Los nombres usados en este artículo son ficticios para proteger la identidad de los entrevistados.
Gaby y Fabián tienen cinco años de casados. Desde hace dos se dieron la licencia de tener relaciones sexoafectivas por aparte. Como matrimonio continúan amándose a la vez que aman a sus otros vínculos.
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Gaby se casó con Fabián. Estaba enamorada, aunque seguía sintiendo amor por su exnovio. Esa situación, más allá de preocuparla, le reveló algo que desde niña había manifestado: es poliamorosa.
Gaby era feliz en los recreos de la escuela porque podía jugar con sus compañeros varones, no había “uno preferido”, para ella todos eran especiales y creía estar “enamorada de cada uno”. Fue hasta muchos años después que pudo vivir lo que sentía desde pequeña.
Gaby y Fabián han estado juntos durante 11 años, se casaron hace cinco y decidieron que iban a practicar el poliamor hace dos. Hoy cada uno tiene una relación adicional a su matrimonio. Han llegado a acuerdos que permiten irse con el otro vínculo a la playa o aceptar que la otra relación llegue a la casa que comparten e incluso utilicen la misma cama en la que usualmente conviven como esposos.
En el caso de este matrimonio ninguno de los dos se vincula con las otras relaciones de su pareja.
Gaby no continuó una relación romántica con su ex, aunque el afecto permanece. Desde hace un tiempo ella tiene una relación con Marco, a quien define como “la mejor relación que ha tenido luego de la que vive con su esposo Fabián”.
“Tengo suerte, no solo he encontrado a alguien que me entienda y con quien pueda hablar. Encontré a dos. Nos llevamos súper bien. Es apoyo importante para mí”, afirma.
En palabras de la psicóloga y sexóloga Marianela Arias, el poliamor se entiende como la vinculación emocional que no es exclusiva entre dos personas y en la que el tema preponderante “es el afecto”.
“En el poliamor se plantea la posibilidad de incluir afectiva y emocionalmente a más personas dentro de la dinámica. Se tiene que vivir en completo consentimiento (de todas las partes). No es tema meramente sexual, es tema de apertura afectiva y emocional. Es lo que prima. Hay elementos de corte sexual, intelectual, como en toda relación, pero el tema preponderante es el afecto”.
Gaby, de 32 años, dice que ha sido poliamorosa toda su vida y esto nunca le ha parecido “algo malo”. Para ella “la capacidad de amar a muchas personas” jamás tendrá una tónica negativa.
“El poliamor se presentó de manera muy normal. Nunca me sentí culpable con mi esposo cuando empecé a salir con otros. Yo siempre le cuento todo con todos detalles que él quiera saber. Nunca siento que sea algo que deba ocultar”, dice.
Gaby tuvo su primera pareja monógama cuando entró a la universidad. La relación fue corta y luego empezó con Fabián. Él tampoco había tenido “muchas relaciones antes” y luego de conversarlo como matrimonio, fue que ellos se permitieron la posibilidad de tener otro tipo de relaciones. Así empezaron.
“Al inicio investigamos acerca de las diferentes opciones que existen. Hay relaciones abiertas, están los swingers (pareja estable que mantienen relaciones sexuales consentidas con otras parejas), entre otros. Llegué al poliamor porque lo que pasaba era que cuando me relacionaba con alguien yo terminaba como enamorada, porque esa es mi naturaleza. Siempre mis relaciones evolucionaban. No me gustaba salir de las relaciones y luego no hablar con la persona. Me gusta establecer relaciones de amistad que al final son de amor”, detalla.
En Estados Unidos hay unas 500.000 relaciones poliamorosas, según un documental de Discovery acerca de Poliamor. La psicóloga y sexóloga Marianela Arias, dice que en Costa Rica estas relaciones son comunes, pero no tan aceptadas socialmente como en países de Europa.
Desde su experiencia, Gaby cuenta que en Costa Rica el tema se asume como nuevo y el concepto no es del todo comprendido, “pues las personas relacionan el poliamor con una relación abierta y piensan que son únicamente por el sexo”.
Sobre los mitos alrededor del poliamor, la especialista agrega que “las relaciones poliamorosas no son una orgía todos los días. Son parejas devotas a las otras de manera romántica, hay complicidad y compañerismo”.
