Una llamada lo cambió todo. “Shirley, la necesitan en Francia a tal hora. La van a estar esperando en el aeropuerto con un cartel”. Tenía 21 años cuando cruzó el Atlántico. No lo sabía, pero quizá lo sospechaba: su carrera estaba a punto de dar un giro sin retorno, y con ella, la historia del fútbol centroamericano.
Shirley Cruz Traña, hoy de 32 años, había sido reclutada por uno de los mejores equipos de fútbol femenino en el mundo. El Olympique de Lyon, perteneciente a una de las ligas de fútbol más competitivas –sino la más (la francesa)–, la había llamado a sus filas. Once años después, ahora vistiendo la camiseta del París Saint–Germain (PSG) como su capitana, los logros de la primera jugadora profesional costarricense se desbordan y superan, por mucho, a los de cualquier futbolista hombre o mujer en toda Centroamérica.
Siete títulos en la liga francesa, dos Champions League y tres subcampeonatos, cuatro nominaciones consecutivas al puesto de la mejor jugadora en Francia, el primer lugar de Latinoamérica para la persona con más finales de Champions jugadas y la lista continúa.
El 1.º de junio de este año, en Cardiff, el PSG fue derrotado en la final de la Champions por el antiguo equipo de la tica, el Lyon. Aunque no volvió a casa con su tercera copa, la mediocampista fue la mejor jugadora del equipo parisino y se llevó en el bolsillo su quinta final en encuentro más importante de clubes.
Desde Costa Rica, los ticos la acompañaron. Estuvieron con ella en cada pase, en cada remate, con cada gota de sudor. Este año, los costarricenses reventaron por fin en orgullo: a 9.000 kilómetros una compatriota continuaba ondeando la bandera del país por lo más alto. Ella lo sintió.
“La de ayer fue una final especial porque me sentí más cerca que nunca de mi país”, escribió en una carta de agradecimiento. “El saber que se estaba transmitiendo en vivo para Costa Rica me dio un impulso extra. Por ustedes y mi equipo corrí cada pelota más allá de mis propios límites, quería que estuvieran orgullosos, como yo lo estoy de mis orígenes. De la pared en Pavas en la que jugaba liguitas, de la cancha en la que junto a mis hermanos di los primeros pasos, del lugar al que siempre regreso buscando una buena olla carne o un gallo pinto de desayuno”.
¿Qué representa Shirley para el fútbol costarricense? ¿Cómo será recordada en los libros de historia?
Ella tiene claro cómo le gustaría que fuera: “Ayer me preguntaron que cómo quiero que me recuerden y hasta hoy pude encontrar una respuesta”, escribió. “Quiero que me recuerden como Shirley, la hija de doña Marqueza Cruz, porque a ella debo todo lo que soy”.
Lograr entrevistar a Cruz no es sencillo y no es para menos: una agenda así de apretada no la tiene cualquiera. Son sus mujeres, las que la han seguido de cerca, las que nos dieron una noción de cuán profundo han calado sus huellas.
La consentida
“Ella era una chiquita muy chineada”, cuenta su mamá. “Para ella y para mí sí fue difícil cuando se fue porque ella no sabía hacer nada. Ella lo que sabía era patear bola. Imagínese que ella me llamaba por teléfono para preguntarme qué se le echaba a las comidas, cómo se cocina frijoles”.
A doña Marqueza Cruz no la tomó por sorpresa la brillante carrera de su hija en Europa. Ya lo veía venir. “Se bailaba a todo el mundo. Todos los días ella jugaba. Imagínese que una vez fuimos a la romería y fue agarrar bola y tacos con los pies llenos de llagas. Yo no podía poner los pies y ella se fue a jugar”.
Varios ‘chascos’ le pasaron en su infancia, recuerda doña Marqueza, cuando comenzó a jugar con hombres y tenía que cortarse el pelo corto para camuflarse en sus equipos. Eso sí, ninguno la frenó. “Los chiquillos iban a orinar y ella se daba vuelta. Porque nadie sabía que ella era mujer, solo lo compañeros. Pero los del otro equipo no”.
