Pesadilla nigeriana

El destino de más de dos centenares de estudiantes mujeres está en las manos de un grupo radical que le ha quitado la vida a 4.000 personas.

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A la medianoche del 15 de abril, sacaron a las jóvenes por la fuerza del hostal donde dormían. Se suponía que este colegio público en Chibok –una remota aldea del estado de Borno, al norte de Nigeria– era una institución segura, al menos para los estándares de una región turbulenta por definición.

Sin embargo, el secuestro se cometió sin traba alguna en medio de la oscuridad. Primero, el ejército dijo que eran 100, más tarde 200, y luego solo 80. La realidad es que las mujeres secuestradas aquella noche fueron 276.

Hubo alertas de que un tropel de camiones, autos y motocicletas conducidos por hombres violentos se dirigía a Chibok en medio de la penumbra. Las llamadas telefónicas sirvieron para que algunas familias se alejaran del poblado y los policías locales hicieran lo mismo que algunos vecinos: esconderse por temor. Mientras tanto, las estudiantes seguían durmiendo.

Miembros de Boko Haram fuertemente armados violentaron los accesos para entrar al colegio, sacaron a las mujeres (preadolescentes y adolescentes) de sus cuartos, las agruparon, saquearon la bodega de comida y luego se llevaron a las menores en camiones hasta la selva de Sambisa, un territorio pantanoso de ocupa 60.000 kilómetros cuadrados.

Sambisa alguna vez estuvo plagada de leones, leopardos, hienas y diversas serpientes venenosas. También era una especie de reserva turística con ranchos para dormir, caminos asfaltados y servicios de agua y electricidad.

Hoy, en cambio, Sambisa es descrito como un lugar impenetrable y salvaje. El gobierno local lo dejó en el abandono, cortó todos los servicios básicos, se inundaron los ranchos, la naturaleza cubrió totalmente las vías construidas y la fauna se redujo casi a cero.

Lo que fue una selva exuberante es hoy el refugio del grupo radical islamista Boko Haram. Sambisa es su casa, su base de operaciones, el lugar de cautiverio de rehenes.

De las 276 mujeres capturadas por los extremistas aquella noche, huyeron 53. “Otras pudieron haber escapado, pero temían por sus vidas; temían que les dispararan”, cuenta una de las jóvenes en un video emitido por la cadena CNN.

La muchacha se escabulló por un matorral antes de que los captores lograran meter a todas las estudiantes en los vehículos. Al cierre de esta edición, el jueves pasado, seguían retenidas 223 mujeres.

Pasaron cuatro semanas antes de que se vieran las primeras imágenes de las secuestradas. Pero las mujeres que mostraba el video reflejaban un inesperado cambio, tanto así que parecían otras mujeres y no las capturadas.

En el extremo

Ataviadas con hiyabs (vestimenta femenina islámica) de colores negro y gris, cerca de un centenar de jóvenes –de las cuales han sido identificadas 77– cantaban partes del Corán . La agrupación Boko Haram demostraba así que su misión de convertir a las cristianas en musulmanas surtía efecto.

El nombre de está célula terrorista significa “la educación occidental es un pecado” y, consecuentes con su consigna, los integrantes de este grupo queman escuelas, iglesias y poblados completos; secuestran a menores para reclutarlos como guerrilleros e incluso asesinan en nombre del islam.

Se les ha descrito como la franquicia más sanguinaria y fanática de Al-Qaeda, de quienes en algún momento recibieron armas, dinero y entrenamiento en sus bases en Mali ( ver recuadro ). Sin embargo, a partir del año pasado, la relación se tornó distante y no se ha sabido de manifestación alguna proveniente de Al-Qaeda con respecto al más reciente acto brutal de los nigerianos.

“El islam es una religión de paz y no acepta ni la violencia ni el crimen en ninguna forma. Boko Haram es una secta anti-islámica; son una vergüenza”, dice Sa’adu Abubakar, un líder espiritual musulmán de Nigeria.

Se cree que el financiamiento para que los extremistas operen procede de robos bancarios y saqueos en villas. También se sabe, según información del Estado de Borno, que el pago a sus colaboradores es de cerca de 5.000 nairas ($30) por actos como prender fuego a un centro educativo. El pago es menor para los encargados de espiar soldados o de revelar información sobre operaciones militares.

El grupo fue fundado en el 2002 por Mohammed Yusuf, quien a la vez inauguró una mezquita y una escuela de orientación islámica en Maiduguri, al noreste de Nigeria. El estandarte del movimiento es el repudio a la democracia y el rechazo absoluto a las tradiciones importadas de Occidente. Esto incluye desde el uso de ropa como camisetas y tenis, hasta la participación en elecciones o el recibir educación secular.

Los ataques se han centrado en afectar a la población cristiana, pero entre las víctimas del grupo se incluye también a musulmanes no extremistas.

Además, se considera enemigo a cualquier persona que no esté “gobernada” por Alá, según explica el periodista de la BBC en África, Farouk Chothia.

“Quieren exterminar a los cristianos, dice el padre fray Tuma Dayo a un periodista del medio colombiano El Tiempo, en el que se describe el cierre de numerosas parroquias debido a los ataques violentos de los que han sido víctimas.

