Si hacemos un sondeo y le preguntamos a los costarricenses cómo se llama la autopista que comunica San José con Alajuela, la gran mayoría no dudará en decir: “la General Cañas”.
Se conoce como General Cañas a un tramo de la Ruta 1, o bien de la Interamericana Norte. Inicia en el costado este del Parque Metropolitano La Sabana, atraviesa La Uruca, el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría y finaliza en la entrada a Alajuela.
Este tramo de la vía se bautizó como General Cañas, en honor a uno de los héroes de la Campaña Nacional de 1856-1857.
Se trata del general José María Cañas Escamilla, un destacado político y militar que nació el 23 de setiembre de 1809 en Suchitoto, El Salvador.
Sus padres fueron el cura José Marcelo Avilés y Francisca Cañas Escamilla; sin embargo, poco después de su nacimiento fue adoptado por su abuela, una distinguida mujer llamada Inés Escamilla.
Cañas inició su carrera política y militar en El Salvador hasta que decidió abandonar su país para acompañar a Francisco Morazán, quien luego de huir de Guatemala llegó a tierra salvadoreña, de la que también debe huir. No obstante, en esta ocasión lo acompañó un grupo de hombres que lo habían apoyado antes, entre ellos José María Cañas, quien se había ganado el estima de Morazán.
El grupo llegó en una embarcación a Puntarenas, pero Braulio Carrillo, quien era el Jefe de Estado en aquel entonces, solo dejó que tres personas que arribaron al país pudieran entrar y entre ellos se encontraba Cañas. Con el tiempo, se convertiría en una figura política clave durante el mandato de Carrillo.
Su primera misión fue como jefe de las aduanas de Moín, en Limón, y que según relata Rafael Obregón Loría, en el artículo Mora y Cañas: su vida y destino, publicado en una revista del TEC, era “un sitio inhóspito y peligroso, donde eran endémicas la fiebre amarilla, la fiebre de aguas negras y las fiebres violentas”.
Posteriormente, Cañas fue trasladado a Cartago y, tiempo después, fue enviado a administrar la aduana de Puntarenas. Allí se desarrolló como comerciante de abarrotes y telas, asociándose en negocios de exportación de café con Juan Rafael Mora, quien se convirtió en su amigo y cuñado, pues José María Cañas Escamilla se casó, en 1853, con Guadalupe Mora Porras, hermana del líder político.
También fue Intendente General del Estado, secretario de Hacienda, Guerra y Marina y nombrado ministro Plenipotenciario por Juanito Mora. Entre sus misiones estuvo llevar a El Salvador los huesos de Morazán, quien había sido fusilado y enterrado en Costa Rica.
También fue nombrado gobernador de Puntarenas y fundó allí el hospital. Además, encargó construir el faro en el puerto.
“Quisieron a Cañas como a ninguno y, estando él presente, le levantaron un monumento en la plaza central, que era un obelisco de madera al cual le pusieron una gran leyenda en su honor. Se cuenta con un dibujo de dicho monumento gracias a un viajero extranjero que llegó al país e hizo un relato interesante al respecto”, añade Obregón.
Sin embargo, su labor más destacada fue durante la Campaña Nacional, cuando estuvo al frente del Ejército Expedicionario Costarricense, junto a José Joaquín Mora Porras, hermano del presidente.
Fue uno de los principales estrategas de los movimientos que hacía el ejército tico. Además, durante la Batalla de Rivas, el 11 de abril de 1856, ordenó la quema del mesón. De hecho, se dice que Cañas preguntó: “Muchachos, ¿no habría entre tantos valientes alguno que quiera arriesgar la vida, incendiando el mesón para salvar a los compatriotas?”.
Pero su labor no terminó allí, pues el 15 de abril de 1858 firmó el tratado limítrofe con Nicaragua. De allí que este se llame Tratado Cañas-Jerez.
El panorama del General Cañas cambió a mediados de 1859, cuando Juan Rafael Mora fue derrocado por el coronel Lorenzo Salazar y el mayor Máximo Blanco. A Cañas lo detuvieron y lo capturaron junto a Mora. Los llevaron a Puntarenas y los expulsaron hacia El Salvador.
El 17 de setiembre de 1860 desembarcaron nuevamente en Puntarenas con un objetivo claro: que Mora recobrara el poder; sin embargo, esto no pasó. Juan Rafael le pidió alojamiento a su amigo, el cónsul británico Richard Farrer, quien lo terminó entregando.
“Una vez refugiado Mora en el consulado inglés de Puntarenas, se le ofreció (por medio de una ruin misiva) que, si se entregaba a sus ejecutores, sería fusilado, pero sus compañeros de armas serían exonerados. Creyendo en la promesa enemiga, Mora se rindió y fue fusilado el domingo 30 de setiembre. Pero el lunes, los miembros del Consejo de Gobierno (reunidos en San José), en vil desacato al principio jurídico de la división tripartita de poderes e incumpliendo lo prometido a Mora, se erigieron en instancia judicial y decretaron el ajusticiamiento del General Cañas”, narra el historiador Tomás Federico Arias, en un artículo publicado en La Nación.
Dos días después, el 2 de octubre de 1860, fue fusilado el General Cañas en Puntarenas, en el mismo sitio en el que habían asesinado a Juanito Mora. Antes de ello, envió una carta a su esposa Lupita, a la que le informaba: “Voy a ser fucilado dentro de dos horas. A nadie culpes en tu dolor por semejante suceso; y esto hazlo en memoria mía. Reduce tu familia cuanto puedas, para que puedas soportar tu pobreza. Probablemente, no podrás conseguir nada de tus bienes; pero Dios a ninguno desampara”.
“Propone a don Santiago González que te dé dos o tres mil pesos, y que quede, por su cuenta sola, la empresa del camino. Yo no le escribo sobre esto por falta de tiempo. Aquí poseo únicamente mi reloj, unos pocos reales que serán entregados a Manuel, quien entiendo irá a consolarte. Mis hermanos cuidarán de ti. Estoy muy seguro”, finaliza la misiva.