Esta es una recomendación sobre nuevas oportunidades de esparcimiento sano y familiar bajo la consigna de adecuarse a las direcciones y recomendaciones sanitarias emitidas por el Ministerio de Salud y las autoridades de Gobierno ante la pandemia por el nuevo coronavirus.
Redescubramos Puntarenas.
Un sol caliente, intenso. La brisa marina se encargó de refrescar el ambiente. La embarcación estaba lista para recibir a un pequeño grupo de aventureros que nos íbamos a adentrar al mar para descubrir un tesoro bien guardado de la Perla del Pacífico, nuestra Puntarenas. El viaje se convirtió en algo así como un oasis de esparcimiento para olvidar, por al menos unas horas, la terrible pandemia que ha atacado al mundo. Fue un espacio para respirar aire fresco, para reencontrarse con la naturaleza en todas sus expresiones, para incluso limpiar el alma.
Al salir del céntrico muelle ubicado en Puntarenas, una bandada de pelícanos nos despidió como si fuera un buen augurio, mientras que unos cocodrilos posaron regios para las obligatorias fotografías.
El día se prestó para hacer un viaje marítimo cuyo recorrido nos llevó a emocionarnos cuando una pequeña familia de delfines salió a lucir a su nuevo integrante, una cría de si acaso un mes de nacida, pero que ya nadaba con gracia. Más adelante, una tortuga gigante también se sumó al paseo.
A lo largo del recorrido el experimentado guía Daniel Medina, en complicidad con el capitán Derman Quirós, elogiaba el paisaje y explicaba le geografía de la costa pacífica costarricense. Allá al fondo está la isla San Lucas, más adelante, están las islas Negritos, al fondo Chira, más de lejos el Refugio Nacional Curú y casi llegando a nuestro destino nos topamos a una gigantesca mujer, es Tolinga, la isla que vista a lo lejos semeja la silueta de una mujer dormida flotando sobre el mar.
A su lado otra isla, pero esta vez con la particular forma de una tortuga, era nuestro destino. Pero antes de llegar, a media navegación, hubo una parada necesaria que también nos llevaría a vivir uno de los sentimientos más maravillosos que un ser humano pueda experimentar: nadar a la libre acompañados por decenas (por decir lo poco) de peces coloridos, grandes, pequeños, extraños…
El snorkel es una de los atractivos que ofrecen este tipo de paseos que salen desde Puntarenas, la experiencia es única y segura. Durante poco más de 30 minutos el ser humano invade con respeto y seguridad el hogar de la vida marina. Desde impresionantes peces ángel hasta pequeñas anguilas que se pasean por las piedras del fondo del mar; con la guía del experto se aprende sobre las diferentes criaturas que se pueden ver a la perfección debajo del agua gracias al equipo especial para realizar esta práctica.
La convivencia con la naturaleza es impactante. Incluso, los animales, acostumbrados a la visita constante, se comportan de forma amigable y nadan sin preocupación alrededor de los turistas.
Pero Tortuga esperaba. Esperaban su arena blanca, sus aguas cristalinas y de tonos turquesa. Nos esperaba también un sabroso refrigerio de frutas frescas: una sandía tan roja que daba envidia y una piña tan dulce que podría enamorar a cualquiera.
Las horas en la playa se pasan rápido, más porque además de la oportunidad de nadar tranquilamente en un mar calmo que asemeja más a una piscina interminable, la isla ofrece otros atractivos, como la oportunidad de ver de cerca pequeños animales que viven en el lugar.
Vimos cómo algunos impresionantes pavos reales se paseaban entre los visitantes. También recibimos la visita de unos divertidos chanchos de monte que parece que salieron a saludar a las personas, claro, ellos estaban un poco más de largo, resguardando a una pequeña cría que tenía pocos días de nacida.
La isla Tortuga ofrece una experiencia enriquecedora. Es hermosa, sí, pero también encanta con sus secretos, algunos que se pueden descubrir al realizar una caminata por los senderos que atraviesan la montaña. Hay oportunidad de andar sobre la suave arena y en el camino encontrarse más oportunidades para divertirse tanto en el mar como en tierra.
