Como si fuera una final de futbol que se lleva hasta los penales, Manuel Antonio Pilo Obando está frente al marco tratando de anotar el gol que le permitirá ganar el gran partido de una vida digna de campeonato mundial: con glorias, derrotas que arrodillan en la cancha y anotaciones que salvan en el minuto final.
Desde hace tres años, el autor del zapatazo aguarda por un trasplante de riñón que necesita a causa del daño provocado por una insuficiencia renal crónica (pérdida lenta de la función de los riñones). La operación no llegará hasta que su cuerpo se adapte a los cinco stents (mallas que permiten el paso del oxígeno) que tiene en sus arterias coronarias. Eso, estiman, sería en el primer trimestre del 2014.
Como si fuera poco, este año el brumoso tuvo a la afición al borde de su asiento cuando una infección pulmonar (una insuficiencia cardiaca congestiva asociada a un problema infeccioso pulmonar) lo tuvo en estado crítico en el hospital San Juan de Dios del 18 de febrero al 8 de marzo.
La noticia no solo caló en gramillas y graderías de los estadios.
Por poco más de una semana, los costarricenses se preocuparon por el brumoso como si fuera uno más de su casa.
Datos de Google señalan que nunca como en ese mes los cibernautas buscaron tanta información sobre él. Entretanto, en los perfiles de Facebook y Twitter que algunos fanáticos han creado en su nombre, la gente aprovechó para dejarle sus mejores deseos con la etiqueta #FuerzaPilo .
“¡Pilo, dele un zapataaaazo a la pelona y huesuda , que usted no se tiene que ir todavía! #FuerzaPilo”, escribió en el microblog uno de sus fans, Alfonso Castro.
Los que creyeron que Obando, de 72 años y también paciente diabético, estaba en las últimas no se equivocaron. Según explicó su doctor, Álvaro Herrera, jefe del servicio de Nefrología del Hospital San Juan de Dios, más del 60% de los pacientes que sufren estas crisis no logran superarlas.
“Don Manuel estaba en estado crítico cuando llegó al hospital. Su vida corría peligro; muchos fallecen porque no se puede controlar la infección”, explicó el especialista.
No obstante, como ha sido una norma en la vida de Pilo, ante las situaciones más adversas siempre ha logrado que el viento sople a su favor.
Sentado en un sillón de su sala –donde ahora pasa la mayor parte de su tiempo libre viendo partidos de béisbol–, Obando recordó cómo, en 1960, cuando era alumno del Colegio de San Luis Gonzaga lo escogieron para ir a Radio Hispana, en su natal Cartago, a hablar de los recursos naturales.
Se suponía que era una especie de “castigo” por ser un alumno que se la pasaba hablando en clases y dando bromas pesadas a sus compañeros, pero su participación fue tan buena que salió del lugar con su primer trabajo. Entonces tenía 19 años.
También le pasó en 1975, cuando laboraba como cajero en el Banco Crédito Agrícola de Cartago, rol que alternaba con trabajos en radio Rumbo y después, en Reloj.
“Yo ya tenía problemas en el banco. Una vez, me suspendieron ocho días porque estaba incapacitado y mi jefe se dio cuenta de que fui a trabajar a la radio.
Ese mismo día, sin saberlo, me llamó Lidia Berrocal, de Monumental, y me dijo: ‘Pilo, José Luis Ortiz nos abandonó; necesito un director de Deportes… ni lo dudé, ese mismo día me tenían ahí”, recuerda con una sonrisa pícara y los ojos brillantes, como quien sabe que se salió con la suya.
Siendo un chiquillo en el campo de la narración deportiva, Obando tuvo la oportunidad de formarse entre los grandes.
Sin pensarlo demasiado, admite que sus maestros fueron Luis Cartín, Juan Martín Guijarro, Pastor Durán, Rafael Felo Ramírez y Javier Rojas, con quienes tuvo la oportunidad de compartir micrófonos.
De todos aprendió, pero mucha de esa chispa que hoy hace que colegas como Róger Ajún, Harry Mc Clean y Hernán Morales califiquen su estilo como único, se la atribuye a dos factores: la herencia de una familia humilde pero llena de personas dicharacheras, y al gran José Luis Ortiz, con quien trabajó en Monumental, Columbia, y los canales 4 y 7.
“Al principio, me preocupaba más por salir bien en las transmisiones que por decir idioteces… ¿Cómo no iba a ser un buen narrador si aprendí con los más grandes de este país?”, aseguró Pilo, quien no precisa cuándo ni cómo empezaron sus primeras ocurrencias frente al micrófono.
