Hoy es el final del camino a la corona. “Ahora sí vamos a conocer a la representante a nivel nacional de la categoría Miss Chiquitica 2014, quien participará durante todo el año en diferentes eventos”, dice la presentadora; luego viene una pausa, tensión dramática, eternos segundos mientras arregla los papeles que tiene en la mano en busca del nombre de la nueva reina de belleza: “Y la ganadora es....”.
Corro tras bastidores, hay mamás sonriendo, tomando fotos; busco a Valentina. Hay pequeñitas concursantes felicitando a las pequeñitas ganadoras, hay fiesta. Hay tristeza, participantes que perdieron, que lloran como si revivieran su primer día de escuela, sus contrincantes –más serenas–, olvidando el certamen que las puso a competir, las reconfortan, las abrazan como si estuvieran en Miss Universo. Busco a Valentina.
Una de las aspirantes a la corona de Mini Miss, de 10 años de edad, se aleja al otro extremo del salón, allí, de pie, sin perder la elegancia, envuelta en un vestido que parece de quinceañera de Televisa , llora desconsoladamente… las lágrimas hacen que se le corra el maquillaje de su rostro: los polvos, las sombras, el rimel… Busco a Valentina.
El primer día
Hoy es el inicio del camino a la corona. La agencia de modelaje parece una red de cuido . Chiquitos y chiquitas de la mano de sus padres, así como bebés en brazos, aguardan agobiados el momento de pasar a la inducción.
Por los estrechos pasillos me topo a una niña de 14 años en un vestido de baño de dos piezas, y con zapatos de tacón, bronceada y bien peinada. Ahí, Sharon Mariaca, la hacedora de mises, le está midiendo la grasa corporal.
Comienza la charla, la imparten atractivos jóvenes modelos de la agencia, todos lucen una banda con algún título: Miss Turismo Costa Rica 2014, Mis Teenager Model Costa Rica 2014, Miss Latina Pacífica y Caribe 2014, Miss Teenager Universo Costa Rica y Mister Turismo World.
Explican en qué consistirá el concurso y les preguntan a las niñas que si quieren ser reinas de belleza: “Sí”, responden con timidez las pequeñas; “no se oye”, replica una de las mises, “¡síííí!”, contestan las aspirantes a la corona.
De entrada, los modelos les piden a las niñas que caminen como en pasarela; sobre la marcha les van dando indicaciones: “sonría”, “vuelva a ver a la cámara”, “camine más despacio”, “hay que ser coqueta, para ser miss hay que ser muy coqueta”.
Las niñas parecen extraviadas, lucen torpes, un poco nerviosas, es su primer día. Las madres son mayoría, pero también hay papás, todos con cara de entusiasmo ven en su hija a la niña más bella de la Vía Láctea.
Valentina tiene anteojos rosados, mismo color de su tutú, tiene dientes plateados, substitutos de los de leche, es rubia y muy inquieta, no puede dejar de moverse, mientras su mamá, Jackeline Ramírez, intenta poner atención.
La niña de seis años juega con una muñeca que hace popó y orines, como si fuera un bebé de verdad.
“Estamos muy emocionadas, ella siempre ha querido ser una miss. Lo ponemos todo en manos de la Virgen de Los Ángeles, si Valentina gana vamos a Cartago a dejarle la corona”, promete Jackeline, de 29 años de edad y que aunque nunca participó en certámenes de belleza fue bailarina en las tarimas del centro comercial El Pueblo.
Las reglas
El certamen Belleza Infantil Costa Rica 2014 lo organiza la agencia Adriano Models desde hace 10 años. Además de la categoría de Miss Chiquitica, que agrupa participantes con edades que van de los 5 a 7 años; está Mini Miss, de 8 a 10 años; Pre Teen, de 11 a 13 años; Pequeños Talentos, de 2 a 4 años; y Baby Models, de 0 a 2 años. En total este año hubo 46 concursantes.
Para optar por la corona se requiere participar en un proceso de preparación de dos meses, en el cual se les enseña a las niñas a desenvolverse frente a las cámaras y a caminar en la pasarela. El costo es de ¢100.000. A cada participante se le dan diez entradas para el evento final, la idea es que venda cada una en ¢10.000 entre familiares y amigos, y así se pueda recuperar la inversión.
