Un imbécil genial. Vivió como un caracol sin concha; observado con asombro e incredulidad y casi siempre con estupor.
Tal vez fue solo un patán con talento. Según sus cuentas, se acostó con 10 mil mujeres; aún así tuvo tiempo para escribir 300 libros y vender 500 millones de ejemplares, traducidos a 55 idiomas.
A los 16 años dejó el colegio y trabajó en una panadería, después en una biblioteca y acabó como redactor en la Gazette de Lieja, el periódico de la ciudad donde nació el 13 de febrero de 1903, como Georges Joseph Christian Simenon.
LEA MÁS: Página Negra: María Montez, reina de las Mil y una Noches
Desde la sección de sucesos conoció los ambientes más sórdidos de Bélgica, desde la política hasta la criminalidad; entre cantinas y prostíbulos aprendió a escribir rápido, trazar los caracteres humanos y el lado oscuro del corazón.
Una mañana escribió una novela corta y ganó un concurso literario. Tenía 21 años, una imaginación envidiable y un método de trabajo hiperactivo: duraba dos meses para pensar la trama y 15 días para escribirla, en silencio y sin molestias.
Los nombres de sus personajes los sacaba de la guía telefónica; los pronunciaba en voz alta para darles forma.
Su padre –Desiré, empleado de una aseguradora– murió en 1922 y él se marchó a París; ahí frecuentó a los artistas bohemios, bebió –además de mucho alcohol– de las inquietudes culturales y comenzó a ganar mucho dinero.
Cada mes envió una remesa a su madre Henriette; ella la guardó y un día se la devolvió. Nunca quiso nada de su hijo; siempre le reprochó la muerte –en Indochina– de su hermano Christian. Para ella, Georges debió morir en su lugar.
El perro canelo
Es imposible saber que las obras de Simenon citan 1800 ciudades distintas; fueron publicadas en 27 volúmenes o sirvieron de base a unas 50 películas. Pero solo un klingon ignoraría que Georges fue el padre del Inspector Jules Maigret.
El belga escribió 78 novelas con ese personaje y le sacó buena plata durante 43 años; desde que lo parió en 1929 –con Pierre el Letón– hasta que lo abandonó en 1972 con Maigret y el Sr. Charles.
Después publicó obras autobiográficas, pero quedaron sepultadas por las andanzas de su hijo predilecto, narradas en un estilo directo y sin florituras; envidiado por vacas sagradas de la talla de André Gide, quien coleccionaba sus novelas.
La madre de Georges nunca apoyó su talento; aprendió a leer y a escribir a los tres años; asistió a una escuela y colegio católico donde fue un brillante alumno. A los ocho años leía los clásicos literarios rusos, franceses y norteamericanos.
En París desplegó su capacidad y fue secretario del Marqués Raymond Destutt de Tracy; vivió en su castillo y disfrutó de la impresionante biblioteca del aristócrata.
Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial él y su hermano fueron acusados de colaborar con los nazis; para evitar daños en su carrera viajó a Canadá, se estableció en Estados Unidos y finalmente en la avariciosa Suiza.
LEA MÁS: Página negra: Caridad Bravo Adams, patrona del drama cursi y apasionado
Ahí murió por última vez el 4 de setiembre de 1989. La primera fue a los 37 años cuando le detectaron un mal cardíaco, creyó que moriría y escribió sus memorias para su hijo Marc. La segunda, cuando su hija Marie-Jo se pegó un tiro.
Memoria íntima
Con las mujeres, como con sus novelas, prefirió la cantidad a la calidad. Para Simenon el único contacto que valía con ellas era el sexual; en su caso lo necesitaba tres veces al día, igual que la comida: desayuno, almuerzo, cena y algún entremés.
Las usaba y las desechaba como kleenex. Si nos atenemos a sus recuerdos se estrenó a los 12 años y probó en todas las categorías sexuales, de una mosca para arriba todo era cacería.
A los 18 años vendió el reloj de bolsillo que le heredó su padre, para pagar los servicios de “una espléndida negra”. Tenía hambre de todas las mujeres con las que se cruzaba en la calle; una grupa ondulante lo volvía al revés.
Se casó tres veces y engendró a cuatro hijos. La primera boda fue a los 20 años con Regine –Tigy– Renchon, una pintora de Lieja, con la que vivió 27 años y tuvo un hijo, Marc.
La segunda fue la canadiense Denyse Quimet. Con ella iba a los burdeles a buscar rameras para saciar su lujuria. Los celos, la pasión y las peleas alcohólicas acabaron con el matrimonio.
La tercera esposa fue Teresa Sburelin, la enfermera que contrató para cuidar a Denyse durante su convalecencia.
Puede ser que Simenon fuera un tipejo desagradable y egoísta, uno más de los nueve mil personajes que salieron de su calenturienta imaginación literaria y del exceso de testosterona.
Vicios privados
Extraña relación. Con su hija Marie-Jo mantuvo una conexión que algunos consideraron casi incestuosa.
Odio materno. La madre Henriette lo detestó con las entrañas, porque prefería al pequeño Christian; pero la acompañó todos los días en su lecho de muerte.
Adicto sexual. Fue un maratonista erótico y cliente habitual de los burdeles por donde pasó; lo mismo fue amante de la célebre Josephine Baker que de una cocinera llamada Boule.