Obtener los recursos para financiar una película y contar con un elenco de reconocidos profesionales de la actuación no implica que todo está asegurado para una nueva producción. El cineasta costarricense, Hernán Jiménez conoció la realidad de la maquinaria del cine de Los Ángeles, en Estados Unidos, con Elsewhere (2019), su primer largometraje en inglés. Una historia íntima que nació en su corazón. Es lo mejor que ha escrito, pero no lo mejor que ha dirigido, reconoce.
En el reparto de la cinta destaca el actor Beau Bridges, nominado en 14 ocasiones al premio Emmy, de las cuales ganó tres, y quien, además, ha participado en decenas de películas y producciones de televisión. También estuvo la actriz Parker Posey, muy reconocida por participar en series estadounidenses.
El filme se proyectó en varias ciudades norteamericanas, aunque no lograron encontrar una empresa que la distribuyera en más cines y países, en Costa Rica no llegó a presentarse. “Me resulta muy triste a veces sentirla en el abandono, pero tengo la fe de recuperar los derechos algún día y poder mostrarla a más gente (...) Elsewhere es quizá mi película que más me duele, la siento como un sueño frustrado, una hija rebelde, aunque la quiero igual que todas. Por ahí hasta más”, reflexiona Jiménez.
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La industria de Hollywood es sumamente competitiva. Existe todo un sistema estructurado de estudios, creativos e intermediarios que deciden qué se hace y qué no. Además de cuándo, cómo y dónde, explica el cineasta tico. La llegada de Netflix y otras servicios de streaming irrumpieron y se ganaron su espacio potenciado durante la pandemia, a raíz del cierre de cines y teatros. Netflix cuenta con su propio flujo de producción, pero (un gran pero) no existe el problema de distribución de las películas. Una vez que una cinta se sube su proyección es global. Millones de personas pueden verla en cualquier momento en el teléfono, tableta, televisor o computadora.
Por eso, el debut del filme Love Hard (¡Qué duro es el amor!), a comienzo de noviembre, fue impresionante. Se mantuvo entre los primeros lugares de audiencia en la plataforma durante varios días a nivel global. La reacción de Jiménez fue de alegría y así lo mostró en sus redes sociales y entrevistas, pero también de mesura.
El cineasta tico tiene seis años de vivir en Los Ángeles, allá se fue en busca de trabajo. Ha pasado por “procesos eternos y fallidos para dirigir varias películas”, lo cual le ayudó a asimilar con mayor tranquilidad y madurez lo ocurrido con su segundo filme en inglés.
”Son ya varios años de pulsearla, y finalmente siento que cada fracaso –porque ha habido decenas– no fue tan en vano como creía”.
— Hernán Jiménez, cineasta costarricense.
“Soy sincero, yo siento que nada ha cambiado. ¿Creo que así pasa con las cosas grandes en la vida, no? Pensás que un destino va a cambiarlo todo, pero al día siguiente te levantás con los mismos fantasmas, los mismos anhelos, los mismos miedos y las mismas ilusiones. La vida sigue. Ya estoy grande, no me encandilo tanto, me tomo un trago para celebrar”, cuenta Jiménez.
Sin embargo, es imposible desligarse al impacto que tuvo Love Hard. “Padezco de muchísima ansiedad y cuando se me sale de control, es muy difícil reconectar. Me abrumo y el ruido que genera compartir el trabajo con millones de personas puede ser desconcertante”, aseguró Jiménez.
El éxito logrado puede ayudarle a concretar nuevos proyectos en los cuales ha trabajado durante los últimos años. Los productores, señala, buscan que un director sea capaz de finalizar un película de una escala mayor, “sin que todo se vaya al carajo”. El estudio ve un producto terminado, con un buen recibimiento del público, eso es clave para el cineasta de 41 años. Él logró dar ese paso. Ahora trabaja en silencio, como lo hace desde hace varias décadas para concretar sus próximos planes y los anuncia cuando están listos, antes no. Es supersticioso.
Pero, ¿cómo se convirtió Hernán Jiménez en el director de Love Hard? El guión primero llegó a Netflix, que lo compró, pero no tenía quien lo dirigiera, por lo que la compañía se da a la tarea de buscar quién lo hiciera. En ese momento es que aparece el costarricense quien, mediante una firma de representantes con la cual trabaja desde hace varios años, logra convencer a los productores de ser la apuesta más segura del mundo, aunque no lo era, dice.
