Quizá nuestros antepasados hace poco más de un siglo no lo notaban y su transitar por el centro de San José era solamente parte de la rutina. Lo cierto es que vivían en una San José que valoraba su estética y cuyos imponentes edificios reflejaban que la capital costarricense aspiraba al orden, al progreso e iba adquiriendo una estampa europea.
Como evidencian las fotografías, aquella ciudad de San José estaba llena de joyas arquitectónicas que engalanaban las calles. Los acabados y los colores sobrios que alguna vez dieron estilo a la capital (principalmente a la avenida central) fueron derribados para construir locales cargados de rótulos y colores con vitrinas grandes, e incluso parqueos.
Pero, ¿qué fue lo que pasó en San José y por qué estos imponentes edificios al estilo europeo y con gran valor patrimonial dejaron de existir?
De acuerdo con el arquitecto Andrés Fernández, quien además es investigador de la ciudad de San José, todo se debe a que la capital “tenía sentido”, a diferencia de la actualidad, cuando una persona puede pasar “perfectamente varios años sin ir al centro” y “los edificios perdieron sentido”.
“A partir de 1950 hay dos grandes pérdidas. Una es que se empieza a destruir la ciudad, edificio por edificio. Por ejemplo, en 1949 se derriba el Palacio Presidencial, en 1950 se quita el tranvía, el Obelisco, y en 1958 el Palacio Nacional. Entonces hay una primera etapa de destrucción física de la ciudad, que va de 1950 a 1970, y ¿por qué? Porque el principal responsable de resguardar el patrimonio es el Estado, y si el Estado derriba sus edificios, el propietario privado asume que está bien hacer lo mismo con el suyo. Entonces no se crea ni conciencia ni respeto por lo antiguo”, afirma el arquitecto.
Como segunda fase, el experto explica que esta se relaciona con la “destrucción del tejido social de la ciudad”, que es cuando los josefinos se fueron mudando a otras zonas más lejanas al centro de San José, mientras barrios más cercanos al centro (donde vivían esas personas) se fueron llenando de costarricenses que venían del campo y que no entendían la dinámica urbana, y por ende, los edificios perdían valor y no tenían sentido.
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“Al no entender eso, San José se queda destruido físicamente y humanamente porque su tejido social comienza a desmoronarse. Cuando la ciudad no significa nada para usted, porque no le dice nada, porque no tiene vivencias ahí, a las personas no les van a importar los edificios. El tejido social es el que sostiene las ciudades porque usted no va a dejar que toquen la iglesia en la que su abuela hizo la primera comunión, pero si no hay arraigo con eso, no le va a importar”, agrega.
Aunado a ello, el arquitecto señala que los costarricenses son “muy dados a la novedad”, es decir, les encantan las cosas nuevas, que a veces “juegan a favor”, pero en ocasiones juegan “en contra nuestra”, porque se botan edificios en favor de una supuesta moda.
Según relata el arquitecto, quien por años se ha dedicado al estudio de la capital, la San José que muchos de los costarricenses de ahora no conocieron era completamente diferente.
“Era una ciudad de una estampa muy europea, particularmente en el centro, en las arterias principales. Por toda la ciudad había un poco de edificios de esta arquitectura, que se llaman eruditas, es decir, que son hechas por gente que conoce. Los edificios eran principalmente de estilo neoclásico o edificios de lo que se llama eclecticismo, que viene a finales del siglo XIX, que son varias arquitecturas mezcladas en un solo edificio y eso le daba mucha elegancia a la ciudad”, detalla.
Además, Fernández comenta que había muy pocos autos y un tranvía, lo cual facilitaba mucho el transporte público, y había poca gente que permitía que los espacios públicos duraran. Era una ciudad muy urbana con una oferta cultural muy rica, con cines y librerías.
Para recordar la riqueza que se ha perdido, lo invitamos a hacer este recorrido interactivo por la San José que fue, pero que ya no es.