Gaby sabe que explicar a otros cómo es ser poliamoroso no es tan sencillo, pues en ocasiones los curiosos no comprenden la dinámica. También cuenta que hay quienes buscan experimentarlo, pero admite que una vez en la práctica “es difícil de manejar”. “No cualquiera puede. Hay que ser responsables y hablar de intenciones”, afirma.
Ella y Fabián no son celosos, tampoco las otras personas con las que se relacionan.
Dentro de una relación poliamorosa
La transparencia es esencial en el poliamor. En el caso de Gaby y Fabián, ellos se relacionan por separado, es decir, no comparten parejas como puede suceder en otros casos de poliamor. Eso sí, siempre están enterados de la persona con la que está saliendo el otro.
“Mi esposo ha conocido a algunas de mis parejas. Yo a las de él no, es más difícil que las mujeres acepten este tipo de relación. Es más fácil encontrar hombres que quieran hacerlo”, detalla.
La familia de Gaby sabe que ella tiene una relación abierta, por ello no hay incomodidad en caso de que se tope a alguien saliendo con su otra pareja.
“Puedo ir a donde quiera. Si me topo a alguien no me estreso. Usualmente mi esposo y yo hablamos acerca de si voy a salir con alguien, a qué hora vuelvo, si quiero traer a alguien a la casa o viceversa”.
Gaby y Fabián no imponen demasiados límites para que cada uno ejerza su otra relación. Constantemente hablan de aquello que les puede preocupar, incomodar o “cosas que no le gustaría que hagan”. Hasta ahora no han topado con situaciones de ese tipo.
Lo usual para Gaby es relacionarse con personas dentro de un círculo de conocidos, individuos con intereses similares o con amigos en común. Jamás ha estado con alguien que le genere desconfianza.
Como parte de la protección, ella y Fabián siempre utilizan un método de barrera como condón en sus relaciones sexuales, también se realizan chequeos para saber que todo está en orden con su salud.
“Hay que estar conscientes de que se pueden presentar situaciones en las que se rompa el condón; entonces es importante hacerse pruebas de enfermedades de transmisión sexual”, recalca.
La confianza con Fabián es enorme y entre ellos se consuelan cuando alguno vive una ruptura. Incluso, si él llega a estar ansioso porque alguna mujer no le contesta, ella lo aconseja y le sugiere cómo hablarle.
Aunque estos dos jóvenes están casados, ella no cree en las jerarquías, por ello dice que no hay “una pareja principal entre otras”.
“Como vivimos juntos es como inevitable (que se entienda que él es su pareja principal). No considero que el amor se pueda jerarquizar”, sentencia.
Vivir el poliamor
Pablo tiene 35 años y es poliamoroso. Él empezó su primera relación no monógama hace más de una década.
Desde hace dos años, este hombre es novio de Marisol; ella por su parte tiene dos parejas: Pablo y otro muchacho.
Además de la relación con Marisol, Pablo está con otros vínculos (así le llama a esas otras relaciones a las que prefiere no enumerar, pues para él lo más importante es la calidad).
“Tengo vínculos importantes. En mi caso en particular no tengo ningún vinculo que considere jerárquico por encima de los otros, salvo esta relación más sostenida (con Marisol)”, explica.
En los dos años de relación con Marisol, dice que incluso ha ocurrido que ella ha llegado a vincularse con otras mujeres que antes tuvieron vínculos con él.
“Por la forma en la que manejamos nuestra relación nos gusta que nuestros vínculos no sean secretos, entonces hemos hecho intencionalmente cenitas donde participa gente que se vincula conmigo, con ella o con ambos.
“Hemos tenido relaciones donde yo salí con alguien que después conoció a mi pareja y luego ellas dos salieron. Normalmente cuando hablamos de relaciones más convencionales tenemos parámetros más convencionales. En este caso hablamos de una persona en particular con quien yo tuve una relación y que hasta ahora sostiene una relación amorosa conmigo y amorosa con mi pareja en la que no hay sexo. Esto para mucha gente es sorprendente”, dice.
Pablo, quien es trabajador independiente y también psicólogo, define el poliamor como una ética relacional que tiene como punto de partida fundamental “romper la noción de amor romántico monógamo”.