A la reina no se le premia con dinero, sino con regalías de los patrocinadores: una sesión en un salón de belleza, un tratamiento dental…
Pero antes de sacar la billetera hay un filtro de belleza y actitud, del cual se encarga Adriano Núñez, director de la agencia y creador del certamen, y su mano derecha: Sharon Mariaca.
“Es un proceso de casting; todos los papás ven belleza en sus hijos, pero hay unos que no son bonitos, que no tienen gracia, ni carisma. Claro que hay papás que se enojan cuando uno se los dice, pero es la verdad”, cuenta Adriano, de 34 años de edad y que es modelo retirado, además de abogado.
¿Cómo define la belleza?
“Tiene que ver con que tenga el cabello bonito, la piel sin granitos, que sea desenvuelta, que no tenga defectos físicos, con facciones bonitas… y con buena salud: hay papás que piensan que sus chiquitos son bonitos porque están gordos, cuando en realidad son obesos”.
Pero no basta con ser bonita, hay que desarrollar una estrella, verse bien frente a los flashes, caminar con elegancia, todo eso se enseña en el camino a la corona de Miss Chiquitica, así como se pule en el camino a la corona de Miss Costa Rica.
Hay reglas básicas: en las categorías donde hay menores de 14 años no se permiten desfiles en traje de baño, exceso de maquillaje, o modelar con juguetes bélicos.
Otro requisito fundamental es el buen comportamiento de los padres. Aquel al que se le percibe una conducta agresiva, intenciones de “comprar” la corona, o el deseo de lucrar con la imagen de su hija, es rechazado.
Dice Adriano que es frecuente encontrarse con los tres tipos señalados. “Algunos papás quieren hacerse ricos con sus hijas, casi que venderlas como un producto, explotar su belleza por dinero; eso no lo aceptamos”.
En el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) alegan estar vigilantes para evitar que se den situaciones como las expuestas por Núñez.
Rodolfo Meneses, abogado de la institución, explica que existe un mito de que el papá puede hacer lo que quiera con su hijo, cuando en realidad la patria potestad (derechos y obligaciones de los papás con sus hijos) tiene límites.
“Estos concursos preocupan a la institución. ¿Cual es el objetivo ?, ¿qué beneficio le genera a la persona menor de edad?... ¿pueden desencadenar explotación sexual o laboral?”, se pregunta el abogado del PANI.
Si bien el certamen de belleza infantil que organiza Adriano Models es el referente a nivel nacional, hay otros que se realizan en comunidades, casi siempre vinculados a las fiestas patronales; y también hay otras agencias que producen concursos similares.
El PANI ha recibido este año al menos 15 denuncias en contra de concursos de belleza infantiles; sin embargo, estos, mientras no afecten algún derecho del menor, por ejemplo que les impida estudiar, que denigre su imagen, o que los someta a jornadas extenuantes, no violan ninguna legislación.
Por tal motivo el PANI se limita a hacer un análisis técnico de la denuncia y, en el caso de ser necesario, dar medidas orientadoras a los organizadores.
Lo cierto es que a la fecha no han encontrado ninguna anomalía que amerite una intevención.
¿Cómo determinan cuándo se afecta al niño? ¿Qué valoraciones hacen?
“Eso lo hace el equipo técnico de la oficina de la región donde se pone la denuncia. Hay una línea muy delgada ente lo moral y lo no lo adecuado, lo que puede ser bueno o no. Debe quedar claro que siempre tiene que haber una supervisión adecuada de parte de los padres”.
El Patronato ha lanzado agresivas campañas contra la divulgación de imágenes de menores en las redes sociales; sin embargo, no ha protestado por el hecho de que uno de los premios de este certamen es el de “Miss Internet”, reconocimiento que se le entrega a la chiquita cuya foto cosechó más “likes” en la página de Facebook.
Sueño de una muñeca
La idea la sacó de la televisión, de programas como I Carly . Valentina Fernández siempre le pedía a su madre participar en un concurso de belleza. Así lo cuenta Jackeline en su apartamento en Coronado, en el cual viven también el papá y hermano de Valentina.
