Bien puede ser nuestro mejor recurso en el proceso de comunicación. Piénselo: los ticos usamos el “Pura vida” como vehículo de expresión de las más variadas y coloridas maneras. Ligeros cambios en la entonación son suficientes para que aquellas dos palabras juntas expresen agradecimiento, descontento, felicidad, sarcasmo, saludo, despedida, cariño o reclamo.
El “Pura vida” es nuestro, es la marca país con la que otros nos identifican, es el símbolo nacional no oficial del que más orgullosos nos sentimos, es lo que nos ponemos en la camisa cuando queremos que el mundo sepa de dónde venimos.
El “Pura vida” es tan tico que nos parece que ha sido parte de nuestra identidad desde siempre: a nadie le parece descabellado imaginar a Carmen Lyra saludando así a Calufa; a los Chaparritos de Oro diciéndolo para darse ánimos en los camerinos, o a don Ricardo Jiménez Oreamuno a lo mejor soltándoselo a alguno de sus ministros.
Sin embargo, la emblemática frase tiene relativamente poco tiempo, en términos históricos, de ser parte de nuestro léxico. Si bien no hay una historia oficial, y difícilmente la habrá, sobre el origen de la expresión, hay consenso de que no empezó a usarse de modo generalizado entre la población costarricense sino hasta en la segunda mitad del siglo XX.
Tratar de ponerle el cascabel al origen del “Pura vida” no ha sido sencillo. Sin embargo, una de las versiones más extendidas es que los ticos supuestamente lo adoptaron a partir de una película mexicana de 1956, protagonizada por el comediante Clavillazo. Y por mucho tiempo se tomó como cierta esa explicación, expuesta al público en el 2013 por medio de un artículo de ‘La Nación’.
Ahora, sirvámonos de nuevo de ‘La Nación’ para plantear una explicación alternativa al origen de nuestro “Pura vida”. Esta también se origina a partir de una película extranjera, aunque en circunstancias si se quiere más polémicas y menos romantizadas.
Divulgar esta versión sobre el origen de nuestra frase nacional se ha vuelto casi que en una misión de vida para Daniel Lorenzo, consultor de seguridad quien vivió su juventud en la Costa Rica de la década de 1970, en medio de los movimientos de contracultura internacionales a los que los ticos dieron su propio matiz.
Asegura este apasionado de la historia, las motocicletas y la buena música que fue en aquellas circunstancias que el “Pura vida” cobró justamente eso: vida.
Lo que don Daniel asegura no viene de terceros: él lo vivió en tiempo real.
Vamos a la historia.
Nacido para ser salvaje
Easy Rider es un clásico de la cinematografía estadounidense, y sin duda mucho más relevante y memorable que cualquier película de Clavillazo. Estrenado en 1969, se trató de un proyecto de amor de los recordados Peter Fonda y Dennis Hooper: fueron sus protagonistas y coautores (junto con Terry Southern), en tanto que Dennis la dirigió y Peter la produjo. Además, un joven Jack Nicholson brilla como actor secundario.
La historia es, en el papel, sencilla: dos motociclistas, Wyatt y Billy, cruzan por carretera buena parte de Estados Unidos, viajando de Los Ángeles a Nueva Orleans cargados de dinero, luego de vender cocaína obtenida en México.
En el camino, la cinta aborda temáticas emblemáticas de la vida a finales de la década de 1960: el consumo recreacional de las drogas, el movimiento hippie, la vida en comunas, el auge del rock and roll como modo de expresión y los prejuicios de la sociedad hacia los jóvenes, dentro de la contracultura propia de una convulsa época marcada por la guerra de Vietnam y todo tipo de acontecimientos políticos y sociales en el mundo.
Easy Rider es la película de motociclistas por excelencia, responsable de que desde entonces cualquiera que se suba en una Harley Davidson evoque de inmediato los acordes de Born to be Wild, de Steppenwolf. Además, resultó ser tremendo éxito de taquilla, obtuvo dos nominaciones al Óscar y hoy es considerada una obra fundamental del que se denominó el “nuevo Hollywood”.
Y sí, muy bien la lección de cine, pero qué tiene que ver un clásico de la pantalla grande con el “Pura vida” de los ticos. Según Daniel Lorenzo, todo.
