Jamás tomó en serio la actuación. Nunca quiso ser una estrella. Odiaba lo que era y al final Hollywood, una ciudad llena de ratas humanas, la mató, la enterró y la olvidó.
Bella, efímera y maldita, nadie imaginó que Constance Frances Marie Ockelman sería imitada por una constelación de divas.
Celebridades como Nicole Kidman, Blake Lively, Jessica Chastain o cualquier actriz y modelo de medio pelo copió su mirada sugestiva, oculta por un largo mechón rubio que caía sobre su ojo derecho, como una profecía erótica.
Si dicho lo dicho nadie identifica a esta bomba atómica de los años 40, bastaría contar que su imagen inspiró el personaje de Jessica Rabbit en ¿Quién mató a Roger Rabbit?.
Obvio, se trata de Veronica Lake. El nombre que le ensartaron recién parida –el 14 noviembre de 1922 en Brooklyn, Nueva York– lo cambió un productor de los estudios Paramount en referencia al azul de sus ojos, profundos como un lago.
El escritor de novelas negras, Raymond Chandler, que compartió el plató de La Dalia Azul, en 1946, se refería a ella como “Moronica Lake”. Moronic, en inglés es algo así como idiota o imbécil.
Menos considerado fue Fredric March. Con él filmó I married a witch –en vernáculo Me casé con una bruja–; March varió witch por bitch y quedó: Me casé con una zorra.
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Antes de su primer papel estelar, a los 19 años, salió en la portada de Life como la “estrella más excitante del año”; corrió como pólvora el runrún de su belleza misteriosa, que la Paramount convirtió en una vampiresa del cine negro.
Fantasía de estrellas
Todas las actrices han tenido su “toque”. Las hombreras de Joanne Crawford; las piernas de Heddy Lamarr; los trajes andróginos de Marlene Dietrich; el largo guante de Rita Hayworth o el inolvidable lunar de Marilyn Monroe,
El de Veronica fue su éxito y su desgracia. Los onanistas gastaron kilos de aceite extasiados con el “peek-a-boo” -mirar tras la mirilla-; la marca de la casa que la elevó al cielo como un misil.
Mientras esperaba por una prueba de cámara para Vuelo de águilas, un mechón de su platinado cabello cayó sobre su ojo derecho; ella pensó que la desecharían por fea, pero al productor Arthur Hornblow le pareció un gesto lúbrico.
Aquella mirada era como la de La Gorgona, helada, paralizante y maligna. El furor fue total entre las mujeres y el mechón de Lake elevó la tasa de accidentes laborales, tanto que el Departamento de Guerra la llamó a cuentas.
Las mechas de las patrióticas gringas quedaban trabadas en los taladros, prensas neumáticas, sierras, poleas y en lugar de parecerse a Rosie la remachadora, querían ser como Veronika Lake, hasta fumaban…¡Santo cielo!
La obligaron a grabar un anuncio donde se cortó el pelo, como Sansón, y sanseacabó: la malicia, el embrujo y el deseo. Fue la primera “fashion victim”.
Dalia azul
Mujer incómoda. En la adolescencia le detectaron esquizofrenia paranoide y el médico aconsejó a su madre, Constance Trimble, que la matriculara en clases de actuación, para calmarla.
El padre de la niña, Harry E. Ockelman, trabajó en un barco petrolero que explotó y lo desintegró. Eso devastó a Veronika, pero no a su mamá que se casó con un amiguito, Anthony Keane, para peores periodista.
La pequeña era la piel de judas y la enviaron a un colegio católico. A los 16 años se instaló en California y obtuvo unos papeles miserables, hasta que logró un contrato con la Paramount gracias a su belleza y destrezas de alcoba.
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Filmó 30 películas y fue la marca mujeril del cine negro. Su tamaño –1,50 cm– le permitió ser la pareja indiscutible de Allan Ladd, que medía 1,65 cm y con ella no tenía que usar tacones.
Opacó a connotadas estrellas –sin salir en los créditos– en Hold Back the Dawn y brilló sola en Los viajes de Sullivan y Sangre en Filipinas.
Sumó enemigos por donde pasó; su especialidad era caer mal. En los años 40 grabó 18 cintas y tras el fatal corte capilar murió el encanto.
Cayó en la droga y se empapó de alcohol; tiró los ahorros por la cuneta y acabó en un pantano de relaciones amorosas tóxicas. Tuvo tres hijos, un aborto y dos matrimonios; uno con un chulo que la dejó tirada y otro con un marinero.
El gobierno la embargó y su propia mama la demandó por abandonarla. Acabó en la calle. Consiguió trabajo de camarera y un periodista divulgó el chisme.
Padeció de cirrosis hepática y a los 50 años –el 7 de julio de 1973– una falla renal la envió al otro patio.
Fría y enigmática; más que un sex-symbol fue un sex-zombie.
Por la boca muere el pez
Cuenta claras. “La mujeres somos siempre un problema para los hombres sin imaginación. Ellos, cuando hacen negocios con nosotras, esperan que nos comportemos como vacas apacibles”.
Directo al punto. "Mi productor se sube al avión a las siete en punto, a las ocho lo tendré en la cama y para las nueve tendré todo lo que quiero”.
Sin pena. “Podrías poner todo mi talento en tu ojo izquierdo y seguirías sin padecer de la vista”.