El cuarto de la pequeña es color rosado y está lleno de peluches y juguetes. Mientras hablo con su madre, Valentina juega con una vecinita, corre, salta, baila, le canta a un micrófono de juguete… y responde con monosílabos cada pregunta que le hago.
Jackeline explica que para ellas el concurso es muy importante. Valentina es un milagro, asegura, pues tuvo muchas complicaciones durante el embarazo, los médicos tenían un pronóstico reservado.
Pero nació sana y fuerte y eso precisamente significa el nombre Valentina. La única limitación la tiene en la vista, no puede ver de largo, por lo que usa anteojos. No obstante, a la hora de las fotos y de desfilar se los quita para lucir sus ojos color miel.
¿No le da miedo que se caiga, qué le pase algo?
“No porque ella sí ve de cerca, sí va a poder ver por dónde camina, no va a poder ver al público, pero eso no importa”, contesta la madre, que además de ama de casa es manicurista.
El concurso se divide en traje de fantasía, de gala y en un show de talento. Jackeline ya tiene el vestuario seleccionado. Para el de talento montó una coreografía que se llama E l sueño de una muñeca , en el que Valentina interpreta a una muñeca que cobra vida y sale de su caja para bailar y cantar.
La estrategia, detalla la madre mánager, es no contarle el plan a nadie, en especial a las otras madres, casi que ni hablar con ellas, pues pueden robarse la idea. “No hay amigas en esto, estamos en una competencia, no hay que darse números de teléfono, ni andar chismeando”, dice Jackeline, repitiendo el discurso que le dieron en la agencia de modelaje.
En esta competencia todas quieren ganar, la rivalidad es notoria aunque intente disimularse.
Cada vez que una niña ingresa al local de la agencia de modelaje el resto de las mamás la examinan de pies a cabeza, le detectan los pro y los contra, las amenazas y las debilidades.
Dice Adriano Núñez que hay personas de toda clase social, aunque la clase media y media baja, parecen las más representativas. Chiquitas de escuelas públicas, hijas de padres no profesionales que llegan en bus o en carros de diez años de antigüedad a los ensayos.
Acuden de distintas partes: Desamparados, Hatillo, Alajuela, Cartago. Incluso una mamá viaja desde Limón, ida y vuelta en autobús, cada sábado de ensayo para llevar a su bebé de año y medio a participar en Baby Models.
Jackeline estudia rigurosamente a las rivales de Valentina, y concluye que solo hay dos que pueden darle pelea. Para ella el triunfo es una recompensa a una fina estrategia delicadamente hilvanada; para Valentina todo es un juego: payasea y juega haciendo muecas sin ponerle mucha cabeza al veredicto final de los jueces.
“Si Valentina gana sería lo más grande para nosotras”, narra Jackeline.
Repercusiones
Los productores del concurso argumentan que al participar en Miss Chiquitica, las niñas mejoran su autoestima y sus habilidades para socializar, vencen la timidez y aprenden disciplina; sin embargo, hay sicólogos especialistas en desarrollo infantil que están en desacuerdo y catalogan estos certámenes como “un estrés innecesario para la niña”.
Una de ellas es Dyalá Castro. La experta afirma que estos concursos están pensados desde el mundo de los adultos, lo que hace que las niñas se salten etapas y asuman roles que no corresponden a su edad, incluso hasta llegar a una erotización de su imagen.
“No forma parte de su desarrollo que anden en vestido de gala, que usen maquillaje, zapatos de tacón ...”.
Castro añadió que para vencer la timidez o fomentar la disciplina hay que recurrir a otras estrategias, en espacios donde se valore la creatividad, el arte o el deporte, no únicamente la belleza, y donde no haya un grado de competencia que genere estrés.
Además enfatizó que la idea de construir la belleza como un ideal de perfección, puede generar trastornos de conducta. “Se generan problemas en la auto imagen de las niñas al estar comparándose con otras niñas, lo que puede desencadenar baja autoestima, depresión y situaciones como la bulimia y la anorexia”.
Posturas como esta no desvelan a quienes han hecho de los concursos de belleza casi un estilo de vida, por ejemplo Sharon Mariaca, mano derecha de Adriano Núñez y asesora de aspirantes a reinas de belleza.
