Más de 28.000 personas están registradas como choferes de Uber y Uber Eats en Costa Rica. Este número es sin dudas impresionante, pero suena frío, sobre todo si no se dimensiona que detrás de cada conductor hay una maraña de vivencias al volante de este servicio de transporte, muchas veces no gratas, que los pasajeros desconocen.
Según datos de Uber, en Costa Rica aproximadamente 1 millón de personas ha utilizado la plataforma en los casi 10 años que tiene ya de funcionar aquí. Además, del 2015 hasta el 2023, más de 800.000 turistas viajaron dentro de nuestro país usando la aplicación.
Sin embargo, los choferes de esa y otras plataformas de transporte andan por las calles sin las garantías laborales que son una certeza en otros sectores. Claro, no son los únicos, pues en el país aproximadamente 900.000 personas viven de la informalidad ocupacional, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo. La diferencia es que en este caso hay una empresa trasnacional involucrada.
En estas condiciones, los llamados colaboradores de Uber se ven expuestos a situaciones adversas que van desde ser bloqueados como prestadores de servicio por la aplicación sin claridad sobre el motivo, hasta sufrir accidentes o asaltos. El factor común: deben afrontar todos estos problemas solos, sin un respaldo sólido de la empresa ni acompañamiento jurídico.
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Uber Costa Rica dio declaraciones a Revista Dominical por medio de la agencia Imacorp, que se encarga de la comunicación de la empresa en el país. En sus respuestas escritas, la firma explicó que los conductores con los que opera en Costa Rica están asegurados en caso de accidentes por la compañía ASSA, con una cobertura que abarca desde que se acepta una solicitud de viaje hasta que se termina de dar el servicio.
No obstante, los choferes que comparten sus historias en este reportaje sostienen que esto no les protege ante situaciones de violencia.
Otra de las quejas que algunos conductores de Uber expresan es el sistema de bloqueos que se usa para excluir de la plataforma a quienes, supuestamente, cometen faltas. Aseguran que en ese proceso, la empresa dicta sentencia basada exclusivamente en los reportes de los usuarios, sin escuchar la versión del transportista antes de proceder con la medida.
Este es un proceso unilateral que la compañía puede aplicar si, según indican en sus “Términos y condiciones”, se determina a partir de reportes de los usuarios que se habrían dado situaciones de contacto físico, agresión sexual y/o conducta inapropiada, comportamiento grosero o amenazante, contacto después del viaje, discriminación o daño a la propiedad.
Sobre este tema, Uber Costa Rica explicó que tienen más de 40 herramientas de seguridad. Además, la empresa asegura tener a disposición el “Centro de revisión” en la misma plataforma, en la que los choferes pueden revisar detalles de su suspensión e incluso aportar pruebas.
En caso de no lograr un avance mediante esta vía, Uber recomienda asistir a sus oficinas, ubicadas en Bambú Eco Plaza, donde se encuentra su Centro de Atención al Cliente.
Con todo esto en cuenta, lo invitamos a conocer cuatro historias de costarricenses que manejaron (y algunos continúan haciéndolo) para Uber. Dese un chance para ir más allá de la fachada del tipo al volante, ese que según el caso lo recibe con sonrisa amable o con cara de ocho; que no le cruza palabra o que habla hasta por los codos.
Conozca aquí las peripecias que afrontan los seres humanos quienes, tocando un par de veces la pantalla de su celular, llegan hasta su ubicación y se encargan de llevarlo a cualquiera que sea su destino.
Don José aconseja a quienes buscan dejar su trabajo por Uber: ‘¿Qué está buscando, por Dios, amigo?’
José Arroyo nació en Alajuela, aunque desde muy temprana edad lo llevaron a vivir a Barrio México, en San José. Entró a la carrera de Arquitectura en la UCR, pero no la terminó, pues comenzó a trabajar en hotelería. Hoy tiene 65 años.
En ese sector, este adulto mayor trabajó mucho tiempo de manera informal y por ende nunca alcanzó la cantidad de cuotas necesarias para su jubilación. Ahora, dice que “le pone el pecho” a las consecuencias de aquellos años.