1. Pasaje Central
Con bombos y platillos, en 1915 los medios de comunicación anunciaban la construcción de un novedoso edificio josefino, que en su interior albergaría varios negocios, algo así como un centro comercial, pero de antaño, el cual se llamaría Pasaje Central, ubicado entre avenida central y avenida 2, con el ingreso principal sobre calle 1.
La propiedad pertenecía a una mujer con suficientes recursos económicos llamada Teresa viuda de Dent, cuya intención era que se construyera una calle cubierta de vidrio y que a lo interno albergara locales que solventaran las diferentes necesidades de los transeúntes, que tuviera entrada y salida.
Según explica Fernández, el arquitecto a cargo de la obra, Daniel Domínguez, “se valió de un contenido neoclasicismo para el interior, mientras en la fachada principal utilizó un lenguaje arquitectónico abiertamente barroco”.
Por allí pasaron profesionales notables, exposiciones de arte y cientos de costarricenses. Sin embargo; luego de vivir momentos de gloria y de ser por décadas un lugar privilegiado, su infraestructura se fue deteriorando poco a poco y para mediados de la década de 1970 ya no era aquel inmueble que causaba sensación.
Fue así como el sitio, que contaba con decoración de inspiración grecorromana, dejó de existir y en su lugar hoy hay tiendas.
2. Palacio Presidencial
Años después de la independencia, Costa Rica vio la necesidad de capacitar jóvenes en diferentes áreas. Fue en la década de 1860 cuando finalmente se tomó la decisión de construir una escuela de artes mecánicas, en la manzana que se encuentra entre avenidas 1 y 3 y calles 2 y 4, es decir, al costado oeste del edificio de Correos de Costa Rica, en lo que es hoy la sede central del Banco Nacional.
Sin embargo, en cuestión de un par de años, el sitio, construido con un estilo neoclásico de orden jónico, pasó a ser el Palacio Presidencial, por solicitud de Tomás Guardia, quien ascendió al poder en 1870. Otros mandatarios como Próspero Fernández y Bernardo Soto también ocuparon el sitio.
No obstante, a finales de 1890 se decidió transformar el inmueble, para que este ocupara las oficinas de la Gobernación y el Cuartel de Policía; y más tarde la Comandancia de Plaza, el Ministerio de Guerra y Marina y las oficinas de Tránsito y la Dirección General de Estadística.
Luego de ser un edificio con múltiples usos, la propiedad fue adquirida por el Banco Nacional y la infraestructura fue demolida en 1949. De acuerdo con el arquitecto Fernández, “aquel magnífico edificio había sido uno de los pioneros en evidenciar la innovación arquitectónica de San José, a mediados del siglo XIX”, pero también fue el primero “en evidenciar el inicio de su destrucción como ciudad”.
3. Biblioteca Nacional
En 1969, el diario La Hora anunciaba en su portada que el terreno y el local de la Biblioteca Nacional habían sido adjudicados a una compañía, que había mostrado interés en este sitio y pagó ¢1.325.000 por el terreno. Con el dinero de la negociación se construiría la nueva sede (que es la que se mantiene en pie hasta la fecha, frente al Parque Nacional).
Lo cierto es que la antigua Biblioteca Nacional se encontraba en un edificio grande e imponente en el centro de San José, el cual se ubicaba en la esquina de avenida 1 y calle 5, específicamente frente al Maroy (uno de los pocos inmuebles antiguos que aún sobreviven en la capital).
La biblioteca había abierto a finales de la década de 1880, con el propósito de resguardar material documental y libros donados por la Universidad de Santo Tomás, que recién había cerrado sus puertas. Sin embargo, su colección de documentos fue creciendo y a mediados de la década de 1900 el majestuoso edificio se terminó de construir. Desde entonces se mantuvo ahí por casi siete décadas.
Tan solo dos años después de que el Estado vendiera el terreno, la nueva compañía dueña decidió demoler el apreciado edificio en 1971.
Si bien hasta la fecha quedan los muros inferiores de lo que fue la Biblioteca Nacional, el sitio perdió su encanto y hoy es un parqueo.
