Matías Sandoval Marenco patina con gran facilidad por la pequeña sala de su casa. Va y viene mostrando su habilidad. Cuando se le aflojan los patines se sienta en un sofá cama y sube su pierna para lograr ajustarlos: dobla la rodilla y estira el brazo. Eso lo hace con una sonrisa cargada de camanances.
Él nació con acondroplasia (la forma más frecuente del enanismo) y ha aprendido a adaptar su vida a todo. No hay demasiadas diferencias en comparación a niños de talla promedio. De hecho, él solo encuentra una.
Matías tiene ocho años y cursa segundo grado. Es un niño tranquilo y brillante. Entiende que la única diferencia que tiene con sus compañeros de clase es que corre “más despacito” que ellos porque sus piernas son más cortas.
Kenia Marenco, de 28 años, es la mamá de Matías. Ella cuenta que cuando él estuvo en kínder y primer grado fue blanco de “crueldades”, pues supo que algunos compañeros alzaban a su hijo y lo columpiaban, otros le decían apodos relacionados con su estatura.
“Cuando ingresó a la escuela no alcanzaba los cierres de los baños y había chiquitos que lo encerraban. Una compañera una vez le dijo que por qué tenía la cabeza tan grande, que si estaba enfermo. Le han dicho de todo. Antes se extrañaban de verlo diferente a otros. Le decían bebé. Lo querían alzar”, relata la mamá, quien no juzga a los escolares pues asegura que la educación debe venir desde casa.
A pesar de esas circunstancias, Kenia jamás victimiza a su hijo, por el contrario, ella lo ha educado para que sea respetuoso y que entienda que no hay condición física que su esfuerzo no pueda vencer. Si Matías necesita alcanzar algo usa unas graditas que tiene en su casa, en Curridabat.
Kenia, su esposo Orlando Sandoval y su hijo menor Mateo son de talla promedio. Matías es la única persona pequeña en su familia.
Matías es sobresaliente: sus notas nunca son menores al 92 y también es muy buen portero. Educación física es su materia favorita.
–Matías, ¿qué es lo que más le gusta hacer?
–Me gusta ir a educación física para jugar bola, me gusta eso y patinar. También tengo una tablet con juegos.
–¿Le gusta ir a la escuela?
–Sí, me gusta ir.
–¿Cómo ha sido ser niño de talla baja?
–Ha sido fácil y difícil. A veces (los compañeros) me dicen palabras bonitas como “Matías usted es lindo”. Otras veces me han molestado. En primero me molestaban. Este año la escuela ha ido bien. Tengo un montón de amigos.
–Me parece que usted es un niño muy inteligente y que patina muy bien. No veo mayor diferencia entre usted y otros niños...
–Yo soy igual, pero sé que hay que esforzarse en algunas cosas por que soy más bajo.
–¿Cómo en cuáles? ¿Hay algo que haga diferente?
–Eeeh (piensa por unos segundos). Yo diferente lo que hago es que corro despacito. Eso.
–¿Qué le gustaría ser cuando sea adulto?
–Bombero.
Kenia antes era una mamá sobreprotectora porque, además de la acondroplasia, Matías nació con hidrocefalia (trastorno cuya principal característica es la acumulación excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cerebro) y es peligroso que se golpee la cabeza. Sin embargo, el propio Matías, quien es parte de los boy scouts, le ha enseñado que él puede hacerlo todo.
“Al bus se puede subir solo. Yo antes lo alzaba pero me decía que él puede y así es. Hace poco lo metí en los boy scotus y a los paseos van solos y él me dice que lo deje. En la casa le he enseñado que no se dice no puedo. Si algo no lo alcanza, él puede jalar una silla o usar palo de escoba”; dice orgullosísima.
Kenia es una mujer que emana serenidad y el trato que le da a Matías y a su hermano Mateo (2 años) evidencia que procura hacer bien la tarea de mamá. Las fotos de sus pequeños pegadas con cinta adhesiva en las paredes de su sala respaldan que sus hijos lo son todo.
