“Me lancé al vacío”, reconoce Douglas de Ford Zamora al recordar el momento en el que hace 25 años decidió crear Pechi, la icónica marca de la feliz abejita amarilla de las agendas y las tarjetas de mensajes positivos.
En 1997, él era un joven diseñador gráfico de 24 años, que vivía con sus papás y había tenido un trabajo estable en la aerolínea costarricense Lacsa; sin embargo, necesitaba un cambio en su vida. También había laborado en una agencia de publicidad, pero no era lo que había soñado para su futuro: Douglas quería independencia y algo propio.
Cuando viajaba procuraba visitar diferentes tiendas, buscando productos que fueran diferentes para poder replicarlo algún día en Costa Rica. Él tenía claro que quería crear un negocio que fuera significativo, que tuviera impacto en la sociedad.
Contó sus ahorros y tenía ¢85.000. Decidió que con ese dinero iba a hacer separadores de libros. Para ese entonces ya había dibujado a mano una abejita y había decidido llamarla Pechi: un nombre corto, creativo, que estaba hecho a partir de los nombres de algunos de sus amigos y que le serviría como su marca.
Douglas, de 49 años, diseñó ocho separadores de libros diferentes y los llevó a imprimir. No sabía cuántos le alcanzaban, ni dónde los iba a vender, pero por lo menos ya tenía la idea inicial del proyecto que lo acercaba a lo que soñaba.
“Siempre he sido una persona consciente de que hay que ser austero, pero no avaro; entonces, los ¢85.000 eran literalmente como las semillas que Dios me puso en la mano y esa semilla tenía que reproducirse y crear otras semillas para reproducirlas a su vez. Me acuerdo que llegué a la tienda como un chiquito que va a la pulpería y pregunta: ‘Señor, ¿cuántos confites me alcanzan con esto?’, y que le enseña el menudo al pulpero. Yo le enseñé al señor la cantidad de dinero que tenía y le pregunté cuántos separadores se podían imprimir”, relata.
Con sus primeros diseños impresos, el vecino de Heredia comenzó a visitar negocios para vender sus separadores; cuando finalmente se agotaba el producto, imprimía más.
El pequeño negocio caminaba bien y, por ello, creyó necesario asesorarse, pues su conocimiento en administración de negocios era prácticamente nulo.
“En ese momento no tenía responsabilidades más que empezar a ser un ente productivo en la sociedad. Y ahí me lancé con mi negocio… Me lancé al vacío sin pensarlo mucho y sin estudios de administración de negocios. No esperé que todo se alineará y que todo fuera perfecto, pero tampoco me lancé a lo loco y a lo que Dios mande, más bien fue como una mezcla entre ser osado y también ser precavido.
“Y bien lo dice la Biblia que hay que ser mansos como la paloma y astutos como la serpiente. Y ahí habla de balance, porque cuando dice astutos como la serpiente, es que hay que ir con cuidado, pero con valentía; y mansos como la paloma, se refiere a avanzar con humildad. Eso fue lo que hice al principio: me rodeé de asesores. No sabía nada de nada; yo reconocía esa carencia mía. También compré libros, algunos de Pymes y otros en inglés”, cuenta.
Desde aquel entonces, han pasado más de dos décadas en los que Pechi le ha enseñado a tener paciencia, a celebrar triunfos y a llevarse uno que otro colerón, pero, sobretodo, a creer que los sueños se cumplen.
Su empresa pasó de vender separadores, a tener una línea de populares agendas, artículos de oficina, planificadores y tarjetas.
Perder la fe
Entre todos los libros que Douglas leyó para aprender un poco más de administración y manejo de los negocios, había uno que decía que una empresa pequeña a los tres años ya tenía que estar dando frutos, pero ese no era su caso o, al menos, no de la forma que lo planteaba el libro.
“Yo hacía las ventas, yo llenaba el formulario para reportar los impuestos, cobraba, depositaba, empacaba, hacía los exhibidores de cartón a mano y me acostaba a las 3 a. m. trabajando. Como no tenía empleados y necesitaba empacar, lo que hacía era llamar a mis amigos y les decía que me llegaran a ayudar y los invitaba a comer pizza; eso era muy bonito, pero los estaba poniendo a trabajar. Hubo incluso una época en que por seis meses trabajaba siete días a la semana y como 12 a 13 horas al día… Era bastante trabajo, mucho trabajo. Yo decía: ‘Es tanto trabajo y no siento la remuneración, mejor hago otra cosa’”, confiesa.
Cuando ya la empresa estaba cerca de cumplir su sexto año, decidió que iba a probar suerte una última vez: iba a vender los últimos separadores que ya había impreso y una línea de tarjetas en la que recién había incursionado, y después iba a buscar nuevos proyectos.