Pilo estaba volando. Hizo lo que pocos comentaristas lograron: saltó de la radio a la televisión con éxito.
La primera vez que sus narraciones llegaron a la pantalla chica fue en canal 7, en 1978, en un juego entre Saprissa y Guanacaste.
Pronto se coló en la élite de comentaristas deportivos del país. Así, cantó en directo desde Italia los goles de encuentros como la Copa Europa de Naciones, en 1980, y el Mundial de Italia 90 en exclusiva para la tele nacional.
Sin embargo, al mismo tiempo que se proyectaba como un bonachón con expresiones “¡Piñazo!” o “¡No pitó!”, Obando también alimentaba un ego indomable.
“De 1980 al 2000, fue la época dorada de mi vida. Hice cosas grandes en grabaciones, en transmisiones, en dinero. Todo fue tan grande que no estaba preparado para recibirlo. Yo era una persona brava, un prepotente de primera. Me creí demasiado grande. Si en ese entonces hubiera sido como soy ahora, todo habría sido lindísimo”, recordó.
Quienes fueron sus jefes y colegas en aquella época avalan sus descripciones. “Siendo presidente de canal 2, una vez le di una orden y me respondió: ‘No quiero y no me da la gana’; después de eso se fue del canal”, recordó Ramón Coll, a quien el locutor le ofreció una disculpa después.
Tales aires de divo lo llevaron de tener todo a no tener nada.
En una entrevista con La Nación, en el 2003, el narrador arremetió contra canal 6 y posteriormente lo despidieron como director de Deportes.
“Estoy fuera del fútbol nacional porque a ciertos jugadores, dirigentes y empresarios no les gusta que les digan la verdad. Por ejemplo, en Repretel no se puede hablar mal de la Liga –Deportiva Alajuelense– porque hay una excelente relación entre ellos y el equipo. Por estos días, Alajuelense es un buen producto, y un buen producto, según la óptica de unos cuantos empresarios, no se puede maltratar” , declaró en aquel entonces y, a causa de esas palabras, a Pilo se le puso el camino cuesta arriba.
“Con las prestaciones que me dieron, me puse una soda que resultó ser un rotundo fracaso. Del 2003 al 2006, estuve viviendo de un negocio que no daba ni para caer muerto. El apartamento que tenía lo perdí, me pasé a un lugar más expuesto para los ladrones y ahí se metieron a robar tres veces. Estaba sin familia, sin amigos, sin nada. Fueron años de total oscuridad”, recordó Obando, quien precisa que llegó a deber ¢27 millones.
Comenzar de cero
Pilo tocó fondo y ahí encontró una luz. Sin dinero en las bolsas, una vez lo invitaron a un seminario sobre finanzas personales ofrecido en una iglesia. Tuvo que ir invitado pues no tenía ni los ¢5.000 que costaba la inscripción.
La experiencia lo ayudó a cambiar. Se aferró a la fe y, de a pocos, comenzó a reconstruir su vida.
“Recuerdo una oportunidad en la que Costa Rica le ganó a Estados Unidos 3 a 1 y clasificó para el Mundial de Alemania (2006). Esa noche yo oré y le dije a Dios que si él me daba la narración de ese Mundial, yo leeríaun versículo de la Biblia antes de cada juego; eso fue en octubre del 2005, y en febrero del 2006, me llamaron nuevamente de Repretel”, confesó.
Pero a Manuel Antonio Pilo Obando las cosas no se le transformaron con una oración; él tuvo que poner de su parte.
Ha tenido que trabajar en su carácter y recuperar la humildad del chiquillo que practicaba cuanto deporte le pusieran por el frente, aunque no destacara en ninguno.
Reconstruyó su vida . Se casó en segundas nupcias con Vyria Montes y todavía lucha por recuperar la relación con sus seis hijos, fruto de su primer matrimonio.
Debido a sus padecimientos, ya no acude a todas las narraciones, sino a las que él cree que puede asumir.
Además, con apoyo de los compañeros del departamento de Ingeniería del canal, se le instaló una pantalla más grande para que pueda ver mejor los juegos, detalló Fernando Contreras, presidente de Repretel.
En este partido de la vida, Pilo corrió la cancha de un extremo al otro. Su mirada se ve cansada y a veces se ayuda con un bastón para caminar. Sin embargo, aunque nadie le quita lo jugado, él quiere seguir viviendo.
“Tengo la fe de que, si Dios permite que me hagan el trasplante de riñón, yo vuelvo a narrar igual que antes”, concluyó.