“No hay cosa más terrible que subirse a un bus con las divisiones de donde tiene que ir cada persona, porque uno no cabe ahí. Yo prefería quedarme de pie para no incomodar a los otros pasajeros o poner el bulto, porque uno no se puede sentar”.
Siendo tan solo una adolescente, Valeria Vilalobos llegó a pesar 130 kilos y aunque tenía claro cuál era su problema, simplemente decidió omitirlo de su vida.
Por mucho tiempo aprovechó el dinero de su merienda para comprar frituras, galletas, confites y chocolates, los cuales escondía dentro de su armario y luego comía cuando nadie la veía. Los envoltorios los echaba en una bolsa negra para poder botarlos sin generar sospechas.
Las tiendas de ropa americana se convirtieron en sus grandes aliadas, pues solo en esos establecimientos podía encontrar prendas que le sirvieran y con las que se sintiera cómoda.
La joven, hoy de 23 años, ha soportado rechazos e insultos de todo tipo por su sobrepeso. Aún recuerda que dos compañeros de la escuela le decían ‘albóndiga con patas’.
Ella no conocía el frío, ya que el porcentaje de grasa en su cuerpo era tan elevado que le impedía tener esa sensación; y ni que decir de cuando le tocaba subir gradas, eso era un gran reto.
Definitivamente para Valeria vivir con obesidad no ha sido fácil; mide 1,58 de estatura y de allí que alcanzara el grado de Obesidad clase 2 (con un Indice de Masa Corporal de entre 35 y 39,9).
Sin embargo, la obesidad siempre fue una excusa, ya que detrás de esa enfermedad ella escondía un doloroso secreto que prefería olvidar a través de la comida, aunque la ansiedad la estuviera matando por dentro.
Valeria fue víctima de abuso sexual cuando era una niña, pero nunca se lo dijo a nadie, ni siquiera a sus papás.
“La gente piensa que uno está gordo por gusto pero para mí es la manifestación de un problema. Yo comía por ansiedad, por un problema traumático que sufrí, entonces yo lo desahogaba con la comida, porque yo decía ‘entre más gorda soy, más fea estoy entonces nadie me agrede, nadie me toca, nadie me hace nada’”, recuerda.
Hoy ella comparte ese hecho que marcó su vida, pues no quiere que más personas atraviesen por la misma y dolorosa situación que ella ocultó por años.
“Cuando uno piensa en obesidad muchas personas creen que se come mal, pero en realidad la obesidad no es solo un tema de comida, es un tema emocional en muchos casos, que no basta con saber lo que hay que comer sino que hay que analizar que está pasando con esa persona, en qué momento está comiendo, qué es lo que le da ansiedad, pero eso es entrar en un mundo muy personalizado y que cada persona logre decir si identifica si come por hambre o por ansiedad” detalla la psicologa especialista en obesidad, Marianela Gamboa.
El caso de Valeria no es aislado, ya que según los expertos, Costa Rica atraviesa por una epidemia de obesidad, la peor en toda su historia y así lo reflejan los números.
De acuerdo con el Censo de Peso y Talla realizado en el 2016, un 34.6% de la población escolar nacional tiene exceso de peso. Mientras que el estudio Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en el 2018 señala que en Costa Rica el porcentaje de obesidad en adultos mayores de 18 años es de 25,7%.
“Todos los grupos de edades están siendo afectados por la obesidad y la tendencia va a en aumento. Según datos de la Encuesta de Factores de Riesgo, la prevalencia de obesidad evidenció que la población femenina presentó una prevalencia de 35,3%, con mayor magnitud en el grupo de mujeres con edad entre los 40 y los 64 años”, asevera la doctora Cecilia Gamboa, de la Dirección de Planificación Estratégica y Evaluación de Acciones en Salud, del Ministerio de Salud.
Pero, ¿a qué se debe el aumento en los casos de obesidad en el país?
De acuerdo con los médicos las causas son multifactoriales y tienen que ver principalmente con un cambio en los hábitos alimentarios de la población, el elevado consumo de alimentos ultraprocesados, así como la frecuente ingesta de comidas rápidas con altos contenidos de grasa y azúcar.
Además, el excesivo uso de la tecnología en los niños, la falta de espacios para que puedan jugar al aire libre y la inseguridad ciudadana ha provocado que los pequeños tengan pocas posibilidades de realizar actividad física de manera frecuente.