“Resulta que al final de la primera escena de la película, Peter Fonda pronuncia lo que a la postre se convertiría en una de las principales, si no la principal, expresión del lenguaje popular costarricense y ocurre de la siguiente manera: Los dos protagonistas habían viajado a algún lugar del norte de México desde California para realizar una compra clandestina de lo que parecía ser cocaína, montados en dos motocicletas pequeñas e insignificantes”, explica el estudioso en su texto El verdadero origen del Pura Vida en Costa Rica, 1970, dedicado tanto a exponer su versión del génesis del “Pura vida” como a desmentir la teoría sobre Clavillazo.
“Al momento de probar la droga que iban a comprar, el mejicano que se las vende les dice que está ‘pura vida’, pero lo hace con una entonación, digamos pachuca, y con el acento en la ‘i’, de una manera que no se parece en nada a la forma en que la decimos los ticos.
“Seguidamente, Peter Fonda le contesta que sí, que está ‘pura vida’, pero lo hace con exactamente la misma cadencia y entonación con que la decimos los ticos, sólo que con un ligero acento gringo. Se notaba que Peter Fonda hablaba algo de español por la forma en que pronuncia la frase”, añade Lorenzo.
Según el investigador, fue a partir de la frase pronunciada por Peter Fonda en los primeros minutos de Easy Rider que el “Pura vida” cobra sentido como expresión dentro de la juventud costarricense.
Si ese es el caso, ¿entonces por qué la atribución a Clavillazo se afianzó tan bien en nuestra narrativa país?
Dos versiones
El 5 de enero del 2013, el suplemento Viva de La Nación publicó un artículo del periodista Randall Corella titulado ‘El creador del Pura Vida’. En el texto se daba cuenta de la tesis del filólogo Víctor Sánchez, quien explicaba que el origen de la frase característica de los costarricenses estaba en la película mexicana de 1955 Pura vida, protagonizada por el cómico José Antonio Hipólito Espino Mora, mejor conocido como Clavillazo.
Tanto en el artículo de Corella como en la investigación de Lorenzo hay coincidencia en que el filme mexicano se estrenó en las salas de cine de San José el 12 de agosto de 1956, y su paso fue fugaz por la cartelera. Según una revisión más detallada de los periódicos de la época hecha por Lorenzo, la cinta solo se exhibió tres días.
“Esto lo que significa es que a la película de Clavillazo le fue pésimo, le fue tan mal que después de solo un día de exhibición la cambiaron de cine pero solo duró un día en cada cine, es decir, que en un lapso de nueve días la exhibieron solo tres días, después desapareció para siempre. La única conclusión válida es que poquísimos costarricenses la vieron y por ello es absurdo y falso afirmar que, con semejante resultado, esta película iba a tener un profundo y duradero impacto en el público como para dar origen al ‘Pura vida’”, agrega.
¿No fue entonces la película mexicana el inicio de la frase que define nuestra idiosincrasia? En el largometraje efectivamente el ‘pura vida’ se usa en reiteradas ocasiones, pero de ahí a que hubiese sido una obra particularmente exitosa dentro del público costarricense hay un gran trecho. Y está claro que Clavillazo, si bien era conocido, no era un cómico del nivel de, digamos, Cantinflas.
Cuando el artista mexicano vino a Costa Rica en 1973 para el rodaje de su película La Marchanta, se mostró orgulloso del impacto que supuestamente había logrado en el país, pues ya el “Pura vida” era de uso más común entre la población tica. Sobre esto, Lorenzo es categórico: “Se vistió con ropa ajena”.
Para él, no hay manera de explicar cómo una película que en 1956 fue vista por muy pocos espectadores (tres días en cartelera no son señal de un taquillazo) pudo iniciar un movimiento sociocultural en el país. Aunado a esto, no hay evidencias de que el “Pura vida” viviese un crecimiento orgánico como expresión entre los ticos durante la década de 1960, sino que eso sucedió más de 10 años después del filme de Clavillazo, a inicios de la década de 1970.
Y es aquí donde Lorenzo hace su caso a favor de Easy Rider, de Peter Fonda y de un dicho generado en medio de una venta de cocaína. Sí, su versión no es tan amigable y bonachona como la del filólogo Sánchez, pero sin duda es más impresionante.
Amor y paz
1969 fue un año fundamental, desde distintas perspectivas, por dos productos culturales que causarían un impacto profundo en la juventud, primero de Estados Unidos, y luego de todo el mundo: el festival de Woodstock, celebrado entre el 15 y el 18 de agosto, y el estreno de Easy Rider, que se dio apenas unos días antes, el 14 de julio.
