Empezar desde cero no fue fácil para Jürgen Stein, pero era la única manera de continuar con su misión de vida, esa que encontró hace aproximadamente tres décadas atrás. La pandemia, como un fantasma, llegó para demostrarle lo fácil que es traerse abajo un negocio -Selva Bananito Lodge-, al que por años se le invirtieron recursos, el corazón y muchas cosas más.
Selva Bananito Lodge, como muchos otros sitios turísticos, tuvo que cerrar en el 2020 de forma indefinida por las restricciones y la falta de visitantes. De repente, el tour de avistamiento de aves, las cabalgatas, el canopy, la escalada en árboles, el girocóptero y las cataratas con rappel debieron detenerse de forma abrupta y el hotel dejó de funcionar.
Para Jürgen y sus hermanas, Karen y Sofía, fue un tiempo de incertidumbre en el que no sabían qué hacer, pues además de ser su principal fuente de ingresos, en su propiedad tienen un tesoro, una parte de los pulmones de Costa Rica.
El lugar donde se ubica Selva Bananito Lodge, es una reserva natural privada ubicada en las montañas de Talamanca y mide 1.700 hectáreas. Allí se realizan actividades turísticas para poder generar recursos que permitan conservar y proteger el bosque costarricense.
“Usamos el turismo hace 27 años para quitarle esa presión económica al bosque. Y lo hacemos porque creemos en que queremos un futuro para nuestros hijos”, asegura Stein.
A modo de ejemplo, Stein afirma que de este sitio sale el 80% de agua potable de la ciudad de Limón. Para que esto se mantenga así, deben darle mantenimiento y buscar que el sitio se mantenga intacto.
Sin embargo, al ser reservas naturales privadas, no reciben mucho apoyo del gobierno y por ello deben buscar formas creativas para mantener con vida el bosque que tienen en sus manos, el mismo que hace a Costa Rica el país natural que tanto envidian en todo el mundo.
“En las áreas de conservación privadas es donde se dan las actividades de turismo de aventura en el país, que es un gran atractivo turístico. Es decir, la conservación privada aporta muchísimo al país: desde empleo hasta concientización, educación e incluso estudios científicos”, asegura.
Es decir, la gran mayoría de sitios turísticos de aventura del país se da en reservas naturales privadas, que explotan este recurso por amor a la naturaleza y por el compromiso que sienten con el medio ambiente.
Antes de la pandemia, el sitio contaba con 200 colaboradores directos y aproximadamente 40 indirectos, sin embargo, ahora es la mitad de esa planilla la que trabaja, pues apenas se están comenzando a levantar de nuevo.
“No puedes meter a todo el mundo a trabajar otra vez solamente por tener dos semanas con ocupación, como era antes. Ahora llegamos quizás a las dos terceras partes de la ocupación que solíamos tener en temporada alta”, reconoce.
No obstante, Jürgen no pierde la esperanza de que su situación mejore, pues al final el que sale ganando es el bosque.
Un amor nato
Las reservas naturales privadas son terrenos de más de dos hectáreas de bosque y, por ello, son consideradas áreas de conservación.
Estas se encuentran en todo el país y muchas de ellas están asociadas a la Red Costarricense de Reservas Naturales, una agrupación creada por los propietarios de esos terrenos para desarrollar estrategias en conjunto para la conservación del bosque. Allí se encuentran afiliadas más de 220 reservas, que en conjunto protegen una superficie superior a las 82.000 hectáreas de territorio costarricense.
De acuerdo con los datos de la red, el 60% de sus asociados dedican sus fincas a conservación absoluta, y el 40% complementan lo anterior con otras actividades ecoturísticas que incluyen caminatas, canopy, puentes colgantes, avistamiento de aves, paseos a caballo y teleféricos, entre otras.
“Estas reservas privadas son vitales para la imagen de Costa Rica en materia de conservación y para las metas que tiene el país en ese sentido. También son clave desde el punto de vista socioeconómico, porque muchísimas de estas reservas privadas tienen asociados emprendimientos ecoturísticos que generan una serie de encadenamientos sociales y productivos en diferentes zonas”, explicó Pablo Carazo, director ejecutivo de la red.
La zona de Monteverde, en Puntarenas, es una de ellas. Esta es una reserva natural privada que mezcla la conservación con el ecoturismo, ya que impulsa el turismo de aventura y a la vez se instruye sobre educación ambiental.