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También la falta de atención nutricional durante el embarazo, período de lactancia y los primeros dos años de vida del niño, no permiten preparar a las madres y familias sobre la lactancia materna y la introducción de alimentos al niño, siendo acciones fundamentales para prevenir el desarrollo de la obesidad y sobrepeso.
“No se puede decir que la obesidad se debe a una cosa o a otra porque influyen muchísmos factores como la parte genética, el comportamiento, las dinámicas familiares, la parte psicológica, a veces la educación alimentaria que el individuo tenga; entonces todo eso hace que tengamos el problema y como tal hay que atacarlo. No se puede decir que tal cosa es la solución o tal otra, porque la solución tiene que atacar un montón de aspectos”, explica el doctor Gustavo Jiménez, jefe del Área de Cirugía General del Hospital México y coordinador del programa bariátrico de ese centro médico desde el 2004.
Lo cierto es que la obesidad es uno de los problemas que más deriva en enfermedades. Según el Ministerio de Salud, esta puede ocasionar Diabetes Mellitus, Hipertensión Arterial, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas, e incluso algunos tipos de cáncer. En el caso de Costa Rica específicamente, las enfermedades cardiovasculares son el padecimiento más común asociado al sobrepeso.
Fotos incómodas
Dejó de aparecer en las fotografías familiares y si salía, ella era la que casi no se veía, la que estaba siempre al fondo. Esa era la forma que Karla Rojas utilizaba para esconder su obesidad.
Ella fue una joven atleta, amante del deporte, pero conforme avanzaron los años empezó a trabajar, se casó y quedó embarazada, una suma de factores que poco a poco la fueron consumiendo. Llegó a pesar 114 kilos y debido a esa obesidad grado tres (con un Indice de Masa Corporal mayor a 40) tiene desgaste en las dos rodillas, incluso una de ellas se la tuvieron que operar.
Como si fuera poco, de un pronto a otro, no se podía cortar las uñas de los pies: su obesidad era tal que no podía inclinarse lo suficiente. Tampoco lograba encontrar tallas de ropa a su medida y por eso prefería no comprarse nada. La ansiedad se apoderaba de ella.
“Hay tantas cosas que le hacen a uno engordarse, a mí me dejan sola en un lugar y estoy ansiosa y me puedo comer todo lo que encuentre y llegó el momento en el que no podía comprar nada que fuera dulce. Pero también tengo una hija de 16 años y ¿cómo le decía yo a ella que no había galletas porque la mamá no puede controlarse y se va a comer todos los paquetes?”, detalla.
Fue justamente en diciembre del año anterior, con una fotografía que su esposo le tomó a escondidas durante una actividad familiar que cayó en cuenta de la obesidad a la que había llegado; fue el momento para pensar en un cambio. Comenzó a hacer ejercicio y a comer en porciones menores.
“Una cosa es estar gordo contento y otra estar fastidiado de estar gordo; y yo llegué al borde del fastidio. Uno debería ser consciente pero uno sigue comprando la ropa más grande y uno no para, porque es que uno tiene que darse cuenta de que está enfermo”, dice Karla, quien ha perdido 10 kilos en lo que va del año.
Obsesión por las orejas
Por día se llegó a comer hasta cuatro orejas en cuestión de minutos, eran una dulce tentación que no podía resistir. Sin embargo, esa obsesión por aquellas piezas de repostería, junto a otros malos hábitos alimenticios y el estrés laboral lo llevaron a desarrollar obesidad.
“Yo le puedo decir a usted donde venden las orejas en Costa Rica, porque eran mis compañeras de viaje, cuando tenía que visitar algún proyecto. Yo llegué a descubrir que esto estaba muy asociado a que cuando era niño y viajaba a clases de Cartago a San José, unas amigas de mi mamá me regalaban orejas y llegué a asociar que era la soledad de un chiquillo de 8 años que viajaba solo y que llegaba a un lugar en el que lo cuidaban, lo lo hacía sentir acompañado”, asegura Mario Amador.
Llegó a sentir miedo de que uno de los botones de su camisa, que le quedaba muy ajustada, se reventara y golpeara a alguna persona. Y ni qué decir cuando le tocaba caminar en el trabajo y subir gradas, era desgastante.
Amador, de 67 años, es un vecino de Escazú que llegó a pesar 118 kilos. Por mucho tiempo obvió el problema que atravesaba, pues para él había cosas más importantes que la salud. Él come por ansiedad y fue hasta que se pensionó que hizo conciencia de su situación.