“Fueron seis años difíciles porque en realidad no vi frutos como para decir: ‘Ya me está dejando suficiente dinero como para vivir con un salario cómodo y estar tranquilo’. No, fueron años en que casi todo lo que entraba, se reinvertía en la empresa y uno se quedaba con una pequeña porción.
“Por eso, al final del quinto año, yo dije: ‘Si el próximo año no tiene éxito o no se levanta Pechi con este nuevo lanzamiento de tarjetas, yo dejo todo abandonado’. De hecho, cuando hice el lanzamiento de tarjetas, yo ya estaba muy desanimado, entonces me fui a Estados Unidos a probar suerte y le dije a mi mamá, que estaba trabajando para mí: ‘La verdad es que ya no quiero seguir con Pechi, venda lo que tiene ahí en inventario y cuando se acabe, se termina la empresa’. Y mi mamá vendía, y cuando se acababa el producto, iba a escondidas a la imprenta a hacer más tirajes y seguía vendiendo. Tanto así que contrató al primer vendedor.
“Cuando regresé de Estados Unidos sin tener éxito, precisamente porque recién habían pasado los atentados de las Torres Gemelas, en el 2001, me sentí muy entusiasmado porque ella encontró la fórmula adecuada como gestora de ventas”, explica.
Fue en el 2005 cuando decidió trabajar en el diseño de otros productos, como las famosas tarjetitas con mensajes Semillitas.
Además, aunque ya había lanzado un intento de agenda en el 2001 que había resultado un fracaso, volvió a intentarlo ese mismo año con un concepto totalmente nuevo y que es el que ha mantenido en los puestos de las tiendas a final y principio de año.
“Quizá lo que me hacía falta en ese entonces era un consejo de alguien que me dijera: ‘Douglas, tal vez los ingredientes no están malos, sino la receta. Cambia un poquito sin variar la esencia y, tal vez, puedas tener éxito. Eso fue lo que hice. Estaba lanzando separadores, pósters, fólders, calendarios, con unos formatos todo raros y estaba disparando sin pensar bien, pero cuando lancé las tarjetas y al año y medio después Semillitas tuve mucho éxito. Entonces Pechi, como el personaje, no estaba mal; el mensaje o la gráfica no estaba mal, sino la fórmula”, afirma.
“Realmente no es vender por vender, sino tener una trascendencia, impactar de forma positiva en la sociedad y encontré que podía hacer algo en lo que era bueno, que es el diseño gráfico. Algo que me gusta, que es impactar las vidas de las personas de forma positiva”.
— Douglas de Ford, creador de Pechi
Dos años después, en el 2007, Douglas abrió la primera tienda de Pechi en Momentum Lindora, Santa Ana; luego siguieron una en Multicentro, Desamparados; un kiosko en Paseo de las Flores, Heredia; y finalmente, una tienda franquicia en el centro comercial Tikal Futura, en Ciudad de Guatemala.
Es decir, tuvieron que pasar al menos 12 años para que la empresa pudiera llegar a tener al menos 50 empleados, cinco camiones y visitar ferias en Puerto Rico, en Atlanta, Colorado y Miami en Estados Unidos e incluso en Inglaterra.
“El crecimiento fue explosivo. Literalmente quienes trabajamos en ese momento de Pechi sentíamos que era como un carro que iba por la pista sin chofer y que todos íbamos detrás persiguiéndolo, tratando de alcanzarlo. Así de explosivo”, asegura.
Desde entonces, su mentalidad cambió, pues ya había logrado encontrar la clave de su éxito. Incluso, revela, ha llegado a vender más de un millón de agendas y sus productos se venden en Centroamérica, México, Estados Unidos y Canadá.
Mensajes con propósito
Douglas toma un lápiz para dibujar a Pechi y, en cuestión de un minuto, ya tiene un boceto de la siempre sonriente abejita amarilla. En 25 años que tiene su empresa nunca ha dejado de dibujarla, esa es finalmente la esencia detrás de su marca.
Al principio, el empresario pensó muchas veces que podía dibujar para que fuera una marca que conectara con la gente; después de muchos intentos, surgió Pechi, que significa: “La palabra adecuada en el momento adecuado”.
“La abejita surgió porque qué bonito es pensar que así como Dios le dijo a Pedro: ‘Vas a ser pescador de hombres’, así yo siento que se reclutó a Pechi, que ya no iba a ser polinizador de flores, sino polinizador de almas con la palabra de Dios”, comenta.