“Hay papás que no inculcan el respeto. Un señor me dijo que sí él era uno de los toreros (que aparecen dando espectáculos o toreando vaquillas en las transmisiones de fin de año). Yo le dije que no. Y él me dijo que para eso eran (las personas pequeñas). Eso no es así. Yo no estoy de acuerdo con ese oficio (el de toreros), imagínese un mal golpe en la cabeza o columna”, añadió Marenco.
En la escuela Centroamérica, donde estudia Matías, paulatinamente han realizado dinámicas para que otros niños comprendan qué es la acondroplasia. Kenia coordinó con la escritora Carmen Flores, autora del libro Pequeño (que visibiliza el enanismo) para que ella leyera el cuento y los niños comprendieran mejor la condición de su compañero Matías y también la de otros niños con alguna capacidad diferente.
“Pequeño no es raro, solo es diferente”, agregó Matías, quien con ocho años ha aprendido a ser más grande que las limitaciones, tal y como lo narra el libro Pequeño.
Acondroplasia
En palabras sencillas, la acondroplasia es un trastorno del crecimiento de los huesos que ocasiona el tipo más frecuente de enanismo.
El doctor del Hospital Nacional de Niños, Manuel Saborío Rocafort, quien cuenta con más de 20 años dedicado a la genética, explica que la acondroplasia es una enfermedad hereditaria que está relacionada con un gen dominante y la gran mayoría de los casos se heredan básicamente por dos mecanismos diferentes: uno por mutaciones espontáneas y la otras es que en el momento en el que se preparaba el óvulo o el espermatozoide, uno de ellos tiene una mutación. “Desde el momento de la fecundación el niño va a padecer de acondroplasia”, indica el especialista.
Las personas pequeñas o de talla baja nacen del 80 al 90% de las veces de padres de tamaño promedio.
“Esto se da por una mutación de novo que ocurre cuando papá preparaba el espermatozoide o mamá el óvulo, en ese momento ocurrió una mutación y una vez que nace ese niño tiene mutación en todas sus células y expresa la enfermedad”.
El otro 20% o 10% de niños con talla baja nacen de papás con acondroplasia. Los números han variado porque en el mundo se han ido creando asociaciones y personas pequeñas se conocen y encuentran afinidad, cuenta el doctor.
“Si nosotros vemos hace 30 años la relación era que el 90% nacían de padres de talla normal”, explicó Saborío.
Clínicamente la acondroplasia se describe como una forma de baja talla a expensas de extremidades cortas. Esta condición afecta vértebras, costillas, huesos del cráneo y pelvis. Esta condición es más evidente es en los huesos que tienen que crecer más (húmero y fémur) porque esos van a ser más limitados en su crecimiento.
También existe la posibilidad de que padres talla baja tengan hijos de tamaño promedio.
“La enfermedad se hereda. Cuando alguien tiene acondroplasia el riesgo de tener un hijo con la misma condición es de un 50% para cada evento reproductivo. Si el hijo nace sano nunca va a transmitir la enfermedad”, explicó el doctor.
Las personas con acondroplasia también nacen de la unión de papá con acondroplasia y mamá de estatura promedio y viceversa, o cuando ambos son de talla baja.
Una persona es considerada de baja talla cuando siendo adulto mide menos de 1.42 m. Existen más de 80 enfermedades hereditarias que producen huesos cortos. La acondroplasia es una de ellas y es el “defecto esquelético más común”.
Saborío Rocafort informó que al año pueden nacer tres o cuatro niños con acondroplasia en Costa Rica, lo que significa uno por cada 20.000 nacimientos.
El genetista destaca lo bien articuladas que son las personas pequeñas, habilidad con la que compensan algunas limitaciones físicas mecánicas. “Como todo ser humano tiene ciertas limitaciones como para subir, bajar o salir corriendo. Corren rapidísimo pero no a la misma velocidad. Yo les digo a los papás que no se asusten si sus hijos son presidentes o líderes estudiantiles”, dijo.
