Tocó el cielo con la punta de los dedos. Cuando era joven y famoso vendió 175 millones de discos en todo el planeta; ya de viejo y con la voz gastada rompió todas las marcas en Spotify, la tierra sagrada de los milenaristas.
De no ser por su repentina muerte, jamás habría salido del rincón donde vivió confinado, abducido por el círculo de favoritos que lo rodeó desde que los gustos del público –en los años 80– lo sacaron de circulación pública.
Aún así intentó volver a los viejos tiempos, aquellos en que cantó ante 45 mil personas en el Madison Square Garden, o cuando logró vender 13 millones de copias de Vivir así es morir de amor, el buque insignia de su flota disquera.
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Le cantó al amor y al despecho, pero Camilo Blanes Cortés bebió el acíbar del segundo por el fracaso y la decepción de quienes menos esperaba.
Todavía en el 2018 produjo Camilo Sinfónico, un álbum compilatorio de sus grandes éxitos orquestales; parecía que el cantante tomaba un quinto aire y al fin –en el poniente de su carrera– recuperaba un poco de su añejo brillo.
Los achaques de la edad lo convirtieron en un saco de enfermedades. Con 55 años sobrevivió a un trasplante de hígado; a los 67 se rompió un pie y pasó varias veces por el quirófano; un mes antes de morir lidió con un cólico renal.
Para azuzar a la jauría periodística sometió su rostro a una cirugía estética, que le dejó la boca como la de un muñeco de ventrilocuo.
Con su natural desparpajo apostilló: “Esas son cosas frívolas al lado de todo lo que he hecho en mi vida, escrito, compuesto, producido y cantado a los largo de tantos años”.
Solo un hombre
La timidez lo engulló. Prefirió vivir encapsulado en su mansión madrileña de Torrelodones –donde recibía las visitas de sus preferidos– que rodar por el mundo desvencijado por la edad.
Era un mitómano que construyó una imagen de artista solitario, abatido por el desamor, acorralado por los fantasmas de su ambigüedad sexual y los chismes faranduleros en torno a su narcisismo.
Sus amigos eran exiguos y lamentaron las dificultades interpuestas por sus acólitos para comunicarse con Camilo, y menos ir a visitarlo. La soledad era su compañía y, al parecer, la disfrutaba mucho.
Quienes lo conocieron dieron fe de su alergia a los demás, y como construyó un muro contra quienes osaron indagar en su vida privada, ansiosos de conocer cómo era en la intimidad cuando se apagaban los focos publicitarios.
Era una versión masculina de Greta Garbo, una especie de Ciudadano Kane o más bien un Hamlet, atrapado por el dolor, la traición y la ira.
Habría que rastrear la causa de esa melancolía en sus humildes orígenes. Nació el 16 de setiembre de 1946, en Alcoy –Alicante– en el hogar de Eliseo Blanes y Joaquina Cortés. Falleció el pasado domingo 8 de setiembre.
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Al niño le endosaron Camilo, y como fue el sexto de su familia con ese nombre, cuando se lanzó a cantar en solitario le agregó ese ordinal que después cambió por uno más mercadeable: Camilo Sesto.
Para un hogar pobre, un hijo talentoso es un tesoro invaluable. Camilo tenía el carisma de cantar; así lo demostró en el coro colegial, pero fue hasta los 16 años que lo apreció y a los 18 años se fue a Madrid, a probar fortuna como baladista.
Soltero dorado
Le fue de maravilla en los negocios, pero como un quebrado en el amor. Sostuvo relaciones fugaces, muchas en secreto, y el único amor verdadero conocido fue hacia su hijo Camilín, hoy de 38 años y heredero de su legado.
Todavía estaban tibios los huesos del bardo y las redes sociales fueron inundadas de examantes del divo empeñadas en decir y callar sus amoríos con él.
A juzgar por la lista de conquistas, Camilo era un muerdequedito. Además de Lourdes Ornelas, madre del único retoño, figuran Andrea Bronston, Lucía Bose, Blanca Estrada, otras más y Norberto Lázaro, un asistente quien fue su pareja.
Más allá de esas tonterías, ni un ingrato desconocería el aporte de la estrella al pop en español y como, junto a Julio Iglesias, Raphael y Nino Bravo, proyectó la música romántica a todo el orbe.
En su vasta carrera grabó 40 discos, medio centenar de sus piezas ocuparon el primer lugar en ventas en decenas de países; y los millones de acetatos vendidos lo ubican como uno de los más grandes artistas españoles.
Pero en cuestión de amores fue un ingenuo, traicionado por la razón y dominado por el corazón. El hombre que parecía indestructible no sabía luchar contra el amor, por eso “su alma llora”.
Amigo de la soledad
Vida relajada. En su retiro voluntario se dedicó a leer, escribir y enterarse de todas la noticias que ocurrían a alrededor y descubrir la forma en que podía ser útil.
Nombre artístico. A los 19 años se unió al grupo Los Botines y a los 24 inició su carrera en solitario, con el nombre de Camilo Sexto, que más tarde sería Sesto y con él pasaría a la inmortalidad artística.
La profecía. Actuó en Los Chicos del Preu y ahí lanzó este vaticinio: “Con esta guitarra la voy a armar, seré famoso, grabaré discos que se venderán por millones”.