“Se siente uno incómodo, se siente uno mal, el ‘botonazo’ y a veces uno empieza a buscar sus propias soluciones o alternativas, muchas veces inventa uno las dietas mágicas. Llega el momento en el que a uno no le gusta verse en el espejo, se siente como fuera del modelo”, afirma.
Él es amante de las motocicletas pero el simple hecho de subirse a una de estas le era difícil, ya que su obesidad era tal que le costaba manejarlas.
Ahora padece de colesterol y trigliceridos altos. Sin embargo, está en un proceso desde hace ocho años y ha logrado perder unos 20 kilos, pero admite que lo primero que tiene que existir es un compromiso real.
Al borde de la cirugía
Después de caminar mucho durante un viaje, a Linda Casas le comenzó un dolor en la rodilla izquierda muy intenso y al cabo de un tiempo le tuvieron que operar. En eso mucho tuvo que ver el peso, sin embargo, ella, quien llegó a pesar 132 kilos, lo ignoró.
Poco después vino un golpe que le ayudó a abrir los ojos: llegó al gimnasio para que la entrenadora le hiciera una valoración y su rutina de ejercicios, sin imaginar que ese día le darían una de las advertencias más fuertes de toda su vida. Ese día le explicaron que si continuaba con su mismo estilo de vida, debería someterse a una cirugía bariátrica.
“Eso fue como ponerme de cara a la realidad de una forma muy cruda y me hizo pensar seriamente que esa no era una opción, es que esa es una agresión al cuerpo que para mí es inaceptable”, comenta Casas, de 59 años.
Si hay alguien que sabe de dietas es ella, pues desde jovencita hizo todo tipo de esfuerzos para perder algunos kilos. Sin embargo, también sabe lo que es bajar y subir de peso en pequeños lapsos de tiempo, pues tanto los efectos rebote como las recaídas la han acompañado por años.
Aún recuerda los gestos y palabras ofensivas que algunas personas utilizaban para hacerle ver su obesidad, pero eso no era suficiente para que ella hiciera conciencia que tenía que bajar de peso.
Hace 10 años inició con un proceso saludable que incluye nutrición, charlas psicológicas y ejercicios. Desde entonces ha perdido más de 30 kilos y actualmente pesa 98 kilos.
“Esta es una condición que es diferente y complicada, pero con la que se puede vivir. Es una cosa que se hace día a día, que se hace y se construye todos los días, hay que tener mucha paciencia, constancia y disciplina”, agrega.
La última opción
Al existir una epidemia de sobrepeso, en el país también ha crecido la cantidad de pacientes que requieren una intervención quirúrgica, pues se trata de personas con obesidad mórbida y cuya única opción para recuperar su salud es la cirugía.
La CCSS realiza este tipo de operaciones en los hospitales Calderón Guardia, San Juan de Dios y México. En este último centro se cuenta con un programa institucional e integral establecido para la atención de pacientes desde el 2004, cuando se constituyó un grupo multidisciplinario que incluye psicólogo, psiquiatra, trabajador social y nutricionista, quienes preparan al paciente antes de la operación y le dan el acompañamiento posterior.
“Nosotros tenemos un enfoque multidisciplinario del obeso, entonces mucho paciente obeso llega aquí y te puedo decir que el 40% de la listas de cirugía es por obesidad. De hecho estamos muy prontos a tener el paciente 1000 en los últimos cuatro años como programa formal”, detalla Jiménez.
De acuerdo con el médico, en este momento las listas de espera por cirugía bariátrica ronda los 850 y los 900 pacientes y semanalmente se están interviniendo a cuatro personas, cifra que aumentaría a finales de este año.
Cirugías bariátricas
Los pacientes candidatos a cirugía bariátrica son aquellos que tienen un IMC mayor a 40; o bien aquellos que tienen un IMC mayor a 35 y que tengan alguna enfermedad que sea consecuencia de la obesidad.
FUENTE: DR. GUSTAVO JIMÉNEZ (HOSPITAL MÉXICO). || J.C. / LA NACIÓN.
Los pacientes que son candidatos para una cirugía bariátrica son aquellos que tienen un Índice de Masa Corporal (IMC) mayor a 40; o bien, aquellos que tengan un IMC mayor a 35 y que tengan alguna enfermedad desarrollada por la misma obesidad.
