“Entre soldados hambrientos y en guiñapos, entumecidos de soportar aguaceros, ¡qué guapa debió de haber estado doña Pancha!, ceñido al cinto algún espadón de los tomados al enemigo, cubierta la cabeza con el típico sombrero de palma alón, terciado a la espalda el pesado rifle de chispa y chispeando al sol la luz de sus ojos rebosantes de triunfo”.
El escritor Carlos Luis Sáenz describió así lo que pudo haber sido la imagen triunfante de Francisca Carrasco cuando las tropas costarricenses llegaron a San Juan del Norte luego de la expedición que hicieron al río San Juan, donde quitaron a los filibusteros el dominio del río. Expedición que se llevó a cabo a finales de 1856 y en la que también Pancha participó como soldadera (mujer que trabajó hombro a hombro junto al ejército costarricense).
Esta fue una de las varias veces que Pancha empuñó las armas, que tomó para defender a la patria. Fue una de las veces en las que demostró su valentía y su fortaleza de carácter.
Sin duda, el año de 1856 está marcado en la historia nacional como el de la defensa memorable de nuestro país. Se recuerda como la época en que los costarricenses, amantes de su libertad, arriesgaron sus vidas para cuidarla.
Durante la Campaña Nacional de 1856-1857 cundía un heroísmo desbordado que se confirmaba en la manera de los soldados ticos de enfrentar a la muerte en pos de la libertad; hombres y mujeres acudieron al llamado de Juanito Mora cuando con aquella proclama de “¡A las armas!”, convocó a los ciudadanos a pelear por el país. Una de las primeras en sumarse a la causa fue doña Pancha.
En el marco de la celebración del Bicentenario de la Independencia de Costa Rica repasamos uno de los hitos históricos más importantes del país, pero esta vez desde la perspectiva de un personaje femenino que dejó una huella trascendental no solo en la protección de la soberanía nacional, sino también en el papel que han jugado las mujeres en el desarrollo de la patria.
Fue la hermana mayor de una prole de cuatro hijos: Francisca, Petronila de Jesús, Andrea de Jesús y Pablo de Jesús.
Pancha Carrasco es un ícono de hidalguía y de entereza, cuya historia quedó relegada en el tiempo hasta que, hace pocos años, se le concedieron los honores respectivos en los libros de estudio. Fue relegada pese a que el propio Juanito Mora alabó su valentía y que, al morir, fuera despedida con los mayores honores cívicos, sociales y militares de la época; gracias al servicio que prestó en la gesta heróica de 1856, especialmente por su valor en la Batalla de Rivas, Nicaragua, el 11 de abril de ese año.
Nacida para romper barreras
Francisca Carrasco Jiménez nació en Taras de Cartago, a orillas del río Reventado en el sitio conocido como La Calle del Sesmonte, el 8 de abril de 1816.
Francisca llegó al mundo en el seno de una familia de mestizos y mulatos, según consta en la genealogía que publicó Mauricio Meléndez en su columna Raíces, en la versión web de La Nación, en el 2006.
Fue hija de José Francisco Carrasco Méndez y María Trinidad Jiménez.
“Tanto la familia Carrasco como la Jiménez tenían orígenes mezclados de indios, negros y españoles, pero curiosamente ninguna de las tres raíces básicas resulta fácil de identificar pues la mezcla antigua proviene de los siglos XVII y XVI, en los cuales hay lagunas documentales difíciles de subsanar, sobre todo para familias de origen humilde y mezclado, como los de Carrasco Jiménez”, explicó el genealogista.
“Francisca Carrasco fue hija de José Francisco Carrasco y María de la Trinidad Jiménez; él casi siempre fue consignado en los documentos como mulato y ella, en cambio, casi siempre como mestiza (aunque el padre de ella es citado a menudo como mulato también). Así pues, el origen de Pancha Carrasco es humilde”, explicó el experto.
Fue la hermana mayor de una prole de cuatro hijos: Francisca, Petronila de Jesús, Andrea de Jesús y Pablo de Jesús.
“Ella fue la primogénita, eso implicó que siendo la mayor fue ‘hecha’ (criada) por el papá. Ella aprendió todos los trabajos que no eran considerados mujeriles, sino a hacer lo que fuese menester. Desde picar leña hasta tratar asuntos de comercio, así fue como se le formó el carácter”, explicó Dionisio Cabal, cantautor, escritor e investigador de la cultura costarricense.
Francisca creció en una sociedad patriarcal, cuyas costumbres dictaban que las mujeres estaban destinadas a las labores domésticas y a la crianza de los hijos.