Sharon tiene 33 años, se ha divorciado dos veces, y es una experta en preparar a mises. Su principal carta de presentación es su hija, Marrion Ulloa, de 11 años, la cual ha ganado todos los certámenes en los que ha participado.
En su casa en Rohrmoser, la estudiante de la escuela internacional SEK guarda todas la bandas y coronas conquistadas: Mis Chiquitica 2010, Mini Miss Expo World 2011, Mini Miss Jade Universe 2010, Mini Miss Pacific 2011, Reina infantil de los Festejos Populares de San José 2012, Mini Miss Costa Rica 2013 y Mini Miss América Internacional 2013.
Marrion mide 1.57 metros, pesa 37 kilos, es de piel blanca y cabello color castaño claro, de voz baja y muy educada. Ella reconoce que parte de su éxito se lo debe a su mamá.
¿Qué siente cuando está ahí, en el escenario, y están a punto de anunciar a la ganadora?
“Agarro un gran suspiro… y espero que sea yo. Me gusta sentirme bonita, sonreír y modelar”, dice la niña.
La hacedora de mises
Sharon es una mujer elegante e imponente que no teme decir las cosas a la cara: en una ocasión la madre de una concursante de un certamen de Miss Teen la quiso agarrar a golpes porque dijo que los glúteos de su hija tenían celulitis. Al final pudieron calmar a la mamá enojada, de lo contrario Sharon hubiese tenido que defenderse, lo cual no habría sido problema, pues es cinta negra en Kempo Karate, Yudo y Jiu-jitsu.
Mariaca además es abogada y tiene un salón de estética; ella misma sabe peinar y maquillar, esto lo aprendió a medida que fue incursionando en el mundo de los certámenes de belleza, pues ella misma quería preparar a su hija.
“Critican que en los concursos les ponemos maquillaje a las niñas, pero si las niñas ya se ponen maquillaje que les compran los papás, de marca Barbie o de fantasía, que son de lo peor, eso daña la cara de las chiquitas”, argumenta Sharon, quien incluso broncea a Marrion con aerógrafo para las competencias, pues “es muy blanca; ni modo”, según dice.
La hacedora de mises reconoce que la escena de los certámenes es conflictiva: hay mucha envidia y rivalidad, tanto ella como su hija han sido víctimas de acoso en redes sociales.
“Las cosas se toman de quien vienen, no les damos importancia, si Marrion gana y gana siempre, es obvio que va a generar envidia”.
Pese a la disciplina que le exige a su hija, Sharon constantemente le recuerda que la idea es que ella disfrute los concursos. Cuando deje de hacerlo dejará de participar, aunque ese panorama parece muy distante, pues madre e hija tienen todo un plan para seguir ganando coronas hasta llegar a la anhelada Miss Costa Rica. La meta es obtener el título cuando Marrion tenga 25 años.
“Están mandando a las Miss Costa Rica sin preparación a competir en Miss Universo... No saben producir una reina… a nivel internacional las preparan desde pequeñas”, explica Mariaca, quien cuando era joven quiso ser reina de belleza, pero su padre le prohibió participar. Tiempo después volvió a intentarlo, mas la sortija de compromiso en su dedo bastó para que la descalificaran.
El día final
Con una elegancia propia de Milán recorren la pasarela, capturando miradas y flashes de las cámaras, al llegar al fin del camino hacen una pausa, justo al frente de los jueces, y posan, hacen pucheros, y saludan a la audiencia.
Todas las niñas se convirtieron en modelos: las de siete años parecen de 10; las de 10, de 14; las de 13, de 16… todas derrochan belleza, no juegan a ser reinas, de verdad compiten para serlo.
El certamen de Miss Chiquitica se desarrolla el domingo 29 de junio, en un salón del Hotel Radisson, arreglado como para un baile de graduación. Casi todas las sillas están ocupadas, el público lo conforman familiares, atentos a ver a su competidora predilecta para aplaudirle, tomarle fotos y darle porras; hay hasta quienes llevan carteles con la imagen de la niña que desean que gane.