Para aquel entonces, Costa Rica no vivía circunstancias tan convulsas como otros países. Por eso, los efectos de la cultura hippie tardaron en llegar, siendo desde luego la música y el cine los principales vehículos para su “importación”.
La juventud tica supo a la distancia de la fiesta musical vivida en Woodstock, y tanto su película documental como el estreno de Easy Rider se esperaron por estos lares con ansias, aunque tocaría esperar mucho rato para poder ir a verlas a las salas de cine.
Acordémonos que los estrenos cinematográficos llegaban con meses de atraso a Latinoamérica, por lo que no fue sino hasta 1970 que ambos títulos aparecieron en la cartelera nacional.
Según recuerda Lorenzo, Easy Rider fue la que introdujo el “Pura vida” entre la muchachada que asistió entusiasta a apreciar el filme: “Al ver la escena y la expresión sonriente, alegre, natural y espontánea con que Peter Fonda dice la ahora famosísima frase, es más fácil entender por qué a los jóvenes de aquella época, algunos como yo motociclistas, nos resultó tan simpática, tanto así que la adoptamos para usarla frecuentemente, al principio sólo para saludar y despedirse, entre nosotros y solo nosotros, los hippies ticos de aquella época”.
El investigador sostiene que el “Pura vida” en un comienzo no fue bien visto por la sociedad adulta, que lo asociaba a los pachucos, a gente que fumaba marihuana y andaba en malos pasos. La estigmatización que acompañó al movimiento hippie se sintió fuerte aquí, con autoridades y líderes conservadores apuntándose a señalar a aquellos que tenían el pelo largo, que se vestían “raro”, que escuchaban rock o andaban con aquello de “paz y amor”.
Sin embargo, la frase encontró terreno fértil en la juventud y su uso se intensificó aún más en 1971, cuando se dieron dos encuentros fundamentales, los dos primeros festivales de rock masivos que se celebraron en Costa Rica: uno en Las Nubes de Coronado y otro en La Garita de Alajuela.
“El de las Nubes de Coronado se realizó el 4 de abril en la finca de Arturo Robles y su principal organizadora fue Zulay Soto. El de La Garita fue organizado por Guiller Robles y se realizó el 24 y 25 de abril de ese mismo año. Entre los dos eventos sumaron varios miles de asistentes y la importancia y relevancia para el “Pura vida” consistió en que sirvieron de caja de resonancia para la aún no famosa frase.
“Resultó que prácticamente todos quienes habíamos visto Easy Rider fuimos a ambos conciertos y ahí utilizamos la frase con profusión, con la consecuencia de que quienes no habían visto la película entraron en contacto con la frase y, a su vez, la adoptaron para usarla cotidianamente. A todos nos hacía mucha gracia utilizarla y a la vez nos permitía diferenciarnos del resto de la sociedad, lo cual era precisamente el patín en el que andábamos. Ambos conciertos ocurrieron bastante cerca en el tiempo, tres semanas, y esto incrementó la dispersión de la frase, al principio solo en la comunidad hippie costarricense”, detalla don Daniel en su investigación.
De ahí en adelante, el “Pura vida” corrió libre, tanto como la motocicleta pandillera de Peter Fonda. Daniel Alonso viajó en 1974 a Israel, donde estuvo un año, y a su regreso escuchó el “Pura vida” ya afianzado en las conversaciones más cotidianas, incluso más allá de los jóvenes que originalmente lo acuñaron. El resto de la historia es conocido: aquellas dos palabras, juntas, nos han servido desde entonces como emblema de una filosofía nacional que no siempre es sencilla de explicar: quizá es porque cada quien puede tener su propio significado para el “Pura vida”, a partir de sus experiencias.
Tras una reciente visita a Costa Rica, el respetado actor canadiense Eugene Levy lo explicaba así: “Creo que ‘Pura vida’ es sobre la gente. Es familia y amigos, y hacer eso la prioridad en tu vida”. Y tiene razón, tanta como la tiene usted o la tengo yo, cuando de “puravidismo” se trata.
En tanto, Daniel Lorenzo espera que su cruzada en revelar el que considera es el verdadero origen del “Pura vida” remueva las memorias de sus contemporáneos, aquellos primeros hippies criollos que se encargaron de diseminar por todo el país una expresión que llegó para quedarse.
Pura vida, nos vemos.