La sociedad costarricense se construyó a partir del predominio masculino, por lo que el papel de la mujer era el de subordinada, con rol de sumisa y recatada. Cualquier actividad contraria a lo que se dictaba era vista con desaprobación tanto por hombres como por otras mujeres, explica claramente el documento Heroína nacional y defensora de las libertades patrias: Francisca Carrasco Jiménez, elaborado por la historiadora Laura María Rivera Figueroa.
Sin embargo, desde su infancia Pancha demostró que no había nacido para seguir reglas.
“Pancha, en su momento, destacó más allá de lo que ella misma hubiese imaginado, apoyada en su carácter, como una mujer de gran seguridad. Uno de los episodios que se cuentan y que están relativamente documentados es el de su enfrentamiento con Morazán. Se dice que lo apedrea a la entrada a San José.
— Dionisio Cabal, investigador cultural.
Estuvo casada tres veces, dos de ellas enviudó. Contrajo sus primeras nupcias con Juan Manuel Solano Montoya, un artesano cartaginés, en abril de 1834, según explica Meléndez. De ese matrimonio nacieron sus dos únicas hijas: María Josefa y María Manuela, la primera de ellas murió en la infancia, mientras que María Manuela sería quien acompañara a su madre hasta la muerte.
Su segundo esposo fue Espíritu Santo Espiñoza Ríos, escazuceño y también artesano.
“Se sabe que en un momento determinado Espíritu Santo la agrede, ella lo denuncia en el juzgado y gana. Por este motivo Espíritu Santo va a la cárcel. Me parece todo un hito en la historia este acontecimiento ya que acudió a los tribunales porque sabía que tenía derechos, fuese lo que fuese que dijera la legislación en ese tiempo. Ella nunca se dejó”, recordó Cabal.
Esta acusación fue presentada por la mujer en 1846, según recopiló Meléndez en su escrito.
“En esta fecha compareció la señora Francisca Carrasco, esposa legítima de Espíritu Santo Espinoza, demandando a su marido por haberla golpeado, échole pedazos una camisa y haberla injuriado con palabras indecorosas”, reza la demanda interpuesta ante un juez militar de la Ciudad de Cartago.
Espíritu Santo contestó que los cargos eran ciertos, que la había castigado y que le rompió la ropa y que no había causa para estas acciones. El marido fue castigado con 15 días de arresto.
Curiosamente Francisca se unió al ejército costarricense para la Campaña de 1856 junto a Espíritu Santo, quien perdió la vida durante la Batalla de Rivas, misma en la que Pancha surgió como figura heróica del enfrentamiento.
El tercer matrimonio se registró el 30 de mayo de 1856, esta vez fue con Gil Zúñiga, a quien posiblemente conoció durante la gesta nacional, ya que él también sirvió en el ejército tico.
La vida marital de Pancha no fue nada sencilla ya que en su tercer matrimonio también sufrió por causa de su marido. Esto consta en los documentos que recopiló Meléndez sobre el pleito que hubo por los bienes de Pancha entre Gil Zúñiga y Manuela Solano (viudo e hija), cuando falleció la heroína.
De armas tomar
El primer registro que existe del carácter defensor de la patria, de Pancha Carrasco, se remonta a un episodio que sucedió el 10 de setiembre de 1842.
Rivera Figueroa recordó que ese día Pancha participó en una revuelta en contra del militar hondureño Francisco Morazán Quesada, quien había ingresado a Costa Rica en abril de ese año e instauró una dictadura en el país al derrocar la jefatura de Estado de Braulio Carrillo.
En la revuelta, que sucedió en un barrio josefino, Francisca a caballo y acompañada por varias mujeres instaba al pueblo a que se levantara en contra del dictador. Morazán y su comitiva pasaron por el lugar cuando, según la historia popular, Francisca se bajó de su caballo, tomó piedras del camino y las lanzó hacia el militar golpeándolo con una de ellas.
Auxiló enfermos, cocinó, lavó y remendó ropa. Se dice que mantuvo actualizado el censo de heridos y muertos, además de que realizó labores de sepulturera y secretaria; también cantó para animar a los hombres que combatían.
“Pancha en su momento destacó más allá de lo que ella misma hubiese imaginado, apoyada en su carácter, como una mujer de gran seguridad. Uno de los episodios que se cuentan y que están relativamente documentados es el de su enfrentamiento con Morazán. Se dice que lo apedrea a la entrada a San José”, explicó Cabal.
