Su cumpleaños número 43 fue un 9 de marzo. Un lunes. Costa Rica tenía tres días de haber registrado sus primeros casos de covid-19. Ese día él salió ante el país para indicar que se contabilizaban nueve casos y 22 personas eran sospechosas de tener el virus que ya trastocaba las vidas de los costarricenses.
Daniel Salas Peraza, quien hasta ese entonces había sido una persona muy trabajadora pero de bajo perfil, llevaba para ese cumpleaños poco más de un año al frente del Ministerio de Salud y ya comenzaba a sentir lo que implicaba ser una figura pública en medio de un trabajo apabullante: coordinar la atención de la principal pandemia de los tiempos modernos.
“Ese día llegué a la casa como a las 11 p. m., después de un montón de reuniones. Ahí se quedó el queque y ni se cantó”, recordó.
Ese virus le comenzaba a dar una tarea como nunca la había vivido. En una cotidianidad sin precedentes.
Si esta entrevista hubiera sido hace un año, hubiera sido cara a cara y no en videollamada. Hubiera sido en su despacho; ministro y periodista no se habrían visto a través de la pantalla de una computadora.
Si esta entrevista hubiera sido hace un año, él habría dicho que su principal reto como ministro hacia la ciudadanía giraba torno a las muertes por accidentes de tránsito, el sedentarismo y fortalecer las políticas de salud mental.
“Pero se vino una pandemia. Y se vino fuerte”, afirmó entre risas.
Y esa pandemia lo cambió todo. Cambió las prioridades. Cambió su entorno. Le cambió la vida.
Esa pandemia lo enojó. Aunque se reserva decir con quién y por qué.
“Claro que me he enojado, varias veces en esta pandemia, pero me lo reservo”.
Lo dice con una leve sonrisa, como si ya se hubiera reconciliado con la situación, al igual que todos estamos tratando de reconciliarnos con este 2020.
Esa pandemia que en territorio nacional este viernes superó los 150.000 casos reportados y se acerca a 2.000 muertes asociadas.
Si mañana le dijeran “se acabó del todo y ya no hay un solo caso de covid-19″, Daniel Salas tiene claro lo primero que hará y dónde.
“Diay, ir a darle un beso a mi mamá”, dijo rápidamente y con mucha seguridad.
Su sonrisa y sus ojos iluminados al decir eso delatan lo que públicamente ha reconocido. Ella, Guiselle Peraza Valenciano, es una de las tres mujeres de su vida; junto con su esposa, Vivian Calvo, y su hija, Padme Salas Calvo.
“No sabría dónde estaría si no fuera por ellas. Este año ha sido fuerte”, admitió.
Sentir el significado de cada ‘lamentable fallecimiento’
Este año ha sido muy fuerte. Para él y para su familia.
Si Salas definiera el 2020 en pocas palabras sería “el reto mayor que hemos vivido como humanidad en los tiempos modernos y que tocó todas nuestras fibras”.
Las suyas no son la excepción.
Cuando el jerarca, al dar su reporte de la enfermedad en el país, da condolencias a las personas que han perdido a un ser amado en el contexto de pandemia y habla de los “lamentables fallecimientos”, siente cada una de sus palabras.
Su madre y él vivieron juntos lo más difícil de la pandemia: la muerte de Eduardo Salas Rodríguez, con quien Peraza estuvo casada durante más de 44 años y que falleció el 16 de setiembre.
El ministro lo describe como lo más doloroso de toda su vida, pues nunca había perdido a una persona tan cercana. Su padre, quien tenía 69 años, ingresó al hospital con un infarto, y allí se infectó con el virus pandémico.
“Fue una sorpresa porque él nunca había tenido ninguna manifestación clara de enfermedad cardiovascular. Nunca había tenido síntomas de falta de aire por algún esfuerzo. No tenía problemas de colesterol. Tenía un problema de presión alta, pero estaba controlada. Nos agarró por sorpresa y más cuando supe que había sido un infarto muy fuerte”, subrayó el jerarca.
