Siempre serio al hablar de la situación económica del país, pero alegre con sus amigos en las reuniones y sus alumnos a la hora de enseñar.
Esa es posiblemente la mejor definición de Francisco de Paula Gutiérrez Gutiérrez, un hombre que sabía cuándo y cómo sacar una sonrisa en los momentos más complejos y uno de los economistas más influyentes en la vida reciente de Costa Rica.
Guti, como lo llamaban de cariño, falleció el domingo 21 de marzo a los 71 años por complicaciones derivadas de la covid-19, dejando como enseñanza a la Costa Rica actual que el bienestar del país está por encima de los colores políticos.
Prueba de ello es que a pesar de ser un liberacionista de corazón, no tuvo problema en trabajar para el gobierno del socialcristiano Abel Pacheco (2002-2006) como presidente del Banco Central, pues siempre tuvo claro que su responsabilidad era con el país y no con un partido.
Su gusto por la economía y la política no surgió de la nada, más bien fue una cuestión de herencia. Su padre y su abuelo siempre estuvieron ligados a esa disciplina y él tomó el mismo camino que sus ancestros. Así obtuvo una licenciatura en Economía en la Universidad de Costa Rica y una maestría y un doctorado en la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos.
A partir de allí comenzó un viaje que le permitió involucrarse poco a poco en la política, para hacer cambios radicales en la economía costarricense. Lo primero que hizo a su regreso al país fue unirse a los Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), primero como director y luego como socio.
Más adelante, en 1986, se incorporó como profesor al INCAE Business School, donde dio clases por 35 años. Fue justamente él quien creó el programa de maestría de Economía Empresarial en esa institución, en la que hasta sus últimos días como profesor fue muy querido y respetado por el personal y los alumnos.
Compromiso
Su profesión como economista se la tomó con toda la seriedad del caso. Sus aportes eran calculados, meditados y asumidos con la mayor madurez y precisión posible, siempre procurando ser responsable con la situación país.
“Decía lo que pensaba, pero lo hacía luego de un análisis pausado, moderado y maduro. Uno siempre sabía que estaba diciendo la verdad y que era una verdad maduramente pensada o sopesada. Era balanceado y muy ecuánime. Incluso en los temas que para otros se volvían rápidamente pasionales y en los que era difícil mantener la calma, él lograba mantener un balance de pensamiento, objetividad y sinceridad”, recuerda Alberto Trejos, su amigo fiel de más de cuatro décadas.
Primero fue ministro de Hacienda, entre 1996 y 1998, cuando José María Figueres Olsen era presidente. Años más tarde, en el 2002, asumió la presidencia del Banco Central de Costa Rica, puesto en el que estuvo hasta el 2010, pasando así por los gobiernos de Abel Pacheco y Óscar Arias.
Durante esos años se encargó de bajar la inflación de Costa Rica, un hecho muy aplaudido por los expertos, pues logró que la cifra, que ya era de dos dígitos (rondaba el 10%), se redujera a prácticamente la mitad.
Así, con madurez y tranquilidad supo manejar cada momento difícil al que se enfrentó el país en materia económica. Esa tranquilidad la expresaba también cuando dialogaba con los demás: les prestaba atención y le gustaba escuchar.
“Esa paz interior de él era muy linda. La gente la sentía como una persona que generaba mucha confianza”, agrega Trejos.
De hecho, en varias ocasiones, le sugirieron buscar la presidencia de la República, sin embargo, él siempre se negó pues consideraba que no era desde allí donde debía aportar al país. Eso sí, desde cualquier esfera donde figuraba sus observaciones sobre las políticas nacionales eran constantes.
Ameno
Lejos del trabajo y de su rol como economista serio, don Francisco era un hombre alegre, jocoso, que disfrutaba de una tarde con amigos mientras de fondo sonaba una mezcla de boleros de las décadas de 1950 y 1960.
Disfrutaba la música…mucho. De repente era el primero que empezaba a cantar cuando estaba con personas cercanas y, según sus allegados, tenía talento.
Y aunque le gustaba hacer reuniones con su grupo de amigos, Guti adoraba aún más pasar tiempo con su familia. Con doña Patricia Toledo tenía 49 años de matrimonio y dos hijos, Marco Vinicio y Esteban. También hablaba con frecuencia de lo mucho que disfrutaba ser abuelo.
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Además, era un apasionado del equipo de sus amores, el Club Sport Cartaginés, y como era de esperarse, vacilaba porque en sus 71 años no había podido ver a Cartaguito ser campeón.
Y aunque si bien era bromista y se le daba muy fácil contar las anécdotas de la forma más divertida posible, no le faltó el respeto a nadie. Era respetuoso, el hombre ejemplar de la risa tranquila.
“Nunca lo vi burlarse de nadie, nunca lo vi hacer un chiste que hiciera a alguien sentirse mal y nunca lo vi decir una mala palabra. Más bien era como que trataba de hacer que el ambiente fuera más ligero, que el ambiente fuera más distendido. Pero era un humor muy constructivo y muy constante”, cuenta Trejos.
Francisco de Paula Gutiérrez fue amigo, papá, esposo, abuelo, profesor, pero sobretodo un ciudadano intachable quien procuró que la economía del país tomara el mejor rumbo.