“Mucha gente confunde que la Reserva Biológica Monteverde es del Estado y no, son reservas privadas que son muy importantes para sostener toda la dinámica social de esa zona. Entonces, podemos decir que las reservas privadas son las que llevan la batuta de buenas prácticas de manejo de la conservación, porque tienen recursos menos burocráticos de ejecutar y eso permite que se puedan integrar de una mejor forma”, detalla Carazo.
Estas tierras están a cargo de empresas, emprendimientos ecoturísticos y familias, quienes pueden construir hoteles y demás infraestructura siempre y cuando no violen la Ley Forestal.
Por ello se considera que quienes tienen este tipo de propiedades lo hacen por un compromiso real con la naturaleza, pues no pueden destruir el bosque y tienen que procurar conservarlo. Lo que sí pueden hacer es vender su finca, sin embargo, muchos prefieren explotar su terreno.
“A estas personas que trabajan en la conservación privada los mueve algo dentro. Esto de la conservación privada es porque nace del corazón, son generaciones que vienen a romper distintos paradigmas, que le vienen a dejar a sus hijos estas enseñanzas y un mejor país”, asegura el experto.
Sin embargo, Carazo es enfático en que no existe en la legislación una definición de ‘reserva privada’. Por ese motivo, están haciendo lo que está en sus manos para que eso cambie.
“Nosotros lo que queremos es oficializar esto y estamos trabajando en un proyecto de conservación privada para dejar en claro sus funciones”, explicó Carazo.
La figura que sí se encuentra dentro del Estado y que integra la conservación privada es la de ‘refugios de vida silvestre privada’.
Al ser áreas privadas, como se mencionó antes, cuentan con poco apoyo del gobierno. De hecho, lo que reciben muchas de ellas es un reconocimiento económico ejecutado por el Fondo de Financiamiento Forestal (Fonafifo), del Ministerio de Ambiente y Energía, que son ingresos por concepto de pago por servicios ambientales.
“Cada propietario tiene que arreglárselas, pues está el fondo Fonafifo y el pago de servicios ambientales, pero ha sido un camino tortuoso y no hay tanto dinero. Es una ayuda pequeña y no cubre a todos los propietarios”, agregó Sandí.
Un respiro comunal
Las reservas naturales privadas, al diversificarse y crear sitios turísticos para generar recursos para la conservación, también han favorecido el desarrollo de las comunidades de prácticamente todo el país, pues se encuentran en las siete provincias.
Desde 1994, justo eso ha ocurrido en la Reserva Biológica Tirimbina, que tiene un área de 345 hectáreas de bosque.
“Yo creo que es importante el trabajo que estamos generando en la zona. Y lo que más rescato es que es gente local, porque tampoco se trata de traerse a personas de otros lados. Ya en Sarapiquí los guías son de muy buen nivel de inglés, de conocimiento, y eso para nosotros es muy importante”, detalla Pedro González Chaverri, gerente general de la reserva biológica.
Allí hay un pequeño hotel de 25 habitaciones, tours de avistamiento de aves, caminatas guiadas -nocturnas y diurnas- por el bosque y la actividad estrella: el tour de chocolate.
“A la gente, en todo el mundo, le gusta mucho comer chocolate, pero nadie conoce un árbol de cacao. La conexión que hay con las culturas indígenas costarricenses y el uso del cacao es muy cercana, entonces esta opción es muy, muy llamativa, y por ello se ha convertido en nuestro tour principal”, destaca González.
Además, González asegura que poco a poco han tratado de especializarse para recibir mejor a los visitantes, pues es un sitio que está en crecimiento y esto les permite generar más recursos para la conservación del bosque. Para ellos es imperativo; ahora los turistas que llegan son más exigentes y aquel pequeño emprendimiento de Tirimbina ha tenido que ir creciendo.
“Hemos venido mejorando porque sabemos que aquella idea de que los mochileros eran, en teoría, las personas que venían a apreciar el bosque, ya está cambiando. Ahora tenemos clientes de todas las clases sociales, muy exigentes, que no pueden estar en una habitación, por ejemplo, sin aire acondicionado. Entonces, la verdad, nos ha tocado un poco duro el estarnos ajustando a esta normativa”, afirma González.
En esa misma línea, el gerente de Tirimbina trata de ver lo bueno de la pandemia y, para él, una de esas cosas es que ahora se está apostando más por el turismo de aventura. Cuando dicen “vacaciones” ahora hay más personas que piensan en ecoturismo y no en playa como primera opción.