Voleibol de playa y kayaks, así como un pequeño bar en medio de la arena que ofrece diferentes bebidas y cocteles refrescantes y hasta una tienda de souvenirs son parte de los atractivos.
A la hora del almuerzo una sorpresa más iba a llegar. Disfrutamos de un platillo preparado por las manos de una cocinera profesional (y puntarenense). Pollo, pescado, ensalada, arroz, frijoles molidos y unos chips deliciosos fueron parte del menú. Más tarde habría espacio también para tomarse un sabroso (y para muchos infaltable) café.
El descanso no solo del cuerpo, sino también de la mente (tan necesario en estos tiempos) fue más que suficiente, gracias a la tranquilidad que se vive en la isla. Volvemos a lo mismo: la paz y el reencuentro con la naturaleza, así como el respeto de los visitantes al ambiente, llenan el alma.
Tras unas cinco horas de visita en Tortuga, el regreso era inevitable. Pero una vez más esperaba el ancho mar para recibirnos de vuelta al muelle puntarenense. En el trayecto, que dura aproximadamente una hora entre la isla y el Puerto, volvimos a disfrutar de la inmensidad de la naturaleza, del agua rociando nuestros cuerpos y de la brisa fresca.
Aylin González es una de las personas deque laboran en los tour operadores que ofrecen estos viajes a las islas puntarenenses. Su empresa Tour y Aventura fue la que nos llevó a Tortuga y nos ofreció esta experiencia inigualable; ella además es miembro de la Cámara de Turismo de Puntarenas y trabaja mano a mano con sus colegas para reactivar el turismo en la zona.
“Este tour a Tortuga es como una especie de entrenamiento para que las personas le pierdan el miedo a viajar por el mar. Es un lugar muy lindo y se disfruta del viaje en la embarcación. El paseo es una experiencia bastante segura y divertida, después de que hacen este tour empiezan a preguntar qué más hay”, afirmó la experta.
Pero antes de ir de paseo a Tortuga, Puntarenas nos ofreció una gama de oportunidades diferentes para comer rico, disfrutar de hermosos paisajes, de la playa y hasta de la arquitectura del lugar. ¿Cómo lo logramos? Gracias a la intención de redescubrir nuestra Perla del Pacífico caminando, preguntando, conociendo.
Una nueva oportunidad
A Puntarenas creía que ya la conocía bien... y me di cuenta de que no.
El recorrido infaltable en el Puerto es caminar por su famoso Paseo de los Turistas. Lo he hecho varias veces y siempre termino encantada comiendo un vigorón en la playa, visitando el impresionante faro y viendo el arte pictórico que adorna los postes de luz a lo largo de la vía. He almorzado sabroso un pargo entero con papas y ensalada en alguno de los kioscos del Paseo y he visto los atardeceres en la playa disfrutando uno de esos famosos (y gigantes) churchill con leche condensada, en polvo y hasta helados. Pero no, en esta última visita me di el chance de conocer un poco más, de caminar más y así descubrí que la gama de opciones va más que quedarse en la playa.
Caminé un poco más, acompañada por la guía de David Trejos, consultor en mercadeo de la Junta Promotora de Turismo de Puntarenas y del fotógrafo Néstor Herrera quienes amablemente me llevaron a conocer más del Puerto y a entender que un paseo de un día está bien, pero que necesito de más tiempo para disfrutar a fondo de Puntarenas y su historia. Por eso, antes de disfrutar del paseo a Isla Tortuga, ocupé todo un día en redescubrir la ciudad porteña.
Lo primero que hicimos el día que llegué fue ir a almorzar a uno de los restaurantes icónicos de Puntarenas. El Chung San Bistro tal vez suene más que conocido para los lugareños porque es un restaurante de comida china cantonesa que existe en el Puerto desde hace 65 años. Allí nos recibió amablemente su dueño, el señor Siumen Casaw, hijo de Joaquín Casaw, fundador del restaurante.