Entre los procesos quirúrgicos que se realizan en el país para personas mayores de edad con obesidad se encuentran el Bypass Gástrico y la Manga Gástrica.
El Bypass Gástrico consiste en cortar el estómago en la parte superior, dejando solamente un pequeño saco que se conecta con el intestino. El resto del estómago queda inhabilitado. Mientras que en la Manga Gástrica (el procedimiento más común) se corta el estómago verticalmente y se sacan dos terceras partes por una de las heridas.
“En el país se creó como cierto tabú de que la cirugía es peligrosísima y que el paciente se va a morir, pero nosotros no lo vemos así, porque ya tenemos muchos casos”, agrega el doctor Jiménez.
De igual forma, el médico insiste en la efectividad que tienen este tipo de intervenciones a nivel de economía de la salud, ya que una cirugía bariátrica puede rondar los ¢5 millones, pero resuelve los problemas que ha desarrollado el paciente a causa de la obesidad, como diabetes e hipertensión. Eso sí, reconoce que es una cirugía compleja, principalmente por el tipo de personas que la requieren.
“Hasta cierto punto algunos servicios quirúrgicos le tienen miedo al paciente bariátrico porque realmente son como una caja de sorpresas, son bastante complejos, pues tienen enfermedades, problemas cardíacos, son pacientes bastante difíciles (…). Pero si usted se pone a ver, la inversión es alta pero la retribución también es más alta y hay estudios de economía de la salud en otros paises que dicne que es rentable en costo-beneficio para un sistema de salud”, agrega.
Efecto rebote
En el 2014 se miró al espejo y consciente de lo que estaba viendo tomó con firmeza la decisión de poner punto final a la obesidad mórbida con la que había vivido por años. Para ese momento, Marfer Torres pesaba 160 kilos.
Para él comprar ropa era un motivo de estrés y ni qué decir de cuando debía subirse a un avión –lo que define como una de las situaciones más complicadas por las que tuvo que atravesar– pues no cabía en el asiento.
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Su plan de mejora incluyó nutricionista, psicólogo y caminatas de 30 minutos por la mañana y por la tarde, que fueron aumentando con el tiempo. No fue un proceso sencillo, pero al cabo de poco más de un año Torres llegó a perder la mitad de su peso, es decir, 80 kilos.
“Cuando estaba obeso yo vivía como dormido y no me daba cuenta de muchas cosas y entonces desperté. Ese fue un cambio de vida absoluto. Estuve muy concentrado, muy disciplinado y fue muy intenso”, afirma Torres, un veterano de la radio que actualmente trabaja como director de contenido musical para las emisoras de Multimedios.
Y aunque logró mantener su peso por más de un año, en el 2017 vino una recaída y gradualmente fue engordando de nuevo hasta que llegó a pesar 120 kilos, peso que mantuvo hasta hace poco.
“Me empecé a dar permisos que no se pueden cuando se tiene una genética de obesidad, entonces comía postres, no controlaba las harinas, pasaban semanas sin actividad física y todo mal. Es muy cansado, es muy triste, es muy desgastante estar pensando en lo que te comés y es también muy difícil adaptarse a una sociedad que al final tiene mucha superficialidad”, detalla.
Hace tres meses volvió a recordar el tiempo en la que estuvo en su peso ideal. De nuevo se miró al espejo y con la misma determinación que la primera vez, se prometió regresar a los 80 kilos, a la época en la que era realmente feliz.
Según cuenta, cuando bajó de peso la primera vez el cambio fue no solo personal sino que también social: la atención de los clientes, el trato de sus compañeros en el trabajo y en general de las personas con las que convive diariamente.
“Yo tengo el objetivo clarísimo de volver a los 80 kilos, porque me sentí muy bien. Y si en este momento me pregunta qué pasa por mi mente le puedo decir que tengo mucho miedo de volver a estar como estuve, es un paisaje muy negro en una persona y muchas veces dicen ‘gordito pero feliz’ y yo le puedo asegurar que no hay un gordito feliz. Ahora hay una alerta, una oportunidad y hay un pasado que no se quiere repetir, entonces hay una decisión clara y ahora está en mí poder cambiar las cosas, porque no quiero volver a estar ahí”, remarca.
