente eso fue lo que les ocurrió, a pesar de que desde el primer momento, por tener Roberto condiciones de riesgo, ella se encargaba de bajarse del carro e ir a hacer compras mientras él la esperaba, con el cubrebocas y demás, sin mantener contacto con nadie. Nunca supieron cómo se contagió y obviamente, a estas alturas, ya no tiene importancia.
Lo que sí tiene y tendrá toda la importancia y validez del mundo es el ejemplo de vida que Shirley, sus hijos y familiares y amigos, afirman, les dejó.
“Él era mi todo, desde el principio de la relación me di cuenta de que era una de esas personas que siempre van para adelante, chineador como él solo, él trabajaba por contrato transportando empleados en algunas empresas, entonces era mi chofer, él me veía si yo llegaba bajoneada por alguna cosa en el trabajo o así y me decía '¿Qué, mamacita, cómo le fue en el trabajo… algo me le pasó, verdad? Vamos, vamos a caminar y nos comemos un heladito para que se le olvide, todo se arregla”.
A finales de julio, Roberto empezó a sentirse mal, pero como pasa en muchos casos, cuando se engripaba los resfríos eran muy fuertes, tenía dolor de cuerpo, escalofríos y una tos creciente. Él mismo al sospechar que sus molestias eran más que una gripe de las de siempre, se autorecluyó en una habitación de la casa en la que no tenía contacto con su familia.
Sin embargo, su caso evolucionó y pronto recibió la instrucción de que debía hospitalizarse a finales de julio, en el Hospital Calderón Guardia, desde donde lo reportaron estable por varios días, hasta que empezó a complicarse.
“Lo fueron subiendo de piso conforme se fue poniendo delicado, ya cuando estaba en el Piso 6 yo sabía que estaba con muchas complicaciones ... esa zozobra era insoportable... muy duro el día que llamé, era el 17 de agosto y me dijeron que la cama estaba vacía... yo tuve la ilusión de que lo hubieran cambiado de piso porque había tenido alguna mejoría, pero en eso la persona que me atendió me pidió el número de cédula y pues... me dio la noticia de que Roberto había perdido la batalla ... y vea lo que es, el día anterior había muerto el papá del ministro Salas y a mí me dio un pesar... y saber que al día siguiente nos iba a pasar a nosotros”, reflexiona Shirley.
Sin embargo, pronto dirige sus palabras a quién fue Roberto: “Vea yo sé que no hay matrimonio perfecto pero es que viera cómo nos chinéabamos, él era tan protector, siempre estaba pensando cómo hacer que me sintiera bien, me hacía masajes en los pies, no había día que no me mandara mensajes diciéndome que me amaba, o fotos de él, mientras yo estaba en el trabajo... yo también lo consentía, le fascinaba el pollo en salsa y yo cada vez que podía se lo preparaba... dentro de todo algo que me deja pues una satisfacción es que antes de enfermarse, en esos días, se antojó de arroz con camarones ¡y se lo hice y se pegó una comida! (risas)”.
Las anécdotas se suceden y la conversación se prolonga. Al final, por ósmosis ya hasta a mí me parecía haber conocido a Roberto y con todo lo que su esposa me contó, lo guardaré en mi memoria como un agradable conocido. Ella, por su parte, ya regresó a trabajar, dice que ha recibido un apoyo inmenso y no se queja: para ella “Dios todo lo hace bien” y, de momento, su principal sentir es el agradecimiento por haber disfrutado tantos años junto a semejante compañero de vida. Esta fue la dedicatoria que le ofreció a Roberto en redes sociales:
“Vuela alto mi vida, descansa en paz, en esa paz que solo Dios te puede dar ya no hay dolor, preocupaciones, sufrimiento ya estas en los regazos de Dios disfrutando de la promesa de una vida nueva, vivir sin ti nunca me lo imagine jamás, se que si aquí me cuidabas ahora desde el cielo me vas a cuidar más te amo mi pedacito de cielo... gracias por enseñarme el amor verdadero, gracias por tantas aventuras juntos, gracias por todo, gracias por tanto, gracias por ser esa luz que de ahora en adelante desde el cielo va a iluminar nuestras vidas y me ayudaras a seguir cuidando de nuestros hijos, fuiste el mejor padre y esposo que se pueda imaginar Te amaremos por siempre".