La oferta gastronómica va mucho más allá del típico arroz cantonés, el wantan y el chop suey; eso sí, hay que aclarar que aunque son platos que muchos conocemos, superan cualquier expectativa del paladar.
Siumen nos hizo un resumen de la propuesta de fusión asiática de su restaurante y así llegamos a probar platillos que nos sorprendieron para bien. Empezamos por un wantan de camarón con una salsa agridulce especial de la casa para luego pasar a un lomo Kum Pao que nos impresionó con una preparación a base de rábano chino, olores y semillas de marañón.
El menú siguió con un picadillo chino de jamón, chorizo chino, camarón, pollo, chile dulce, cebolla, apio, culantro y de nuevo… semillas de marañón. Para finalizar, el arroz frito con cerdo empanizado a la tempura con salsa agridulce fue el gran cierre.
Lo más encantador de la comida fue la compañía. Siumen tuvo la cortesía de contarnos la historia de cómo su papá llegó a Costa Rica en 1955, traído por un amigo para que cocinara en un restaurante que iba a ubicar en Puntarenas. Contó además cómo su padre se convirtió en todo un personaje del lugar al que los vecinos le tomaron mucho cariño y cómo el negocio familiar creció y se convirtió en lo que es en la actualidad: una parada necesaria para quienes quieren comer bien en el Puerto.
“Venía solo, sin familia. Mi papá tenía apenas 22 años, se vino sin saber nada. Él solo había cursado el primer año de la escuela, solo sabía leer, escribir y lo básico de las matemáticas. Se montó en China en un barco carguero que lo llevó a Los Ángeles y de ahí se vino en avión a Costa Rica. Yo creo que ni sabía para dónde era que iba”, recordó Casaw.
En ese entonces, don Joaquín y su paisano abrieron un pequeño local que estaba en la esquina sureste del parque Victoria, en Puntarenas centro. A los años, don Joaquín le compró su parte al socio y emprendió en solitario, claro, con el apoyo de la esposa que también vino de China, la señora Kenyi Chiu. Don Joaquín pagó en ese momento ¢13.000, “un platal”, como explicó Siumen.
El restaurante vivió diferentes situaciones complicadas a lo largo de estos años, pero han sabido salir adelante de todas. Primero fue la crisis económica de principios de los años 80 durante la presidencia de Rodrigo Carazo, años después llegó la muerte de don Joaquín y en el 2016 la familia tomó la decisión de cerrar el Chung San Bistro en Puntarenas y llevarlo a San José; pero como el propio Siumen explica, el Puerto los jaló de nuevo y en el 2017 el restaurante volvió a la vida, esta vez en una ubicación mucho más estratégica y también llena de historia.
Actualmente el Chung San Bistro está en el segundo piso del famoso hotel Tioga, otro de los grandes íconos de Puntarenas. El matrimonio conformado por don Miguel Gómez e Iris Gómez lo llamaron para que fusionaran ambas instituciones históricas y desde ese momento se han convertido en un infaltable del escenario del Puerto.
Sin embargo, otra prueba estaba por llegar. La pandemia causada por el coronavirus en el 2020 puso de nuevo a prueba a Siumen, su familia y colaboradores. Durante el año pasado el empresario se ajustó a los cambios, trabajó con el servicio para llevar y logró mantener a flote el barco que le encargó su padre hace ya ocho años.
Caminar y disfrutar
Con la necesidad de “bajar el almuerzo”, porque sí, comimos con ganas, nos dispusimos a caminar por Puntarenas, pero no por el Paseo de los Turistas, que ya habíamos recorrido temprano: esta vez el paseo fue “por el otro lado”.
David y Néstor me llevaron primero al parque central, donde se ubica la Catedral de Puntarenas.
Lo primero que me llamó la atención fue ver un pequeño parque muy acogedor lleno de hojas secas que lo adornaban como si fueran una alfombra de color marrón. Los árboles del lugar brindaban muchas sombras acogedoras, apenas como para sentarse a disfrutar de esa tarde ventosa pero cálida.