4. Palacio Nacional
Para finales del siglo XIX e inicios del siglo XX los edificios más emblemáticos de San José se concentraban en la avenida central y el Palacio Nacional no era la excepción. Este edificio albergaba a los tres supremos poderes de la República y allí se realizaron los eventos sociales más importantes de aquel momento.
Este edificio se encontraba entre la avenida central en su intersección con la calle 2, donde actualmente está la parte de atrás del Banco Central, y fue construido durante el gobierno de Juan Rafael Mora, entre 1853 y 1855.
En su interior, el Palacio Nacional, construido al estilo neoclásico, contaba con salones lujosos. Uno de ellos era el conocido como la Sala del Congreso, que tenía doble altura, cielo raso ligeramente cóncavo, con molduras y aplicaciones doradas; además, tenía un conjunto de lámparas de pared y de techo que fueron traídas de Europa.
Pese a que fue uno de los escenarios políticos más importantes de inicios de finales del siglo XIX e inicios del XX, el edificio fue demolido en la década de 1950, luego de 100 años en pie.
5. Universidad Santo Tomás
Poco más de una década después de que se creara la Universidad de Santo Tomás, se construyó oficialmente el edificio que albergaría a los estudiantes de la época. Esta era toda una noticia revolucionaria, pues se trataba del primer centro de educación superior que abría sus puertas en Costa Rica, en 1884.
El inmueble educativo se ubicaba entre las calles 1 y 3, en el lugar que hoy se encuentra el Ministerio de Hacienda, en pleno centro de San José, diagonal al Teatro Nacional.
La universidad, que inicialmente fue la Casa de Enseñanza de Santo Tomás, funcionaba debido al aporte financiero de la Administración de Tabacos. En aquel entonces impartía clases de Teología, Derecho y Letras.
Pese a los esfuerzos para construir el edificio, la Universidad de Santo Tomás cerró sus puertas el 20 de agosto de 1888.
6. Capilla del Seminario
Ante la insistencia de monseñor Bernardo Augusto Thiel y tras su muerte, a inicios de 1900 se anunció la ampliación del Seminario Eclesiástico de San José y su capilla, un inmueble que ocuparía un cuarto de manzana y que sería de dos pisos. La capilla, en particular, mediría nueve metros de ancho por 24 de largo y entre los materiales de construcción estaban el ladrillo expuesto sobre un zócalo de piedra.
Según explica el arquitecto Fernández, esta construcción tenía una “apariencia medieval cercana a la de la arquitectura románica”. Para 1921, comenzó la decoración del sitio que cada vez llamaba más la atención entre los josefinos.
Pese a que en 1950 se inauguró el nuevo Seminario en Paso Ancho, la capilla continuó en uso; sin embargo, años más tarde cayó en desuso y para 1975, la capilla ya había dejado de existir. En el sitio se encontraba hasta hace poco el Banco Popular, entre calle 1 y avenida 6.
7. Obelisco de Paseo Colón
El 12 de octubre de 1932, se presentó de forma oficial, en Paseo Colón, un gran obelisco de 10 metros de altura, el cual estaba construido en concreto armado. Esta era una obra dirigida por el ingeniero Gonzalo Truque y, según se leía en una de sus placas de bronce, el monumento era un homenaje “a la Madre España y al descubridor de América, Cristóbal Colón”.
El obelisco se encontraba justamente en la intersección del Paseo Colón con la calle 24, y estaba rodeado de una amplia acera. Hoy este se encontraría diagonal a la Torre Mercedes.
Sin embargo, la historia de este monumento es breve, pues tiempo después de que se eliminara el tranvía, aproximadamente en 1950, se tomó la decisión de derribar el obelisco para permitir el libre tránsito de los vehículos por esa transitada zona.
8. Facultad de Derecho
La construcción de los edificios del Poder Judicial, en las actuales avenidas 6 y 8, y calles 17 y 19, en la década de 1970, obligó a la demolición del destacado inmueble de la Escuela de Derecho, que ocupaba ese espacio antes de ser trasladada a la ciudad universitaria de la Universidad de Costa Rica, en San Pedro de Montes de Oca.