Por otro lado, el especialista lamenta que “la gente los ve en relación a la estatura que tienen. La misma sociedad no tiene el respeto a ese ser humano como se lo tendría a una persona de estatura normal. Les cuesta mucho más conseguir trabajo. Ellos están deseosos de desempeñarse profesionalmente, ganarse su trabajo”, aseveró.
Respeto es lo que buscan las personas de talla baja que, además de Matías, le presentamos en este trabajo.
Jimmy Umaña, María Isabel Villalobos, Josafat Badilla, Linsey Montero, Armando Múñoz y Fabricio Bustos son costarricenses de talla baja de varias edades que trabajan y estudian en un mundo que no está adaptado (en tamaño) para ellos pero al cual han sabido acoplarse.
Respeto, por favor
Por suerte los tiempos cambian. Jimmy Umaña lo sabe. Él nació con acondroplasia y desde niño se le instó a hacer todo lo que quisiera: que estudiara, practicara deporte y se preparara para trabajar. Lamenta que “en el pasado” las personas que tenían una diferencia física eran apartadas, se dejaban en la casa y si estudiaban y eran víctimas de burlas, se les sacaba del colegio. Hoy cree que esos tiempos han quedado atrás.
Desde temprana edad, Jimmy vio que era igual que su papá Jimmy Umaña Quesada, su abuelo Juan Rafael y su hermano Jafeth, quien llegó tiempo después. La única con talla promedio en su familia es su mamá Karen Castillo.
Desde niño sus papás le fortalecieron sus capacidades y pudo hacer una vida normal social y académica. Hoy, con 31 años, tiene una especialidad técnica como supervisor de producción la cual cursó en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC).
“Mi papá nos empujó a salir adelante. En el estudio y trabajo yo trato de que vean a Jimmy, no a la persona de talla baja. Yo siempre fui social. Salía con mis amigos. Pedía cajas de cervezas y les daba vuelta para estar face to face (cara a cara) con ellos. Siempre me han tratado como a uno más. Hay chicos a los que han tenido en una burbujita (...)”, cuenta.
Jimmy es presidente de la Asociación Pro-Gente Pequeña de Costa Rica, cargo que le fue heredado por su papá. Esta organización tiene la premisa de “luchar por el bienestar de la gente pequeña en el campos sociales, de salud, de recreación y de deportes”.
¿Es Costa Rica un país adaptado para personas de talla baja?
Ir al supermercado, subir gradas, sacar dinero del cajero automático, ir a alguna ventanilla de una institución, usar un lavamanos, sentarse a comer en las sillas de un food court, sentarse en la parada de bus a esperar, subirse al autobús, tocar el timbre para bajarse son tareas que una persona de talla promedio jamás consideraría difíciles. Para las personas pequeñas es casi que una odisea. Y Jimmy lo explica.
“La accesibilidad en este país va a ser difícil para cualquier persona con discapacidad. En muchos lugares tenemos problemas con las mesas, con las recepciones, con los baños, en el caso de los hombres los orinales. La ley 7600 dice que toda mesa de atención tiene que estar no a más de 90 centímetros en lugares públicos, pero vas y están altas. He querido captar la atención del Colegio de Ingenieros, que a la hora de hacer los planos tomen en cuenta no solo a la población de talla baja, sino a adultos mayores, niños, personas con silla de ruedas”, expresó.
El enanismo es una condición. Sin embargo, hay circunstancias en las que las personas pequeñas son catalogadas discapacitadas.
“Para lo de la discapacidad aplican restricciones. Si yo voy a pedir trabajo como chofer de bus me van a decir que no, me ponen de lado, si quiero ser policía, no puedo. Me ponen limitaciones por ser de talla baja. Nos ven discapacitados (...)”, contó.
Los obstáculos en infraestructura son solo una de las situaciones con las que lidian las personas pequeñas cada día. También están el irrespeto e incomprensión.
