Plantu tiene un sueño. El gran caricaturista francés, que vino de visita a Costa Rica en la primera semana de mayo, habla sobre uno de sus mayores deseos en una conversación con Revista Dominical.
El ilustrador cuenta que él quisiera reunir a todos los periodistas del mundo y congregarlos en un gran auditorio en París. Allí, pondría a todos a hablar horas de horas sobre el oficio, pero no solo sobre las complicaciones que entes externos imponen sobre el ejercicio periodístico, sino también sobre errores que han cometido a lo largo de su carrera.
Para tan deseada convención, Plantu guarda un ingenioso nombre: Media-Culpa (haciendo referencia al mea-culpa).
El francés llegó a Costa Rica en el marco de una conmemoración especial. Vino a presentar una exposición de sus obras en la Alianza Francesa porque, cada 3 de mayo, se celebran los principios fundamentales de la libertad de prensa.
Plantu, como un devorador gráfico de la realidad, ha sido emblema del movimiento. Con sus ilustraciones ha criticado la violencia y la guerra y ha sido un afilado crítico sobre los ataques para desprestigiar al periodismo.
“Pero creo que también falta que nos revisemos a nosotros mismos”, cuenta, refiriéndose a que muchas buenas prácticas, como la investigación periodística, cada vez tienen menos espacio en medios de comunicación.
“Todos estamos en un mismo propósito. Es una era difícil de fake-news, de amenazas, de intereses creados, así que no podemos olvidar que los medios son vitales para promover la paz, que es lo más importante”, agrega.
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Vida dedicada a la reflexión
Jean Plantureux, mejor conocido como Plantu, nació en 1951 y creyó profundamente que su vida estaría volcada hacia la medicina (un oficio que se propuso desde pequeño), hasta que su propio talento lo convenció de que el arte era lo suyo.
Se decidió a dejar la escuela de medicina y buscó camino con la caricatura, un género que le llamó la atención por su capacidad de albergar humor, sátira y crítica, y en el que se había convencido que era bueno.
Su talento fue evidente cuando sorprendió al mundo con una caricatura sobre la guerra de Vietnam: una paloma con un signo de interrogación en el pico.
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A partir de entonces, el joven Plantu se convirtió en una celebridad al ser fichado por el prestigioso diario francés Le Monde. Desde entonces, sus dibujos se publicaron regularmente en los titulares desde 1985.
En 1974, el director de Le Monde Diplomatique le pidió que realizara dibujos sobre temáticas de los países en vías de desarrollo y, desde allí, no hizo más que despegar en popularidad. Desde esa trinchera abordó temas complejos como la relación de la sociedad con los políticos, con su identidad, con conflictos mundiales...
——Y desde aquel momento en que usted empezó, hasta hoy en día, ¿qué criterio ha tenido sobre lo que debe considerarse para que una caricatura sea realmente buena?
—Esto es como un texto periodístico que hagas. A veces uno está seguro que es bueno, a veces uno no está convencido. Pero lo que uno debe hacer es extirpar el jugo de lo que uno hace, como un limón, y dar lo mejor de sí.
—A veces hay gran esfuerzo tras un trabajo, pero no siempre eso conecta con la gente. ¿Cómo ha sido en su caso?
—Mi ventaja es que siempre trabajé a la luz de textos periodísticos, de notas que se hacían sobre lo que sucedía en el momento. Lo que hago cuando dibujo es ponerme en el lugar del lector o del público y pensar qué podría hacer reír o reflexionar; qué podría activar un botón cuando se vea la caricatura.
De 1980 a 1986 también trabajó para la revista Phosphore y, desde 1991, publicó una página semanal en la revista L’Express. En otras palabras, su trabajo ganó notoriedad y se mantuvo a tiempo completo dedicado a la sátira y la crítica.
Por eso, no es de extrañarse que los premios llegaran. Dentro de su palmarés apareció un galardón de gran importancia para la paz. En 1991, por lograr lo impensable, ganó el Premio al Documento Raro en el Festival du Scoop de Angers: Plantu logró agregar las dos firmas de Yasser Arafat (expresidente del Estado de Palestina) y Shimon Peres (exprimer ministro israelí) en un mismo dibujo, un año antes de los Acuerdos de Oslo (serie de acuerdos firmados entre ambas partes para ofrecer una solución permanente a su conflicto).
