Carlos Enrique Cerdas Araya, dueño de la constructora MECO, lleva seis meses caminando por un laberinto repellado por las dudas y los cuestionamientos. De un día a otro, pasó de una vida de lujos y exitosos negocios a estar encerrado entre las cuatro paredes de una cárcel.
En el 2021, luego que su nombre y el de su compañía aparecieran mencionados en sonados escándalos de corrupción, el empresario se convirtió en uno de los costarricenses más mediáticos del año.
Primero, el expediente judicial del Caso Cochinilla vinculó a Cerdas y a otros líderes de constructoras con supuestos pagos de dádivas a funcionarios del Consejo Nacional de Vialidad (Conavi), a cambio de obtener favores en contratos de obras viales como obtención de licitaciones y agilización en el pago de facturas.
Luego, el informe del caso Diamante también destapó aparentes ofrecimientos de dádivas a funcionarios municipales y alcaldes a cambio de favores en el pago de facturas y adjudicación de proyectos cantonales.
Sus allegados lo califican como un hombre introvertido, familiar y trabajador. Sus detractores lo ven como alguien ambicioso. Antes de que estallaran los escándalos, este empresario iniciaba sus días muy temprano para visitar los proyectos y planteles de su negocio. Las personas cercanas a él le reconocen su capacidad para manejar varias tareas al mismo tiempo.
Nació en Cartago un 27 de setiembre de 1959 y fue el único varón entre cinco hermanas. Tuvo una infancia común, pero la vida le dio un giro a los 28 años cuando sus padres, Ángel Cerdas González y Hortensia Araya Arce, murieron en un accidente de tránsito durante un viaje a Guanacaste, en 1987. Se casó en dos ocasiones y en ambas se divorció. Es padre de cuatro hijas y también abuelo.
Cerdas comenzó estudios en la Escuela Jesús Jiménez, luego siguió en el Colegio San Luis Gonzaga y se formó como administrador de empresas en el Instituto Técnico de Administración de Negocios. En 1977, fundó junto a su padre la empresa MECO, bautizada así en alusión al apodo de su progenitor, quien en ese entonces era un pequeño empresario que se dedicaba a la extracción y comercialización de arena de río y al alquiler de maquinaria.
Al inicio, la constructora se caracterizó por ser una compañía de movimiento de tierras. Recurría a equipo usado y realizaba obras sencillas con ayuda de líneas de crédito que le brindaba un amigo de la familia dueño de un banco, según contó el empresario a la revista colombiana Semana, en el 2019. “Los distribuidores de maquinaria eran muy celosos también para financiarnos equipo, nos costó mucho todo”, dijo en esa ocasión.
Gracias a esto y al éxito que tuvo en Costa Rica como productor industrial de agregados, asfaltos y concreto premezclado, y alquilando maquinaria al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) para proyectos hidroeléctricos de gran envergadura, Cerdas consiguió contratos en Guatemala, Honduras, Belice, El Salvador y más recientemente en Colombia, con obras hasta por $2.000 millones.
También ha creado y participa en las directivas de numerosas empresas relacionadas con la construcción y sus servicios de apoyo. Entre ellas destacan algunas dedicadas a la fabricación industrial de bloques y productos de concreto, a la construcción de proyectos hidroeléctricos y demás obras masivas, a la importación y comercialización de repuestos de maquinaria, y a compañías de desarrollo inmobiliario.
La revista Forbes Centroamérica lo destacó como uno de los grandes magnates de la región con ingresos por $720 millones, pero en realidad esa cifra corresponde al monto obtenido por la operación de MECO en el 2019 y no al dinero personal de su dueño, según una estimación de la calificadora Fitch Ratings.
De acuerdo con la constructora, desde 1995 fue reconocida como una de las cinco contratistas más importantes de Costa Rica y a partir del 2001 se convirtió en líder de la industria de construcción pesada del país. A la fecha, tiene un personal compuesto por más de 4.000 trabajadores, una facturación anual superior a los $450 millones y controla una red de plantas de trituración de agregados y asfalto en toda Centroamérica.
La Nación consultó a familiares, amigos y otros allegados para elaborar este perfil sobre el constructor, pero muchos prefirieron abstenerse (el propio empresario rechazó brindar una entrevista). Solo tres hijas, un empleado, un amigo y un competidor accedieron a hablar a condición de mantener bajo reserva su identidad.
“Para mí es un señor patrón. Lo conozco desde pequeño que andaba con el papá y operaba máquina. Llegaba desde las 3 a. m. a trabajar”, dijo el trabajador. “Un amigo al que valoro por lo que es y no por lo que tiene”, mencionó el viejo colega. “Una persona con un gran corazón y fe en Dios. Valiente, orgulloso de sus raíces, resiliente, trabajador incansable y con un amor incondicional por su familia”, reseñó una de sus hijas.
Lo describen como un hombre que se preocupa por su salud, con actividad física constante y buena alimentación. Gusta salir a correr en las mañanas o sacar a su perro Jacko a caminar. También disfruta de estar en su casa en Escazú, ver series en Netflix y pasar tiempo con su familia, con la que aprovecha para tomarse una copa de vino cada vez que puede. Aunque valora mucho los días de descanso, no deja pasar ninguna oportunidad para cenar con sus amigos más íntimos, ya que el empresario es un gran fanático de la fina gastronomía.
Cuentan que siempre ha estado comprometido con el trabajo y que esa es una de las razones por las que no quiso sacar tiempo para dedicarse a otra cosa que no sea MECO, a pesar de haber tenido la oportunidad. Empezó a manejar vagoneta desde los 15 años e incluso la utilizaba para llegar a las fiestas en su juventud. Su amor por las máquinas continuó con un quebrador que abrió con su papá, en Taras de Cartago, y desde entonces aprendió a hacer de todo, desde mecánico hasta chofer o “jalador” de comida y gasolina para las construcciones.
Sus allegados destacan que cuando murió su padre, Cerdas no solo se hizo cargo de la empresa sino que también se volvió la figura paterna de sus hermanas. Eso hizo que, según sus hijas, se convirtiera en un papá amoroso, que las llevaba a conocer el país por todas las construcciones de MECO fuera de la ciudad. Además, resaltan que también es un hombre sencillo, que comparte una misma taza de café con un empleado y que no duda en agarrar una pala para cargar material en un carretillo cuando es necesario.
Sin embargo, uno de sus competidores sostuvo que Cerdas siempre veía la forma de ganar más contratos con estrategias cuestionables y que en el sector de la construcción se conocían sus “andadas” desde hace 30 años.
En el 2017, el cartaginés figuró en un escándalo por presunto pago de comisiones en Panamá para la obtención o agilización de contratos de infraestructura pública. No obstante, llegó a un acuerdo de colaboración con la Fiscalía Anticorrupción con lo cual evitó un juicio, ya que reveló el nombre de varios funcionarios públicos canaleros implicados y la cifra de dinero a pagar pactada, cercana a los $9,4 millones.
Desde el pasado 14 de junio, Cerdas fue detenido por sus presuntos vínculos de corrupción y hasta la fecha sigue en prisión preventiva. Cuando se le preguntó a sus abogados cómo está llevando sus días en la cárcel, respondieron: “Don Carlos es un hombre disciplinado, procura hacer ejercicios dentro de las posibilidades, se lleva bien con sus compañeros y dedica mucho de su tiempo a la lectura. Se encuentra tranquilo por su gran fe en Dios. Ahorita en San Sebastián no tienen actividades de ningún tipo, solo permiten una persona por visita y lamentablemente solo ha podido recibir cuatro visitas en los casi cinco meses que tiene de estar allí”.