“En lo social sí tenemos problema en el sentido de la burla, el rechazo, el etiquetar a la gente. Tenemos la historia de Armando, él es torero de entretenimiento (lea más adelante su experiencia) y a él le fascina y disfruta todo su ambiente, pero cuando yo ando en la calle la gente piensa ‘ahí va el torero’. La gente se viene con el teléfono en la mano, la gente nos ve a mi pareja (Ana Isabel Villalobos a quien le presentamos en breve) y a mí y nos toman fotos. La gente nos ve en el mall y nos llama y dice 'ey venga usted tómese una foto con mis hijos, yo quiero una foto de ustedes con mis hijos'. Le digo: 'no señor, muchas gracias', y me dice: 'pero por qué se enoja'.
Hay que entender que esto no es normal. Esto no está bien. No es toda la gente, pero sí pasa muy seguido. La gente nos toma fotos, nos quieren alzar. No hay educación para aceptar las diferencias de la gente”, afirmó.
Jimmy Umaña ve que es indispensable que la población conozca y comprenda que las personas de talla baja pueden desempeñarse en muchísimas actividades que no tengan relación con el entretenimiento.
“Creen que somos para el circo, payasos, bufones. Nos agarran de patos. Ya uno sabe cuando una persona viene con intención mala. Nos ponen apodos. Los chicos de escuela tienen problemas con el bullying, ahí es donde la educación tiene que cambiar su método. Por ejemplo que un niño explique qué es la acondroplasia, así como se expone el tema del ecosistema”, sugirió.
Gracias a sus estudios y a la capacidad mostrada, Jimmy trabaja como analista de cuentas por pagar de una trasnacional. Su experiencia ha sido más que satisfactoria, pues dice que sus empleadores vieron en él que cumple con requisitos y experiencias. No se fijaron en su talla.
Su espacio de trabajo ha sido adaptado: “La silla tiene un cojín, las sillas han sido bajadas, la recepción tiene espacio especial para poder atenderme, y la población, que somos 700 empleados, ha sido educada en que a una persona de talla baja se le trata con respeto”.
En el trabajo, estudio y amor
“La frase pobrecita la enanita, no va conmigo. Primero porque la palabra enano o enanito es despectiva. Segundo porque mis papás me criaron con una mente abierta (toda su familia es de talla promedio), me enseñaron a no acomplejarme y a hacer todo por mí misma. Lo principal es esforzarse y estudiar”, dice Ana Isabel Villalobos, quien nació con acondroplasia.
Ana Isabel tiene 26 años, trabaja en la oficina de cobros de Mutual Alajuela y está estudiando recursos humanos. También tiene un técnico en contabilidad, mas dejó esa carrera porque no sentía afinidad.
En su trabajo le adaptaron una silla y le proporcionaron un descansapies. Le iban a acondicionar un lavatorio, sin embargo, ella sugirió que con una gradita sería suficiente. Con sus compañeros lleva una
relación de cordialidad y respeto; de la misma manera le va con los estudiantes de la universidad.
Ana tiene su propio apartamento en el que vive con su pareja Jimmy Umaña. El hogar no está acondicionado para personas pequeñas: sus padres le enseñaron a realizarlo todo de la forma más normal. Bancos y gradas portátiles han sido sus aliados siempre.
“Vivimos juntos. Más adelante nos gustaría tener hijos. Ahorita no porque la vida está muy dura”, asevera. Inmediatamente se cuestiona cómo sería andar con un bebé en autobús por la dificultad.
“Si me cuesta subirme sola, no imagino cómo podría hacer con un bebé. Imagínese”, agregó.
Ana tiene el cabello largo y claro, sus ojos son celestes y su sonrisa brillante y blanca. Es una mujer que emana seguridad y que espera de esta país un acceso más amigable con las personas de baja talla.
También quisiera no tener que lidiar con las risas burlescas de personas “ignorantes” cuando la ven pasar.
“Ignorante es la palabra que califica a esas personas que se burlan y no educan a sus hijos. A como hay personas que dicen: ‘mira, ella es una persona de talla baja y es igual a todos’, hay otros que dicen: ‘ay mirá a la enana’ y se ríen, siguen la corriente a sus hijos cuando se burlan. Obviamente uno se siente incómodo, pero ya se está acostumbrado a eso. Yo ando normal y jamás me da vergüenza salir”, contó.