El francés tuvo la idea de pedir a Yasser Arafat que dibujara la bandera israelí. También le pidió a Shimon Peres que coloreara la bandera palestina. Posteriormente, les pidió sus firmas y la imagen viajó por todo el mundo pues Plantu logró crear un documento en el que los dos Estados se reconocen mutuamente, lo cual fue visto como símbolo de un posible diálogo pacifista entre Palestina e Israel.
Desde 1985 y hasta el 2021, las caricaturas de Plantu fueron trasladadas diariamente a las portadas de Le Monde (antes estaban dentro del periódico). Además, en 1988, ganó el premio Mumm por su dibujo Gordji chez les juges y, en 1989, obtuvo el premio de humor negro.
“Todo se trata de dar el máximo esfuerzo”, dice Plantu, bajándole el tono a sus premios y quitándose cualquier imagen de ‘divo’.
“En el periodismo y en la lucha por ayudar a la libertad de prensa, nosotros nunca somos los protagonistas. Estamos al servicio de la reflexión, de la crítica, de poder servir a la gente”, agrega.
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—Hay algo que me parece muy interesante en su trabajo y es que uno podría pensar que, al dibujar de crisis, de guerra, de escenarios tristes, no hay tanto espacio para la diversión. ¿Qué reflexión tiene al respecto?
—Ese es un gran punto, claro. Yo lo que pienso es que un trabajo como el periodismo, en cualquiera de sus formas, tiene que ser ejecutado con gran pasión. Los reporteros informan de situaciones horrorosas y tristes, pero están allí, apasionados por contarle al mundo algo importante. Mi oficio es igual: hay situaciones como crisis que viven refugiados, como los damnificados de una guerra y supongo que la pasión está al servicio de que una imagen pueda hacernos reflexionar sobre algo que nos sacude.
—Cuando usted mira para atrás y ve que ciertos dibujos fueron más aplaudidos que otros, ¿siente que le hubiera gustado que otras de sus obras tuviesen más notoriedad?
—Creo que uno nunca se imagina el alcance o la conexión que pueda tener la obra de uno. Tal vez un dibujo no trajo un premio, pero le cambió el pensamiento a alguien. Eso me parece muy importante.
”Debo agregar también que es algo humano querer que ciertas creaciones tengan más impacto. Los artistas siempre hablan de eso. A mí me gusta ver más mi carrera como un todo, que pensar en obras individuales, aunque por supuesto uno nunca olvida cómo llegó a cada dibujo y los procesos que inspiraron tales obras.
—Uno sabe que, especialmente los periodistas redactores, son vulnerables a mordazas, amenazas y ataques. En el caso de un dibujante como usted, con tantas décadas dedicadas a la prensa, ¿qué criterio tiene?
—También sucede. Creo que antes uno tenía la imagen del mafioso llamando desde un teléfono público para amenazar a un periodista, pero ahora sucede dentro de medios de comunicación, con personas con intereses creados.
”La prensa es necesaria para el orden social, es necesaria para la democracia. No sé cómo será en Costa Rica, pero en Francia tenemos una gran preocupación por las constantes ofensivas en torno al papel del periodismo a causa del auge de las fake news. Son preocupaciones que conciernen a todos los que estamos dentro de este mundo.
—En momentos así, ¿se mantiene optimista con respecto al futuro de la libertad de prensa?
—Es difícil, yo sé, pero hay que seguir intentándolo. Hay muchos ataques al periodismo, pero la rigurosidad y la investigación son necesarias.
—Muchas veces, cuando vemos que la prensa es atacada o desprestigiada, culpamos a la sociedad o al Estado, pero ¿qué piensa que hemos dejado de hacer o qué nos falta por asumir como periodistas?
—El internet ha traído muchas bondades, pero siento que antes, con la relevancia que tenía un periódico impreso, había una manera más directa de llegarle a la gente. Ahora no es posible y hay que pensar en cómo conectar información relevante con los lectores, con quienes nos ven.