Enero del 2012 fue uno de los meses en los que Boko Haram provocó mayor derramamiento de sangre.

Hubo ataques con coches bomba en diferentes puntos al norte de Nigeria, pero también ocurrieron crímenes relacionados con la religión: la iglesia de Saint Louis fue atacada con granadas y la casa del párroco del templo se quemó por el lanzamiento de bombas molotov.

Los atentados generaron un éxodo de cristianos del norte hacia el sur, donde la comunidad religiosa es mayor. Por ejemplo, en Sabon Gari, a inicios de aquel año, había más de 50.000 cristianos; hoy hay menos de 6.000.

La crisis que ha generado la violencia es tal que, el jueves pasado, el norte de Nigeria cumplió un año de mantenerse en estado de emergencia, mientras que las Naciones Unidas estiman que en dicho país el desplazamiento interno causado por la guerra es de 3,3 millones habitantes.

Figura amenazante

Hasta hoy, se calcula que la cantidad de asesinatos a manos del grupo terrorista alcanza las 4.000 personas. Solo este año se han cometido 1.500 crímenes, a una velocidad que se aceleró drásticamente a partir del 2009, cuando la jerarquía fue relevada.

Aquel año, el Gobierno y el ejército nigeriano unieron fuerzas para repeler a Boko Haram. Las operaciones limitaron el campo de acción del grupo, redujeron la cantidad de guerrilleros y, lograron la captura de Mohammed Yusuf, quien resultó muerto cuando estaba en custodia policial.

Quien llegaría a ocupar la silla del difunto líder fue un hombre al que se describe como mitad teólogo y mitad gánster, un sujeto aguerrido, autoritario y arriesgado, dispuesto a sacrificar cualquier cosa en pos de sus ideales.

“Me gusta matar a quien sea que Dios me pida matar, de la misma forma que me gusta matar pollos y ovejas”, dijo en un video hecho público en el 2012, después de que su grupo aniquilara a 180 personas en Kano, la ciudad más grande al norte del país.

La figura de Abubakar Shekau está repleta de incógnitas, empezando por su edad, que se calcula entre 30 y 40 años.

Se sabe que nació en la villa Shekau, pero no está claro dónde reside ni dónde se oculta, pues sus apariciones se reducen a los videos que Boko Haram utiliza para hacer eco de sus posturas.

En el último de ellos, hecho público el pasado 12 de mayo, Shekau sonríe mientras se muestra orgulloso de “haber transformado la vida” de más de 100 de las mujeres que su grupo secuestró en abril.

El resto de las retenidas, dice, son intercambiables por los integrantes del grupo que están prisioneros. No obstante, el presidente Goodluck Jonathan ha descartado negociar o aceptar tal oferta.

Boko Haram solo advierte que si no se aceptan el trato, las mujeres que se resisten al islamismo serán vendidas como esclavas. No sería la primera vez que Shekau decida esto. Su grupo ya ha violado a mujeres de todas las edades y ha obligado a niñas a casarse con miembros del grupo islamista.

Por la sumatoria de los crímenes que Shekau ha liderado, desde el año pasado el Departamento de Estado de Estados Unidos ofrece una suma de $7 millones a quien dé información que conduzca a su captura. Por su parte, el Gobierno nigeriano agregaría otros $300.000 a la recompensa.

Sin respuesta

El proyecto de Boko Haram de extender un califato islámico más allá de las fronteras de Nigeria incluye a Chad, Níger y Camerún. En medio de la incertidumbre sobre el paradero de las jóvenes aún secuestradas, se sospecha que ya no están en la selva de Sambisa, sino que fueron trasladadas más allá de los linderos de Nigeria.

El jueves pasado, hasta varias semanas después de desatada esta crisis, los primeros aviones tripulados y drones estadounideses sobrevolaron el territorio nigeriano, al tiempo que empezó a llegar la ayuda internacional desde varios países.

El Gobierno nigeriano responde con lentitud. Esa es la principal crítica por parte de quienes se han unido a la campaña virtual #BringBackOurGirls (o en español #DevuelvanANuestrasNiñas ) , que comenzó el 23 de abril.

El abogado nigeriano Ibrahim M. Abdullahi fue quien ideó el hashtag como una súplica dirigida a los terroristas que se ocultan en la selva nigeriana.

En cuestión de horas, la etiqueta para redes sociales y las fotos con rótulos, se convirtieron en símbolo de solidaridad internacional. Hasta la primera dama estadounidense, Michelle Obama, posó con el hashtag en la Casa Blanca. Al sur, el gabinete de la presidenta Michelle Bachelet hizo lo mismo, al igual que estrellas como Alicia Keys, Paula Abdul, Sean Penn, Bradley Cooper, jugadores profesionales de fútbol y atletas de renombre.

“No es un activismo vago. Estamos teniendo un impacto significativo. Estoy muy contento de que #Bring BackOurGirls se haya convertido en algo tan grande. La presión ha crecido y el Gobierno de Nigeria no tiene más elección que sentarse y encontrar una solución”, comenta Abdullahi.

Más de un mes después de la noche del secuestro (al jueves pasado), la etiqueta sigue viva en las redes sociales, mientras que las jóvenes rehenes siguen atrapadas en las redes de Boko Haram.