Jhoan Barrios, de 21 años, es muy diferente al que era antes. Hoy no deja de sonreír y en su nueva forma de vivir hay perros, animales a los que al principio temía. Este joven nació con parálisis cerebral y en su condición sufría de muchos dolores cada vez que le realizaban terapia física.
Karla Chinchilla, su maestra de educación especial y quien desde hace varios años le ha dado acompañamiento, explica que este tipo de terapias generan en el cuerpo la sensación de malestar como “cuando se entrena duro en el gimnasio y al día siguiente cuesta realizar los movimientos”.
El joven empezó a recibir terapia física hasta los 12 años y desde entonces el dolor era tan intenso que no podía dejar de llorar. Las terapeutas que le atendían ya no sabían qué más hacer y las extremidades de Jhoan permanecían tensas y sin poderse estirar.
Pasó un tiempo y desde hace cinco años, Karla lo becó en su centro que nació para personas con discapacidad que al terminar su educación en instituciones públicas no tienen más opciones, así como para la niñez que por diferentes razones no puede continuar en la escuela tras recomendaciones de buscar una posibilidad diferente.
El centro Un Mundo Mejor, en Lagunilla de Heredia, tiene además la fundación SIAA. Ahí, Karla, junto a varios voluntarios, atienden gratuitamente, y con perros, a personas que lo requieren. Jhoan ha sido parte de los beneficiados y desde que le comenzaron a dar terapia con animales su vida dio un giro.
Inicialmente él temía que los voluntarios se le acercaran, pues creía que le iban a realizar los ejercicios que le resultaban tan dolorosos. También se sentía incómodo con los animales, pero con paciencia y dedicación, finalmente fueron los perros entrenados los que ayudaron a que él creara un vínculo con las terapeutas de la fundación, dado que tener cerca al can le generaba motivación.
El muchacho procuraba acariciar al perrito y mientras lo intentaba ya estaba haciendo el estiramiento de la terapia. Hoy sonríe mucho y cuenta que “le gusta estar cerca de los perros y que lo que más le agrada son los masajes”.
Sus padres, Esther y Sergio, lo llevan una vez por semana a la fundación. Ambos reconocen que el cambio ha sido radical y no solamente en el ámbito emocional, sino también en el físico. Ahora sus extremidades están más relajadas.
“Gracias a los perros, ahora la terapia es más llevadera para él. Le gusta y le emociona venir”, cuenta doña Esther.
Jhoan está en cuarto año de colegio y el contacto con los animales lo ha hecho una persona más sociable, agrega su madre.
“La que más me gusta es Luna”, cuenta Jhoan, refiriéndose a una labradora que fue entrenada para brindar terapia a personas con discapacidad.
Así como a él, los perritos de terapia han ayudado en su proceso a personas de diferentes edades.
Además de contar con 15 perros (que se turnan para participar), en el lugar también hay otros animales de asistencia, como tres patos, dos cuilos, dos conejos y un cerdito viertnamita que ayudan a fortalecer habilidades. Ellos son parte de la fundación.
Un detalle importante es que los animales no reemplazan la terapia convencional, sino que la complementan.
Idea tras vivencia
Karla Chinchilla Romero es la mente detrás del centro de atención integral Un Mundo Mejor (al que se paga por asistir) y de la fundación SIAA (esta, que es la que beca a algunos de los receptores de terapias, fue cofundada también por Manuel Calderón y Katherine Campos).
Chinchilla, amante de los animales, decidió tomar este camino luego de que a los 15 años le detectaran tumores en una pierna y requiriera de muchas y dolorosas terapias. Siempre quiso ser veterinaria, sin embargo, al ver su propio caso y el de otras personas a quienes conoció en procesos similares, decidió que debía estudiar una carrera que le permitiera ayudar a los demás.
Fue entonces cuando decidió ser maestra de educación especial y como continuaba anhelando trabajar con perros, pensó en lo bonito que sería incluirlos durante las terapias que ya de por sí “eran complicadas”. Investigó y supo que en España existía una especialidad para entrenar perros y que trabajaran como animales de asistencia.
“Desde siempre mi foco eran los adultos con discapacidad que salían del colegio y no tenían a dónde asistir. Entonces pensé en abrir un centro de atención integral que nace para que estas personas sigan teniendo estimulación y calidad de vida. Ellas ya pasaron por sistemas académicos y otros lugares, cerraron su proceso y, según les dicen a sus encargados, ya ‘se hizo lo que se pudo’. A esto se unió mi intención de siempre de querer incluir perros en la terapia”, detalló la profesional, de 29 años.