Detrás del escenario hay un enorme salón en donde las participantes se preparan, allí se vive un desorden total: madres peinando a sus hijas, chiquitas corriendo de un lado otro, una mamá no encuentra el maquillaje, otra perdió la cámara.
Jackeline repasa los últimos detalles con Valentina: “Camine despacio, haga pausa, mueva los hombros, ¡muy bien!”, le dice la adulta a la niña, la pequeña sonríe encantada. La mamá reconoce que está muerta de nervios, la hija juega como si nada le importara.
– ¿Está nerviosa?– le pregunto a Valentina.
– ¡No!– responde al tiempo que mueve la cabeza de forma afirmativa.
–¿Sí o no?
–¡Que no!– responde con un grito y sale corriendo a seguir jugando.
En una esquina dos maquillistas profesionales contratados por la organización del certamen le dan los toques finales a las pequeñas participantes, quienes pacientemente hace fila para recibir una pincelada de labial, un poco de sombra sobre los ojos y algo de rubor en las mejillas. Hoy se conocerá cuál de todas es, oficialmente, la más bella.
Tal imaginario de belleza es lo que más inquieta de estos concursos a la presidenta ejecutiva del Instituto Nacional de las Mujeres (Inamu) , Alejandra Mora. La jerarca, al ser consulta por Revista Dominical , manifestó su preocupación con respecto a la forma en que se fomenta el estereotipo y mandato social de que las mujeres deben ser bellas.
“Les estamos enseñando que lo que se privilegia en la sociedad es ese ideal de belleza y perfección, y que se debe hacer cualquier cosa para entrar en esa categoría. Es una competencia, con toda la lógica de las competencias, por ser la más bella.
”Si seguimos haciendo esto, tendremos las mismas situaciones y visiones hacia las mujeres, si el espacio de las mujeres es la belleza, su posicionamiento tendrá que ver con su cuerpo , hay una construcción desvalorizante, una cosificación”.
Mora destaca que en lugar de competencias de belleza, se requiere fomentar ideas solidarias de género y una imagen de mujer ejecutiva, que estudia, que trabaja en la casa o fuera de esta. “Sería mejor una competencia de matemática, o de natación…”, enfatizó.
El certamen continúa y cada pequeña aspirante a la corona da lo mejor de sí.
La fase más llamativa es la de vestidos de gala: algunos son preciosos, como sacados de una película de princesas de Disney, pero lo que tienen de glamurosos lo tienen de incómodos. A las niñas se les dificulta subir a la pasarela, y caminar por ella es casi una misión imposible. Una de las concursantes, de 10 años de edad y aspirante a la corona de Mini Miss, da tres pasos y cae estrepitosamente al piso… el auditorio entero reacciona consternado. La niña parece que no aguanta, que va a llorar frente a todos, pero resiste, se pone de pie, traga saliva, respira profundo, sonríe y vuelve a caminar como modelo.
Se acerca el fin, poco a poco van dando reconocimientos menores: mejor sonrisa, Miss Simpatía, mejor vestido, mejor cabello.
Luego anuncian a las finalistas. Las 10 aspirantes a Miss Chiquitica posan en la tarima como maniquíes sonrientes, a la espera del veredicto del jurado, ninguna muestra ni una gota de ansiedad ni de zozobra.
Valentina, la juguetona, la inquieta, la que necesita anteojos pero no los usa para lucir sus ojos color miel, aguarda paciente como toda una miss.
Anuncian la primera finalista, anuncian la segunda finalista. Ninguno de esos dos títulos es para ella, crece la expectativa, el auditorio come uñas angustiado.
“Ahora sí vamos a conocer a la representante a nivel nacional de la categoría Miss Chiquitica 2014, quien participará durante todo el año en diferentes eventos”, dice la presentadora; luego viene una pausa, tensión dramática, eternos segundos mientras arregla los papeles que tiene en la mano en busca del nombre de la nueva reina de belleza:“Y la ganadora es....”.
Corro tras bambalinas, hay mamás sonriendo, tomando fotos; busco a Valentina. Hay fiesta. Hay tristeza. Hay desorden. Hay algarabía. Hay familiares que se colan para dar abrazos, organizadores que piden orden. En una esquina alcanzo a ver a Valentina llorando en los brazos de su madre.