“Cuando a él le estaban haciendo el cateterismo (procedimiento para ‘limpiar’ las arterias y permitir el paso de circulación) tuvieron que intubarlo. Yo pensé que ya lo íbamos a perder. Al final Dios permitió que estuviera un mes más con nosotros”, prosiguió.
Fue un mes de muchos vaivenes emocionales, como él describe.
“Uno tenía esperanzas como hijo, aunque como médico a veces uno veía el tema más sombrío; soy hijo y la esperanza nunca la perdía”, reconoció.
Ese hijo tuvo que enfrentar esta etapa en uno de los momentos de más trabajo, cuando se empezaban a dar más libertades y las mascarillas apenas comenzaban a ser obligatorias en sitios cerrados.
“Yo saqué vacaciones y pude irlo a ver al hospital varias veces. Fue muy difícil. Y cuando ya se fue pues, simplemente aceptarlo. Uno pasa por una negación y por todas las etapas del duelo, pero claro, que es parte de la vida, y por eso yo decía que hay que atesorarla mientras la tenemos”, señaló.
En medio de todo el apoyo, también fue difícil para este médico y epidemiólogo que la muerte de su papá se diera en un contexto donde las despedidas son más difíciles.
“Ni vela le hicimos porque yo no quería que llegara el montón de gente que quería llegar y yo decía ‘en media pandemia, diay, infecciones que pueden haber’. Lo sacamos del hospital para llevarlo al cementerio”, recordó.
Hace una pausa.
“Yo quería abrazar a mi mamá. Yo quisiera estarla viendo y abrazándola montones y llenándola de besos. En este momento es complicado. La pandemia le adhiere un grado más al duelo. Por dicha Dios nos está ayudando. Esto yo sé que lo han vivido muchas familias. Son cosas muy difíciles, las entiendo, son momentos sumamente complicados”, recalcó.
Por estas razones es que el mismo Salas, desde su posición como ministro, es enfático en lo que debemos hacer para no perder personas allegadas.
“En cosas tan sencillas como lavarnos las manos antes de tocarnos la cara, en usar mascarilla, podríamos lograr que la vida dure más y tener a las personas que queremos durante más años. Uno dice, voy a tratar de seguir”, enfatizó.
Los retos de comandar la Salud en la época más decisiva
A nivel de salud pública y epidemiología una frase reza que el reloj de la pandemia siempre hace tic-tac, pero nunca marca la hora. Se sabe que puede surgir en cualquier momento, pero no cuándo.
Y ese “cuándo” fue justamente en la administración de Salas como ministro.
“Sí, claro que me he preguntado que por qué justamente en este momento, pero son cosas que toca asumirlas”, afirmó.
A inicios de enero, el jerarca ya leía y hablaba con sus colegas de otros países sobre aquél virus que había emergido en China. Lo seguía con cautela.
Posteriormente, cuando comenzó a ver que no se pudo contener del cerco que se le había hecho a Hubei (provincia donde está ubicada la ciudad de Wuhan, origen del virus) entendió lo difícil que sería frenarlo.
“Ya cuando yo vi que había casos en Europa y cómo se estaba moviendo yo dije ‘esto va a llegar aquí'. Algunos otros ministros de otros países no lo pensaban así en su momento, pero era inminente”, aseguró.
Desde entonces, la travesía por la pandemia se ha hecho en medio de incertidumbre propia de un virus ante el cual todavía somos vírgenes.
“A nivel de salud pública está el principio precautorio. Adelantarse y que no ocurra un problema. No siempre se puede, pero se puede trabajar en ello. Nosotros sabíamos y lo dijimos desde el inicio ‘aquí va a haber casos y muertes’. La idea era, y sigue siendo, evitar el colapso hospitalario”, destacó.
La llegada de la enfermedad a Costa Rica vino de la mano de una pareja de turistas estadounidenses. Ellos le enseñaron a las autoridades ticas lo diversa que puede ser la covid-19.