Las intervenciones con animales empezaron desde el 2017 y una de las primeras personas en recibir este tipo de terapias fue Jhoan, quien se ve muy cómodo cada vez que acaricia a un perrito.
Además de la asistencia de los peludos durante terapia física, ellos también participan en las diferentes clases que reciben los usuarios: están presentes en los ejercicios de lenguaje y en terapia ocupacional, entre otras. La fundadora y directora cuenta que los animales se convierten en una motivación y complementan los acompañamientos que se brindan en esas áreas y en psicología.
Si se necesita que la persona trabaje marcha, entonces camina acompañada del can. Si se busca que se potencie la parte de fuerza, en vez de tirar una pelota contra la pared se le lanza al perro a modo de juego.
En cuanto a la terapia ocupacional o de habilidades diarias, se asignan tareas. Entonces, en lugar de levantar una cuchara, la persona barre un espacio donde están los animales de la granja y con este ejercicio se fomenta la intención de ayudar a otro ser vivo.
Quienes son parte del centro pagan una mensualidad de acuerdo a sus posibilidades, pues para que el lugar funcione Karla y los otros dos fundadores deben costear alquiler y pago de los diferentes profesionales que ahí trabajan. La fundación, que cuenta con voluntarios, sí brinda el acompañamiento gratuito y por eso es que ahora, que se busca constituirla legalmente, se espera poder abrir puertas a nuevos recursos y ayudar a más personas.
“Es muy chiva ayudar y poder becar a las personas para que reciban terapia de calidad. Todos los años he estado becando a cinco personas”, agregó la maestra de educación especial.
Por ahora, quienes más se benefician de las terapias asistidas con animales son los usuarios del centro y personas becadas en la fundación, como Jhoan.
Tanto el centro como la fundación tienen las puertas abiertas para personas con discapacidad de diferentes edades.
Perros trabajadores
Sí, los perros que participan en las terapias asistidas son perros que trabajan. Cada uno utiliza un chaleco que lo identifica y les recuerda que en ese momento están para ayudar, sin que eso les represente un desgaste.
Cada uno de los perros que participa en el centro y en la fundación tiene su propia familia: son mascotas en algún hogar y es usual que acudan una vez por semana a ser animales de terapia. El día que un equipo de Revista de Dominical de La Nación visitó el lugar, estaban trabajando la simpática Luna, el paciente Parche y Brownie y Ava, padre e hija que generalmente son ideales para estar en la mesa y que los usuarios realicen ejercicios de motora fina, pegando y despegando diferentes figuras en los chalecos que los perros llevan puestos.
“Cada maestra tiene un perrito. Son parte de la familia. Son mascotas con hogar y cuando salen de casa se ponen chaleco y saben que van a trabajar. Tienen necesidad de trabajar, esta es una forma increíble para canalizar energía, se sienten útiles como seres vivos. Se cansan y van y descansan”, explicó Karla Chinchilla.
Una de esas funcionarias es Mar Brenes, estudiante de veterinaria y quien participa en la fundación como Técnica en Intervenciones Asistidas con Animales. Ella es la propietaria de Brownie y Ava, dos french poodle que se han entrenado desde cachorros. La perrita es enérgica, mientras que él es muy tranquilo.
Además de ser “perros de mesa”, también trabajan ayudando a bebés. Por ejemplo, la cabecita de los recién nacidos se coloca cerca del corazón de estos perros y el latido ayuda a los pequeños a mermar diferentes crisis, contó Brenes.
Cada perro es entrenado aproximadamente por un año y para convertirse en animal de asistencia debe pasar un test de sensibilidades. Inicialmente el proyecto de entrenarlos contó con el acompañamiento de La Fundación Bocalán del Perro de Ayuda Social, organización española que Karla trajo a Costa Rica para aprender acerca de trabajar con los animales.
“Los perritos pasan una evaluación, no importa si son de raza o zaguates, lo importante es que tengan las sensibilidades correctas: que no se asusten si los tocan bruscamente (esto no se permite, pero si alguna persona experimenta una crisis, el perro no se altera). Si pasa esa prueba empieza el adiestramiento de un año donde se ambientan. Aprenden a caminar a la par de personas que van con bastones, al lado de las silla de ruedas, no se alteran con expresiones más toscas, pueden estar en mesa trabajando con niños y participar en diferentes actividades”.