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Arroyo vive solo en un cuarto que alquila. A pesar de ser padre de tres hijas, estas ya son mayores, por lo cual puede dedicarse a Uber y salir adelante con los pocos gastos que tiene.
“Por desgracia, personas con mi edad, por no haber cotizado para una buena pensión y todo ese asunto, tenemos que trabajar en este tipo de plataformas. Por eso uno tiene que aguantar una serie de abusos. No es por irse contra las aplicaciones que son la fuente de trabajo de muchos costarricenses, pero no hay paridad con uno que es el que pone el carro, la gasolina y se levanta temprano a trabajar 12,14 o 16 horas”, comentó.
Don José llevaba unos 6 años como conductor de Uber y acumula más de 40.000 viajes. Según relató fue víctima de un asalto mientras trabajaba, un domingo a las 5 de la mañana, en Purral, Goicoechea. Según narra, quien perpetró el asalto era un sujeto bien vestido y por eso, él asumió que iba rumbo al trabajo.
“En esto, si uno se pone sumamente descortés o delicado no recoge a nadie. Toda persona que uno recoge es desconocida y no se sabe qué va a pasar. Si a mí en la noche me sale un viaje hacia la León XIII, Los Guido o Purral y la persona viene con su uniforme de trabajo, yo la llevo con mucho gusto. Lo que no hago es aceptar viajes por esas zonas, a no ser que uno vea que es una persona que sale de su casa y da síntomas de confianza”, comentó.
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Ese día andaba más de ¢100.000 en efectivo, pues siempre acostumbraba portar billetes para poder dar cambio. Además, le robaron una cadena que le regaló su madre y le trataron de sustraer dos teléfonos; aunque pudo recuperar uno.
Él interpuso la denuncia ante las autoridades y reportó el asalto a la plataforma, pero asegura que la empresa no se preocupa por proteger a los choferes en esas situaciones. Incluso, realizó el reconocimiento de su victimario, y a partir de ese momento se desentendió del caso.
“El muchacho del OIJ me dijo: ‘amigo, lo hubieras atropellado’; pero mi condición de ser humano no me lo permitió. Además, ¿para que me metan a la cárcel?. Según el agente, yo nada más le explicaba al juez que me asaltaron y no pasaba nada. Pero bueno, por dicha no pasó a más y aquí estoy vivito y coleando”
Arroyo recuerda que ese día volvió a su casa e hizo la gestiones para abrir sus cuentas en el otro celular y así poder continuar trabajando.
Actualmente, Arroyo continúa dedicándose a las plataformas de transportes de pasajeros. Afirma que el modelo de estas empresas entra en conflicto con nuestro contexto social, muy diferente al de otras latitudes. Considera que la desprotección que viven los conductores se sufre especialmente en países como Costa Rica, con problemas de inseguridad y una cultura donde no siempre abunda el respeto.
“Hay también personas muy cultas en la calle, a las que uno les da el servicio. Pero normalmente uno recoge a gente que, no sé… se para el sol a verla”, aseveró.
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Constantemente le preguntan si su oficio es rentable, a lo que él responde que para generar dinero debe trabajar muchas horas al día, de domingo a domingo. Dice que logra salir adelante porque, dado su estilo de vida, sus gastos son mínimos.
Su rutina suele empezar a las 4:30 de la madrugada, para hacer una pausa cerca de las 10 a.m. Continúa después de almuerzo durante la tarde, hasta completar entre 10 y 12 horas diarias en el carro.
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Aunque tiene un vehículo propio, alquila uno para trabajar, en vista del gran kilometraje al que se somete un auto que se utilizan para hacer servicios de transportes. Por la renta del carro paga ¢90.000 semanales al dueño e invierte ¢12.000 diarios en gasolina.
“Hay varias personas que llegan a decirme que están pensando en renunciar al trabajo y ponerse a trabajar con el carro. Yo les digo: ‘háganlo, pero se van a meter en lo que no deben’. Si usted tiene aguinaldo, le pagan horas extra, trabaja 8 horas de lunes a viernes y tiene seguro ¿Qué está buscando, por Dios, amigo? (risa)”, contó con humor.