Además, Torres hizo un llamado a los entrenadores de los gimnasios, pues estima, por experiencia propia, que estos profesionales le prestan más atención a aquellas personas que están ganando músculo y hacen a un lado a “los gorditos”, quienes se desmotivan fácilmente al sentirse ignorados.
Atención integral
Para los expertos es fundamental tratar la obesidad desde un punto de vista integral, debido a que es una enfermedad muy compleja que requiere un complemento entre la parte nutricional y psicológica, más el acompañamiento de un entrenador físico.
Según explicó la psicóloga Gamboa, uno de los rasgos que hace más complicada la obesidad es la negación. "La negación es un tema muy amplio y que puede darse con el cuerpo y con la comida. Es un tema inconsciente porque a veces es muy duro aceptar las realidades y psiquicamente lo que el ser humano hace es defenderse y prefiero negarlo antes de aceptarlo y las personas entran en una negación de 25 o 30 kilos”, comenta.
La negación depende mucho de lo que esté pasando en la vida de esa persona; por ejemplo, un duelo, una molestia, una depresión, un problema económico, laboral o familiar, entre otros. A la persona no le importa nada a su alrededor.
“Pasan muchas cosas con el tema del enojo y el peso. Muchas veces hay frustración si la persona está pasando por un mal momento entonces es ‘no me toque este tema, porque yo estoy en negación’, es decir, yo no quiero pensar en esto. A veces hay enojo con ellos mismos y no se pueden perdonar. Incluso el tema de comer en exceso muchas veces está asociado al enojo que no se habla, que no se dice”, explica la especialista.
Gamboa agregó que puede tratarse también de una persona “que tuvo sobrepeso en su infancia, que ha sufrido bulliyng, a veces hay presión de los papás por perder peso y todo eso se va acumulando en el cuerpo, y llegar a hablar del tema es tocar algo que está ardiendo”.
En la CCSS existe el programa para la atención y enseñanza de las Enfermedades Crónicas no Transmisibles, dirigido específicamente a la obesidad , la cual se aborda con un equipo multidisciplinario, dirigido por un nutricionista y con apoyo de médico, enfermera, farmacéutico,y psicólogo, entre otros.
Dicho programa incluye una atención individualizada en la que se realiza una evaluación nutricional, plan de alimentación, seguimiento y educación nutricional. Además se hacen referencias a otros profesionales, según lo ameriten.
“Los pacientes se atienden en grupos clasificados en un módulo de síndrome metabólico -personas con obesidad, sobrepeso, hipertensión arterial, hipetrigliceridemia y prediabetes- y otro módulo con personas con diabetes mellitus. El programa está totalmente estructurado en seis sesiones durante seis meses e incluye la participación de acompañantes, con el fin de asegurar el apoyo familiar”, explica el doctor Mora.
Debido a su complejidad, para el Ministerio de Salud esta enfermedad representa un gran reto. Entre las tareas pendientes se necesita contar con estrategias innovadoras y efectivas; mejor trabajo en conjunto de los sectores público y privado; así como una articulación de mayor impacto para evitar que la obesidad siga aumentado.
“Aunque existen políticas establecidas y en implementación, a través de planes, programas, proyectos e iniciativas en torno a la alimentación y nutrición y la actividad física en el país, urge una mayor articulación y coordinación interinstitucional e intersectorial, para lograr los resultados requeridos. Las causas y los factores que conducen al sobrepeso y la obesidad son complejos y multidimensionales, por lo que se requiere de un abordaje integral e intersectorial para lograr detener este serio problema de salud pública”, agrega la doctora Gamboa.
En el 2014, Valeria Villalobos inició un proceso integral de pérdida de peso impulsada por profesores de la universidad. Desde entonces ha bajado aproximadamente 40 kilos. Además, el año anterior se llenó de valor y le contó a sus padres que fue víctima de abuso sexual y si bien compartir esa verdad la liberó en lo emocional, la preparación para ese momento provocó que subiera más de 10 kilos: la llenaba de ansiedad el simple hecho de tener que hablar del tema.
Lo cierto es que la joven ha logrado mejorar su calidad de vida y ahora se sienta cómodamente en los asientos del autobús y compra ropa en cualquier tienda. Pese a que aún no llega a su meta, comprende que todo se trata de un proceso en el que debe continuar trabajando y solo le pide a las demás personas que atraviesan una situación como la de ella, que se atrevan a hacer un cambio. “Aunque no estoy donde quisiera estar, yo sé que voy a llegar".