Está confirmado: René Castro sigue ahí. En la cima del edificio del Ministerio de Ambiente, Energía y Mares sigue trabajando el ministro. No han bastado ni la bullanga plebeya en redes sociales ni las estocadas de la realeza política para arrojarlo de su noveno piso.
La tarde anterior a nuestra charla, la Corte Suprema había solicitado a la Asamblea Legislativa levantarle la inmunidad. El ministro ya lo esperaba, es lo que seguía después de que el diputado Víctor Hugo Víquez lo hubiera denunciado por difamación. “ Mercenario político ”, le había dicho Castro.
El pleito es un efecto de su pugna con las gaseras, pero coincidentemente es además un encontronazo con el diputado que representa la voz, ojos y oídos de Óscar Arias en el Congreso, exmandatario con quien también mantiene fuego cruzado desde mayo.
De otro cañonazo –el de la truncada refinería con China –, el ministro también salió vivo de la humareda, limpiándose el hollín.
En el 2013, René Castro Salazar ha reconfirmado que es duro de pelar. Él dice que no ha perdido la ilusión por la gestión pública, el primero de los motivos que lo hacen quedarse. El segundo indigna a sus detractores: su jefa no le ha pedido la renuncia. La suya ha probado ser una gestión a prueba de balas.
La quinta columna
El ministro se presenta como un hombre leído y campechano. En medio de un relato sobre historia universal, riega dichos de la Costa Rica de anteayer.
Él gusta de las metáforas militares. Explica que haber sido jefe de campaña de Laura Chinchilla lo hizo ganar adversarios: “Genera un choque con la oposición porque a usted le toca dirigir baterías, dar la orden de fuego”.
Si los tiros vienen de su ejército, dice: “Siempre hay que cuidar la quinta columna, y Liberación Nacional no está exenta de quintacolumnistas”, en referencia a los traidores.
En mayo, y tras unos señalamientos por su incompetencia como canciller , Castro la emprendió contra su antiguo jefe, Óscar Arias. Dijo que la posición vulnerable ante Nicaragua era hija del fallo del 2009 de la Corte Internacional, cuando aquel era presidente.
“Los abuelos lo decían mejor: No creo en santos que orinan”, dice con respecto a su falta de devoción para con los expresidentes, que se comportan como “caudillos light ”. En la misma embestida contra Arias , Castro menciona el apoyo del exmandatario a la minera Industrias Infinito, en contra de su consejo.
Castro evade responder si su ataque fue una “sacada de clavo”; pero afirma que Arias usa el “púlpito privilegiado” que le da ser expresidente para escribir la versión oficial de la historia. “Yo opino que la gestión de Óscar Arias fue esencialmente positiva [...], pero no está exenta de pecados y defectos. Yo diría de él como una vez dijo Ted Kennedy de sí mismo: ‘Óscar Arias es mejor que sus defectos’”.
Esta es la punta más visible del distanciamiento de la administración Chinchilla con Arias. La crítica no le salió barata . Este año, como ministro de Ambiente, Castro sigue defendiéndose como canciller destituido.
Todo gas
Gafas y mostacho son firma en la cara del ministro, tan inseparables que uno lo imagina sacándoselos de una sola vez, como esas caretas de Groucho Marx.
El ministro dice que en la calle nunca le han faltado el respeto; únicamente, en redes sociales. Las grandes mayorías silenciosas apoyan su gestión, dice él.
No obstante, su imagen sufrió mucho en redes y en la prensa debido al fallido proyecto de la refinería conjunta con China, el cual fue adversado incluso por miembros de su partido.
Al igual que en el caso de Calero, el ministro se defiende de este desaguisado afirmando que el convenio fue heredado por su cartera. “Yo fui quien pidió, mucho antes, que no se firmara contrato hasta que las universidades hubiesen valorado la diferencia entre una evaluación financiera y una económica”.
Le preguntamos si es descabellado pensar que como ministro y vicepresidente de Recope no hubiera podido atajar antes los errores. Responde: “Si el órgano especializado tardó los años que tardó en señalar unos vicios, imagínese otros órganos no especializados”.
La Presidenta decidió mantener al ministro, a pesar de que el presidente de Recope, Jorge Villalobos, sí renunció a su cargo.
En medio de estas noticias, Castro ha abundado en las páginas de este diario a propósito de su cruzada por regular el mercado del gas.
Sobre ello apunta: “Estoy pagando algunos costos de tener que plantarme sin tener los instrumentos completos [...], y a veces uno tiene que pararse, como dice la gente, a puro pecho, y decir ‘de aquí no me voy a mover porque está en juego la seguridad del ciudadano’”.
Entretanto surgió la diferencia con el diputado Víquez, a quien acusó de legislar a favor de amistades en el negocio del gas . Sobre su inmunidad, Castro dijo que él renunció a ella desde que compareció en el Congreso.
Castro es de los pocos ministros que se mantienen en funciones desde mayo del 2010. Sus detractores no se explican por qué; en virtud de cuál encantamiento político, Laura Chinchilla no le ha dicho adiós.
Al momento de nuestra charla, Castro leía una versión novelada de la Nábasis, que relata la retirada de un ejército de mercenarios griegos de Persia. “En medio de un imperio devastador, por disciplina, [el ejército] pudo regresar combatiendo diez mil kilómetros”.
Castro admira la resistencia, la supervivencia a pesar de todo. “Soy una persona empecinada, insistente y terca”, acepta. Le preguntamos si alguien le ha señalado que le cuesta reconocer errores: “Claro, si me lo dijo la maestra del kínder”.
El ministro anuncia su repliegue definitivo de la política para mayo del 2014, cuando retornará a la docencia. Por ahora, cuenta los minutos finales. Camina hacia atrás con el arma desenfundada, emprendiendo la retirada.