El entrenador canino, Manuel Calderón, destacó que no existen razas, sino individuos aptos para ser perritos de terapia. Él, quien se certificó como adiestrador de perros y cuenta con La U Canina, apoya ad honorem el proyecto y el adiestramiento de algunos canes de la fundación (donde también entrenan mascotas). Él es el propietario de Parche, un Rouhg Collie, mientras que Karla es la dueña de Luna, la juguetona labradora.
Un factor indispensable es que el perro debe disfrutar lo que hace. El entrenamiento de los animales se realiza en positivo. Siempre es premiado y estimulado. No hay gritos ni maltratos, asegura Chinchila.
Con su labor, los animales colaboran a que personas con discapacidad realicen actividades o terapias que requieren. En el caso de quienes están dentro del espectro autista, les ayudan “a manejar la frustración y sus diferentes emociones”. Este centro tiene una alianza con BarrileTEA, asociación que defiende los derechos de personas con la condición de autismo.
Además de participar en terapias, los perros también son parte de charlas educativas con estudiantes y acuden a escuelas y colegios donde especialistas le hablan a la niñez acerca de la importancia de la inclusión, de respetar a todas las personas y a no hacer bullying a sus semejantes.
Lugar para todos
Don Ricardo tiene 67 años y Franco es un niño de 13. Ambos han potenciado sus habilidades en el centro y en la fundación gracias a la presencia e intervención asistida con animales. En este lugar hay espacio para quien lo requiera.
Si bien Karla Chinchilla pensó en el proyecto inicialmente para personas que ya hubieran terminado sus ciclos académicos, con el tiempo se dio cuenta de que había niños y adolescentes que también necesitaban de una atención más especializada.
“Hay menores de edad a quienes las escuelas casi que les invitan a retirarse porque no tienen las herramientas para ayudarles con lo que necesitan”, comentó Chinchilla.
En algún momento a Sujeily Porras, le dijeron que en el centro educativo no estaban preparados para dar acompañamiento a su hijo Franco Cartín, de 13 años y quien está dentro del espectro autista. Ella paga para que a su hijo le den clases y terapia de lunes a viernes en el centro Un Mundo Mejor.
“El principal motivo por el que llegamos es porque las teachers tienen preparación. Franco ingresó a un grupo de niños con edades similares y en el que cada uno tiene un curriculum individualizado. Mi hijo requiere de opciones de aprendizaje diferentes”, comenta la madre, quien dice que en escuelas privadas la experiencia fue complicada.
“En las escuelas nos decían que no estaban preparados. En una escuela privada fueron abiertos, logramos que entrara a primero, segundo y tercero. Se esforzaron muchísimo, pero llega un punto donde se da la frustración”.
Porras recuerda que en esos salones de clases dividían la pizarra en dos y en uno de los lados presentaban la materia de una manera que fuera óptima para Franco. Mientras él crecía se preguntaba el por qué de aquella diferencia y también “se presionaba” por no ir tan rápido como sus compañerosá. Entonces, Sujeily dio con el centro donde su hijo recibiría clases y terapia, acompañado de animales.
La presencia de los perritos ha sido favorecedora para Franco, quien estudia Español, Matemáticas, Estudios Sociales y Ciencias. A esto se unen terapia de lenguaje y ocupacional. A él siempre le han gustado mucho los animales, por lo que la presencia de los peludos se ha convertido en una motivación para él.
“Cuando empezó la terapia (con los perros) cambiaron su motivación y seguridad. Se sentía más feliz y eso hizo que lograra avances en la parte educativa. Él lee y domina operaciones matemáticas. La experiencia con los animales ha funcionado con él. Se siente contento y realizado y además avanza con la parte escolarizada”.
La presencia de los perros de terapia han ayudado a Franco en el ámbito conductual, dice su mamá, quien agrega que los animales le brindan tranquilidad, autocontrol y lo incentivan a estar más dispuesto. En clases, cuando está leyendo, uno de los canes lo acompaña.
Así como Franco y Jhoan, la vida de muchas otras personas con alguna condición hoy es distinta, positivamente hablando. La llegada de perritos a sus terapias o estudios ha tenido resultados transformadores.
Si requiere información del centro o las beca en la fundación, puede llamar al 8695-7159.