Xinia María Robles Díaz siempre fue una mujer proactiva. Le gustaba ejercitarse y pasar ocupada. Las señales las dio desde hace 57 años, cuando nació. Su mamá, doña Luz Marina Díaz bromeaba con la familia diciendo que su hija siempre fue acelerada, ni siquiera le dio tiempo de ir a dar a luz al hospital: Xinia nació en la cocina de la casa en Guatuso de Patarrá, cuando la zona todavía era rural.
Doña Xinia además de ser tan entusiasta era una mujer colmada de fortaleza y de amor por Dios, valores que les inculcó a sus tres hijos: Jéssica, Rodrigo y María José. Fue una madre amorosa y entregada, quien siempre consentía a sus hijos con su inigualable arroz con pollo y los tamales que hacía para la época navideña en la que ella disfrutaba compartir con sus muchachos y sus siete nietos.
“Era muy callada, pero muy inteligente. Ella siempre trabajó, pero le gustaba mucho bordar. Le gustó la costura. Hacía cuadros, era muy talentosa. Hacía cositas con las manos. Iba a clases de quilting, estuvo en comités de salud, fue parte de muchas cosas. Siempre fue una mujer activa, incluso trabajó en casas”, cuenta Jéssica.
Su hijo Rodrigo la recuerda como una mamá muy dedicada: "Era cariñosa, atenta, siempre preocupándose porque uno estuviera bien arreglado, limpio. Nos tenía comida lista. Fue alegre y muy activa. La caracterizaba la sonrisa que tenía siempre. Dueña de una gran fortaleza”.
Doña Xinia no se doblegó al mieloma múltiple que le trataban hace tiempo. Ese tipo de cáncer que le atacó la sangre y la columna vertebral. Ella se estaba reponiendo y tenía la mejor actitud: no le daba poder a esa enfermad que lamentablemente fue la que complicó su salud luego de que ella se contagiara de coronavirus.
Su hijo Rodrigo Rojas Robles cuenta que ella se contagió en el hospital cuando fue a una sesión de quimioterapia. A los días manifestó ciertos malestares y al hijo le asombró que su madre no percibiera lo condimentada que estaba una ensalada que compartieron. Pasaron los días y doña Xinia atribuyó los malestares a una gripe; aprovecharía el jueves siguiente que iba a quimioterapia para conversar con la doctora.
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Ese jueves, a las 6:30 a.m., ella se subió a un taxi con dirección al hospital. No regresó más.
Ese mismo día a Rodrigo le avisaron que su madre iba a ser internada y que le harían la prueba para saber si era positiva por coronavirus. Al día siguiente se lo confirmaron. Ni él ni sus hermanas tuvieron comunicación con su madre, pues al ser internada no pudo quedarse con su celular.
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Tortuosa partida
"Ese viernes (21 de agosto) nos informan que está estable, que estemos tranquilos, fue el último día que hablamos con Trabajo social. El fin de semana no pudimos contactarnos con nadie. El lunes dijeron que estaba en cuidados intensivos. Ahí uno se empieza a preocupar más. Desde ese momento el proceso se vuelve duro.
“El martes nos llama trabajo social y nos informa que ella está delicada. En pocas palabras que vayamos buscando funeraria. Uno se pone peor. Uno no tiene noticias de ella. Pasó esa semana. Nosotros llamamos todos los días. Solo contestaba trabajo social. Se vive la zozobra de que no se sabe nada. Jueves o viernes indican que tuvo una leve mejoría, uno tenía luz de esperanza, aunque sea poca uno empieza a tener más fe. La semana siguiente la misma situación. Nadie informaba nada. Eso es lo más duro de todo. Usted no sabe qué hacer. La segunda semana nos llaman domingo a las 9 a. m. Hablamos con una doctora y dice que los glóbulos blancos no funcionaban, no estaban atacando la enfermedad. Las células buenas se convertían en malas y que de ese día no iba a pasar. Es durísimo. No terminamos de tragar la noticia y a las 10:30 a. m. nos dicen que ya había fallecido”, relata Rodrigo.
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Doña Xinia falleció un 30 de agosto. Ella se habría contagiado el 13 del mismo mes y una semana después fue internada.
La frialdad de la distancia paraliza más que el frío artificial que congela un contenedor. Allí fue donde Jéssica Rojas observó por última vez a su mamá tras 10 días de no verla ni escucharla.. Luego de vestirse con un traje especial la muchacha pudo llegar a la entrada del container en el que yacía el cuerpo de su mamá. Sus manos no pudieron acariciarla una vez más, tuvo que hacer el reconocimiento y emitirle unas palabras a dos metros de lejanía.
“Es durísimo. Ese día que la reconocí fue durísimo. Cuando me di media vuelta me volví loca. Estaba desubicada, no sabía que hacer, si irme a mi casa o qué. Nadie merece pasar por esto”, dice Jéssica.
Rodrigo interviene: “Ellos mueren como si fueran las peores personas del mundo. Mueren solos, rodeados de extraños. Usted ve gente en la calle y toma esto como burla. Es un proceso demasiado duro. Ni siquiera se puede darles una despedida digna. No se puede tragar el dolor. Yo a veces estoy en la casa y pienso que pronto va a llegar mi mamá”.
Los hermanos no pueden describir su sentimiento, sin embargo, Jéssica invita a reflexionar a las personas a valorar cada instante junto a sus seres amados.
“Hay que aprovechar el momento que uno tiene, que no dé pereza dar un abrazo o compartir un café. Usted no sabe cuál es la última vez que va a compartir con su familia. Uno aprende que no somos eternos”, dijo.
Han pasado cinco semanas desde que doña Xinia falleció, aún en medio de las dolorosas circunstancias sus hijos procuran salir adelante basados en la fortaleza que su madre les transmitió con su ejemplo.