Una pesadilla salida de ‘La purga’
Irma Fernández no es el nombre verdadero de esta conductora josefina, quien accedió a compartir su testimonio bajo un seudónimo. Prestando servicio como parte de Uber, ella vivió una pesadilla que parecía salida de la película de La purga, la cual puso en riesgo su vida y le dejó secuelas.
Pero antes de entrar con el terror de esta historia, vale repasar cómo Fernández llegó a ser Uber. Según comenta, ella y su esposo tenían otros trabajos, pero durante la pandemia quedaron desempleados y optaron por echar mano del carro y la moto que poseían. De este modo, Irma se dedicaba a Uber y su esposo hacía entregas en Uber Eats.
La pesadilla comenzó dos noches antes, cuando el esposo de Fernández se accidentó en moto. Al día siguiente, los dos se mantuvieron en la casa: él reposando de sus lesiones y ella cuidándolo. No obstante, al segundo día la necesidad económica los hizo salir a trabajar, por lo que decidieron hacer entregas juntos, pero en el carro.
Ya habían concluido la noche, pero se les olvidó cerrar la aplicación, por lo cual les apareció un pedido más. Luego de dudar, lo aceptaron, pensando también en que su calificación no se viera afectada. Era un pedido de botellas de licor a Sabanilla de Montes de Oca, zona relativamente tranquila, pero en la que se habían dado varios asaltos en aquel tiempo.
Al llegar al sitio, un hombre les hizo señas indicándoles que ahí debían entregar los productos. Irma lo analizó y le notó un bulto en la cintura. Terminó de pronunciar la frase “está armado” cuando otro sujeto saltó de un matorral, con una máscara de payaso y una escopeta calibre 50 semiautomática, la cual Fernández identificó por su formación en criminalística.
Ambos hombres apuntaron con sus armas y ella gritó que nada más le iba a quitar el cinturón a su esposo (quien tenía dificultad por sus lesiones), para que no pensaran que se resistían a salir. Sin embargo, el tipo de la escopeta no lo permitió y la obligó a salir del carro, al igual que a su esposo que afortunadamente se las ingenió para soltarse el cinturón. Posteriormente, los obligaron a tirarse al piso.
“Recuerdo sentir cuando me empujó la cabeza con la escopeta. De hecho, yo pensaba que era una escopeta de mentiras sinceramente porque, digo yo, ¿quién en su sano juicio anda por ahí como si fuera La purga con una escopeta y una máscara de payaso sin que nadie lo note? Pero cuando me empujó la cabeza con la escopeta, me di cuenta de que sí era de verdad”, relató la conductora.
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Comenta que debido al estado de shock, ella se sentía en calma y su esposo únicamente agradecía a Dios mientras estaban en el suelo.
“A mí solamente me pasaba por la cabeza: ¿cómo le está agradeciendo a Dios si es probable que nos peguen el cerebro al pavimento y nos lo tenga que despegar con una espátula? Pero bueno, cada quien en su manera de tener shock. Yo en blanco y él dándole gracias a Dios”, recordó Fernández.
Según cuenta, los vecinos ya estaban atentos por los casos anteriores, por lo que al escuchar el ruido encendieron alarmas. Los asaltantes se llevaron los dos celulares de la pareja, la billetera del esposo de Irma, objetos que había en el carro, el pedido y se fueron corriendo por un matorral.
Apenas pudieron, las víctimas volvieron a subir al carro, echaron reversa y abandonaron el lugar. Toparon a una señora que estaba paseando el perro y que les prestó el teléfono para llamar al 9-1-1. La policía también estaba en alerta y acudió rápidamente al llamado.
Tan solo 20 minutos después se toparon con uno de los sujetos, que portaba consigo uno de los celulares robados, la mitad del efectivo y del pedido de licor. Pasaron todo el resto de la noche y parte de la madrugada en la delegación policial. Irma aprovechó una ida al baño para ojear la cédula del detenido, quien ya tenía antecedentes penales, y memorizó sus datos.
A eso de la medianoche el teléfono de su esposo, que se encontraba en la mesa de evidencias, sonó. Era una llamada de su hijo menor. El policía le autorizó a atenderla sin que tocara mucho el celular y con aquella llamada toda la calma que Fernández tuvo hasta el momento desapareció.
