En una casa de Goicoechea quedó el tablero de básquet que pasó de cancha a Mariela Iglesias. A ella y a su gemela Alejandra les gustaba el fútbol, pero al papá no tanto. Ni lerdo ni perezoso, don Miguel Iglesias buscó la forma de hacerlas cambiar de opinión y se jaló una jugadota de tres puntos. Hace 25 años, en Navidad, apareció en la cochera una canasta de baloncesto.
Las gemelas lo aceptaron pero sin dejar de patear la bola en cuanto podían. Jugaban fútbol en el Colegio Metodista, donde no había equipo femenino, y ellas se daban taco a taco con los hombres. Mariela era lateral o delantera, y Alejandra, creativa.
Las gemelas se parecen poco físicamente y tiene que haber cambiado mucho la personalidad de Mariela para que su hermana revele que era una niña excesivamente pasiva.
Cuesta imaginarla así ahora. Si no hace más cosas es porque los días tienen solo 24 horas. Entrena a chiquitos en el colegio Blue Valley, da clases en el Saint Joseph, nada, dirige a las muchachas de Brenes Santo Domingo (en la primera división de baloncesto) y cierra la jornada con Brenes Barva.
Este equipo, de pura cepa herediana, ha conseguido nueve campeonatos. El más reciente es de este año y es la razón por la cual estamos hablando de Mariela Iglesias González.
Los caminos de la vida
La vida no lo da todo y es por eso que siempre, frente a dos senderos, nos vemos obligados a elegir uno.
Las gemelas escogieron dos muy diferentes: Alejandra es mercadóloga, Mariela siguió en el básquet, deporte en el que siempre se ha destacado, y estudió educación física en la Universidad Nacional, profesión que la llevó al exitoso quinteto herediano.
En abril supo que William Colón dejaba el equipo. Ella había trabajado con el coach puertorriqueño durante el torneo de apertura y una parte del de clausura. Fue su asistente, se encargaba de la preparación física de los jugadores.
Cuando Colón anunció que se iba, algunos vieron en Mariela a la heredera natural del puesto. Otros dudaron.
Ninguna mujer había dirigido aquí un quinteto de primera y los prejuicios entraron a jugar.
Por encima de las opiniones, Mariela se sabía lista para el desafío, pero la decisión no dependía de ella. La palabra era de la junta directiva.
Un poema ganador...
Pocos días después de que Colón anunciara su salida por un problema familiar, Brenes Barva debía jugar contra San Ramón por el torneo de clausura. Sería en el cantón poeta, donde nunca habían ganado antes.
Con Mariela en el timón temporalmente, la historia dio vuelta y ella y sus muchachos vencieron.
Salieron a la luz cualidades que la entrenadora ya conocía de sí misma: seguridad y confianza. El equipo parecía no extrañar la espuela de Colón. Las acciones de Mariela subieron, la directiva apostó por ella y la nombró.
Caía una barrera. Brenes Barva, entonces con ocho campeonatos nacionales, sería dirigido por una mujer casera y aficionada a Harry Potter, que dice que “las oportunidades son para tomarlas”.
Ella tomó la suya al verla pasar.
Hay un video curioso en el cual se refiere al nombramiento. La curiosidad consiste en que utiliza un fácilmente reconocible acento puertorriqueño que no se le oye al hablar ahora con ella.
Es como si en aquel momento, emocionada por la selección, homenajeara inconscientemente al coach exitoso a quien sustituía y que llevaba en el baloncesto profesional tantos años como tiene Mariela de edad.
El 26 de mayo, el gimnasio del Liceo de San Joaquín de Flores estaba lleno. Los barveños jugaban en su casa contra San Ramón el cuarto partido para definir al campeón nacional. Brenes Barva había ganado dos y campeonizaba el ganador de tres de cinco. El farafachín de una cimarrona barveña adelantaba desde las gradas el sonido de la celebración.
La distancia entre el éxito y la derrota la marca en el baloncesto un aro de 46 centímetros de circunferencia. Los anhelos de jugadores y entrenadores deben pasar por él para cumplirse.
Aquella noche de mayo, los barveños dominaron y, poco antes de que terminara el partido, un puño en alto de Ryan Abraham le dio a entender a Mariela que ganarían y, adivinen qué, ganaron. El tablero decía 75 a 68.
Iglesias entró así en la lista selecta de “las primeras”. Ninguna mujer antes que ella había dirigido un quinteto profesional ni lo había llevado al campeonato. Los que no creían, callaron.
Los incondicionales
Detrás de Mariela, como una especie de muro de apoyo, está la familia, fiel en las verdes y en las maduras.
En las buenas, por ejemplo, la apoyaron cuando tuvo el chance de viajar a Barcelona para seguir estudiando; en las malas, cuando en el 2006, se lesionó una rodilla y el baloncesto pasó a ser un pasatiempo de fines de semana, ya no una práctica constante.
Ya no lo juega, pero dirige y enseña, actividades que también le dan muchas satisfacciones y pasa lo mismo con sus equipos en el fútbol –Saprissa y el Barcelona–.
Admira a Gregg Popovich, el entrenador de los Spurs de San Antonio.
En 2015, Popovich hizo historia en el terreno de la equidad. Eligió como asistente a Becky Hammon, la primera mujer en trabajar a tiempo completo con un cuerpo técnico de la NBA.
Cuando los medios le preguntaron a Becky qué se sentía ser una pionera, ella le devolvió la bola al entrenador y dijo: “el pionero es él” (por haberla elegido y haber acabado con la idea de que el puesto era solo para hombres).
El año entrante, Mariela podría conocerla y eso le ilusiona. Podrá contarle que hizo campeón a un equipo de hombres y, quizá, Becky sueñe con hacer lo mismo alguna vez en la NBA.
La magia
En 1997, cuando Mariela estaba ya entrada en la adolescencia, la escritora J. K. Rowling dio a luz a Harry Potter. La aventura empezó con Harry Potter y la piedra filosofal . Como sabemos, los alquimistas creían que la piedra filosofal permitía convertir en oro otros metales, rejuvenecía y daba la inmortalidad.
En el deporte, la sustancia decisiva es el sudor y la piedra angular del éxito está hecha de trabajo y la planificación. De suerte, nada.
La casualidad no entró a la cancha ni para el nombramiento de Mariela ni para la campeonización de Brenes Barva. Fue clave soñar, una palabra que la entrenadora dice con frecuencia.
—¿Qué ha aprendido de los libros de Harry Potter?, le pregunto.
—Que hay sueños que se pueden cumplir con magia, responde.
Soñar es desear algo con muchas ganas y es el primer paso para ir a buscarlo. El quinteto Brenes Barva anhelaba su noveno título. Ya lo tiene. Una mujer lo guió hasta él.