El trayecto recorrido con sus cuatro filmes hechos en Costa Rica (A ojos cerrados, El regreso, Entonces nosotros y Aquí y ahora), sus cortos y documentales le sirvieron para obtener el aprendizaje de hacer películas con nada o casi nada. Ahora se enfrentaba a personas de mucho talento en busca del mismo objetivo. El sí definitivo fue tortuoso y dependió de varios factores sincronizados: “actores, calendarios, sensibilidades, coyunturas, pandemias, intereses económicos, y en mi caso y el de toda la fuerza creativa, mucha perseverancia”, señala.
“No hay duda que el nivel de producción –independientemente del contenido– es muy alto y poder transitar esos caminos conlleva mucha disciplina y dedicación. Y también mucha paciencia. Son ya varios años de pulsearla y, finalmente, siento que cada fracaso –porque ha habido decenas– no fueron tan en vano como creía”, reflexiona Jiménez.
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De vuelta a Love Hard, una vez designado como director empieza la tarea de guiar a los actores hasta el objetivo de lo que desea plasmar en la cinta, sea un guión suyo o no. Él se transforma en un director/psicólogo que marca a los intérpretes, los cuida e intenta comprender las complejidades de cada uno. “En eso consiste gran parte de mi trabajo, porque actuar bien se desprende de la soltura y la comodidad, y soy yo quien debo construir ese espacio para ellos. No es fácil, pero en el fondo me encanta. Me han sacado más canas de lo que quisiera, pero también los veo con infinita empatía, porque actuar es un arte profundamente vulnerable”, subraya.
Él los entiende: en Canadá estudió actuación y pasó por procesos similares. Al regresar al país, con 24 años, intentó trabajar en actuación, entregó su currículum en la Compañía Nacional de Teatro y en varios grupos independientes, pero nunca hubo respuesta. Desempleado fue a tocar la puerta de Repretel y llegó a Giros, cuando el programa iniciaba, a laborar en producción. Allí empezó su contacto con las cámaras. Conoció cómo usarlas, contar un cuento y editar. Luego hizo su primer documental, Doble llave y cadena, sobre el enrejamiento de San José y la inseguridad ciudadana. Participó en la Muestra de Cine y ganó premios.
“Al final de la ceremonia la gente ni aplaudía, medio cabreados, porque nadie entendía ese güila de dónde había salido ni qué demonios era la película. Francamente me cambió la vida esa noche. No por los premios, que sólo mi mamá conserva como Golden Globes, sino porque entendí que dedicarme a eso no era tan descabellado como alguna vez pensé”. En ese momento encontró su camino.
Después se fue a trabajar a El show de la Media Docena, en Teletica. Fue su primer trabajo de director: sin experiencia y “muerto del miedo” asumió el reto. Sus años allí fueron claves para su formación y para desarrollar el músculo de la dirección. Dejó la producción nacional para hacer su primer filme, A ojos cerrados. Después hizo El regreso. En esos años ya hacía stand up comedy. El dinero que ganó lo utilizó todo para irse a estudiar cine a Nueva York.
Sus años haciendo cine en Costa Rica entre amigos, le dieron libertad artística. Aprendió junto a las personas con las cuales inicia a crear, experimentó, siguió sus instintos y echó a perder algunas cosas. Otras sí funcionaron y le ayudaron a llegar a su actual etapa.
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Mía, su mascota, tiene tres años. Cada día el cineasta tico debe sacarla a caminar antes del mediodía y de nuevo por la noche. Son inseparables, se les ve juntos en la playa, en un bosque nevado y le acompañó durante el final de su último filme. “Me adora y es una gran compañera, no se me separa un minuto del día. Antes yo decía que ella es muy apegada, pero evidentemente el problema lo tenemos ambos. En los aeropuertos parece perra de la DEA, porque tiene cara militar, camina a la par mía y la gente se me queda viendo. Seguro dicen, ese mae no es ciego así que es una de dos: o es policía, o está bien jodido por dentro. Yo me inclino por lo segundo”, afirma sin dudar.
Mía es la espectadora en primera fila de las próximas ideas, guiones y material de stand up comedy que prepara Hernán Jiménez. De hecho reconoce que le encantaría presentarse en Los Ángeles y hacer un monólogo en inglés. Ideas sobran, tiene tres horas de material escrito, pero por ahora gana el pánico. “Algún día, quizá con suficiente guaro adentro, me suba a un escenario bien sombreado en algún rincón de esta ciudad, a ver si funciona. Y si no, pues bebo más”.