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Su hijo menor, quien estaba al cuidado de sus hermanos, le comentó que recibió mensajes del teléfono de su mamá, uno de los cuales le pedía la ubicación. El menor supo reconocer que no era su madre por una falta de ortografía. Para este momento, Irma entró en desesperación, llamó a vecinos a que recogieran a sus hijos y pidió a los policías que se dirigieran a su casa.
Afortunadamente, la situación no pasó a más y según le explicaron los oficiales, esto es una práctica de intimidación que realizan los asaltantes para que sus víctimas tengan miedo de denunciar.
Al día siguiente realizaron búsquedas en internet con los datos del tipo que los asaltó y encontraron que vendía los objetos robados y encima no resguardaba su identidad. En su perfil de Facebook, además, tenía una foto con su cómplice, a quien la policía le realizó un allanamiento. En la casa de este segundo hombre encontraron municiones de escopeta calibre 50 y cédulas de varias de sus víctimas, por lo que incluso fue declarado como el autor intelectual. Actualmente, ambos asaltantes están cumpliendo condena en la cárcel.
Irma asegura que este traumático incidente les dejó varias secuelas, empezando por las pérdidas económicas que se extendieron a las semanas en las que el miedo les impidió realizar sus labores. A partir del asalto se volvieron mucho más desconfiados con los viajes y el impacto de aquella noche les afectó psicológicamente. De esto último fue testigo Fernández tiempo después del robo que sufrieron.
La mañana de un sábado estaba terminando un viaje, pero le entraban tantas solicitudes de la aplicación que no podía ver el Waze. Sin querer terminó aceptando. Cuando llegó por su siguiente cliente se estacionó, cerró puertas y ventanas y revisó minuciosamente el viaje.
Se dio cuenta de que era con destino a Jacó, con pago en efectivo y que el usuario solo había realizado dos viajes previamente. Estaba a punto de cancelar el servicio cuando un hombre se acercó a la ventana y le dijo su nombre. El tipo fue muy insistente y trataba de abrirle la puerta. Ella se percató de que miraba nerviosamente hacia atrás y que a lo lejos lo esperaban tres sujetos más.
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“En ese momento a mí se me bajó y se me subió todo. Le metí primera al carro y me fui. Me alejé de él, me estacioné en una acera a llamar a mi esposo y reportar la situación en Uber. En eso se me estacionaron al frente dos motos y no les di pelota. Luego se puso a la par mía una tercera moto y el que iba de acompañante fue el que pidió el viaje. Me tocó nuevamente la ventana y me sacó el dedo el cabrón”, narró con detalle Fernández.
Ahí fue cuando se le “salió el trauma”, según describe en sus propias palabras, y su mente comenzó a repasar los posibles escenarios en los que hubiera terminado si aquel hombre se subía a su carro. La ira la consumió y los persiguió, aunque nunca los alcanzó.
“Yo iba a hacer chuza con ellos como si fueran bolos. Iba decidida a tirarles el carro encima, no me importa si hacía un accidente, si los mataba, si me mataba o nos matábamos todos. Gracias a Dios, o lamentablemente, no sé cómo decirlo, se lograron escapar. Tal vez ahorita estuviera arrepentida, en el Buen Pastor o no estuviera; pero creo que esa fue una secuela que me quedó”, concluyó.
‘Trabajar en Uber no es color de rosa’
“Quiero que la gente sepa que trabajar en Uber no es color de rosa. Tiene sus problemas, pros y contras, pero más que nada, riesgos. Todas las personas tienen tipos de carácter diferentes y a como hay gente bellísima, también existe una minoría que es la que te mata”, comenta Luis Rodolfo Rodríguez, conductor de 62 años.
Mientras fue conductor de la plataforma, trabajaba de 5 de la mañana a 8 de la noche. Asegura que en ese entonces la plataforma les rebajaba el 20% de lo ganado en los viajes, pero actualmente el rebajo asciende hasta un 45% y que el sobreprecio de las llamadas “tarifas dinámicas se las deja”.
“La necesidad, como dice mi abuela, tiene cara de caballo. Mucha gente trabaja más de 12 horas para poder sufragar estos gastos. Uber los bloquea después de las 12 horas porque tienen que descansar y por eso alternan con otras plataformas”, expresó Luis Rodolfo.