“Es importante no olvidar la rigurosidad, el periodismo de denuncia, de siempre ser agentes de bien y no de romantizar la violencia. Son tiempos complicados y la prensa debe darse su lugar como un medio de transporte para la paz y la solidaridad”.
Como parte de ese mismo propósito, Plantu quiso llevar su arte más allá de sus dibujos impresos en un periódico. Su compromiso fue tanto que pasó semanas ideando cómo podría aprovechar su imagen pública para gestionar alguna organización que procurara estar al servicio de buenas acciones.
Con muchas ideas en la mente, Plantu se acercó, en el ya lejano 2006, al entonces Secretario General de la ONU Kofi Annan, con quien empezó a barajar opciones. Finalmente, ambos decidieron que el arte y la solidaridad podrían unirse y crearon la asociación Cartooning for Peace.
Este colectivo reúne hoy a artistas de más de 60 países y promueve la defensa de la libertad de expresión y la búsqueda de la caricatura como promotor de paz en todo el mundo.
Aunado a su trabajo allí, más recientemente, el francés creó la Fundación Plantu, en el 2019, que lucha por generar espacios para nuevos artistas que tengan como propósito generar reflexión social a través de sus ilustraciones.
“Para mí, estos espacios me llenan mucho. Hay mucho trabajo por hacer. En tanto tiempo que trabajé como caricaturista recreé momentos históricos muy dolorosos y sentía que necesitaba sacudir a la gente con alguna ilustración al respecto”, dice.
“Lastimosamente, los conflictos siguen sucediendo. Que lo diga la guerra en Rusia y Ucrania. Creo que la caricatura debe seguir existiendo para hacer reflexiones al respecto, sea con humor, sea con algo de acidez, sea con algún juego... Pero siempre fomentar la creación de artistas que estén dispuestos a sumarse a una causa tan invaluable como es la persecución de la paz”, señala Plantu.
En el 2021, en medio de la pandemia por la crisis sanitaria, Plantu se jubila, después de 50 años de haber firmado obras para el prestigioso diario Le Monde. Para él fue un momento de extraños sentimientos, pues se iba en un momento social relevante, donde hubo vaivenes sociopolíticos como los que examinó durante tantos años de carrera.
Al recordar esos últimos días de publicar en periódicos, Plantu se muestra nostálgico. “Recuerdo que uno de mis últimos dibujos era sobre la gente quejándose por usar mascarilla”, rememora. “Muchos criticaban a los gobiernos, pero hoy sabemos que fue más que necesario”, añade.
Hace poco, un lector de Le Monde logró contactarlo para decirle que aquella caricatura suya le había cambiado el modo de ver lo que estaba pasando; que le abrió los ojos.
“Para mí haber tenido esa revelación fue importante”, dice, con el orgullo de lo que considera una tarea cumplida.
“Saber que, como esa persona, hubo muchas otras que pudieron ser tocadas por mis creaciones me llena de una felicidad eterna. Ahora quiero seguir, andando por el mundo, hablando de esto; de cómo la prensa es importante, de cómo la sátira conecta con muchas personas. Vendrán muchos más problemas en el futuro y espero que haya muchas personas dispuestas a encarar todos estos retos”, finaliza.
Visite la muestra
Desde el pasado 4 de mayo se encuentra en la Alianza Francesa, en Barrio Amón, la exposición titulada El tiempo corre/Le temps Presse, en la que se puede descubrir algunos de los dibujos más famosos del caricaturista.
La muestra es una retrospectiva de una extensa carrera, donde sus obras reflejan el mundo en el que hemos vivido, “lleno de paradojas, de oscuridad, pero también de humor y de esperanza”, como se lee en la reseña que dio la Alianza Francesa para la exposición.
Se trata de una mirada al trabajo de este artista, quien ha usado su lápiz como un arma al servicio de la reflexión. La exposición es abierta a todo público y no tiene costo de entrada. La exhibición estará disponible hasta el 31 de mayo en la Alianza Francesa, con horario de lunes a jueves, desde las 8 a. m. hasta las 6 p. m.; viernes de 8 a. m. a 5 p. m. y el sábado desde las 8 a. m. hasta la 1 p. m.