Cuando va de paseo con su novio es normal que les pidan fotos y que asuman que son las personas pequeñas que trabajan en los espectáculos taurinos y de baile que se presentan a fin de año.
“Eso es muy complicado”, afirma. La incomodidad que generan las miradas o la osadía de las personas de acercarse a pedir fotos no acomplejan a Ana Isabel, quien es una mujer muy segura y feliz con su condición.
El líder del colegio
La sonrisa de Josafat Badilla Rodríguez está llena de carisma. Él es un adolescente de 16 años que nació con la condición de acondroplasia. Al igual que la mayoría de las personas presentadas en este texto, él es el único de talla baja en su familia.
En julio Josafat entregó la banda presidencial. Él fue el presidente del Colegio Técnico Profesional del Valle la Estrella por un año. Ese período terminó, mas el de buen estudiante no. Este joven, quien esta cursando la especialidad de Informática en soporte, ha tenido excelentes calificaciones desde que empezó la escuela. Su mamá Elena Rodríguez sabe lo que es recibir de su hijo solamente buenas noticias.
“Ser la madre de un joven de talla baja ha sido una experiencia muy bonita y con tantas anécdotas: a veces con insultos de la gente y a veces se topa uno con personas que le dan palabras de ánimo.
Él ha sido para mí un ejemplo a seguir porque a pesar de su condición ha sabido salir adelante. En su niñez el siempre fue independiente y desde pequeño lo llevo a la Asociación Pro Gente Pequeña y ha sido una gran ayuda porque ahí conoció más personas iguales a él, con las cuales han hecho una bonita amistad: todos se ven como familia”, dijo la madre.
La historia de Josafat no ha estado empañada por el bullying. Él ha sido muy querido por sus compañeros, quienes ven un líder en él.
“Siempre he sido cuadro de honor. He estado en la banda y me retiré en décimo. El año pasado fui líder estudiantil de un congreso de colegios técnicos. Yo fui el más destacado de mi colegio. He sentido mucha aceptación. Me han apoyado mucho”, cuenta el vecino del Valle de la Estrella, Limón.
–¿Cómo es tener talla baja y ser joven a la vez?
“Muchas veces lo siento normal. Pero muchas veces se llega a sentir como un reto. En ocasiones quiero jugar o hacer algo que yo por mi condición no puedo. A mí me gusta mucho andar en bicicleta con mis amigos, pero a veces, por mi condición, no puedo hacer algunas de las rutas que ellos hacen”.
Su hermano Breidy Carballo, de 24 años, dice que en la casa siempre le han dado acompañamiento pero nunca lo han “alcahueteado”.
“A veces por pereza pedía que uno le pasara algo, pero entonces le decía: ve aquella silla usted tiene sus manitas buenas y sus pies. Vaya y lo alcanza para que usted vea que también puede hacer sus cosas por sí mismo”, recuerda el hermano. “La verdad todo es cuestión de adaptarse”, agrega Josafat.
Aparte de ser dedicado con sus estudios, Josafat es baterista. Él toca en una iglesia evangélica. Los pedales de la batería están acondicionada con un tipo de zancos y con ello demuestra que ese instrumento “no es solo para personas altas”.
Para jóvenes que al igual que Josafat tienen acondroplasia, él envía un mensaje. “Les digo que no hay que poner atención a lo negativo que puedan decir. Solo hay que creer en sí mismos, entender que sí podemos. Con esfuerzo todo lo podemos hacer. Hay que intentar hasta poder hacerlo”, dice el adolescente que apenas salga del cole ingresará a cursar ingeniería en sistemas.
Un torero de talla baja
Muchas cosas se dicen alrededor del trabajo de Armando Múñoz Ugalde. Para él eso no tiene influencia absoluta, pues está muy complacido con su labor taurina.