“Los turistas nacionales, incluso, han venido ha repuntar la visitación en áreas de bosque. Esto está cambiando. La gente está queriendo ir a sitios más cercanos de la ciudad y acá en Sarapiquí, en menos de dos horas, se puede estar. Entonces, son sitios donde la generación de empleo es muy importante y el desarrollo que han generado en regiones como Sarapiquí nos habla de que vamos en la dirección de un modelo de autosuficiencia”, agrega.
De precarismo, cacería y tala
Al no contar con suficientes recursos del Estado, muchas reservas naturales privadas apostaron por el ecoturismo para poder mantener la conservación, pues enfrentan problemas relacionados con la caza de especies, la tala de árboles y años atrás, el precarismo.
Con los recursos provenientes de los tours, los hoteles y las actividades turísticas de aventuras, los propietarios pueden costear el pago de guardas de seguridad que se encarguen de vigilar el bosque a tiempo completo.
“La conservación en realidad es cara, porque nosotros enfrentamos en conjunto los mismos problemas de cacería, tala ilegal y extracción de recursos. Hace unos años el principal problema era el precarismo, porque de la noche a la mañana amanecía ahí un montón de gente que talaba, dañaba, hacía ranchos y costaba mucho que los desalojaran, pero la ley ya está un poco más estricta.
“Actualmente, lo que más tenemos es tala ilegal y la cacería furtiva. Muchos cazadores se meten a buscar venado, tepezcuintle, y a veces lo más triste es que matan animalitos que no están haciéndoles ningún daño como el jaguar, o el tigrillo”, explica Sandí.
Jürgen Stein afirma que la falta de recursos no les permite impedir que este tipo de prácticas se den y, en más de una ocasión, ha visto cómo los cazadores van con animales al hombro.
“Tenemos en nuestras cámaras, lamentablemente, imágenes de personas con monos congos muertos en la espalda como si vinieran de asaltar un banco. O sea, es una vergüenza para la cultura de lo que estamos dejando. Quizá falta de apoyo del gobierno, o sensibilidad educativa.
“Son cuatro o cinco personas que están haciendo daño y como la ley protege hasta que sea infraganti, es muy difícil capturarlos. Esos son, en definitiva, los grandes retos que tenemos en la conservación privada, en zonas tan remotas”, asegura Stein.
La tala de árboles, es también una de las problemáticas más frecuentes que se siguen dando en los bosques del país. Los expertos explican que esto se debe a la gran cantidad de dinero que esto genera.
Pedro González, gerente general de la Reserva Biológica Tirimbina, asegura que aunque entiende que los recursos son limitados en el Minae, considera que debe haber apoyo, por lo menos, en la rapidez en que se gestionan las denuncias.
“Todavía existe esta cultura de meterse a cortar árboles. Hay árboles que si los logran sacar al mercado le pueden generar a estos tipos hasta ¢2 millones. Un buen árbol de cedro que se corte y se lleve a un aserradero, se vuelve a veces muy tentador.
“Y ahí es donde nos ha faltado, quizá, coordinación con el Minae, porque lo que queremos es poder trabajar de modo que nos aseguremos el esfuerzo que estamos haciendo en conservación, que para poner una denuncia no duremos tanto, porque entonces todo resulta que sale impune y eso sí es una tragedia. Es un desestímulo muy grande”, comenta González.
No obstante, lo propietarios de las reservas privadas no pierden la fe de que la cultura y el amor por la naturaleza vaya creciendo y que, algún día, haya más apoyo económico para que ellos puedan vigilar más de cerca los bosques, su gran tesoro.
Su apuesta es simple: conquistar a los turistas con fuertes dosis de adrenalina y una experiencia de contacto profundo con la naturaleza tica.
Las reservas
A continuación algunas de las reservas naturales privadas que son turísticas y que, posiblemente, en algún momento haya escuchado mencionar:
- Arenal Spring-Hotel y Reserva (The Springs Resort & Spa)
- Portasol Rainforest & Ocean View Living
- Arenal Vista Lodge
- Heliconias Rain Forest Lodge
- Refugio de Vida Silvestre La Marta- UMCA
- Highland Heritage
- Hotel Poco a Poco
- Monteverde
- Reserva Bosque Nuboso Bajos del Toro
- Waterfallgardens Varablanca
- Hotel Xandari
- Isla Tortuga
- Hotel Punta Islita
- Reserva del CATIE
- La Ceiba
- Mirador San Gerardo
- Místico Park
- La Laguna del Lagarto Lodge
- Monte Sky