Matar lo calmaba. Para una buena siesta, nada como un asesinato. Mejor que tomar valium. Las víctimas eran lo de menos, casi siempre chivatos o rufianes, a veces mujeres, aunque lo negó siempre.
Un tiro en el entrecejo, en la sien, por la espalda o ametrallados, las armas blancas eran para pendejos. Con las damas fue más delicado y las estranguló con sus propias manos. Eso sí, nunca mató niños, porque daba mala suerte.
Meticuloso como un contabilista, antes de abandonar los cadáveres en sótanos olvidados o en lotes baldíos, les arrancaba los dientes y les cortaba los dedos de los pies y de las manos, para evitar su identificación.
Nadie tomaba en broma a James Joseph Bulger Jr, apodado “Whitey”, porque tenía el pelo rubio, como los querubines de las pinturas de Rafael.
En el vecindario de South Boston, donde nació el 3 de setiembre de 1929, cursó con honores el propedéutico criminal; en la niñez se labró una sólida reputación como ladrón y peleador callejero.
Con 12 años fue admitido en la pandilla Los Tréboles; fundada por unos paisanos irlandeses, en alusión al símbolo nacional de ese país y emblema de San Patricio.
A punta de navajas y balas ascendió en la jerarquía criminal. A los 14 años lo arrestaron por vándalo; más tarde lo procesaron por asalto, falsificación y robo a mano armada. Pasó la adolescencia en un reformatorio.
Lo liberaron en 1948 y se unió a la Fuerza Aérea; continuó su vida depredadora y acabó en la prisión militar, salió con 23 años y regresó a Massachusetts donde desplegó sus alas como un ángel malvado.
Buenos amigos
Los padres de “Whitey” eran personas honorables; sus hermanos menores William y John destacaron en los estudios y acabaron en la picota pública. El papá, James, fue un estibador portuario; en un accidente laboral quedó manco y arrastró a la miseria a su mujer Jean McCarthy.
William, apodado Billy, no se dedicó al crimen, sino a la política y le fue de maravilla, tanto que presidió el Senado de Massachusetts y la Universidad de ese estado. A este cargo lo obligaron a renunciar.
En cuanto a John en lugar de delincuente fue abogado. Llegó a ser magistrado de la corte y en el 2003 lo declararon culpable de perjurio, al mentir sobre el paradero de James.
La verdad es difícil saber cuál de los tres vástagos era peor. Pero sigamos con la oveja negra, porque el mafioso fundó con Stephen –The Rifleman– Flemini la “Banda de Winter Hill”.
Los dos manejaron por 25 años –a sangre y fuego– los negocios sucios en el sur de Boston. Bulger destacó por su inclemencia, decisión, impasiblidad y brutalidad, al amparo de un código de silencio y protección a sus pandilleros.
En los años 70 y 80 del siglo 20 reinó en el inframundo del atildado Boston, gracias a un acuerdo de confidencialidad con el FBI. Él daba información sobre las bandas italianas y los agentes federales se hacían de la vista gorda.
Así montó un imperio maligno de tráfico de drogas, extorsión, apuestas ilegales, lavado de dinero, tenencia de armas y una vida de película inmmortalizada en la cinta Infiltrados, con Jack Nicholson, que ganó cuatro Oscar en el 2007.
Fin de la fiesta
El pacto funcionó sin trabas hasta que en 1994 el oficial retirado, John Connolly, amigo de la infancia del gángster, lo alertó de que el FBI le echaría el guante.
Bulger huyó con su amante Catherine Greig y durante 16 años fue uno de los criminales más buscados en Estados Unidos, solo superado por Osama bin Laden –por razones obvias–.
En ese lapso el FBI quedó estigmatizado por corrupto; buscó a James para silenciarlo y ofreció $2 millones por su captura. Las pandillas rivales lanzaron una orden de muerte sobre la “rata” que los delató.
Tras una intensa cacería lograron ubicar a la pareja en Santa Mónica, California, y un juzgado lo condenó por 31 delitos de toda laya, además de 11 de 19 asesinatos.
Con 85 años ingresó a la prisión en Florida, para cumplir dos cadenas perpetuas; el 23 de octubre del 2018 fue enviado a una cárcel en Oklahoma y ahí le dieron la bienvenida Freddy –Fotios– Geas y Paul J. DeCologero, huéspedes inveterados de ese centro penal.
El 30 de ese mes un guarda intentó despertarlo. En algún momento de la madrugada le machacaron los sesos, con un candado envuelto en una media.
Una vez confesó que no era un ángel y solo con buenos hábitos de conducta y una actitud sensible cambiaría su vida. Nunca movió ni una uña para lograrlo, porque James Bulger era un hombre con mala levadura.
Trayectoria delictiva. Inició a los 12 años en una pandilla juvenil en Boston; a los 26 años fundó su propia banda y controló los delitos en el sur de esa ciudad.
Pacto criminal. Llegó a un acuerdo con el FBI para delatar a sus rivales italianos, y siguió impunemente sus actividades delictivas.
Estela asesina. James Bulger fue acusado de cometer 19 asesinatos, tráfico de drogas, extorsión, lavado de dinero y conspiración.