Rivera Figueroa narra que este suceso demostró el temple de Pancha en su lucha por la soberanía y la democracia, sin importar los riesgos. ”Al día siguiente de este hecho, estalló en San José un movimiento popular en contra de Morazán, motín con el que fue apresado tanto él como sus generales. Luego fue fusilado el 15 de setiembre del mismo año”, recopiló la historiadora.
A la guerra
William Walker y los filibusteros ocuparon y tomaron el poder en Nicaragua con el fin de crear en Centroamérica un estado militar e implementar de nuevo la esclavitud.
Ante la amenaza, el presidente Juan Rafael Mora Porras llama al pueblo a las armas con una proclama que se publicó el 1. ° de marzo de 1856: “¡A las armas¡ Ha llegado el momento que os anuncié. Marchemos a Nicaragua a destruir esa falange impía que la ha reducido a la más oprobiosa esclavitud. Marchemos a combatir por la libertad de nuestros hermanos”.
El mensaje de Mora envalentonó a Francisca Carrasco, quien acudió al llamado.
A sus 40 años Pancha se inscribió como soldadera en el ejército para combatir a los filibusteros. Junto al resto del ejército, formado por campesinos y labradores, Pancha emprendió el aparatoso trayecto de San José a Guanacaste, el 4 de marzo de 1856.
Al principio, y como era lo que indicaba la sociedad, se le asignaron tareas que correspondían a las mujeres.
Pancha auxiló enfermos, cocinó, lavó y remendó ropa. Se dice que mantuvo actualizado el censo de heridos y muertos, además de que realizó labores de sepulturera y secretaria; también cantó para animar a los hombres que combatían.
Sin embargo, cuando fue necesario y sin importarle los prejuicios, Carrasco empuñó el fusil en otro de los escenarios más recordados de la historia: la Batalla de Rivas.
Fue un triunfo personal, pero de gran valía para el escuadrón costarricense. De acuerdo con el libro Francisca Carrasco (1816-1890), publicado por Carlos Manuel Zamora Hernández, la costarricense fue la responsable de recuperar un cañón que estaba en manos de los filibusteros, un arma que había acabado con muchas vidas ticas durante el enfrentamiento.
“Doña Pancha, al salir de una casona situada a una cuadra y media del poniente de la plaza (Rivas), en donde el cuartel general se hallaba ubicado, arma en puño, valerosa como digna representante de su patria y del ejército costarricense, dirigió la acción contra un núcleo de los invasores de Walker, un cañón que era cargado con metralla y que ostentaban los filibusteros, fue el objetivo. Preparó su fusil, apuntó y disparó, el jefe del cañoncito cayó fulminado. Los filibusteros al ver rodar a su jefe huyeron en desbandada aterrados del valor y la serenidad de los ‘pie en el suelo’. Entonces Pancha, desafiando los disparos que rasgaban el silencio casi conventual de la ciudad de Rivas, corrió hacia la artillería y ayudada por soldados valerosos patriotas desconocidos héroes, llevaron al cuartel el cañoncito”, narró Zamora.
Sobre este episodio en particular Dionisio Cabal también se refirió y afirma que este es un fiel ejemplo de la pasión en combate que ella expresaba. “Hay quienes dicen que quien mata al operador del cañón es el doctor Karl Hoffmann, otros afirman que fue doña Pancha. La recuperación del cañón supuso un mérito en esa batalla porque ese cañón nos hizo perder muchos soldados. No dudo que Hoffmann hubiera querido combatir, pero pienso que en media refriega, tan mal que nos iba, él estaba en el hospital de la Campaña con otros médicos”, dijo.
Esta situación significó un beneficio para el ejército costarricense ya que la intención era atacar al Mesón de guerra, centro ofensivo de los fililbusteros. Aquí es donde entra a participar la figura del soldado Juan Santamaría, quien de manera valiente se enfrasca en la misión de incendiarlo.
Tras la victoria, Francisca retornó a pie a suelo costarricense al lado del general José María Cañas, atendiendo en el camino a los enfermos, consolando a los desahuciados y enterrando a los muertos.
A finales de 1856 el gobierno consideró que había que sacar a los filibusteros del puesto militar de la Vía del Tránsito, en el río San Juan (por donde recibían los invasores el reabastecimiento de hombres y suministros). Francisca, una vez más, se suma a esta misión.