La prueba de detección se les hizo con el “beneficio de la duda”, recuerda Salas. El no tenía síntomas y ella, por su parte, no tenía la presentación usual de la enfermedad. No tenía dificultad respiratoria, ni tos; sus síntomas eran gástricos.
Se les hizo la prueba porque se les notificó que habían tenido contacto con casos positivos en una fiesta en Estados Unidos y ellos dieron aviso a las autoridades ticas.
“En ese entonces se sabía muy poco de los asintomáticos, y, aunque se comenzaban a hablar de síntomas gastrointestinales del virus, era muy poco lo que se estaba viendo. Costa Rica entró viendo cuadros atípicos, que uno no buscaba”, destacó Salas.
Ese inicio en Costa Rica también vino acompañado de un evento de superdiseminación en el que, para las últimas semanas de marzo, una sola persona (un médico del Hospital de Alajuela) era el punto de origen de tres de cada cuatro casos. Eso también llevó al país a aprender de primera mano cosas que no se veían hasta el momento en otros países.
Las autoridades estudiaron, tomaron previsiones y decisiones basadas en lo que se iba sabiendo, aún en medio de la incertidumbre y con proyecciones matemáticas. Durante un tiempo se creyó que el virus sería más agresivo y letal.
“Había escenarios que podían poner muy a cuestas lo que se veía para Costa Rica. Por dicha no se cumplieron, pero pudo haber sido la realidad”, rememoró el ministro.
Y después vinieron aprendizajes, el saber cuándo adoptar medidas como recomendaciones de quedarse en casa, restricción vehicular sanitaria, aconsejar uso de mascarillas y su posterior obligatoriedad en espacios cerrados.
“Hablar de lo que no pasó es lo más fácil y de lo que pudimos haber hecho. Es cierto que ahora hay más libertades que cuando habían menos casos. Cuando había menos casos tuvimos que ser muy restrictivos para darle oxígeno al sistema de hospitalario para abastecerse y que no colapsara. Y por dicha ese colapso no ha llegado”, destacó.
“La gente no logra visualizarlo porque no ha sucedido, pero sí pudo suceder”, evidenció.
Sin embargo, para Salas hay dos errores que cometen las personas: “la primera es utilizar mascarillas que les quedan grandes o que no se las fijen bien. La otra, el que en el momento en el que aparece la comida, las personas que no forman parte de la misma burbuja social no guardan la distancia y conversan. Todo esto aumenta el riesgo de contagio”.
El jerarca, eso sí, reconoce que es incómodo usar mascarillas: “las tiras tienden a ‘jalar’, son incómodas. O a veces pica la cara e incomoda, pero no hay que perder la constancia ni bajar la guardia. El que perdona pierde, no hay que perdonar el virus para nada”.
No obstante, él no oculta su preocupación ante la fatiga de la población y la tentación que pueda significar fin de año para reunirse con la familia y amigos, aunque insiste en que no se giraran restricciones similares a las de semana santa.
“La fatiga y esa necesidad de contacto físico, de contacto presencial... si se combina esto, pueden hacer que esto se salga de control, que esto explote y las muertes crezcan exponencialmente. Controlar nuestras emociones, nuestras necesidades de contacto y nuestras necesidades físicas es vital para que podamos celebrar el año entrante y los que Dios nos tenga con vida“, apuntó.
“El virus ahí va a seguir, no se ha ido”, puntualizó.
Vivian y Padme: quienes lo mantienen con vida
¿Cómo hace el ministro para no perder la cordura? ¿Cómo cuida su salud mental? Su esposa y su hija, admite, son quienes lo tienen donde está: hablar con ambas, jugar con ellas, ser papá y esposo.
“Padme tal vez está muy pequeña y todavía no lo entienda (tiene cuatro años), pero ella lo sabrá. Le diré ‘mi amor, esos besos, esos abrazos, el jugar con vos, entrar en tu mundo mágico. Eso es todo para mí, me recarga todas las pilas bajas’”, dijo, sin ocultar la sonrisa que solo se tiene cuando se habla de lo que más se ama.