Una hermosa imagen de la Virgen del Carmen con el niño Jesús en brazos también nos recibió al llegar al lugar. Al fondo, la pequeña iglesia encanta a la vista con su arquitectura ya que fue construida con piedra y argamasa (mezcla de cal, arena y agua) y su piso es de ladrillos. Además, como curiosidad, la puerta de la catedral porteña está mirando hacia el este, no al oeste como normalmente están construidos los templos. Según explicó Trejos, esto se debió a que cuando se construyó la edificación, el pueblo llegaba hasta ese lugar y detrás no había nada por lo cual no se podía dirigir hacia el oeste.
Por el momento y por las disposiciones de las autoridades de salud, la catedral se abre solo para realizar las misas, pero nosotros tuvimos la oportunidad de conversar con el padre Alexánder Alfaro, párroco de la catedral, sobre la importancia de esta iglesia para el turismo local.
“Venir a Puntarenas es venir al mar, pero una cuadras antes tenemos un edificio con unas características muy especiales que no las tenemos en la zona. Lo ideal sería poder ingresar a la iglesia porque por dentro es muy bella. Recomiendo venir a admirar el templo desde afuera y si se hace en la tarde, mucho mejor porque desde la plazoleta y mirando a la iglesia se ve una escena muy bonita con el cielo de fondo”, explicó el sacerdote.
El patrono de la parroquia es el Corazón de Jesús y la Virgen del Carmen es la diocesana y patrona de los pescadores.
El recorrido nos llevó a otro lugares especiales para los puntarenenses: vimos desde afuera lo que fue la cárcel que ahora es la Casa de la Cultura, además de la casa Fait, una llamativa estructura victoriana que perteneció a una familia italiana y que ahora hace las veces de hostel. También dimos un pequeño paseo en el parque de la Victoria, donde la historia nos cuenta que se le rindió un homenaje al ejército costarricense tras su triunfo en la Campana Nacional de 1856. David me recordó que Puntarenas y su puerto fueron muy importantes para el paso de las tropas ticas, mismas que al regreso al país tras el triunfo, celebraron en lo que hoy es el parque de la Victoria.
Luego de este repaso histórico, volví a visitar el Paseo de los Turistas; ya casi el atardecer llegaba y quería disfrutarlo cerca de la playa para apreciar los colores que el sol, las nubes y el mar proveen cuando va a caer la noche.
Para cerrar el día
La jornada tenía preparada una nueva sorpresa gastronómica, esta vez con una opción muy salida de lo que podríamos considerar “típico” en Puntarenas.
En un espacio sumamente acogedor como lo es el restaurante Lunarrosa, ubicado en el Paseo de los Turistas, frente a la playa, nos recibieron con una refrescante sangría aromatizada con romero, una bebida perfecta para apreciar desde el balcón del lugar la caída del sol en el mar.
La novel propuesta de este restaurante liderado por la joven Alexa Díaz es cautivadora, tanto por la historia de este emprendimiento familiar como por la filosofía con la que trabajan ella, sus papás y con la colaboración del experimentado chef Freddy Rojas.
Lunarrosa nos esperaba con exquisitos platillos de fusión realizados bajo la filosofía kilómetro cero, que es básicamente utilizar materia prima local. Pero esta manera de hacer las cosas las llevaron también a la estructura del restaurante, ya que el diseño ideado por Alexa, quien es diseñadora de modas, lo aplicó con mueblería elaborada por artesanos locales.
El menú presenta diferentes variedades de platillos, pero en esa ocasión tuve la oportunidad de probar algunas de las opciones más llamativas. Primero un flat bred, que es un pan plano hecho a la parrilla con pesto, arúgula, queso de cabra, tomate cherry, cebolla caramelizada y aceite de oliva fue la sabrosa entrada.