“En 20 días de campaña, a través de desiertos cuajados de víboras, de selvas espesísimas, de pantanos y de ciénagas detestables, de ríos caudalosos; nuestros soldados han marchado a peso de vencedores apoderándose de La Trinidad, Castillo Viejo, Fuerte San Carlos, de los vapores y otras embarcaciones, de 10 cañones, tres obuses, 500 rifles, multitud de espadas, revólveres y pertrechos de guerra y más de 100 enemigos que hemos puesto en generosa libertad. Sobre el río San Juan y el Gran Lago, no iluminan rayos de sol otra bandera que la costarricense”, así describió Juanito Mora las proezas realizadas en dicha expedición, explicó Carlos Luis Fallas.
“Sin duda ella hizo mucho más de lo que sabemos. Las descripciones que me hicieron sus bisnietas fueron de una mujer con un delantal grandísimo en el que cargaba los plomos para los rifles. Los llevaba amarrados y se movía en las distintas trincheras de los soldados”, expresó Cabal, quien para una investigación tuvo la oportunidad de entrevistar a dos de las bisnietas de Carrasco.
“Por muchos años Pancha estuvo relegada en la historia, al igual que Juanito Mora. Hubo mucha rencilla política al punto que culminó con la muerte de Mora”.
— John Sánchez, escritor y dramaturgo.
Tras su valerosa participación en la Campaña de 1856-1857, Carrasco recibió los honores correspondientes por parte de Juanito Mora. Ella, al igual que los soldados que lucharon en las batallas, recibió una medalla de oro en la cual se lee: “En homenaje a la mujer de aquella gloriosa gesta: Santa Rosa, Rivas, San Juan, presa de vapores, Castillo, Fuerte San Jorge”. Al reverso dice: “Costa Rica agradecida. Premio al valor”.
Su muerte
Francisca falleció a los 74 años el 31 de diciembre de 1890, en la localidad conocida como La Puebla, en San José.
Murió en situación de extrema pobreza, ya que no fue hasta pocos años antes de su fallecimiento que le solicitó a las autoridades una pensión militar para subsanar sus gastos.
“La pidió porque ya no le daban más las fuerzas para trabajar, por su condición de pobre. No creo que le haya dado mucho gusto tener que pedirla”, comentó el escritor y dramaturgo John Sánchez Alfaro, autor del libro Pancha Carrasco.
En 1886, el Congreso Constitucional de Costa Rica le otorgó una pensión de 10 pesos mensuales. Dos años más tarde el presidente Bernardo Soto Alfaro, mediante decreto ejecutivo, le asignó un monto mensual de 15 pesos.
Dionisio Cabal comentó que tras su muerte se decretó duelo nacional y un luto de tres días.
“Se le dio un homenaje que no se lo dan a todos los héroes en su sepelio. A su funeral asistieron autoridades eclesiales, políticas y militares. Además se le otorga el cargo de General de Brigada, una cosa efectiva y suficiente porque el ejército era una institución vigente. Es la mujer con mayor grado militar en el país”, explicó Cabal.
Un reconocimiento tardío
No fue hasta casi la década de 1980 que el nombre de Francisca Carrasco Jiménez resonó en la historia costarricense.
Cabal y Sánchez Alfaro confirman que el reconocimiento tardío a Pancha Carrasco se debió a factores relacionados con intereses políticos.
“Por muchos años Pancha estuvo relegada en la historia, al igual que Juanito Mora. Hubo mucha rencilla política al punto que culminó con la muerte de Mora”, afirmó Sánchez.
“El morismo apenas y podía levantar la cabeza algunos años después de la gesta heróica. Muchos de los moristas fueron perseguidos, reprimidos, censurados, en fin, todo lo que recordara la gloria de Mora”, agregó Cabal.
Es hasta 1994 que la Asamblea Legislativa la declaró “Heroína Nacional y Defensora de las Libertades Patrias”. El 8 de marzo de 2012 fue declarada Benemérita de la Patria. A partir de ese día, el despacho de la Presidencia de la Asamblea Legislativa de Costa Rica lleva el nombre de Pancha Carrasco.
“Doña Pancha inscribió el nombre de su género con grandes méritos en el episodio más importante de la vida de nuestra nación, donde los costarricenses demostraron el amor a la libertad”, comentó Cabal.
Se sabe que Carrasco no fue la única mujer que se sumó a la defensa del país, en una recopilación del Museo Juan Santamaría destacan nombres como Mercedes Mayorga y Rita Gutiérrez; pero sin duda la más connotada y que simboliza a todas las mujeres en la guerra es doña Pancha.
“Las acciones en que se involucró implicaron el riesgo de su vida. Su participación adquirió ribetes épicos y a la vez simboliza la capacidad de entrega que en general tienen las costarricenses cuando abrazan un ideal”, finalizó Cabal.