Es sábado por la mañana y el sol de La Guácima respeta la costumbre. La brisa aliviana el calor que amenaza con subir su temperatura hasta donde se le venga en gana.
La verde y uniforme vista panorámica que nos recibe nos insinúa que nada de eso importa: ni el calor, ni la brisa, ni el viento, ni la lluvia.
Hoy, se vino a practicar.
Un extenso terreno de perfecto zacate recibe la avalancha de pequeñas bolas blancas regadas a lo largo y ancho.
Un instante antes de que cada una de ellas salga disparada, un sonido metálico irrumpe en la serenidad del lugar. La bola desaparece a la distancia y se une con el resto.
Estamos en el campo de golf de Los Reyes Country Club y un grupo de particulares deportistas está por comenzar su fogueo.
Todos tienen una pierna menos, otros dos. Eso tampoco importa: para la práctica del golf adaptado no hay ‘peros’.
Ascenso
“El grupo en realidad nació hace muchos años por medio de un programa que se llama Challenge Golf, que lo maneja Josué Quesada, director de Los Sueños Marriot. Ese grupo inició como un proyecto muy interesante con muchachos de toda discapacidad, mixto”, cuenta Carlos Víquez, director de golf del campo de Los Reyes y entrenador de la agrupación. “Bonky Campos y Leyner Ramírez, que son los que tienen más años de estar en el proyecto iniciaron con él. Un día, con el fin de buscar un poquito más de competencia, conversando conmigo, me preguntaron si estaba interesado en colaborarles para crear competencia paralímpica”.
Fue así como hace un año, aficionados al golf con alguna amputación en su cuerpo se comenzaron a reunir en el campo ubicado en La Guácima. Cada vez alargan más sus filas con un mismo objetivo: poner a prueba sus límites y soñar con competir internacionalmente.
“Necesitábamos mínimo cuatro para formar un equipo paralímpico para poder ir a competir afuera. Fue así como comenzó la idea”, recuerda Víquez, golfista con más de tres décadas de experiencia y entrenador de la agrupación. “Los Reyes Country Club nos abrió las puertas y lo que hizo fue regalarles a ellos una beca deportiva para que básicamente sean miembros del club en la parte de golf y tengan la posibilidad de practicar cualquier día de la semana sin ningún problema”.
Son unos doce los que actualmente se acercan al campo en la disponibilidad de horario que tengan para practicar. Algunos asisten semanalmente, otros menos, otros más. Pero todos son fieles al deporte que conocieron después de que sus vidas diera un giro.
Renacer
“Antes no éramos tantos. La población de amputados hemos crecido mucho de unos siete u ocho años para acá. Me imagino que por el aumento de accidentes”, dice Guiselle Ávila, única mujer del grupo y amputada de sus dos piernas desde hace 15 años.
Tenía 21 años cuando una señora se saltó un alto y chocó contra el carro del trabajo en el que Guiselle viajaba.
“Fue un proceso largo porque no me las amputaron de una vez. Primero una y luego como dos meses y medio estuvieron viendo qué se podía salvar. Al final las cirugías no sirvieron”, recuerda la vecina de Poás. “Fue una época difícil porque mi mamá se murió cuando yo estaba pequeña y mi papá se había muerto tres meses antes del accidente. Yo no tenía el apoyo de mis papás y no sabía qué iba a pasar”.
Guiselle es una guerrera y está orgullosa de hacerlo saber: con dosis cero de soberbia, pero la honra a la mil. Cinco años después del aparatoso accidente, una pequeña vida se comenzó a gestar en su vientre. Sería mamá.
Si la pérdida de sus padres, la amputación de ambas piernas y ser madre soltera no la detuvieron, ya nada lo hará.
“Yo he sido muy bendecida. He viajado, sola viajé, con mis propios medios. No me he limitado en nada. Tengo mi casa propia, hecha por mí. Mi hija es una bendición. Nunca he tenido alguna limitante para sacarla adelante. Para mí ese es el mayor logro”, cuenta satisfecha. “Mi hija vino a darme ese motor. Vino a darme ese impulso”.
La práctica del golf vendría mucho después. Al grupo se unió desde su comienzo, desde hace un año.
“Me vino a aportar a la parte física. Hacer un poco de ejercicio para mantenerme activa. Para uno como amputado es seguro, no es tan expuesto como otros deportes. Si usted tiene una buena técnica no tiene por qué lesionarse”, asegura. “Recreativamente y socialmente lo puedo hacer. Es un deporte bonito. Vi una alternativa en golf de hacer una disciplina de deporte. También quiero darle una lección a mi hija de que todo lo que uno como mujer se proponga lo puede hacer”.
Oportunidades
Para Bonky Campos, la palabra ‘reto’ es muy diferente a la del resto de nosotros. Comenzó a jugar golf hace unos diez años, pero los deportes paralímicos son su zona de confort desde hace más.
“Escalé el cerro Chirripó en muletas. Hasta el albergue duré 15 horas. Subí con dos amputados más. Llegaron a encontrarnos los guardaparques porque ya se había hecho de noche. Habíamos salido a las 6 de la mañana. Eso fue toda una aventura”, cuenta el vecino de Tacares, Grecia.
