El 3 de noviembre de 1965, un avión TC-48 de la Fuerza Aérea Argentina con 68 personas a bordo desapareció sobre el Caribe costarricense. Casi seis décadas después, la caída de la nave es un misterio lleno de teorías contradictorias. Entre versiones oficiales, búsquedas frustradas y testimonios inquietantes, el caso conocido como el “avión de los cadetes” continúa fascinando a investigadores y los familiares de las víctimas, año tras año, renuevan su esperanza de hallar algún rastro de la nave en las montañas de Talamanca.
El TC-48 transportaba a jóvenes cadetes de la Escuela de Aviación Militar Argentina en su último vuelo de instrucción. La travesía, que partió desde la Base Aérea Howard en Panamá con destino a El Salvador, fue la culminación de un curso de capacitación que finalizaría en Estados Unidos. Unos minutos después del despegue, el piloto reportó fuego en uno de los motores y solicitó ayuda. Según reportes de entonces, la última comunicación fue recibida a las 7:05 a. m., cuando el avión volaba en dirección a la pista de emergencia en Limón.
El informe oficial de la Fuerza Aérea Argentina en 1966 concluyó que el avión se precipitó en el mar, una versión respaldada por hallazgos de chalecos salvavidas y algunas pertenencias en el área del mar Caribe. Sin embargo, la falta de restos concluyentes del fuselaje y otros testimonios impulsaron la búsqueda terrestre en las montañas limonenses, donde una hipótesis sostiene que el avión pudo caer en las montañas de Talamanca.
Teorías contrapuestas: ¿Mar o tierra?
Las teorías sobre el destino del TC-48 giran en torno a dos hipótesis principales: una caída en el mar y otra en la selva costarricense. La hipótesis oficial, apoyada por la Armada de los Estados Unidos, que participó en las operaciones de rescate, apunta a que el avión se estrelló en el mar Caribe. Sin embargo, los familiares cuestionan la autenticidad del hallazgo de chalecos salvavidas y objetos personales, considerando que pudieron ser “plantados” para cerrar la investigación sin mayor esfuerzo.
Esta desconfianza se reforzó cuando, años después de la desaparición, algunos de los elementos recuperados parecían incongruentes con los que el avión llevaba a bordo. La Fuerza Aérea Argentina comunicó a los cadetes que usaran chalecos anaranjados en caso de emergencia sobre el mar. Sin embargo, los chalecos encontrados en la búsqueda eran verdes y presentaban restos de agua dulce y un sello de “Prefectura Marítima", detalles que aumentaron las sospechas de los familiares de que el rescate pudo haberse manipulado.
A lo largo de las décadas, las familias de las víctimas también señalaron la falta de transparencia en el manejo de los documentos oficiales. En el 2015, Cecilia Viberti, hija de uno de los pilotos desaparecidos, comentó a La Nación de Argentina que cuando las autoridades militares desclasificaron algunos archivos, los familiares criticaron la información como insuficiente y mencionaron que estos documentos no aportaban pruebas concluyentes sobre el paradero del avión. Esta situación impulsó a los familiares a continuar sus propias investigaciones y mantener viva la esperanza de que el TC-48 sea encontrado.
En contraposición, una serie de testimonios respalda la idea de que el avión se desplomó en tierra firme. El geólogo costarricense Wilfredo Rojas, quien investigó la desaparición durante varios años antes de su fallecimiento en el 2021, organizó junto a otros voluntarios múltiples expediciones en la región de Talamanca. “La región es muy extensa, de topografía difícil y selva virgen. Ya hicimos 25 incursiones y creo que todavía podemos hacer tres más”, afirmó Rojas a La Nación en el 2014.
Entre los testimonios más relevantes se encuentra el de Talía Rojas, una profesora que en 1965 declaró que vio el avión en llamas sobre la cordillera de Talamanca. Esta versión fue reforzada por el relato del piloto costarricense Álvaro Protti, quien volaba un avión de Lacsa el día del accidente y escuchó la última comunicación del piloto argentino. Según Protti, el TC-48 se dirigía a la zona montañosa de Limón, lo cual coincide con la hipótesis de una caída en tierra.
En 1993, un cazador costarricense reportó que encontró los restos de un avión. Aunque la ubicación exacta no pudo determinarse, el testimonio alimentó las esperanzas de los familiares que, desde hace décadas, mantienen viva la posibilidad de una búsqueda exitosa en Talamanca.
Guillermo Alonso Sarquiz, comodoro retirado de la Fuerza Aérea Argentina y autor del libro TC-48: El viaje final de los cadetes, comentó al periódico La Nación de Argentina que la tripulación del avión pudo controlar el incendio inicial y decidió regresar a la base en Panamá para facilitar una reparación.
Sarquíz expresó que, en su opinión, volaron a baja altitud y que, debido a la geografía engañosa del lugar, con cerros que frecuentemente están cubiertos de nubes, probablemente chocaron contra uno de ellos o terminaron en el cauce de un río.
Añadió que los pilotos probablemente lograron maniobrar por un tiempo con el objetivo de salvar a los cadetes, y que algunos de los objetos encontrados podrían ser arrojados desde la nave por posibles sobrevivientes como una señal de vida. Destacó que, aunque sus conclusiones cuestionan la versión oficial de una caída en el mar, su investigación busca “arrojar luz” sobre lo sucedido, ofreciendo paz a las familias y promoviendo una reflexión sobre el manejo del caso por parte de las autoridades.
Un dolor que perdura en las familias de los “cadetes argentinos”
Los familiares de las víctimas continúan con su búsqueda en ambos escenarios. En el 2015, las autoridades argentinas anunciaron la “Operación Esperanza 7”, una expedición terrestre en la región de Talamanca. Mariano Torres García, un argentino radicado en Miami, realizó paralelamente una búsqueda submarina en Cahuita, empleando tecnología avanzada de sonar para rastrear el fondo marino, búsquedas que continuaron hasta el 2021 sin éxito.
A lo largo de los años, familiares y amigos de los cadetes expresaron su dolor e inconformidad con la investigación oficial. Gabriela Vuistaz, hermana de uno de los cadetes, relató en 2015 al diario argentino el desconsuelo de sus padres al no tener noticias de su hermano. “Mi papá se paraba en el campo y decía: ‘¿Dónde estás, hijo; dónde estás?’. Esa nostalgia nos acompaña hasta el día de hoy, pero con la esperanza de que un pedazo de metal, un número del TC-48, aparecerá…”.
Cecilia Viberti relató que la familia acumula decenas de documentos en su lucha por mantener viva la búsqueda y la memoria de los desaparecidos. Su nieto, Valentino de 11 años en ese entonces, le dijo en el 2015: “Nona, si vos no lo encontrás yo lo voy a seguir buscando”. Estas voces de esperanza y frustración han llevado a mantener las expediciones tanto en mar como en tierra en los últimos años, aunque hasta la fecha no se ha encontrado ninguna pista definitiva.
A 59 años de su desaparición, el caso del TC-48 sigue siendo una herida abierta para muchas familias y una incógnita para la aviación. Las montañas de Talamanca, como testigos silenciosos de estas exploraciones, y el Caribe costarricense mantienen una historia incompleta. Con cada expedición y cada teoría, el TC-48 representa una búsqueda incesante de verdad y justicia para los cadetes y sus familias.
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