Otras cosas que destaca sin pensarlo dos veces: la paciencia de quien es su esposa hace nueve años, pero su cómplice desde hace “un tanto más”. El estar con ella, el que lo escuche, el que puedan hablar de temas varios, el compartir sus comidas favoritas. Es una parte invaluable de su tiempo.
Relajarse con series de diversa índole, jugar videojuegos, pero también buscar espacio para la espiritualidad.
“Encontrarme con el Creador, con ese ser supremo que da ese balance. Al final, Dios es amor. Yo creo en un Dios único, universal, para todos, en el que deposito toda mi confianza”, acotó.
¿Qué le pide? Sabiduría, paciencia, capacidad de no desviarse hacia el odio y no dejar de confiar.
El apoyo se escribe por chat, se dibuja, viste de Star Wars y toma forma de ‘quequitos’
Para una persona más bien introvertida es muy difícil el ser parte del ojo público, pero Salas sabe que es el precio que debe pagar por hacer su trabajo. Y, aunque reconoce que por las medidas y restricciones que giró no es muy querido por cierto sector de la población que “seguro me ve y no piensa cosas tan buenas”, destaca que es mayor el cariño de la gente.
“Yo soy cero de figurar. Yo soy de trabajar y trabajar y dedicarme a eso”, apuntó.
Sin embargo reconoce lo más bonito que ha tenido en su trabajo: “Los dibujos de los niños, el que se vistan del Ministro, el que la gente me agradezca. Todo eso me llena”, explicó.
Además, ha recibido regalos como muñecos, comida, pinturas, Stormtroopers (personajes de Star Wars) con su cara y una membresía honoraria del Club de Star Wars (saga de la que es fanático).
Pero tal vez algo de lo que más destaca es que sus compañeros de Medicina de la universidad crearon un chat de WhatsApp a través del cual le han enviado sus videos, audios, fotografías y mensajes de apoyo a su trabajo.
“No sé cómo hicieron para formar y conseguir números de ciento y resto de personas. Allí he recibido muchas palabras de apoyo”, manifestó agradecido.
Enfrentamientos
Hay momentos en los que el jerarca se ha enfrentado con quienes le expresan todo lo contrario a esa admiración.
“Hay gente que dice que yo vendo miedo. No hay que tener miedo, yo nunca he dicho eso. Debemos tenerle respeto al virus, porque sí, es un enemigo contra el que hay que luchar y que no se cansa cuando nosotros estamos fatigados”, aseveró.
“Sabemos que la economía está mal y que hay gente que sufre. Pero estar en este momento diciendo ‘quiero un empleo’ es porque usted tiene vida y salud. La economía es muy necesaria, esto no es un pulso de salud o economía, es lograr un balance”, agregó.
Por ello, indicó, en Costa Rica se supo desde un inicio que no se podía apagar al país del todo: la economía y subsistir es necesario.
A futuro
Su gestión al frente del Ministerio de Salud terminará, pero tiene claro lo que sigue en su vida. Eso que, a su vez, ha tenido claro desde que decidió estudiar Medicina para ayudar a la gente.
“Mi aspiración siempre ha sido aportar, donde yo esté. No tengo aspiraciones de irme del país o de un puesto diferente. Obviamente uno tiene que valorar las opciones o las alternativas en el momento en el que se presenten y ver qué es lo mejor para uno y para la familia. Uno tiene que conciliar las aspiraciones de uno con las de la familia”, aseguró.
Y añadió: “Yo mientras logre hacer mi trabajo y sienta que estoy aportando y estoy dando mi granito de arena para mejorar la salud, donde quiera que esté, eso es lo que quiero hacer. Y ver después y decir ‘valió la pena el esfuerzo’”.
“Siempre pidiéndole a Dios mucha sabiduría para hacer lo mejor las cosas. Ya sea en mi puesto de propiedad como director de Vigilancia de la Salud o donde esté. Que Él me dé sabiduría para hacer lo mejor para mí y mi familia”, concluyó.