Desde hace dos años es uno de los toreros de talla baja que aparecen en las transmisiones de fin de año. Aunque muchos consideran que su trabajo es para hacer reír o que por estar allí siendo perseguido por una vaquilla encasillan a la población, él afirma que su labor es un arte y que está orgulloso.
“Me encanta. Lo que más me gusta es conocer otros países. Gracias a esto conozco todo Centroamérica. Si Dios lo permite este año tal vez vaya a México. Son cosas que se dan aunque muchas personas están en contra y muchas a favor”, dice Armando, de 31 años.
Afirma que nunca se ha sentido mal ni mucho menos ridiculizado con su trabajo.
“En realidad no, porque es algo que disfruto. Yo no lo veo como ser payaso. Esto es hacer reír a las personas y yo no lo siento de mala manera o en son de burla. Nosotros hacemos un show, digamos yo trabajo con mi patrón, él monta un show y después se torea. Llamamos la atención, divertimos al público y después se torea, se hace adrenalina”, afirma.
La pasión por su ejercicio como torero ha hecho que Armando no ejerza su profesión como profesor de educación especial.
“No soy profesor porque no lo he podido encontrar. No he terminado mi ciclo taurino. Esto me apasiona. Todavía quiero más. Cuando salgo del país el trato es diferente. Uno es muy querido, bien recibido. Usted va como artista. Es un show lo que vamos a hacer. Nos respeta mucho. No tengo queja”, dice.
–¿Cómo siente que es la acogida de los toreros de talla baja en Costa Rica?
Es demasiado lindo. Costa Rica es el país de uno. Esta es la cuna. Si Dios lo permite ya empiezo a meterme más en mi profesión.
Armando, quien es vecino de San Vito de Coto Brus, es muy extrovertido. Dice que sus padres (de talla promedio) nunca le limitaron “por ser pequeño”. Mientras estuvo en la escuela, colegio y universidad fue “muy querido”. Al bullying que a veces se asomaba, nunca le prestó atención.
Eso sí, resalta que “a la sociedad le falta respeto, educación, un poquito de tolerancia, saber que no podemos hacer lo mismo en el tiempo que ellos pueden”, dice.
Armando es padre. Tiene una hija de tres años llamada Samantha. Ella nació de “tamaño normal”, según cuenta el papá.
“La mamá de ella es de talla normal. Como papá soy muy amoroso y cuando la veo la disfruto al máximo”, manifestó orgulloso.
Aceptación y seguridad
Desde niña Linsey Montero se acostumbró a “acomodarse al mundo, porque el mundo no se acomodaría a ella”. Ella tiene acondroplasia y nunca ha sido problema. Desde ya sueña con comprar su primer carro, hasta ha pensado en cómo adaptar los pedales para manejar con comodidad.
Con 19 años dejó su natal Zona de los Santos para venir a vivir a Heredia y poder trabajar y estudiar ingeniería industrial. “Yo soy la única talla baja de mi familia y también de la Zona de los Santos. Eso era muy divertido. Nunca me pusieron las cosas fáciles, siempre había bancos, escaleritas, cosas que me acoplaron para que me acomodara a todo normal. Siempre andaba un banquito conmigo”, cuenta.
Linsey ha tocado instrumentos, ha tenido novios y ha hecho “muchas cosas que la gente pensaría que por ser de talla baja no puede”.
“Ahora no tengo novio. He tenido pero talla promedio. Yo a los talla baja los veo como hermanitos, como familia. Uno se llega a acomodar porque es divertido. Uno va caminando con el muchacho y la gente se pregunta si son hermanos o qué”, dice.
Linsey es elocuente y simpática. Irradia felicidad. Su aceptación la ha acompañado desde siempre, a pesar de que en el primer año de colegio algunas compañeras le decían groserías y se reían de cómo corría.
“Yo le decía a mi mamá y ella me decía que yo podía. Son retos del día a día, uno va a la calle y se le quedan viendo como pensando ‘qué es esa cosa’, hay gente que nos pide fotos, a mi mamá le preguntaban que si yo hablaba. Ahora con esto de los chicos que son toreros, pienso que es bueno, yo los apoyo porque es un trabajo, pero generalizan y dicen que si yo soy la torera y nunca me ha gustado esta parte de que piensan que uno solo sirve para circos”.