Desde la adolescencia lo relacionado con la monogamia Pablo lo percibió como “falso”.
“Me encontraba a menudo con que la gente defiende la fidelidad de manera muy persistente pero no la practica. Si vos le preguntás a la gente monógama si da vuelta, si le han dado vuelta o si han participado en que la gente dé vuelta, te va a responder que sí en dos de tres.
La monogamia es algo de lo que todo el mundo habla, por lo que juzga a otros pero es poco frecuente que aparezca. La monogamia estricta es una pareja por toda la vida. Casi nadie es monógamo”, afirma.
Pablo ha encontrado en el poliamor la posibilidad de ejercer prácticas ajenas a “los modos tradicionales de relación”.
“Es encontrar confort y un espacio para dar cuidado y ser cuidado y sentirse a gusto. Que no requiera de la autorización cultural, porque la gente puede decir que cómo esa persona es tan importante para vos si nunca la ves, o cómo considerás una relación amorosa si no hay sexo. O cómo podés tener sexo con alguien a quien acabás de conocer. Esas son posibilidades menos tradicionales y para mí son eso, posibilidades”.
Según Pablo, el poliamor “te permite expresarte más libremente”. “Hoy no deseás tener sexo, está bien. Deseás salir con alguien más, etcétera, está bien”, dice.
Añade que este tema se relaciona con no capitalizar el deseo de los demás.
“No me nutro a a partir de que solo me deseás a mí. Me alegro que me deseés, pero no me envanezco de que me deseés, no es asunto de competencia. Si te gusta mucho alguien más, fabuloso. Por otro lado tiene que ver con que yo acepte mis limitaciones”, explica Pablo, quien dice que él no disfruta salir tarde por la noche.
“Si mi pareja principal quiere salir hasta tarde y bailar toda la noche, yo no le quiero dar eso, tampoco le puedo dar eso y estoy feliz de que pueda ir con otros vínculos con quien se siente a gusto y así disfrute de esa actividad que no me incluye porque yo no deseo participar de ella. Eso es lo más sensato”, agrega.
Generalmente en el poliamor existen una relación más sostenida, como Pablo con Marisol. Él comenta que es lo más usual, porque quienes practican el poliamor actualmente son personas que fueron criadas bajo el contexto de la monogamia.
También señala que si se mira alrededor, el mundo está hecho para ser navegado en pareja y en ejemplos prácticos se refleja en las promociones de hoteles o actividades románticas en restaurantes que comúnmente se publicitan para dos.
“Lo más común es que la gente se empareje, aunque no es la única forma. Hay ‘triplejas’, que son ‘parejas de tres’ en las que somos dos vínculos independientes que se unen en un vínculo mayor, tal vez no son ‘todos contra todos’ pero se configura la misma función social de la pareja: apoyo mutuo, convivencia, etcétera”, detalla Pablo.
Las relaciones poliamorosas son personalizadas y, según Pablo, cada quien impone sus propios límites. Los puede haber sexuales, higiénicos, románticos, entre otros. Al final, destaca que lo más valioso en su caso es que todas las reglas son consensuadas y pueden negociarse.
“A veces cambian. Con mi pareja decíamos que nadie duerme acá (en su casa) y eventualmente ella quería que el chico durmiera con ella, entonces lo renegociamos”, explica.
Detalles del poliamor
La psicóloga y sexóloga Marianela Arias dice que el poliamor es una opción de la manera en la que nos queremos vincular. Cuenta que en la sociedad “no es tan aceptado” o al menos no tan practicado públicamente, aunque “para muchas personas es su manera más honesta (de tener vínculos sexoafectivos)”, indica.
En su experiencia, Arias conoció hombres y mujeres (en España) que practicaban este tipo de relación. En Costa Rica ha tenido pacientes que son poliamorosos, aunque no a todos les funciona este tipo de convivencia.
Lo más usual, desde su conocimiento,s es que las relaciones poliamorosas incluyan a tres personas. En España sí conoció casos en las que una persona tenía tres parejas a la vez.
“Suplir necesidades (de varias parejas o vínculos) es más desafiante. No es nada más sexual. Requiere tiempo de calidad. De comunicación. Cómo te hago sentir amado e importante”, concluye.