Sabemos que Ricardo Martinelli es expresidente de Panamá (2009-204), pero en fechas recientes se ha perfilado más como un político acorralado.
Sus abogados dicen que sigue en Miami, pero la certeza es que salió de su país el 28 de enero de este año, el mismo día en que la Corte Suprema de Justicia solicitó levantar su inmunidad para indagarlo por delitos contra la administración pública.
Martinelli llegó al poder como la encarnación ístmica de un arquetipo: el empresario exitoso que ofrece su servicio al Gobierno para poner las cosas a caminar; el gerente que salvaría esa “empresa” defectuosa que es el Estado.
Entre otros negocios, él es dueño de una gran cadena de supermercados en Panamá. Con ello en mente es más chocante para su imagen saber que se lo está indagando por el desvío de fondos públicos destinados a víveres para escuelas pobres de su país.
Dos de sus hombres cumplen prisión preventiva y, mientras se achica el cerco en torno suyo, el político dispara ráfagas de defensa en Twitter. De lejos, acusa al actual presidente Juan Carlos Varela de montar una persecución política y vengadora en su contra.
El caso
A Martinelli se le vincula con la firma de un contrato con supuestos sobreprecios para la compra de comida deshidratada en beneficio de una empresa privada, cuyo desembolso fue de $45 millones a través del Programa de Ayuda Nacional. El exdirector de esta institución, Giacomo Tamburelli, se encuentra actualmente en arresto domiciliario y es quien ha señalado a Martinelli como autor de la trama.
En prisión también está Guillermo Ferrufino, exministro de Desarrollo Social, quien fue acusado de enriquecimiento ilícito por el alquiler de helicópteros con fondos del Programa. A mediados de este mes, también fue detenido Frank De Lima, exministro de Economía y Finanzas bajo cargos de presunto peculado.
A los ojos del expresidente, la “persecución” nace de una pugna por el poder y una trama amistades truncadas entre él y el presidente Varela, quien había sido su vicepresidente en la primera parte de su gobierno.
En una entrevista televisiva con María Elvira Salazar desde Miami, en febrero pasado, Martinelli dice que Varela fue su mejor amigo, y que juntos habrían gobernado en Panamá “por 20 años más”. No obstante, dice que ambos se habrían separado por las malas influencias de algunos empresarios, quienes sembraron la discordia en su amistad.
A diferencia de los encendidos detalles de Martinelli, Varela se ha limitado a comentar la gravedad de los hechos y se ha comprometido a respetar la división de poderes en su país.
Por lo pronto, el levantamiento de la inmunidad contra Martinelli ha sido ratificada por la Corte Suprema, y una causa formal pende cada vez más cerca de su cabeza.
En la entrevista desde Miami, Martinelli afirma que en otro tiempo él fue por todo el mundo diciéndoles a los empresarios que se metieran a política “porque no podíamos dejar la política en manos de los políticos”.
Ahora, el expresidente afirma que no podría hacer lo mismo, porque en carne propia ha visto que “este es el peor negocio del mundo”.
De su boca sale una intriga palaciega de poder, amistad y traición. De boca de sus detractores, esta es una trama mucho más pedestre: simple y llana corrupción.