De seguido los calamares empanizados con picante y salsa tártara inundaron la mesa con el delicioso olor del mar para darle espacio luego a su plato estrella: el ceviche de pulpo cocinado a la parrilla marinado con leche de tigre.
Alexa y sus papás buscaron la manera de darle una opción diferente de comida a los lugareños y con apenas un poco más de un año de existencia del restaurante, han comprobado que los vecinos tenían la necesidad de esta diversificación gastronómica, algo que también aporta a promover el resto del turismo nacional que llega a Puntarenas.
“Buscamos presentar un restaurante tipo street food, pero con mayor calidad. Al aplicar la filosofía kilómetro cero nos aseguramos la frescura de los productos y además apoyamos a la economía local”, explicó Díaz.
En Lunarrosa también se ajustaron a las carreras de la pandemia y mientras estuvo el local cerrado, trabajaron en familia para llevar express su comida; sin embargo, esto también fue todo un reto ya que uno de los puntos altos del establecimiento es la experiencia que se vive en el lugar, no solo por la privilegiada ubicación frente al mar, sino por la presentación de los platillos.
Encontraron entonces una manera de ofrecerle a los clientes una opción digna para el buen gusto y también que fuera atractiva a la vista. “Encontramos un proveedor local que tiene empaques amigables con el ambiente, que se pueden reciclar y que además nos permitían presentar los platillos de manera adecuada”, contó la emprendedora. Así es como mantuvieron la calidad y la excelencia en tiempos de renovación.
Y como la comida es la gran protagonista, el chef Rojas se encarga de que las fusiones sean del gusto de los comensales.
“Es una propuesta nueva y diferente aunque usamos los mismos productos. Le dimos una vuelta a todo, no es la misma preparación. Cuando las personas comen acá se sorprenden al principio, pero después del primer bocado se dan cuenta de que es una experiencia única por los sabores y las combinaciones de lo ácido, lo dulce, o el picante. Son sabores completamente nuevos”, aseguró el chef.
¿Y los cuidados para evitar el nuevo coronavirus?
La seguridad es uno de los temas más importantes que trabajan los empresarios turísticos, los restauranteros, los hoteleros y muchas de las personas que dependen del turismo en Puntarenas.
De la mano del Instituto Costarricense de Puertos del Pacifico (Incop), la Junta Promotora de Turismo y la Cámara de Turismo de Puntarenas, el comercio y la industria turística han desarrollado un plan estratégico para reactivar la actividad y la economía buscando mantener y resguardar la salud de las personas.
Gracias a la campaña Jale al Puerto, que se desarrolló hace aproximadamente dos años, todos los involucrados se han unido para que los costarricenses vuelvan una vez más la mirada a la provincia y que regrese el turismo nacional.
En el recorrido pude comprobar cómo en cada establecimiento, incluida la catedral y en la isla Tortuga, se cumplen los protocolos de salud. El lavado de manos es obligatorio antes de ingresar a cualquier local, el uso de alcohol en gel es constante y se mantiene la distancia de dos metros entre las personas; se trabaja además enfocados en atender a burbujas sociales en cada espacio.
Visitar Puntarenas es un viaje seguro, la playa está limpia y su mar es muy tranquilo. El comercio se ve beneficiado con el apoyo del turista local, los hoteles son cómodos y con precios accesibles, la gastronomía es una mezcla de cultura y sofisticación que empieza a desarrollarse con nuevas opciones, los tours a las islas aledañas al Puerto le generan empleo directo e indirecto a cientos de personas.
Sabemos que estos son tiempos para cuidarnos, para vigilar nuestra salud y la de nuestros seres queridos, que todos debemos de aportar para que el país baje la incidencia de contagios y muertes por causa de la covid-19; pero la economía también sufre y muchas familias que dependen del sector turismo están haciendo todo lo posible para salir adelante.
Hay maneras de sacarle provecho al verano, de disfrutar de manera segura con nuestras burbujas sociales y Puntarenas definitivamente es una muy buena opción para hacerlo. Redescubramos el Puerto, volvamos a nuestra Perla del Pacífico.