Años después, ya jugando para la Selección Nacional, aquella llamada cambió sus planes y le sacudió el suelo. “Para ella fue una contentera pero difícil, aquí uno aprende el español y mal hablado. Allá la gente como mínimo habla tres idiomas. Eso fue lo más complicado para ella, no saber hablar. Imagínese para una persona que nunca ha viajado así, irse al aeropuerto a esperar sin saber hablar el idioma… eso requiere valor. Pues esa chiquita lo hizo. Fue muy valiente”.
La estandarte
Haber saltado directamente de Costa Rica al Lyon era algo inédito. Pero ella no era una jugadora más, opina Fiorella Masís, periodista de deportes de La Nación.
“Desde que estuvo en selecciones menores se notaba que tenía algo diferente, como dicen los entrenadores. Ante todo, yo creo que es esa fortaleza de poder irse y probar y enfrentarse en ese momento a otro idioma”, comenta Masís. “Shirley es como el estandarte del fútbol femenino y la representación de todas esas jugadoras que la ven como lo que es. Como lo máximo”.
Para ella, será recordada como aquella jugadora tica que rompió límites en la élite del fútbol femenino mundial y puso el nombre de Costa Rica en otro nivel, en uno de los mejores equipos del mundo.
“En unos años tal vez vaya a ser premiada en galerías de deportes, descrita como la mujer que le abrió las puertas a otras”, enfatiza. “Shirley demostró que si hay talento y hay dedicación, una jugadora tica puede sobresalir más allá de ser campeona nacional en el fútbol tico”.
El camaleón
Su papel como la mujer que abrió puertas para una nueva generación de futbolistas que intentan dedicarse profesionalmente al fútbol lo reconoce también una de sus mentoras: Amelia Valverde, entrenadora de la selección mayor de fútbol femenino y quien dirigió a las muchachas en su primer pase al mundial, en Canadá (2015).
“Cuando vinimos del mundial teníamos 13 jugadoras jugando fútbol profesional y quizá la gente no se da cuenta de eso. Claro que todo el trabajo ha sido importantísimo para seguir abriendo puertas. Ojalá que los equipo sigan dando una mirada a esta zona del mundo porque ha costado mucho”, asegura Valverde.
Amelia compartió canchas con Shirley. “Yo tuve la oportunidad de conocerla hace cerca de 13 años y siempre que me hacen este tipo de preguntas digo lo mismo: ella es la misma que conocí cuando yo tenía 18 años y ahora que tengo 31. Es su principal característica. La misma que llegó a hablar conmigo siendo yo una persona bastante joven y nueva en un equipo, es la misma ahora que me viene a saludar estando en papeles completamente distintos”.
Su talento es clave. Su capacidad como jugadora dentro de la cancha es impresionante, dice la entrenadora. Además, su capacidad de adaptarse en un ambiente tan distinto ha sido lo que la ha llevado tan largo.
“Llegar a los 32 años en la forma física que está ahorita es gracias a su perseverancia y capacidad de adaptación”, agrega. “Si a mí me preguntaran en treinta, veinte o incluso diez años quién fue Shirley Cruz, la describiría con la palabra ejemplo. No me gustaría decir la palabra referente porque es muy común, sería hasta sencillo. Referentes hay muchas. Si la tuviera que ver hacia atrás es un verdadero ejemplo de humildad, de trabajo, de talento”.
La audaz
Jacqueline Álvarez era dueña del balón. La exseleccionada nacional durante ocho años (retirada en el 2015) logró encajar la bola en las porterías opuestas tanto como quiso. De algo está segura: sin Shirley no lo hubiera logrado. Jacqueline Álvarez, la goleadora, no hubiera existido.
“En El Salvador, en el 2007, quedamos campeonas de Centroamérica. ‘Shiri’ Cruz quedó como la jugadora del torneo y Jacqueline Álvarez como goleadora. Las dos alzamos juntas un trofeo”, recuerda la exjugadora que estuvo al lado de la mediocampista durante los mejores años de su carrera. “Para mí haber compartido eso con ella fue algo súper motivante. Yo en mi carrera tengo 328 goles a lo largo de 15 años que jugué. Esos 328 goles tienen un sello de Shirley Cruz, porque prácticamente ella era la que me ponía los pases a gol”.
