Desde su fundación en 1994, Foo Fighters ha palpitado a través del corazón de Dave Grohl, pero no fue sino hasta 1997, justo antes del lanzamiento de The Colour and the Shape, que la banda realmente encontró su alma en Taylor Hawkins.
Oliver Taylor Hawkins nació el 17 de febrero de 1972 en Texas, pero creció en Laguna Beach, California, donde se mudó junto a su familia en 1976. Desde muy joven se interesó en la música y participó en diversos proyectos, adquiriendo notoriedad en 1995 cuando se unió a Alanis Morrissette como baterista oficial de la gira Jagged Little Pill. Se mantuvo dentro de la banda de Alanis (incluso apareció en los videos de You Oughta Know y You Learn) hasta que supo, por el mismo Dave Grohl, que Foo Fighters se encontraba buscando nuevo baterista después de la salida de William Goldsmith.
Tocar batería en una banda de rock era algo que Hawkins deseaba hacer desde hace tiempo, aun cuando Grohl no podía creer que estuviera dejando a Morrissette (mucho más famosa que Foo Fighters en aquel momento) para empezar de cero en otro lugar. A partir de ahí, todo cambió para él y para la historia del grupo.
La innegable afinidad entre Grohl y Hawkins es algo raro de encontrar, y eso se vio reflejado en todo lo que Foo Fighters empezó a hacer. La banda proliferó en discos, giras, presentaciones de renombre y hasta en los videos más disparatados y divertidos para acompañar sus canciones más famosas. Incluso protagonizaron Studio 666, una película de comedia de terror estrenada en febrero de 2022.
Había mucho de Taylor en el éxito mundial que acompañó al grupo por años, pues además de su habilidad en la batería, colaboró con vocales, guitarra y piano para varias grabaciones, y fue incluido como co-escritor en cada álbum desde There Is Nothing Left to Lose, lanzado en 1999.
Dave Grohl, famoso por sus tendencias perfeccionistas, había encontrado en Taylor mucho más que el baterista ideal para su banda. Era el mejor amigo y hermano que podía pedirle al Universo. Ese amor fraternal se convirtió en combustible para la esperanza, cuando en el 2001 Taylor estuvo en coma por dos semanas a raíz de una sobredosis de heroína.
Durante ese tiempo, Dave se mantuvo al lado de su cama en el hospital, esperando a que despertara. Diez años después, reveló que escribió la canción On the Mend sobre él. Como consecuencia de ese evento, Taylor tomó decisiones drásticas y buscó rehabilitación para cambiar malos hábitos.
Su mayor padecimiento, aun cuando por su personalidad extrovertida no lo aparentaba en absoluto, era el pánico escénico, por lo que llegó a tomar medicación para combatir la ansiedad.
A inicios del 2022, Foo Fighters anunció una lista de presentaciones que tendrían durante el año, entre ellas varios festivales en Latinoamérica. Nadie imaginaba que para Taylor Hawkins su última vez en el escenario sería el Lollapalooza de Argentina, el 20 de marzo.
El 25 de marzo, horas antes de tocar junto a sus hermanos de banda en el Festival Estéreo Picnic en Bogotá, Taylor Hawkins se encontraba en su habitación del Hotel Four Seasons Casa Medina. Allí experimentó dolor en el pecho y llamó al servicio de emergencias. Al llegar, los paramédicos lo encontraron sin signos vitales. Investigadores declararon después que el baterista sufrió un colapso cardiovascular.
Lo que siguió después es una tormenta de confusión y tristeza para su familia, amigos, seguidores y también para colegas músicos alrededor del mundo. ¿Cómo se reacciona cuando alguien como él de repente ya no está? Quienes lo conocieron coinciden en que su espíritu musical levantaba el ánimo de cualquier persona que tuviera cerca, todos hablan sobre cómo su risa contagiosa llenaba cualquier espacio vacío.
Días después de su fallecimiento, algunos medios publicaron notas respecto a comentarios que, meses atrás, Taylor había externado a algunas personas cercanas sobre el cansancio crónico que venía experimentando, debido al ritmo acelerado que la banda mantenía con las giras. Esto, sin embargo, no fue confirmado por la banda o su representante, pues Taylor nunca expresó abiertamente inconformidad sobre horarios y presentaciones.
Los Foo Fighters se sumieron en el duelo y el silencio por semanas, hasta que en junio anunciaron una serie de homenajes que se encontraban preparando para honrar a su amigo y hermano: The Taylor Hawkins Tribute Concerts. Recordarían a su amigo tal como él lo merecía, con dos eventos globales en setiembre celebrando su legado y música. También se anunció que lo recaudado con la venta de tiquetes se destinaría a organizaciones benéficas seleccionadas por la familia Hawkins.
La lista de músicos invitados se volvió realmente extensa: Liam Gallagher, Brian May, Wolfgang Van Halen, Miley Cyrus, Joan Jett, Nikki Sixx, Lars Ulrich, Chad Smith, Travis Barker, Gene Simmons, entre otros. Pero el invitado más importante de todos fue su propio hijo, también baterista, Shane Hawkins, de 16 años. Foo Fighters tocó la versión de My Hero más emotiva de su historia hasta la fecha, con Shane (quien se puso los característicos shorts de su papá) dándolo todo en la batería.
Como fan de la banda, he repasado muchas veces en mi mente el 4 de octubre de 2019, cuando vimos a Foo Fighters presentarse en el Estadio Nacional, en Costa Rica. Pero después del 25 de marzo, lo que más resuena en mi memoria de ese gran concierto es la voz de Grohl repitiendo una y una vez ¡TAYLOR! ¡TAYLOR HAWKINS! y los gritos de júbilo de todos los asistentes mientras Taylor hacía magia con las baquetas. Estoy segura de que no soy la única que todavía recuerda verlo sonreír muchísimo ese día.