Rodríguez empezó como chofer de Uber en el 2019, cuando decidió adquirir un carro modelo 2017 para ofrecer sus servicios en la plataforma. Según detalla, el tener un automóvil espacioso y un cierto dominio del inglés lo convertían en un conductor atractivo para los usuarios.
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Sin embargo, afirma que con el tiempo, como otros de sus colegas, empezó a enfrentar situaciones complicadas, como el hecho de que algunos clientes buscan ingresar hasta cinco niños en el carro. Asegura que cuando ellos rechazan estos viajes por seguridad, las personas lo perciben como un mal servicio.
“A mí me trataron mal muchísimas veces. Me han pateado el carro, me han golpeado los vidrios y me han dicho tal por cual porque me negué a llevar tres chiquitos sin silla. Los clientes se enojan y el que paga los platos rotos es el chofer”, relató.
También reveló que existen usuarios que desean utilizar el servicio para lo que popularmente se conoce como un “ta y ra”; es decir, un viaje ida y vuelta a comprar droga. De acuerdo con Rodríguez, cuando se rechazan estos viajes, los clientes aducen haber estado en un momento de urgencia y que el chofer se negó a llevarlos.
“A la empresa no le importa nada el conductor, lo puede mandar a la guerra directamente al Infiernillo de Alajuela. En esos lugares la gente no es mala, pero se suben ‘ganchos’, que usualmente son muchachas. Entran sin problema porque los ‘campanas’ los reconocen, pero cuando el chofer sale solo lo asaltan”, explicó el josefino.
Agregó que algo que no se menciona es que constantemente están expuestos a acoso sexual de parte de pasajeros. Asegura que en carne propia le tocó lidiar con muchas proposiciones indecorosas.
Lo asaltaron y recibió dos puñaladas: ‘Uno necesita el dinero y tiene que seguir trabajando’
Kenneth Sandoval es un desamparadeño de 33 años, quien está por terminar su carrera en ingeniería industrial. Tiene un emprendimiento de ropa y suplementos, pero además dedica gran parte de su tiempo a Uber.
Asegura que hace ocho años se terminó su contrato laboral y gracias a un amigo conductor, comenzó a trabajar en la plataforma. Tuvo que ir hasta las oficinas a presentar la licencia, papeles del carro y su hoja de delincuencia.
En la actualidad, trabaja de lunes a viernes, alrededor de 12 horas diarias. Invierte entre ¢10.000 y ¢12.000 por día.
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Sandoval fue víctima de un asalto, durante la pandemia, cerca de las 9 de la noche. En ese momento, aceptó un viaje que iba desde Hatillo con destino a Barrio Cuba. Al llegar a la ubicación de partida, no vio nada y casi cancela el servicio, hasta que llegó un tipo con mascarilla y se subió.
El hombre no le dio la cara y el chofer desamparadeño le notó algo en la bolsa derecha, que resultó ser un puñal, pero inicialmente no pudo percatarse de esto. Cuenta que el sujeto le pidió ir primero a la escuela de Hatillo.
“Cuando vamos llegando a la escuela, sacó el puñal y se me abalanzó encima. Me pegó la primera puñalada en el brazo izquierdo. En la segunda reacciono y pienso: ‘o meto las manos o me mata’. Me pidió que le diera toda la plata que andaba. Empezamos a forcejear y me cortó el dedo de la mano derecha”, relató Sandoval.
“En un momento se abrió la puerta y él trató de bajarse. Ahí mi teléfono quedó visible y él lo agarró. Yo le agarré la mano y con la otra él me metió una apuñalada profunda en la pierna y se fue”, continuó.
El conductor contaba con un seguro, por lo que pudo recibir atención médica y tratamiento adecuado; pero afirma que por parte de Uber nunca obtuvo respaldo. Pasó varios días afectado, especialmente por la herida de la pierna, la cual era la más profunda y le dificultaba caminar.
“Yo le pido a Dios todos los días que me guarde y no me pase nada, pero a uno le pueden pasar muchas cosas. Todo sigue corriendo y uno necesita el dinero, tiene que seguir trabajando porque las plataformas no se van a hacer responsables. Eso de que a uno le dan un seguro… al día de hoy no he conocido a alguien que le den una incapacidad o lo indemnicen”, comentó.