”La gente no cree que uno puede trabajar en otras cosas sino que solo vestiditos de payaso, yo sé que es un trabajo, pero generalizan mucho. Y le dicen a uno: ¿qué, se quiere meter a un circo a trabajar’. Yo personalmente le tengo mucho miedo a los payasos”, cuenta entre risas.
Linsey resalta que muchos jóvenes de talla baja tienen sus profesiones y negocios. “Lo único es que tenemos cortos son los brazos y las piernas, pero no es que eso impida hacer lo que queremos”.
Al igual que muchas jóvenes de su edad, Linsey gusta de la moda, del buen vestir. En ese aspecto también ha tenido complicaciones con las que ha aprendido a ingeniársela.
“Yo consigo pantalones de persona promedio y los corto. Con los zapatos, uno va a talla de pequeño, el asunto es que uno tiene pie grueso entonces no todo le queda. Yo calzo 32 y mido 1.30; con la parte de las blusas es más sencillo porque el tronco lo tenemos de un tamaño más promedio”.
Selección de fútbol de personas pequeñas
Fabricio Bustos Apú es un joven moreno y fornido, decidido y esforzado. Desde hace un tiempo está a cargo de un proyecto que lo emociona por las posibilidades que le brinda a él como apasionado del deporte y a otras personas pequeñas.
Hace tres meses, Fabricio formó la Selección de Fútbol Talla Baja Costa Rica. La iniciativa proviene de la necesidad que él y allegados suyos, quienes son personas pequeñas, tenían de ejercitarse y hacer deporte.
El equipo de fútbol sala está conformado por hombres de talla baja con edades a partir de los 16 años. La Selección de Talla Baja supo que en el mundo existen varias selecciones, por lo que, se realizan torneos en los que ellos quieren participar.
“Nosotros queremos ir a los torneos que organizan entre tres o cuatro selecciones en Suramérica. En octubre va a ser la primera Copa América que va a tener más selecciones suramericanas y además, las de México y Costa Rica como invitados. La confirmación de poder asistir depende de patrocinios. Andamos buscando recursos, por el tiempo se nos dificulta. La organización se encarga de todo lo que es hotelería, transporte y comida durante el torneo del 24 al 29 de octubre”, contó Fabricio, de 24 años.
Los jugadores que participen en este torneo deben tener una altura máxima de 1.45 cm. En el campo de juego las reglas son iguales, lo único que cambia son las dimensiones de la cancha: los marcos son más pequeños.
La Selección de Fútbol de Talla Baja es una gran motivación para varios muchachos que viajan hasta siete horas para llegar a los entrenamientos, que se realizan en San José. El obstáculo con el que han tropezado es la falta de recursos: no tienen uniformes, ni chalecos, ni tampoco conos, contó Fabricio.
“Los compañeros vienen desde lugares lejanos y es porque están motivados. Nunca se había hecho esto. Es el primer equipo de fútbol de talla baja. De hecho, es el primer equipo en deporte de talla baja”, afirmó.
Otro inconveniente, según refirió Jimmy Umaña antes, es que para muchos la selección es el “hazme reír”.
“Buscando patrocinios una vez nos dijeron: sería muy bonito ver un montón de enanos corriendo detrás de una bola. Y eso no es justo. Se menosprecia todo el esfuerzo que hacen los muchachos de Guanacaste, de Limón. Eso es parte de lidiar con el día a día de este país”.
Fabricio es vecino de Escazú y trabaja como diseñador gráfico en Sandía Studio, un emprendimiento que tiene con su hermano. Antes encontró empleo en un call center, y dice que nunca ha tenido problema para hallar trabajo, aunque sabe que a varias personas pequeñas se les han cerrado puertas por su tamaño.
Fabricio es la única persona pequeña en su familia y al igual que los otros entrevistados él ha sabido ser más grande que cualquier obstáculo que les ha dicho “no pueden”.