“También me integré a otros deportes. Comencé con voleibol sentado, asistí a mis primeros Juegos Parapanamericanos en 2003, en 2007 fui a los de Río de Janeiro con levantamiento de pesas. Después volví a ir a Guadalajara en 2011. Mi mejor posición en el ranking mundial fue de 17. Asistí a los últimos Juegos Parapanamericanos que fueron en Toronto y he asistido a dos mundiales en levantamiento de pesas”, cuenta. “Pero ya me estoy retirando”.
Sus logros los enumera como lista de supermercado. No es para menos: son numerosos y variados.
Hoy es uno de los líderes del grupo de golfistas amputados. Da indicaciones, aconseja a los demás, conoce lo que hace.
Su accidente fue hace ya 19 años. Aunque ya esa página de su vida cambió, la repasa con naturalidad.
Estaba en el momento y lugar equivocados: sentado ‘a caballito’ en un muro, un camión perdió el control y le prensó la pierna. “Allí en el lugar del accidente me amputó. Yo caí al suelo y la pierna me cayó en el pecho”.
“En mi caso personal, no digo que no me deprimí pero intenté superarlo muy rápido. Me puse en un estado mental en donde acepté lo que tenía. Quejarme no iba a cambiar las cosas, entonces comencé a retarme. Hacer todo lo que hacía antes aunque me costara un poco más. Después del accidente saqué bachillerato, estudié inglés, computación, conocí a mi esposa con la que ahora tengo dos hijos”.
‘Pobrecitos’ no hay
En ese campo de golf, la lástima y condescendencia salen sobrando. A todos se les exige como a cualquier otro deportista.
“La gente cree que es un deporte en el que no hay mucho que hacer, que es pararse y pegarle a una bolita, pero no es así de sencillo”, explica Carlos Víquez. “Cada jugador de golf en sus condiciones normales utiliza 124 músculos de su cuerpo para pegarle a una bola. Además, tienen que estar en un estado mental óptimo para dirigir la bola para que el cuerpo le gire las señales ópticas a la masa muscular para la coordinación”.
“La mayoría son amputados de sus piernas izquierdas, que son las que reciben el peso en golf. Tiene que aprender esa coordinación en prótesis y darle una sensación de qué es lo que deberían sentir los pies sin tenerlos”, agrega Víquez.
El objetivo es que el grupo siga sumando seguidores del golf adaptado, no solamente con algún tipo de amputación, sino también personas invidentes, personas de talla baja y otros tipos de capacidades diferentes.
El golf adaptado no es tan popular como el básquetbol, fútbol, voleibol o natación paralímpico. El fin es darle al grupo ese mismo prestigio y esas mismas oportunidades.
“El club está muy interesado en el área social para que gente de todos los recursos puedan acceder al golf. Mucha gente piensa que tiene limitantes, pero no hay limitantes. Ellos son básicamente superhéroes que pueden introducirse a cualquier deporte. Queremos abrir un poquito el golf a ojos de muchas personas a nivel nacional”.
La burbuja del ‘no puedo’
Para Juan Esteban Ocampo, colombiano y amputado de su pierna izquierda, el golf representa algo mucho más allá que solo un deporte.
“Vienes de un lugar donde te sientes aburrido, deprimido. Te venís a este lugar y mira lo que vas a ver. Totalmente verde y vas a distraerte. Es un deporte caro para la gente normal. Si te los están dando como un beneficio vale mucho la pena la distracción. Es pura concentración. Todo es mental”, asegura.
Con él concuerda Guiselle Ávila. “Es una alternativa para salir de la burbuja del ‘no puedo’”, asegura. “Nunca he sentido discriminación, más bien admiración. Cuando la gente ve una pierna se sorprende, pero ya dos es otra cosa. También depende de la personalidad de cada persona. A medida de que uno se sienta como un ‘pobrecito’, así la gente te va a ver. A la medida de que vos te creés capaz, las personas te van a respetar”.
“A mi no me tocó otra que levantarme y seguir mi vida. Por eso es que no hubo chance para decir, ‘pobrecita’, yo tenía que sobrevivir. No había nadie que me mantuviera, había que trabajar”, asegura. “Yo me acuerdo que en mi casa me decían, ‘vaya, usted puede con la silla de ruedas, usted puede sostener esto’. Yo pensaba, ‘qué groseros, seguro como no son mis papás…’. Pero yo a la vida le agradezco ese tipo de trato. Porque eso a uno le da coraje y determinación para decir: ‘o lo hago o no me queda de otra’”.
Está convencida de que el accidente mejoró su vida. También de que las fuerzas no se conocen hasta que uno no está obligado a usarlas. “La sociedad es tan cruel a veces. Pero yo a los años comprendí que no era problema de la sociedad, es problema de uno. Cuando yo maduré y tuve más confianza en mí, todo eso (discriminaciones por su condición) no importó. Yo ahora llego a una piscina y aunque esté con rollitos, me meto y lo disfruto. Pero es porque yo me siento bien conmigo misma. Hay un lema que dice que cuando hay paz en tu interior, la adversidad pasa a ser parte del paisaje, y me encanta, porque es cierto”.
Para todos ellos, la regla es la misma. Tomaron la adversidad por los cuernos y ahora, el paisaje que los recibe está lleno de verde, de viento, de sol, de bolas de golf. Está lleno, también de ganas de vivir.