Uber y su situación legal en Costa Rica
Uber empezó a funcionar en Costa Rica desde el 2015 y, a la fecha, su legalidad se encuentra en una zona gris. Las dudas sobre la plataforma de transporte pasaron a ser de esos temas incómodos que las autoridades gubernamentales barren debajo del tapete, administración tras administración.
Todos saben que existe y en el fondo siempre resuena que su actividad no está del todo clara; pero los actores políticos han optado por hacerse de la vista gorda y no entrar en el berenjenal que desata opiniones de todo tipo. Esto pues si bien se trata, en la práctica, de un servicio público de transporte remunerado de personas, y sobre el que incluso se cobra el impuesto al valor agregado, aún no existe una normativa oficial que regule su operación en el país.
Ante la ausencia de propuestas claras de parte del Legislativo y Ejecutivo; fue el Poder Judicial el que tuvo que apañarse con el conflicto. A la fecha, ya dos sentencias establecen que entre los choferes y Uber existe una relación laboral y que por ende, la empresa debe cumplir con todas las garantías que esto implica. Estas corresponden a: la 2023000212 de marzo de 2023 y la 2024000826 de abril de este año.
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David Delgado fue el abogado que ganó el primer caso contra Uber, en el 2023. El profesional en leyes explicó a La Nación el proceso de esta demanda y las razones por las cuales el Juzgado de Trabajo de Desamparados condenó a Uber a pagar a un exchofer de apellido Morales, lo correspondiente a cargas sociales, aguinaldo, vacaciones y riesgo del trabajo por el tiempo que le brindó servicios; para un monto que asciende a los ¢2,5 millones.
Según Delgado, el conductor acudió a su firma Más Legal Asesores luego de que la plataforma lo bloqueara. El abogado explica que ya él y sus compañeros habían conversado anteriormente sobre la zona gris en que se encontraba Uber, pero fue hasta este caso que analizaron más a fondo la coyuntura y decidieron plantear la existencia de una relación patrono-trabajador entre la empresa y los choferes.
Comenta que inicialmente dirigieron la demanda a una empresa llamada Club de Colaboración para la Autosatisfacción de Necesidades de Movilidad S.A. Esta sociedad administra un fideicomiso al cual se deben afiliar todos los choferes de Uber. Sin embargo, este grupo declaró que no tenía ninguna vinculación con el conductor.
A partir de esto, empezaron a construir una “telaraña” de sociedades que funcionan en Costa Rica ligadas a Uber. En total, pudieron ligar a tres al caso y exponerle al juzgado que juntas constituían un grupo de interés económico.
De acuerdo con Delgado, cuando las tres sociedades fueron notificadas, contestó el mismo bufete de abogados para todas, lo cual fue un indicio más de que formaban parte de un mismo conglomerado.
Durante el proceso judicial, Uber planteó que no son empleadores y únicamente funcionan como un punto de contactos entre usuarios con necesidades de movilidad y personas que le dan una solución. Sin embargo, este criterio es muy distinto al que finalmente ganó el caso.
“Los conductores saben de una especie de subordinación que es un elemento normativo. La plataforma le da instrucciones al trabajador sobre cómo hacer el trabajo, qué hacer, en qué condiciones. La aplicación funciona como esta especie de patrón que genera subordinación entre el socio conductor, como lo llaman ellos, y la empresa”, comentó Delgado.
Otro de los indicios que encontraron son las calificaciones que reciben los conductores y que les permite ostentar distintas categorías y acceder a mejores viajes conforme más alta sea su puntuación. Esto, según Delgado, estaría funcionando como una evaluación de desempeño, propia de una relación laboral.
Sumado a esto, la plataforma paga a los conductores y lo hace con regularidad en una periodicidad determinada (semanalmente). Además, afirma el abogado, los choferes cumplen un horario, en la mayoría de casos de 12 horas.
Sin embargo, la tesis de Uber es que estos trabajadores no están obligados a cumplir un horario específico.