Cuando Shirley comenzó a jugar con la Selección, recuerda Álvarez, era la protegida del grupo. Rápidamente se convirtió en una ficha indispensable.
“En los equipos que compartimos fui campeona porque Shiri estaba. Porque ella nos daba ese ingrediente adicional que se necesita con una jugadora en la media cancha para poder resolver partidos y campeonatos”.
“Hay jugadoras que pueden ser muy cracks, con características de Shirley, pero que no tuvieron la disciplina y ese temple de continuar el sueño de llegar lejos. Siempre nos dio esa enseñanza: que era muy buena, pero como buena jugadora que siempre fue, siempre respetó el grupo. Eso la determinó a llegar a donde está: la humildad”, asegura. “Yo no sé cuánto tiempo tendrá que pasar para volver a tener una jugadora como ella. Yo con haber tenido el placer de haber jugado con ella y que ella me pusiera los pases para meter los goles… ya me puedo morir tranquila”.
La inspiración
Era el 2001 cuando Nosara recibió a la Selección Femenina Sub 20. Para una joven promesa de 13 años, aún sin guantes y en la portería, ese día quedaría marcado en su memoria para el resto de su vida.
“Ese día me metieron como 20 goles y como 15 fueron de Shiri”, recuerda Dinnia Díaz, guardameta de la Selección Nacional de Fútbol. “Yo le dije a mi tío que quería una foto con ella. Cuando me llamaron a la Selección y entrené con ella por primera vez le dije: ‘Shiri, yo tengo una foto con usted’. La tengo ahí para mí como un recuerdo increíble”.
Década y media después, la participación de ambas sería vital para la clasificación al mundial. La niña que se maravilló por habilidad de “la sensación” de ese partido, se convirtió en su colega y amiga.
“Cuando pasó el mundial ya era como el último adiós. Cualquiera se hubiera desmotivado. Cuando salimos del último partido dijimos: ‘yo creo que nos da para uno más’. Nos morimos de risa porque yo le dije: ‘bueno, va. Si usted sigue yo sigo. Sino yo me retiro aquí’. Me dice: ‘bueno jefita, vamonos’. Porque ella solo jefita me dice”, cuenta Dinnia, de 29 años. “Yo puedo decir que sigo en la Selección por ella. Fue un pacto que hicimos y ahí estamos luchando para poder volver a clasificar al mundial de Francia 2019”.
“Es un privilegio. Siempre vuelvo atrás y me recuerdo de esa foto y a mí solo se me llena el pecho de orgullo. Estoy demasiado agradecida con Dios”, asegura la guanacasteca. “Yo no cambio haber nacido, haber jugado y haber clasificado a un mundial con Shirley Cruz”.
La ídola
“Su hija solo está jugando fútbol en los recreos con los hombres”, le dijo una profesora de preescolar al papá de una niña de cinco años que soñaba con jugar fútbol. “¿Podría comprarle una muñeca?”.
“No”, fue la respuesta. “Si mi hija quiere jugar fútbol, así será”. Y así fue. Tacos y bola la acompañaron durante escuela y colegio. Todavía en los noventas, el fútbol era terreno de hombres y compartir la cancha con compañeros, a falta de equipos femeninos, era la única opción.
La niña se distrajo. El sueño se disipó y los tacos se llenaron de polvo. La bola cambió por las palabras. Veinte años después, ahora desde una sala de redacción, esa misma niña intenta darle forma a un texto para moldear lo que Shirley representa.
Las pequeñas de cinco años tienen ahora un chaleco protector de apellido Cruz, uno que todavía esa chica no había conocido. Ese chaleco va mucho más allá de las canchas: es un ícono y un llamado a no aceptar un ‘no’ por respuesta.
Esa niña, hoy de 25 años, sabe que concretar el aplastante legado de Shirley Cruz no es tarea fácil. Aún así, lo intenta y comienza: "Una llamada lo cambió todo".