De aquel gran edificio, de estilo neoclásico, se conservó solo una esquina, que hasta la fecha permanece en pie en la conocida Plaza de la Justicia y hace recordar el tiempo en el que el inmueble de una planta y con patio central vivía sus años mozos, a finales de la década de 1920 e inicios de la década de 1930.
Según narra el arquitecto Fernández, el edificio contaba con “un pabellón frontal, tres aulas y dos vestíbulos, flanqueados por dos cuerpos principales de orden jónico. De ellos, el sur era un anfiteatro, y el norte, la sala de la Directiva de la Facultad. El pabellón sur era dedicado esencialmente a aulas y el norte a la administración, mientras en el pabellón trasero, al oeste, continuaban los pasillos internos y se ubicaban los servicios sanitarios”.
9. Librería Española
Con una estética neoclásica, la Librería Española era uno de los edificios más imponentes de San José. El inmueble se encontraba entre avenida central y calle 1 y su infraestructura era obra del arquitecto José Francisco Salazar.
La librería pertenecía a Vicente Lines Borras y se abrió en 1884. Allí los clientes podían no solo conseguir libros, sino que también podían pedir servicios de imprenta. Sin embargo, poco más de una década después de su apertura, su propietario falleció.
Ante el deceso, su esposa, María, se dedicó a continuar con el negocio familiar en el majestuoso edificio, de allí que a este negocio se le conociera más popularmente como Librería Española de María viuda de Lines.
De esta librería y el año exacto en que se demolió hay poca información. Lo cierto es que años después de que dejó de ser propiedad de María viuda de Lines, el sitio se convirtió en un almacén.
10. Edificio Steinvorth
Para finales del siglo XIX, el alemán Otto Steinvorth encargó al ingeniero y arquitecto italiano Francesco Tenca la construcción de un edificio entre avenida central y calle 1, que mantuviera la estética europea de aquel entonces.
El edificio finalmente estuvo listo en 1907 y contaba con materiales como ladrillos y zócalos de piedra; mientras que en el segundo nivel predominaban las ventanas de arco de medio punto y de arco rebajado. La intención era que este inmueble funcionara como un almacén que vendiera todo tipo de cosas, como ropa, licor y hasta herramientas.
El arquitecto Fernández explica que originalmente “el almacén se extendía en forma de escuadra, ocupando en planta un solar castellano o cuarto de manzana”.
El negocio era bastante exitoso; sin embargo, Ricardo Steinvorth, quien era el dueño del inmueble, fue enviado a Texas, Estados Unidos, y aunque volvió a Costa Rica en 1956, su negocio no era el mismo y se vio obligado a vender una parte, la cual fue demolida.
De acuerdo con Fernández, se cree que de la edificación original sobrevive apenas un 20%.
11. Club Unión
La noche del sábado 7 de noviembre de 1925 se inauguró con una gran fiesta el Club Unión. Pasaron 58 años desde aquel acontecimiento, cuando el Cuerpo de Bomberos de Costa Rica recibió, el 8 de marzo de 1983, una alerta de incendio en el icónico edificio josefino. El suceso ocurrió a eso de las 2:30 a. m. y, en cuestión de minutos, la estructura estaba envuelta en llamas.
Según relata Fernández, para la construcción de este edificio, ubicado entre avenida 1 y 3, y calle 2, se habían comprado dos terrenos que sumaban 928 metros cuadrados y que tuvieron un costo total de unos ¢5.695. La edificación tenía un estilo neoclásico, con muros en color blanco y techo en color rojo minio.
Pese a la rápida atención de Bomberos, el edificio se iba desplomando y no había mucho por hacer. Fue así como la historia de esta elegante infraestructura josefina llegaba a su fin tras casi seis décadas de existencia.
El emblemático inmueble fue reconstruido en 1985.