“Los socios de la app pueden elegir la cantidad de horas, días al año y zonas en las que se conectan, a la vez que también eligen aceptar o no cada solicitud de viaje. Los socios eligen utilizar la aplicación para generar ganancias adicionales de manera flexible e independiente. Así, los socios utilizan la app como contratistas independientes, lo que les permite conectarse a la plataforma cuándo, cómo y dónde lo deseen, sin turnos, zonas ni requisitos de exclusividad”, declaró Uber Costa Rica.
No obstante, esto no necesariamente es excluyente de la existencia de una relación laboral. De hecho, el Código de Trabajo tipifica en su artículo 143 la posibilidad de que ciertos empleados no estén sometidos a una jornada.
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“Quedarán excluidos de la limitación de la jornada de trabajo los gerentes, administradores, apoderados y todos aquellos empleados que trabajan sin fiscalización superior inmediata; los trabajadores que ocupan puestos de confianza; los agentes comisionistas y empleados similares que no ocupen su cometido en el local del establecimiento; los que desempeñen funciones discontinuas o que requieran su sola presencia, y las personas que realizan labores que por su indudable naturaleza no están sometidos a jornadas de trabajo. Sin embargo, estas personas no estarán obligadas a permanecer más de doce horas diarias en su trabajo y tendrán derecho, dentro de esa jornada, a un descanso mínimo de una hora y media.”, reza el artículo.
Además de estos argumentos, la jueza Carolina Fallas Sánchez, que falló a favor del conductor agregó que existe una “ajenidad patrimonial”. Es decir, las ganancias generadas por los servicios no son patrimonio del chofer, sino del patrono (Uber). La plataforma es la que decide cuánta comisión le otorga al trabajador.
La segunda sentencia de abril del 2024 se tramitó en el Juzgado de Trabajo del Primer Circuito Judicial de San José y condenó a Uber a pagar ¢11 millones a un repartidor de apellido Vargas. Las dos sentencias aún no quedan en firme pues todavía existe la posibilidad de que la Sala II las declare sin efecto. Respecto a esto, Uber afirmó que son dos casos aislados que únicamente aplican a las partes y no tienen efectos generales.
Sin embargo, debido a que no existe una regulación ni de parte de Gobierno ni de Asamblea Legislativa, estas sentencias marcarán precedentes de quedar en firme. De reconocerse oficialmente que existe una relación laboral entre Uber y los conductores, la empresa se regirá bajo lo indicado en el Código de Trabajo.
Incluso, aunque no es común en Costa Rica, el abogado Delgado explica que de darse una coincidencia en la figura del patrono, el objeto del proceso y existan diversos actores que cuenten con este mismo marco; podrían plantear una demanda colectiva.
“Podría ser que muchas de las de las pretensiones de muchos conductores coincidan y entonces se puede plantear una demanda colectiva. Es totalmente posible. O las plantean de manera individual y pues el juzgado determina si las unifica o no”, detalló.
Para el profesional en derecho, tomando en cuenta que Uber es la fuente de ingresos de miles de personas, la vía más razonable sería la creación de una regulación especial desde la Asamblea Legislativa.
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“Mientras no haya una ley que regule el tema de Uber, todas aquellas personas que consideren que ser han violentado sus derechos laborales como socios conductores, pueden acudir a los tribunales de justicia a presentar sus casos y someterlo a criterio de un juez. ¿Qué es lo que pasa? que se puede saturar el sistema judicial con un montón de situaciones que podríamos mejor regular vía ley”, aclaró el abogado.
Desde el 4 de octubre La Nación envió varias consultas a Uber Costa Rica. La empresa envió su respuesta el 8 de ese mismo mes, pero no contestó a las siguientes preguntas:
- ¿Por qué existen varias sociedades anónimas en Costa Rica que están vinculadas a UBER? ¿Conforman un mismo grupo de interés?
- Si únicamente son socios y no existe subordinación, ¿por qué los choferes son catalogados en diferentes categorías dependiendo de los viajes que acepten, el precio de los viajes lo establecen ustedes y ellos deben cumplir una serie de normas y presentar incluso hoja de delincuencia y llenar formularios para inscribirse?
- De quedar en firme las sentencias ¿Se harán cargo de lo que deben pagar? ¿Cambiaría el panorama de UBER en Costa Rica o valorarían irse del país?