El diseñador gráfico siempre ha sido un hombre creyente en Dios. Recuerda que cuando era niño era católico; años más tarde, su familia vivió una temporada en Inglaterra y se hicieron católicos carismáticos. De regreso a Costa Rica, lo invitaron a la iglesia evangélica y entendió que no se trataba de religión, pero “cantábamos las mismas canciones, era el mismo formato y realmente no sentimos que hubo un cambio”.
Entendió que no importaba si era de una iglesia u otra o de dioses diferentes sino el mensaje que quería transmitir, mensajes de esperanza, positivos y de motivación, con frases y citas bíblicas.
“Siempre vi que era el mismo Dios, la misma Biblia y nunca ha querido ser divisor sobre la religión y así son los mensajes que desde el principio quise transmitir. Es decir, el mensaje es totalmente compatible con un católico o un evangélico protestante y hasta con un ateo, porque un ateo puede leer nuestros mensajes y puede tomar nuestros consejos y le va bien en su vida”, explica.
Su mensaje detrás de los productos es tan claro que De Ford confiesa que por muchos años le preguntaron si él era Pechi y él lo negaba. Sin embargo, asegura que conforme han avanzado los años ha descubierto que “Pechi tiene mucho de su personalidad, así que tengo mucha de la personalidad de Dios”.
Viendo hacia atrás y la montaña rusa por la que ha pasado desde 1997, cuando decidió emprender con Pechi, en un momento en el que Internet no era tan común y la tecnología no estaba tan desarrollada, solo puede estar agradecido. Hoy sus productos no solo están en la página web y en Amazon, sino que también se consiguen en tiendas como la Universal, El Rey, Aliss y en cada bazar y librería que hay en cada esquina.
Douglas afirma que cada reto y cada prueba que le ha tocado superar le ha ayudado a ser más agradecido cada día, pues todo ha sido un aprendizaje para su vida y un crecimiento para su empresa.
Además, lo llena el hecho de ver la satisfacción de sus clientes, quienes le agradecen sus agendas, planificadores, tazas, libros de colorear, peluches, libretas, tarjetitas y cada producto que lanza al mercado.
“Realmente no es vender por vender, sino tener trascendencia, impactar de forma positiva en la sociedad y encontré que podía hacer algo en lo que era bueno, que es el diseño gráfico, y algo que me gusta, que es impactar las vidas de las personas de forma positiva.
“Es tan bonito ver el amor que se le tiene a la marca porque las personas dicen: ‘Amo Pechi’; para mí, eso es todo. Me acuerdo de que hubo un año en el que en la agenda no puse devocionales y se enojaron, la gente me preguntaba: ‘¿Dónde está mi devocional?’. Entonces, es muy bonito porque si una persona no tiene una reacción emocional, tal vez no ama. Cuando se tiene una reacción emocional, ya sea alegría o enojo, es porque existe un vínculo muy fuerte y profundo y Pechi ha sido una marca muy privilegiada. Yo ahora digo: ‘Lo hemos hecho, lo hemos conseguido’”, detalla.
Pechi ha pasado por muchos cambios a lo largo de los años con el propósito de mantenerse en el mercado y poder competir con otras marcas y uno de los más grandes fue en el 2019.
“Yo le puedo decir que ahora me puedo morir tranquilo, le puedo decir que he cumplido con mi máximo potencial como profesional y con la misión de esparcir la buena palabra de Dios de la mejor manera posible. Puedo decir que estoy totalmente satisfecho”
— Douglas de Ford, creador de Pechi
Ese año, justo antes de la pandemia, Douglas decidió que el trabajo de su empresa se podía realizar desde la casa y que se podía tercerizar la producción y comercialización de los productos. Desde entonces, en su empresa solamente trabajan dos personas y ambos colaboradores realizan teletrabajo.
“Optamos por tercerizar la mayoría de nuestras funciones. Entonces, lo que es bodegas, logística, comercialización, administración y contabilidad, lo tercerizamos. Ahora tenemos la mínima cantidad de personas en planilla y lo que hacemos es simplemente supervisar todas esas otras empresas especializadas que nos están haciendo este trabajo, a partir de ese nuevo formato. Cuando vino la pandemia, no la sentimos; no hubo que jalar sillas, ni escritorios, ni ver cómo hacíamos porque ya trabajabamos así”, cuenta.
Ese mismo año tomó la decisión de sacar del mercado uno de sus productos icónicos y el que una vez introdujo a Pechi al mercado: los separadores de libros. No obstante, todo es parte del constante cambio y las necesidades que exige el mercado.
“Le puedo decir que ahora me puedo morir tranquilo, le puedo decir que he cumplido con mi máximo potencial como profesional y con la misión de esparcir la buena palabra de Dios de la mejor manera posible. Puedo decir que estoy totalmente satisfecho”, finaliza.